~ Por una memoria digna como derecho de las víctimas y de la sociedad vasca en general. Una memoria que deslegitime la violencia y que sea pedagógica para prevenir situaciones como las vividas en Euskal Herria los últimos 50 años.
El profesor Manuel Reyes Mate siempre nos recuerda la importancia de la memoria. En su artículo publicado en El Periódico en 2017, “El deber de memoria”, explica que el deber de memoria no es acordarse de lo mal que lo pasaron los judíos en los campos de exterminio, sino en la obligación de reflexionar sobre la historia política europea que llevó a la catástrofe. Esto es, la memoria claramente tiene un sentido de pedagogía social. Aportar a su enriquecimiento está en manos de cualquier persona que tenga capacidad y voluntad de contribuir a reflexionar, en este caso, sobre lo que aquí ocurrió.
el deber de memoria no es acordarse de lo mal que lo pasaron los judíos en los campos de exterminio, sino en la obligación de reflexionar sobre la historia política europea que llevó a la catástrofe.
El 20 de octubre pasado, en una de las salas que la UPV tiene en Abandoibarra (Bilbao) la periodistaLourdes Pérez presentó su libro “Déjame que te cuente. Memorias para el futuro en el décimo aniversario del final de ETA”.
La sala estaba llena de gente entregada y encantada de escuchar a uno de los invitados por la Fundación Rubial, el Lehendakari Patxi López, a Juan Luis Ibarra, autor del prólogo del libro, y a la autora, la periodista. El acto estuvo muy bien; muy ajustado en tiempo y forma a lo que era, pero ¿y el libro? El libro es un gesto imprescindible de Memoria.
Quien quiso saber, supo
Esta semana he leído el libro y, con pena, lo he terminado. Me gustaría compartir con todas las personas que están leyendo este post, las distintas citas, referencias, expresiones, reflexiones… que me han encantado, pero no sabría cuáles elegir. Bueno, sí. Hay una que aparece en la página 71 y la vuelve a repetir en la 154: “Quien quiso saber, supo”. Creo que yo habría elegido éste como Título del libro. Otra referencia que me gustó por diferentes motivos fueron las palabras de Rafaela Romero sobre el funcionamiento del terrorismo: Opera un engranaje asimilable al que despliega la violencia machista para anular la autoestima de las mujeres: El maltratador primero te aísla y luego te golpea. Así hizo ETA.
La periodista relata con agilidad y frescura de muy alta calidad muchos de los episodios que le tocó vivir como trabajadora de El Correo y El Diario Vasco. Recoge los testimonios de varios familiares de víctimas de ETA y de supervivientes y los va tejiendo a lo largo de las 173 páginas con una maestría admirable, tratando cuestiones que están ahí engarzadas en cada historia: la vía Nanclares, el perdón, la reacción de la sociedad, el abandono de las víctimas, el valor de quienes defendieron la democracia, etc. He de reconocer que el relato de Manuel Zamarreño hace enmudecer.
El libro engancha y no te suelta hasta el final y, precisamente esa continua invitación a reflexionar sobre cada pequeño detalle, es la que lo convierte en el mejor regalo que yo haría a cualquier persona que estuviera mínimamente interesada en la Memoria de las consecuencias de la actividad de ETA. Lourdes Pérez, la periodista, nos ofrece estas páginas donde ha esculpido un ejemplo de nuestro “deber de memoria”. Os animo a que lo leáis.
Lourdes Pérez nos ofrece estas páginas donde ha esculpido un ejemplo del “deber de memoria”.
Y termino agradeciendo muy sinceramente a la periodista el fabuloso trabajo que ha hecho, así como a las personas que nos ofrecen su testimonio bien a través de entrevistas (Nuria Imaña, Estanis Amutxastegi, Edurne Albizu y Rafaela Romero), bien a través de las diversas referencias a las que recurre la autora. De todas aprendemos.
Dulce et decorum est pro patria mori decía el poeta latino Horacio. La hipocresía de ese «dulce y honroso es morir por la patria» la denunciaba Robert Owen en su poema The Old Lie (La vieja mentira) antes de morir él mismo en las trincheras de la Gran Guerra. Además, el reverso de ese morir por la patria ha sido históricamente el comprometido matar por la patria, y esa constatación nos lleva directamente a nuestro tema, la serie televisiva La línea invisible, recientemente emitida y que ha provocado un notable debate. La serie dirigida por Mariano Barroso consta de seis capítulos y cuenta con un excelente plantel de actores y actrices fundamentalmente catalanes y vascos. Recrea los primeros años de la historia de ETA y, más en concreto, las primeras muertes sobresalientes de esa historia, las del militante de ETATxabi Etxebarrieta y el guardia civil José Antonio Pardines en junio de 1969, y la del policía y conocido torturador Melitón Manzanas unas semanas después.
Jose Antonio Pardines
Txabi Etxebarrieta
Melitón Manzanas
La serie, muy recomendable en mi opinión, ha recibido opiniones muy favorables y también, como no podía ser de otra manera, críticas negativas. Me interesa ahora referirme a estas últimas, en concreto a las escritas por Iñaki Egaña y Ramón Zallo en sendos periódicos de ámbito vasconavarro, Gara y Diario de Noticias de Navarra respectivamente. Creo que ambas merecen atención porque, en distinto grado, evidencian un tipo de pensamiento muy presente en la sociedad vasca, en particular en amplios sectores autoconsiderados de izquierda y progresistas. Para ambos autores la serie es burdamente maniquea, ridiculiza a los militantes etarras, blanquea a la dictadura franquista y a sus policías, en particular a Melitón Manzanas y, en consecuencia, falsea la realidad histórica. A partir de ahí, es justo reconocer las diferencias de tono y los matices entre una y otra valoración.
Iñaki Egaña
Iñaki Egaña, con notable trazo grueso, denuncia la, en su opinión, manipulación grosera de la serie, que abusaría de la ridiculización del mundo de ETA y de la presentación de mentiras intencionadas, como en el caso de la muerte de Etxebarrieta y, en general, de la difuminación del franquismo, que asimila, en un concepto que le es caro, al genocidio. En su valoración general, cae en el mismo maniqueísmo que denuncia, pues parece no haber margen entre su crítica radical y quienes aplauden la serie, que serían «quienes habitualmente siguen las directrices de Interior». Serie que, desliza, se habrá financiado con alguna versión actualizada de los fondos reservados y que se añadiría a una larga serie de títulos que participarían del relato único y de la negación del conflicto político.
Ramón Zallo
La crítica de Ramón Zallo parece, en principio, más elaborada y más matizada. En primer lugar, no deja de elogiar la factura de la serie, según él bellamente contada. No obstante, la conclusión es igualmente rotunda: la serie no ayuda a entender nuestra historia, sino que la embarra (al igual que la novela Patria) y, en el fondo, es reaccionaria. A ello contribuirían desde la tergiversación de la historia de aquellos primeros años de ETA, la edulcoración de la dictadura franquista y en especial de sus policías, y la presentación distorsionada de Etxebarrieta. La serie sería particularmente reaccionaria al presentar de forma determinista una continuidad entre aquella ETA, amparada en el legítimo principio de resistencia (se remite incluso a Francisco de Vitoria) y la de las décadas siguientes.
Frente a ambas críticas, y otras posibles, yo comenzaría por recordar que estamos ante una obra de ficción. Santiago de Pablo, colega de la UPV/EHU y él mismo destacado estudioso sobre cine e historia, también en el caso de ETA, lo destacaba recientemente y se remitía a Rosenstone y al concepto de «invención adecuada» para encuadrar la serie y aquilatar las posibles valoraciones.
Más allá de la discusión sobre aspectos concretos de la reconstrucción histórica de la serie, tema importante, pero que merecería otro espacio, quisiera referirme en primer lugar a dos cuestiones que ambos críticos pasan por alto y que considero de particular interés.
La primera hace referencia a un tema central en la serie, esto es, a la decisión de matar que se supone que toman los militantes de ETA en un momento dado y que realmente supone un hito en la historia de la organización y, por extensión, en nuestra historia reciente. Creo que, acostumbrados en las últimas décadas, hasta épocas relativamente recientes, al cómputo regular de asesinatos a manos de ETA y, en mucha menor medida, del GAL y otros grupos, hemos banalizado, y muchos han aceptado casi como normal, ese acto trascendental que supone el que alguien decida que tiene derecho, en aras de un bien superior, a quitarle la vida a otro ser humano. En mi opinión, ese punto es de una enorme trascendencia y una serie de detalles en la serie, por ejemplo, alrededor del asesinato de Pardines, se entienden directamente relacionados con el trauma que implica ese paso. Así, cabe interpretar el tema de las anfetaminas y la actitud de Etxebarrieta frente a Pardines y su histérica reacción posterior al asesinato, no tanto como una frivolización y una ridiculización del personaje, sino como un reflejo del impacto que en cualquiera puede tener la conciencia de haber decidido la posibilidad de matar a alguien y de enfrentarse a la realidad de llevarlo a cabo. Tiendo a pensar que, salvo para los psicópatas (y supongo que habrá un porcentaje -no desdeñable- en las organizaciones terroristas), la posibilidad de matar a alguien debe suponer un trauma profundo, incluso si se justifica la acción por una razón política de orden absoluto y superior.
Tiene esto que ver con el segundo ángulo de crítica que me parece importante analizar. Se trata del supuesto blanqueamiento en la serie del franquismo y, en particular, de los policías, y más en concreto todavía, de Melitón Manzanas.
En mi opinión, la serie tiene la virtud de presentar a estos individuos no solo como agentes de la represión de una Estado dictatorial (Pardines, ciertamente, como agente de Tráfico), sino también como personas con una familia, unas relaciones, un entorno más allá de su función represora. Creo que este es un aspecto esencial a la hora de entender a las víctimas, ausente tradicionalmente en la visión más convencional de la izquierda sobre la violencia política y sus consecuencias. Poner nombre y apellidos a las víctimas, conocer su entorno, pensar en quienes son irremisiblemente golpeados por su pérdida ayuda a subrayar las consecuencias irremediables de toda muerte. Y lo controvertido de un personaje como Melitón Manzanas es que reúne la paradójica condición de victimario y víctima. Y en cuanto a su supuesto blanqueamiento, sorprende que alguien de quien se espera un juicio más sutil diga que es presentado en la serie casi con un reflejo simpático. Un tipo cínico, arrogante, hipócrita en el ámbito familiar, a quien se le ve torturar, ¿puede caer simpático? ¿Hace falta que aparezca cubierto de sangre y ensañándose con su víctima para que lo rechacemos? Creo que no. El problema es que su condición de torturador aparece acompañada de otros elementos que simplemente lo hacen más humano (no mejor), pues dichos elementos no difuminan lo inaceptable de su actividad, pero hacen su figura más compleja, como la de cualquier ser humano.
Dos apuntes adicionales. Se dice también que se naturaliza la dictadura porque, entre otras razones, se ve una sociedad alegre en el parque de Igueldo. Yo he estado en el parque de atracciones de Igueldo a mediados de los años sesenta y realmente allí la gente pretendía disfrutar. El franquismo fue una dictadura implacable, pero en los años sesenta también había espacios de ocio que la sociedad aprovechaba. La burbuja en la que hemos vivido durante mucho tiempo los militantes de la izquierda más radical quizá no nos dejaba ver un mundo en el que, junto a las negruras que distinguíamos y denunciábamos con justeza, había más realidades. Se denuncia igualmente como algo anacrónico y abiertamente reaccionario la pretensión de continuidad que la serie establece entre aquella ETA y la de décadas posteriores, esta sí, aparentemente, más rechazable. Habría que decir que esa continuidad la reivindican la propia ETA y la izquierda abertzale, al haber convertido a Txabi Etxebarrieta en un mártir, símbolo de la lucha de liberación de Euskal Herria. Por otra parte, la continuidad viene dada por la decisión de convertirse en una organización armada que, pese a las presuntas buenas intenciones iniciales y como se confirma en otras experiencias históricas, acaba finalmente convertida en una organización terrorista. Ese es el tema que ofrece mayor interés para el debate, el hecho, en principio negado por la evidencia histórica, de que una organización que opta por la lucha armada pueda superar el militarismo, el sectarismo, su estructura forzosamente antidemocrática y, en definitiva, su deriva terrorista.
En fin, no creo que la serie apueste por el relato único y por la negación del conflicto. Al contrario, pienso que, desde la ficción, aporta elementos de reflexión muy interesantes para abordar la progresiva elaboración de ese necesario relato. Y lo hace con un ángulo novedoso y sugerente, abandonando la épica y centrándose en la complejidad poliédrica de las personas concretas.
Antonio Duplá Ansuategui, historiador y miembro de Gogoan, por una memoria digna
Este artículo ha sido publicado en Naiz y en una versión más corta en Diario de Noticias de Navarra,
Discurso de Lourdes Oñederra pronunciado en el acto «In Memoriam» por el XX aniversario del asesinato de Fernando Buesa y Jorge Díez.
«Eskerrik asko eta bartatu»
Lourdes Oñederra – El Mundo
Errazak dira gaur lehenengo hitzak: eskerrik asko. Eskerrik asko Nati, Sara, Marta, Carlos; eskerrik asko, Begoña, José Antonio, Lorena. Agradezco, abrumada por el privilegio, la oportunidad de expresarme hoy aquí.
Gracias, muchas gracias a las víctimas del terrorismo vasco que nos han enseñado que la convivencia puede ser mejor, que se puede responder a la violencia sin violencia, gracias a quienes nos han demostrado que el ser humano puede llegar a comportarse con esa dignidad.
muchas gracias a las víctimas del terrorismo vasco que nos han enseñado que la convivencia puede ser mejor, que se puede responder a la violencia sin violencia, gracias a quienes nos han demostrado que el ser humano puede llegar a comportarse con esa dignidad.
En lo que sigue voy a compartir unas reflexiones a partir de mi propia biografía, no porque tenga nada de particular, sino precisamente porque podría ser la de otras muchas personas del País Vasco, cada una con sus particularidades, pero que en lo que les es común, en sus zonas de intersección, representan a la mayoría de esta sociedad.
Para esbozar mi perfil en pocas líneas diré que me crié en una familia nacionalista en la que se me hizo entender por qué no estaba bien celebrar el asesinato de Carrero Blanco como era habitual en nuestro entorno, yo tenía 15 años. Luego fui de Elkarri-Lokarri, algo tampoco demasiado común en mi ambiente. Después, demasiado tarde, fui miembro de Gesto por la Paz, algo que marca un salto cualitativo en mi vida y que es una de las mejores cosas que he hecho. Ahora soy miembro de la asociación Gogoan por una memoria digna. Por lo demás fui, soy, una de tantos.
Silencios
Cito del libro, imprescindible, de Ana Rosa Gómez Moral[1]:
«Allí estaba el terrorismo, sus ejecutores y los que les exhortaban. Allí estaban las víctimas, muchas de ellas sin más papel que morir. Allí estaba la sociedad, omisa y extraviada.»
En esa sociedad, omisa y extraviada… estaba yo, estábamos muchos. Como sociedad, en conjunto y salvo honrosas excepciones, no hemos hecho lo suficiente, desde luego no lo hicimos a tiempo; aún hoy seguimos sin romper silencios. Hubo miedo, pero creo que muchos, muchas de nosotros no nos callamos por miedo, no al menos por miedo directo a lo que nos pudiera pasar; fue más bien el miedo al entorno inmediato, cedimos a la presión directa o indirecta de los compañeros de clase, de trabajo, de los parientes, de los amigos. La perversión moral que esta sociedad ha sufrido no ha funcionado en abstracto. Impregnaba y aún impregna bares, cuadrillas, lugares de trabajo, asociaciones deportivas. Callamos…
fue más bien el miedo al entorno inmediato, cedimos a la presión directa o indirecta de los compañeros de clase, de trabajo, de los parientes, de los amigos. La perversión moral que esta sociedad ha sufrido no ha funcionado en abstracto. Impregnaba y aún impregna bares, cuadrillas, lugares de trabajo, asociaciones deportivas. Callamos…
…Por el euskera, por el franquismo, por la relaciones familiares, por las de cuadrilla, por las de trabajo, porque también los otros… El caso es que hemos preferido callar, o no nos hemos atrevido a no hacerlo y, a ratos al menos, hemos conseguido no ser conscientes de que lo hacíamos. (Oí una vez a Sara hablar de la burbuja de la vida cotidiana)
Fuera lo que fuera hay que decirlo, nos lo tenemos que confesar a nosotras mismas. «Que no se repita», decimos, como si sólo con decirlo exorcizáramos el peligro. ¿Qué legado dejamos a las siguientes generaciones, qué les vamos a contar si no nos lo contamos a nosotros mismos? ¿Cuáles van a ser las raíces de los nuevos árboles, si no les hablamos de corazón? ¿Van a tener que hacer comisiones de la verdad para reconstruir lo que ocurrió? Y ¿para poder entenderlo? Si quienes lo vivimos en directo estamos aún aquí, esa parte nos toca a nosotros. Tenemos una responsabilidad histórica: somos quienes podemos hacer que permanezca viva la conciencia de lo ocurrido, del mal. Esa conciencia sería el mejor antídoto para que el horror no se repita.
¿Qué legado dejamos a las siguientes generaciones, qué les vamos a contar si no nos lo contamos a nosotros mismos?
No vale denunciar los silencios tras la Guerra Civil para hacer lo mismo nosotros ahora. No tenemos la más mínima excusa. Si no lo hacemos, nadie lo podrá hacer igual. No debiéramos cargar a las siguientes generaciones con una responsabilidad que nos corresponde. Ya nos hemos «escaqueado» bastante.
Mientras vivimos… inoiz ez da ezer erabat bukatzen: bizi izan duguna, gertatu zaiguna. Egin duguna eta ez duguna, zintzilik daramagu beti. Hor dago, begibistan edo estalita, baina hor, norberaren baitan. (Decía Lourdes Pérez que cada cual lleva su mochila.)
¿Quién va a decir, cuándo, que lo que ETA ha hecho es responsabilidad directa de ellos, pero que además tiene que ver con cada una, cada uno de nosotros, con lo que dije o dejé de decir, con lo que hice o no hice? No se trata de fustigarse, sino de tomar conciencia cada individuo, de ser conscientes. Sólo así surgirá una sociedad mejor, es decir, una comunidad de personas que ha aprendido, que ha avanzado por su reconocimiento de lo ocurrido… no de lo ocurrido a otros, ni al nosotros colectivo frente a los otros, sino a cada individuo, de lo que nos ha pasado a cada una, a cada uno de nosotros. Sólo desde esa actitud tendría sentido decir que «todos hemos sufrido» porque, cuando ETA actuaba, quienes no hemos sido víctimas, mientras no nos acercábamos a ellas, perdíamos dignidad como seres humanos.
No se trata de fustigarse, sino de tomar conciencia cada individuo, de ser conscientes. Sólo así surgirá una sociedad mejor, es decir, una comunidad de personas que ha aprendido, que ha avanzado por su reconocimiento de lo ocurrido…
¿Qué nos ocurría?
Quienes nos dedicamos a la lingüística y, dentro de la lingüística, a la fonología, sabemos que los seres humanos no percibimos (aunque los produzcamos) aquellos sonidos que nuestra lengua no necesita para distinguir significados. Así, hay por ejemplo, un tipo de «s» que no distinguimos quienes tenemos como lengua primera el euskera, el español o ambas. Sin embargo, en francés es suficiente esa «s» para distinguir, por ejemplo, pez de veneno. Se podría decir que no se percibe aquello que no nos es lingüísticamente necesario. Haciendo una analogía diría que durante mucho tiempo una gran parte de esta sociedad hemos podido hablar la lengua de la opulencia, del bienestar, de lo bien que se vive aquí. Nos pudimos callar porque nos iba bien así. La sociedad vasca ha sido un lugar cómodo que nos ha permitido «no meternos en líos». Pudimos hacer como que la solución a la violencia no iba con nosotros, nuestra percepción fue, en el mejor de los casos, parcial: se nos abotargó la conciencia. Alberto Surio habla de «una conciencia mutilada«. Y ahora que la violencia ha cesado, me temo que el abotargamiento se afianza. No tiene paralelo desde luego en la creciente sensibilización de la sociedad ante otras violencias como la machista, el acoso escolar, los abusos de menores, las consecuencias de la precariedad laboral, todas ellas causas que tienen precisamente en la sociedad vasca una visibilidad particular. Algo de lo que enorgullecernos. Supongo. Pero, junto a eso…
Nos pudimos callar porque nos iba bien así. La sociedad vasca ha sido un lugar cómodo que nos ha permitido «no meternos en líos». Pudimos hacer como que la solución a la violencia no iba con nosotros,
Durante 25 años las comparsas de la tamborrada de San Sebastián han pasado por delante del bar donde asesinaron a Gregorio Ordóñez como si aquello no hubiera ocurrido y los demás hemos comido deliciosos pinchos allí mismo sin que nos temblara nada y a eso le hemos llamado ambiente, buen ambiente.
Los profesores de la Universidad del País Vasco mayormente hemos vivido en silencio, dando nuestras materias como si nada, salvo las muy honrosas excepciones, que han tenido a menudo que marcharse. No se les ha hecho ningún homenaje.
No hemos sido conscientes de la atrocidad, no calibramos el horror porque no estábamos con la víctima, no la veíamos, no estaba presente en nuestra vida. Sin duda, una gran parte de esta sociedad tuvo menos dificultad en percibir el sufrimiento de los presos de ETA, la injusticia de las torturas, la dureza de los exilios o el terrorismo de Estado. Eso sí formaba parte de nuestra vida.
No hemos sido conscientes de la atrocidad, no calibramos el horror porque no estábamos con la víctima, no la veíamos, no estaba presente en nuestra vida. Sin duda, una gran parte de esta sociedad tuvo menos dificultad en percibir el sufrimiento de los presos de ETA, la injusticia de las torturas, la dureza de los exilios o el terrorismo de Estado. Eso sí formaba parte de nuestra vida. Estaba en la calle, en las paredes de los bares y la decoración popular de las fiestas. Por eso y por lo que hoy nos reúne, quiero hablar de nuestra pasividad ante la violencia de ETA, de ésa que aparentemente era como la «s» francesa en esta sociedad. En ese sentido, en el Manifiesto firmado por mi gran maestro Koldo Mitxelena y otros 32 en 1980, titulado con optimismo «Aún estamos a tiempo» se leen las trágicamente clarividentes palabras:
«la violencia que ante todo nos preocupa es la que nace y anida entre nosotros, porque es la única que puede convertirnos, de verdad, en verdugos desalmados, en cómplices cobardes o en encubridores serviles.»
Palabras
Junto a nuestro silencio ante el horror, han estado las palabras (públicas, cotidianas), arropándolo consolidándolo, sosteniéndo la inercia. Palabras insensatas. Hablar se dice en euskera hitz egin, literalmente ‘hacer palabra’ y las palabras se hacen ligando una forma a un contenido y viceversa. El lenguaje humano tiene dos funciones básicas, la comunicativa y también la cognitiva, esa ligazón entre forma y contenido participa en la formación del pensamiento y a menudo está contaminada por la manipulación interesada de ese pensamiento.
No vamos bien cuando el pronombre nosotros no rebota en un vosotros, sino en un ellos, los otros.
– cuando circulan palabras como españolista, de denotación brumosa y connotación envenenada.
– cuando se acepta la utilización de gudari, tanto para referirse a quienes se alzaron a favor de la República contra los golpistas como para referirse a los terroristas.
– cuando no se sabe distinguir conflicto de violencia,
– cuando contextualización equivale a justificación.
– cuando se llama equivocación a lo que fue una opción, la de considerar que la vida humana valía menos que la idea de patria de unos cuantos.
Si son molinos de viento, son molinos de viento, no gigantes. Digámoslo. Puede ser divertido hablar de gigantes, puede dar mucho juego en literatura; las metáforas, las imágenes están muy bien en poesía y la poesía tiene su valor, pero no nos conviene hacer poesía cuando lo que hay que hacer es otra cosa. Hay que intentar que nuestras palabras se atengan a su significado y su significado a la palabra. No podemos quedarnos, por ejemplo, en vaguedades como que todos hemos sufrido, en inexactitudes comoaquí ha habido un conflicto como si hubiera ocurrido una glaciación. Aquí ha habido agentes y pacientes, asesinos y asesinados, extorsionadores y extorsionados, ha habido quien ha apoyado a los asesinos y extorsionadores, ha habido gente, valiente, que se ha opuesto a ellos y ha habido otra mucha gente que nos hemos quedado (en distintas maneras, circunstancias y grados) mirando a otro lado.
Hay que intentar que nuestras palabras se atengan a su significado y su significado a la palabra. No podemos quedarnos, por ejemplo, en vaguedades como que todos hemos sufrido, en inexactitudes comoaquí ha habido un conflicto como si hubiera ocurrido una glaciación
La violencia tuvo a favor, además de sus instigadores intelectuales, además de quienes llevaron a la práctica las acciones criminales y además de quienes las apoyaron políticamente, el silencio de casi todos los demás, nuestra pasividad.
Euskal kultura
Hemen gaizkileak egon dira, beraiek nahi bezalakoa ez zena hil egin dutenak. Batzuek ez dituzte gaizkiletzat hartu: «askatasun haizea» dio Hertzainak-en kantak. Beste batzuek bai, baina ez gara gaizkileek kaltetuengana hurbildu, ez ditugu gutakotzat hartu, gurekin zerikusirik izan ez balute bezala, kaltea besterena balitz bezala.
Acabo de mencionar una canción vasca que oíamos con emoción en los últimos 80 y en los 90. ¡Cómo no compadecerse de quien espera en soledad al lado de la cama vacía de la hija, del marido o el hijo encarcelado a muchos kilómetros de distancia! Cómo no entristecerse con eso. Es bueno que sea así, seríamos monstruos si no lo fuera. Lo grave es que cuando yo, fan de Hertzainak desde sus comienzos, oía a Gari cantar aquello en un concierto, ni me acordaba ni me compadecía de esas otras madres que habían perdido al hijo asesinado, no pasaba por mi mente la imagen de esas otras camas vacías. Taupadak gure bihotzean, como si no latiera también el corazón de tantos hermanos, hijas, parejas de todos aquellos que ETA luchando por el pueblo vasco, su cultura, su independencia mataba inmisericorde. Gure bihotzean, a nuestro corazón sólo se añadían unos latidos y no los otros, latíamos con los encarcelados y no con los asesinados. Sentimentalismo frente a sentimiento humano, afectividad de trinchera.
‘Gure bihotzean’, a nuestro corazón sólo se añadían unos latidos y no los otros, latíamos con los encarcelados y no con los asesinados
Me digo esto intentando sacudir diacrónicamente mi yo de entonces preguntándome qué me pasaba y me preocupa particularmente pensar que hoy aún hay gente a la que le sigue pasando lo mismo. Pienso, por ejemplo, en quienes han actualizado esta misma canción adecuando el número de camas vacías al número de presos actuales para corearla en plazas de pueblos vascos las pasadas Navidades. Esa bella canción sigue sosteniendo la creencia de que ignorar el mal causado puede ser «askatasun haizea» ‘viento de libertad’. Estamos contaminados.
El foso
Recurro (perdón por el egocentrismo y por la repetición) a dos anécdotas, que suelo repetir, porque fueron verdaderas epifanías para mí. Una se refiere a cuando dediqué un premio a la memoria de las víctimas de ETA; alguien vino a decirme que no estaba mal que lo hubiera hecho, pero que cómo se me había ocurrido decirlo delante de los otros…. La otra anécdota es de cuando, tras una reunión extraordinaria del Consejo Asesor del Euskera del Gobierno Vasco por el cierre del diario Egunkaria, otro miembro del Consejo, me recordó la parábola del hijo pródigo para explicarme por qué el Consejo había participado como tal en la gran manifestación en contra del cierre del periódico, pero no había protestado por el asesinato de Joseba Pagazaurtundua ocurrido veinte días antes de esa reunión. Quien cerraba el periódico -me dijo- no era de los nuestros, quien había matado a Joseba sí, aunque estuviera equivocado. Ese foso abierto entre el mundo nacionalista y el no-nacionalista es más profundo que el existente entre violentos y no-violentos. Ahí creo que ETA sí ha conseguido algo, algo que no es bueno. Amparada en el ultranacionalismo, apoyada en ignorancias interesadas o ingenuas, cuando no directamente en el miedo, ha conseguido afianzar en nuestra sociedad la sensación de que no ser nacionalista es algo que habría que justificar. Nuestro silencio lo ha legitimado.
Quien cerraba el periódico -me dijo- no era de los nuestros, quien había matado a Joseba sí, aunque estuviera equivocado. Ese foso abierto entre el mundo nacionalista y el no-nacionalista es más profundo que el existente entre violentos y no-violentos.
Arazoa da ezin dugula gaia alderdi moraletik hartu erabat eta bereiz, ezin dugula gainditu zatiketa ideologikoa: gureak eta ez-gureak, besteak. Gurearekikoa da maitasuna, gogo ona, noski; baina onartezina da besteenganako gogo onik eza, zenbaiten gorrotoan sustraitua eta besteren gorrotoa bazkatu duena.
Ese foso entre nosotros y ellos arrastró por el espejismo de la progresía y la revolución incluso a quienes no eran nacionalistas o no lo éramos muy fervorosamente; siempre hubo una brumosa y difusa idea de autenticidad, de lo que era más de aquí y que iba envuelto en el manto protector del sufrimiento histórico, específicamente el de la Guerra Civil, como si la Guerra Civil hubiera sido entre vascos y españoles, más exactamente de España contra Euskadi. Hay entre nuestros alumnos quienes aún lo conciben así.
ETA sí ha conseguido algo: ha conseguido afianzar en nuestra sociedad la sensación de que no ser nacionalista es algo que habría que justificar.
Todas estas cosas hay que decirlas, no contra el nacionalismo en su conjunto (nacionalismo al que pertenece una parte grande de mi corazón y de mi historia), pero sí para quitar peso a ciertos esencialismos, para facilitar la convivencia, para aligerar el aire, para aliviar el peso de algunas palabras… porque, cuando se reflexiona sobre ellas, cuando se deja de decir nuestro país en singular, nuestra lengua en singular, el pueblovasco en singular, nuestro pasado en singular, nuestro conflicto en singular y, sobre todo, cuando se quitan las mayúsculas, resulta aún más absurdo y más cruel que se haya llegado a asesinar a tantas personas en nombre de esas ideas, de esos conceptos.
Yo misma no me moví, más allá de firmar algún manifiesto colectivo y algún artículo en la prensa en euskera, no hice nada físicamente, hasta que asesinaron hace veinte años a Fernando Buesa y Jorge Díez en nuestro campus y vibraron las ventanas de mi despacho en la Facultad de Letras. No sé si asociarlo a la cercanía física es un mero recurso narrativo. Lo que es cierto, lo que debe constar en mi parte del relato es que fue cuando participé por primera vez en las concentraciones de repulsa contra ETA, la primera vez que salí a la calle con «los otros». También es de ese año aquel manifiesto no equidistante que firmamos 140 personas del mundo de la cultura vasca contra ETA, «El silencio no es cobijo / Isiltasuna ez da aterpe«.
Cuando hace veinte años asesinaron a Fernando Buesa y Jorge Díez fue cuando participé por primera vez en las concentraciones de repulsa contra ETA, la primera vez que salí a la calle con «los otros».
Fin, relato
Nos tenemos que reeducar, hay que avanzar y, para ello, hay mucho que repensar. Las personas asesinadas por ETA no sólo tenían derecho a vivir, sino que tenían derecho a ser quienes eran y pensar como pensaban. Ahora tampoco deberíamos callar ante el hecho de que ETA sólo se excuse por unas muertes y no por otras. No podemos regalar ni un gramo de legitimidad a nadie sólo por dejar las armas, no podemos dar por buena una sociedad de nosotros y ellos, los otros.
No podemos regalar ni un gramo de legitimidad a nadie sólo por dejar las armas, no podemos dar por buena una sociedad de nosotros y ellos, los otros.
Ya que la lección ha sido tan amarga, aprendámoslo todo: venimos de años sin oxígeno, en los que la tiranía de las armas iba acompañada de la tiranía de las miradas que controlan quién simpatiza con quién, quién canta qué; esa tiranía de comportamientos que, como por ósmosis, se han ido contagiando de los más convencidos a los no-tanto-pero-bueno, a los del esto-es-lo-que-hay, formando entre todos esa masa de silencio, de ceguera que nos ha permitido vivir a la mayoría de vascos y vascas como si el asunto no fuera con nosotros. Cada cual en sus circunstancias, sin juzgar a nadie en el plano personal, tenemos que seguir reaccionando; muchos lo hemos hecho tarde, otros aún no lo han hecho…
la tiranía de las armas iba acompañada de la tiranía de las miradas
No es un ejercicio de auto-flagelación sino de auto-redención; redimirnos, otra palabra sobre la que hay que pararse a pensar sin prejuicios: el mayor beneficiario de reconocer lo ocurrido es uno mismo, una misma. Tenemos ahora la oportunidad de redimirnos, de hacer lo único bueno que se puede hacer con el horror que hemos vivido. Hagámoslo.
Hagamos cada cual nuestro relato, sin preocuparnos tanto de si el relato general, el relato con «R» mayúscula será uno o varios, si saldrá un cuadro abstracto o un patchwork de colores. En esta parte individual del ejercicio no hay que perder energía en adelantar el resultado final. Es trampa escudarse en la dificultad de llegar a un consenso para no asumir la responsabilidad que corresponda a cada una, a cada uno. La práctica misma del ejercicio nos cambiaría, nos curaría: ¿Qué hice cuando mataron en Bilbao a José María Aguirre? Y ¿cuando hirieron a Recalde en San Sebastián? ¿Dónde estaba yo, cuando un coche bomba mató a seis niños y cinco adultos en Zaragoza? Y ¿qué dije a quién? ¿Cómo es que ni me acuerdo de aquello que pasó en una calle del centro aquel mes de octubre mientras yo preparaba una oposiciones? O ¿iba mucho a la playa aquel verano en el que hubo 20 muertos en 12 semanas, aquel año en el que más de 40 personas fueron asesinadas? ¿Qué firmé o dejé de firmar, qué comenté en el trabajo, cómo (me) justifiqué el no ir a una concentración? ¿Dónde estaba yo y cómo reaccioné cuando mataron al hermano de Ana, y al de Maite, al padre de Iñaki, al de Jaime, al marido de Maixabel? ¿Cuántos años tenía yo cuando mataron al padre de Ángel y Lourdes?[2] Aquel otro día… ¿en qué bar estaba y qué fotos había en las paredes? ¿Ponía «agur eta ohore» a quien había secuestrado o mandado secuestrar a Revilla? ¿Por qué no fui al concierto de Imanol tras el asesinato de Yoyes? Cada cual sus preguntas, cada cual sus respuestas, pero nunca la indiferencia. Si cada una, cada uno lo hacemos ya no saldremos a la calle igual, ni diremos las misma palabras, ni respiraremos del mismo modo. Ciertamente, al recordar nuestra pasividad, cuesta respirar pero el aire es más limpio. Se trata ver el mundo con otros ojos, transformarse.
el mayor beneficiario de reconocer lo ocurrido es uno mismo
Se trata de no olvidar, de obligarnos a recordar los hechos, lo ocurrido, de releer los nombres, edades, circunstancias vitales de cada víctima; el lugar y el día del atentado… y ligarlo con nuestra memoria individual: dónde estábamos, qué hacíamos quienes no temíamos aquellas balas, aquellas bombas, aquellos secuestros. Ahora que las armas han callado, que no falten las palabras, que no siga el silencio, la mirada escorada.
Ahora que las armas han callado, que no falten las palabras, que no siga el silencio, la mirada escorada.
Plantearnos el futuro perdidos en generalidades y abstracciones, en la confusión de sufrimientos es, además de fundamentalmente injusto con las víctimas, como construir viviendas en suelo contaminado.
Que vea cada una, cada uno cómo lo hace, a quién le cuenta sus trozos de verdad. Que lo haga al menos consigo mismo, cada una ante su espejo. Si lo hacemos sinceramente ya no podremos reeditar como si fueran de actualidad los discos clandestinos del franquismo, jugando a que seguimos allí. Ya no nos resultará tan fácil cantar «Haurtxo-haurtxoa» como si el padre preso lo estuviera por la libertad de Euskadi: zu bihar libro izaiteko, hemen gertatuaz lotsatzen ikasi behar genuke. Para que nuestros hijos sean libres, habremos de reconocer que durante años hemos dado cobijo a la bestia que nos ha ido engullendo la conciencia.
Para que nuestros hijos sean libres, habremos de reconocer que durante años hemos dado cobijo a la bestia que nos ha ido engullendo la conciencia.
Cada cual se tendrá que enfrentar a lo que le corresponda. En este terreno no vale ampararse en la culpabilidad de otros, no avanzamos enrocándonos en las inercias, aunque sean las de la pasividad. Es necesario reconocer nuestras propias vivencias para reconducir esta sociedad: hay que contribuir a deshacer la idea perversa de los dos bandos, romper los bloques para pasar a la convivencia de ciudadanos diversos.
He empezado dando las gracias y quiero terminar pidiendo perdón a todas las personas a quienes nuestros largos y amplios silencios, el vacío que las ha rodeado, han re-victimizado. Quiero también pedir perdón a las víctimas porque las acciones de ETA se ejercían en nuestro nombre y porque sólo el encuentro con las víctimas nos devolverá la ilusión de mirarnos de frente en el espejo.
También debería seguramente pedir perdón porque sinceramente temo que este pueblo del que formo parte no se está esforzando en recordar lo que tantas, tantos durante tanto tiempo, mientras ocurría, conseguimos no percibir. Ojalá me confunda y las semillas de bondad e inteligencia lleguen a germinar para que brote savia de conciencia y perdón.
También debería seguramente pedir perdón porque sinceramente temo que este pueblo del que formo parte no se está esforzando en recordar lo que tantas, tantos durante tanto tiempo, mientras ocurría, conseguimos no percibir. Ojalá me confunda y las semillas de bondad e inteligencia lleguen a germinar para que brote savia de conciencia y perdón. Horrela izango ahal da.
[1]Un gesto que hizo sonar el silencio, Bilbao, Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria, 2013, página12.
[2] Nombro a víctimas con las que he tenido una relación personal, en agradecimiento sincero porque conocerlas me ha acercado a las víctimas, me ha llevado a percibirlas como mis iguales.
Nuestro agradecimiento a la Fundación Fernando Buesa. Discurso de Lourdes Oñederra (pdf) y el vídeo: In Memoriam, Vitoria-Gasteiz, 20 de febrero de 2020.
Pello Salaburu, miembro de ‘Gogoan, por una memoria digna’ recuerda lo que vivió en torno al asesinato de Fernando Buesa Blanco y Jorge Díez Elorza.
HUBO TRES… PERO UNA NO CUENTA
Tengo muy grabado, supongo que como muchos de quienes vivimos aquellos momentos tan trágicos, el día del asesinato de Fernando Buesa y de Jorge Díez. El hecho fue terrible, y me pilló en un momento de mi vida marcada por otras circunstancias. No sé si era al día siguiente, o quizás fuera a los dos días, teníamos prevista en la UPV/EHU la celebración de un claustro con un tema no menor en el orden del día: la elección de mi sustituto como rector. Yo estaba acabando ciclo, en esa fase en la que estaba convertido en pato cojo desde semanas antes. Cuando llegué a la universidad ya me estaba esperando un grupo de universitarios, a los que conocía bien, a la puerta del despacho: «Rector, hay que parar de inmediato las clases y suspender el claustro«. Hablé con ellos y les indiqué que tenía que estudiar las medidas más adecuadas que iba a adoptar y que lo haría de inmediato. Se fueron, y tras varias llamadas de medios que tuve que atender, y otras que hice yo mismo a la familia y al PSE-EE, me indicaron que en la puerta tenía esperando otro grupo de universitarios, incluyendo estudiantes, a los que también conocía: «Rector, esto no es una cuestión interna de la universidad. Las clases deben seguir«. Lo he querido reflejar como espejo perfecto de lo que sucedía en aquellos momentos en la sociedad.
No me podía quitar de la cabeza que el lehendakari Ibarretxe no hubiera acudido de inmediato al lugar del atentado, a unos metros de Ajurianea.
Mis recuerdos son más borrosos a partir de esos momentos, y me estoy guiando por mi memoria (ese «instrumento maravilloso, pero falaz», al que aludía Primo Levi), una memoria que el paso del tiempo ha ido adaptando, moldeando y distorsionando. Por supuesto, se suspendieron muchas clases, la mayoría, supongo, aunque para esas cosas la orden de un rector en aquellos momentos no dejaba de ser algo bastante esotérico. Lo que es seguro es que el claustro se suspendió. Salí hacia Vitoria, a la capilla ardiente, y participé en las concentraciones. No me podía quitar de la cabeza que el lehendakari Ibarretxe no hubiera acudido de inmediato al lugar del atentado, a unos metros de Ajurianea. Eso es algo que se me quedó también muy grabado. Se convocó una manifestación para el sábado.
La manifestación del sábado, que debía ser en principio única y unitaria, acabó dividida, como todo el mundo sabe, al final. Al llegar me estaba esperando Antonio Rivera, vicerrector de campus en mi equipo. Formaba parte de la lista de Manuel Montero, aspirante al rectorado en aquellos momentos, que acabaría sustituyéndome a los pocos días. Había más miembros de mi equipo en la misma situación. Sin embargo, solo Antonio, de entre los que querían seguir, y a quien se lo agradecí en aquel momento, acompañó al pato cojo. «Por supuesto -me dijo-, eres mi rector«.
El Correo daba cuenta al día siguiente, en primera página, de lo sucedido en Vitoria: «Decenas de miles de personas hicieron un único recorrido pero en manifestaciones distintas, tras dos pancartas, coreando consignas a menudo enfrentadas y hasta con dos discursos finales. El PNV convirtió su marcha en un acto de exaltación del lehendakari, en el que los gritos de apoyo a Ibarretxe fueron mucho más numerosos que los de reivindicación de la paz. Atrás, la viuda y los hijos de Buesa abrían el segundo bloque exigiendo libertad y la desaparición de ETA, arropados por socialistas y populares. En medio, Gesto por la Paz. La mayor concentración humana jamás vista en Vitoria […]». Al margen de detalles concretos, en similares términos contaron lo sucedido el resto de los medios. Allí percibí un ambiente de agresión que me descolocó por completo. No sabía, literalmente, dónde meterme. Estimaba mucho, y estimo, al lehendakari Ibarretxe a nivel personal. Pero no había ido a ningún acto de exaltación de nadie ni de nada en aquellos momentos.
El PNV convirtió su marcha en un acto de exaltación del lehendakari. Atrás, la viuda y los hijos de Buesa abrían el segundo bloque exigiendo libertad y la desaparición de ETA. En medio, Gesto por la Paz.
Mi lugar era la fila de la viuda e hijos, pero no me sentía cómodo acompañando a gente que coreaba cosas que no me gustaban mientras veía alrededor pancartas de «Basta ya». No había ido a eso. Había ido a solidarizarme con la familia, en primer lugar, no a apoyar proclamas, y a protestar sin matices ni justificaciones políticas contra aquella barbaridad. A denunciar la salvajada. Todo lo demás no me importaba demasiado. No me importaba nada.
Por eso respiré cuando pude localizar al grupo de Gesto, guiado por el móvil de un compañero, en medio de las dos manifestaciones. Tan solo, y no era poco, denunciando la barbarie. Pensé que aquellos carteles caseros que reclamaban unidad frente a la violencia y huían de siglas era lo único necesario, por muy solos ante el resto que nos pudiéramos sentir. Un soplo de aire en un ambiente de actitudes dislocadas. Unos centenares, no más, pero sosteniendo la llama de la ética, y creo que del sentido común, también entonces.
El Correo, Vitoria-Gasteiz, 26 de febrero de 2000
Aquellos carteles caseros que reclamaban unidad frente a la violencia y huían de siglas era lo único necesario. Un soplo de aire en un ambiente de actitudes dislocadas. Unos centenares, no más, pero sosteniendo la llama de la ética, y creo que del sentido común
Para cuando acabamos el recorrido, hacía media hora que se había marchado el lehendakari. Todo esto también lo recogieron los medios, con nombres y apellidos. Una manifestación dividida en tres. Tres manifestaciones paralelas, dos de ellas plegadas a intereses que parecían alejados de lo que la inmensa mayoría de la sociedad pedía y, sobre todo, necesitaba.
Y ahora, a los veinte años, procede una vez más, recordar aquello. Así lo hacen Raúl López Romo y Gaizka Fernández Soldevilla, del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, en un artículo publicado también en El Correo («La moral en la política» 20.02.2020), en el que cuentan la historia con una versión que no coincide con la que el periódico dio en primera página en aquella ocasión y que acabo de recoger más arriba. Así es como plasman su relato: «En un clima de tensión, dos manifestaciones masivas recorrieron las calles de Vitoria. Una se convirtió en un acto jeltzale de apoyo al lehendakari Ibarretxe […]. La otra, siguiendo la llamada de la familia de Buesa, reunió a los constitucionalistas«. Todas las palabras mágicas recogidas en pocas líneas. La tercera manifestación, la de Gesto por la Paz, inexistente. Simplemente, desaparecida del mapa. Algunos no estuvimos allí.
La tercera manifestación, la de Gesto por la Paz, inexistente. Simplemente, desaparecida del mapa. Algunos no estuvimos allí
Todo esto no lo debería recordar yo, sino un historiador, porque ese es su trabajo. Mirar lo sucedido con la cabeza fría. La moral en política debe darse la mano con la moral en la historia también.
Pello Salaburu, miembro de Gogoan por una memoria digna
Adjuntamos el reportaje escrito por la periodista Lorena Gil en El Correo el 16 de febrero de 2020 en el que recupera con fidelidad y exquisita profesionalidad lo que ocurrió veinte años antes: «El atentado que partió Euskadi»
La moral en política debe darse la mano con la moral en la historia también.
Orokorrean gure gizartean beharrezkoa ikusten dugu Francoren garaian egindako sarraskiak ezagutu eta gogoratzea -eta nire ustez ere ezinbestekoa da, biktimek justizia, aitortza eta erreparazioa merezi dutelako beti, eta garai hartan gertatu zena ezagututa, historia beldurgarri hura ez errepikatzeko oinarriak jarriko genituzkeelako-; nahiz eta batzuren iritziz Francoren garaian jendea askoz hobeto bizi zen, beraz «pikutara memoria historikoa!»
Dolmen en Álava
Eta gure artean azken urteotan gertatutakoarekin berdin, «zertarako landu memoria? Ahaztu dezagun gertatutakoa, ETA desagertu da eta orain hobeto bizi gara».
Baina 50 urtean zehar sufritu dugun terrorismo eta indarkeriak utzi du bai bere oinordetza gizarte honetan, eta askorentzat ETAk egindakoa “ez da hain txarra izan”: pertsona bi hil eta egindako kaltea onartu ez duen ETAko biktimarioak «ez dauka zertan pertsona txarra izan», beti izango da txarragoa heriotzaz mehatxatuta eta gogor eskoltatuta urteak egin dituen eskuin muturreko kidea, “guztiok dakigu eta eskuin muturra zer den, MEMORIA daukagu eta”.
El Confidencial. Ongi etorri a Abetxuko
Azken egunotan Arabako kanpusean gertatutakoaren harira, orokorrean guztiok aitortzen diegu ETAko preso ohiei adierazpen askatasuna, eta askatasun hori eurena da, noski. Eta eskuin muturreko kideak direnean hitzaldiak edo manifestazioak antolatzen dituztenak? Gure gizarteko alderdi politiko, sindikatu eta elkarte ugarik -guztiak aurrerakoiak- altxatuko lukete ahotsa deialdi horien aurka, eta hori normaltzat joko genuke.
Jabetzen gara ETAk gure gizartean erein duen haziaz? ETA bere helburu politikoak lortu barik desegin da, baina biktimak eta oinazeaz gain, gizarte anestesiatu bat utzi du: berak eragindako izua, samina eta sarraskiak antzematen ez dakiena.
Memoriarik gabe, zein da gure etorkizuna?
En general, en nuestra sociedad vemos necesario recordar los crímenes del franquismo -y lo es, porque las víctimas se merecen siempre verdad, justicia y reparación, y conociendo las atrocidades cometidas en el pasado sentaríamos unas bases para que aquella terrible historia no se volviera a repetir-, aunque hay quien cree que con Franco se vivía mejor y punto, «¿para qué trabajar la memoria histórica?»
Y con lo que hemos vivido estos últimos años nos pasa algo parecido, «¿para qué abordar la memoria reciente? Pasemos página, ETA ya no existe y ya todxs vivimos mejor”
RTVE. Último comunicado de ETA
Pero 50 años de violencia y terror nos han dejado su herencia, y es que hay una parte importante de la sociedad que no ve que lo que ETA ha hecho haya estado tan mal, y piensa que siempre será mejor un victimario de ETA que ha matado a dos personas y no ha reconocido el daño causado, que un militante de la extrema derecha, que no ha cometido ningún delito y ha vivido un montón de años escoltado hasta las orejas bajo la amenaza de muerte de ETA, “porque sabemos bien qué es la extrema derecha, ya que TENEMOS MEMORIA”.
Al hilo de lo ocurrido estos días en el campus universitario de Alava, en general todxs reconocemos la libertad de expresión de un ex preso de ETA, y la tiene, ya que es suya, pero ¿qué pasa cuando es la gente de la extrema derecha la que organiza charlas y manifestaciones? Partidos políticos, asociaciones y sindicatos varios, todxs progresistas, alzarían su voz contra dichas convocatorias, y nos parecería lo normal.
¿Somos conscientes de lo que ha sembrado ETA en nuestra sociedad? Se dice que se disolvió sin conseguir sus objetivos políticos, pero además de las víctimas y su inmenso sufrimiento, nos ha dejado una sociedad ausente y anestesiada, incapaz de percibir todo el horror y el dolor ocasionado por ella misma durante 50 años.
Hace 13 días que iniciamos la campaña de crowdfunding en Goteo.org con objeto de conseguir fondos para realizar el documental sobre Gesto por la Paz. Desde entonces, hemos conseguido el apoyo de 220 personas. Desde el donativo de 1.000€ recibido el 7 de junio, hasta el de 5 € recibido ayer, 15 de junio, todos, absolutamente todos, son importantes y necesarios.
¡GRACIAS!
Apelamos a quienes estuvieron detrás de la pancarta manteniendo la dignidad de toda la sociedad y también apelamos a quienes pasaban por delante sin detenerse y que, tiempo más tarde, apreciaron la importancia de aquel gesto.
Es normal no poder mantener el nivel de los más entusiastas, pero sabemos que aún hay mucha gente que quiere ayudarnos. Por esto es muy importante difundir esta campaña. Si compartes su objetivo, haz el donativo y anima a tu entorno a que lo haga.
Aquí tenéis los vídeos de Pello Salaburu, ex rector de la UPV-EHU; de Maixabel Lasa, viuda de Juan Mari Jauregi asesinado por ETA y ella misma amenazada por ETA; y de Gorka Landaburu, periodista y víctima de ETA.
Este es el enlace para colaborar con nuestro proyecto:
Te recomendamos que utilices la Plataforma Goteo para enviarnos la ayuda por dos razones: esta plataforma contribuye a publicitar el proyecto y, sobre todo, los donativos que recibamos a través de ella desgravan.
También puedes colaborar con el proyecto por otras vías:
Ingresando directamente tu donativo en la cuenta que Gogoan, por una memoria digna tiene en Fiare, banca ética: ES36 1550 0001 2600 0416 7524
Rellenado este documento [AUTORIZACION] en el que nos autorizas a cargar en tu cuenta un recibo por la cantidad que nos indiques. Una vez completado, lo puedes enviar a gogoan.memoria@gmail.com
Después de toda esta relación de relación de colaboradores, es obligatorio mencionar a quienes realmente han llevado el peso de la exposición: Irene Moreno Bibiloni, autora de una tesis sobre Gesto por la Paz defendida esta misma primeravera y que se publicará en breve; y Antonio Rivera, profesor de la UPV-EHU y miembro destacado del Instituto Valentín de Foronda.
A través de fondos documentales de la Fundación Sancho el Sabio, han realizado una interpretación de cuál ha sido el posicionamiento de la sociedad vasca ante el terrorismo y la violencia del Estado. Los fondos son fundamentalmente prensa, carteles, pegatinas, pasquines… todo ello acompañado de paneles interpretativos de la evolución de una sociedad
El valor de estos objetos es enorme porque permite de una manera muy visual e irrefutable conocer de primera mano cuáles eran los mensajes de aquellos años. Por otra parte, como se ha mencionado, los comisarios de la exposición van realizando su interpretación de las distintas décadas de violencia y la evolución de cuál fue la reacción de la sociedad ante esta violencia. Como parte de la exposición, se ha editado una pequeña publicación con artículos de Irene Moreno, Antonio Rivera, Luis Castells y Raúl López que lo puedes leer aquí: CATÁLOGO.
Sin duda alguna, es una muy buena iniciativa. Es fundamental utilizar esta documentación para que recordemos o para que aprendamos qué ocurrió. Luego, cada cuál que piense dónde estaba entonces, pero… que nadie olvide que todos/as llegamos tarde.
Una licencia:
La exposición estará abierta desde el 18 de diciembre hasta el 11 de enero en la Sala Araba de Vitoria-Gasteiz.
Este es el nuevo libro que ha presentado Raúl López Romo con el prólogo de Florencio Domínguez, historiador y director del Centro Memorial de Víctimas del terrorismo, respectivamente.
Son 65 relatos cortos escritos por familiares de «víctimas, por profesionales de diversos campos y por activistas«. Diferentes miradas que, como dice Stefan Zweig, ayudan a reconstruir la «atmósfera espiritual» de una época. «Esta no se encuentra sedimentada en los acontecimientos oficiales, sino más bien en pequeños episodios personales«.
Como no puede ser de otra manera, los relatos son muy diversos y plurales y van desde el minucioso estudio del catedrático de Historia Comtemporánea de la UPV-EHU, Antonio Rivera, sobre los Comándos Autónomos Anticapitalistas hasta el sencillo relato del asesor de la Secretaria General de Derechos Humanos, Convivencia y Cooperación, Enrique Ullibarriarana. Por esta razón, hemos seleccionado frases de algunos de estos relatos.
Joseba Arregui en relación al Pacto de Lizarra:
Implicaba asumir que para conseguir la paz era preciso conceder a ETA la realización de su proyecto nacionalista radical bajo la argucia de que era mayoritario en la sociedad vasca
El de Cristina Cuesta, hija de Enrique Cuesta asesinado por los Comándos Autónomos Anticapitalistas en 1982, es uno de los relatos más recomendables. Narra cómo fueron los primeros pasos de la Asociación por la Paz de Euskal Herria en 1986, cuando se concentraron por primera vez por el asesinato de Manuel Fuentes Pedreira tras la pancarta «Basta ya. Nuestro pueblo quiere paz«.
Nos comprometimos a convocar concentraciones silenciosas tras el asesinato o la muerte violenta de un ser humano, independientemente del grupo terrorista que actuara, la profesión de la víctima, su ideología, su procedencia o cualquier otra circunstancia. Nos centrábamos en la irreparable pérdida humana.
Nació una nueva manera de mirar y de actuar ante la realidad de sufrimiento y de miedo que nos rodeaba, en la que las víctimas se hacían presentes y tímidamente empezaban a alzar la voz, incluso en silencio.
Roberto Manrique, víctima del atentado de Hipercor (ETA, 1987), dice esto sobre la actuación de la Justicia, según el juicio por su atentado:
Del enorme número de personas con seres queridos asesinados o de la extensa relación de heridos solo iban a aportar su testimonio dos: una herida grave que, al ser extranjera y no dominar el idioma excusó su asistencia, y uno de los heridos más leves del atentado. Cuando pregunté la razón para esa pantomina, me explicaron que habia sido una elección por sorteo. ¿Sorteo? ¿La justicia escuchaba la voz, el dolor y la experiencia de las víctimas a través de un sorteo? ¿solo iban a escuchar a dos?. Salí del juicio con la impresión de que la víctima era quien menos importaba a la justicia, que éramos la inoportunidad personificada.
Consuelo Ordoñez, hermana de Gregorio Ordóñez asesinato por ETA en 1995, dice esto:
Al final, no fue ETA quien de forma directa me explusó del País Vasco, sino mis propios conciudadanos que colocaron su miedo al ostracismo social un peldaño por encima de su dignidad.
Y también sobre la actitud de los vecinos y vecinos habla Mari Carmen Hernández, viuda de Jesús Mari Pedrosa asesinado por ETA n el 2000:
Sientes el vacío de la gente que, por miedo o porque no le afectaba de cerca, pasaba de ello. Vecinos, personas que te dejan de hablar, de saludar. Gente que has conocido de toda la vida y se manifestaba debajo de casa. ¡Es muy triste!
Santos Santamaría es el padre de Santos Santamaría Avendaño, mosso d’escuadra asesinado por ETA en 2001, dice:
No necesitamos homenajes porque sabemos que solo hemos sido el instrumento del terrorista para crear terror a la sociedad. Simples instrumentos. La única víctima real ha sido y es la sociedad. Pero la sociedad es cómoda, hasta el punto de acceder a cualquier arreglo cobarde solo por aquello de ‘para que a mí no me toque’.
Joxan Rekondo, ex alcalde de Hernani y víctima de la violencia de persecución durante muchos años, escribe:
Me atrevo a decir que difícilmente podrá regenerarse la convivencia entre vascos sin sanar los daños que la intimidación y el terror han provocado durante todo este tiempo en todas las dimensiones de la vida social.
Zarautz, 2000 Gesto por la Paz
Gloria Vázquez, concejala del Ayuntamiento de Zarautz y también víctima de la violencia de persecución, nos cuenta:
Algunos amigos me reprocharon que hubiera asumido un cargo público que implicara escolta teniendo hijos. Como si yo estuviera poniendo en riesgo a mis hijos. Era una de las perversidades del terrorismo y de sus seguidores, que pretendían traspasar la responsabilidad de lo que pudiera ocurrir a los propios amenazados. Y lo conseguían
Gorka Angulo, periodista del Centro Memorial de las Víctimas del terrorismo, finaliza su relato de esta manera:
Cuando una sociedad, una generación, ha tenido el terrorismo en la puerta de la casa y esto solo ha concienciado y movilizado a una ínfima parte de sus integrantes, solo se puede pensar que el miedo y la cobarcia moral han hecho más daño que los propios terroristas. Si siendo más jóvenes fallaron la ética y la moral, que siendo más mayores no falle la memoria
A este relato le sigue el de Iñaki Arana, hijo de Liborio Arana asesinado por los GAE (Grupos Armados Españoles) en 1980. Iñaki describe la sencillez de su padre, el lechero de Alonsotegi, el tremendo golpe que causó en la familia el asesinato del padre y el maltrato que sufrieron por parte de la policía que no mostró ningún interés por investigar el caso. Motivado por querer conocer la verdad, Iñaki se hizo ertzaina, pero esto también trajo consecuencias: la madre recibió cartas amenazadoras que decían:
Los otros han matado a tu marido, pero nosotros te vamos a matar a los hijos por ser ertzainas
1991. Concentración de Gesto por la Paz ante la Audiencia Nacional. Javier Madrazo, Pedro MIguel Urzainki, Ignacio Urrutia, José Luis Navarro y Txema Urkijo
Finalmente, conviene destacar el relato de Txema Urkijo quien fue primero Director de Derechos Humanos en el Gobierno Vasco y, posteriormente con tres lehendakaris diferentes, trabajó en la Dirección de Atención a Víctimas con Maixabel Lasa. En su relato se puede hacer un perfecto seguimiento de los pasos que fue dando en Gobierno Vasco en relación a las víctimas; primero con las víctimas de ETA y, posteriormente, con las víctimas de otros grupos terroristas como GAL, BVE, etc. Os invitamos a leer con atención su relato completo: «Breve memoria de un esfuerzo institucional»
Como es normal, quedan muchas más cosas en el tintero por lo que recomendamos la lectura de este libro.
El artículo que vamos a reproducir a continuación, lo escribió Luis Ramón Arrieta Durana en El Correo el 7 de mayo de 2017. Dada la importancia de los datos y la necesidad de que se conozcan, hemos considerado pertinente incluirlo en nuestro blog para que nuestros seguidores le den la mayor difusión posible.
Hace unos días, la Asociación de Empresa Familiar de Euskadi (AEFAME) realizó una jornada de trabajo en la que presentó un informe sobre la situación de las empresas familiares en el País Vasco y su peso e importancia para nuestra economía.Este tipo de empresas representan el 84,41% del total y suponen, sin incluir las microempresas, un 44% del valor añadido y más del 55% del empleo total en Euskadi. Constituyen por lo tanto, la columna vertebral de la economía vasca. El informe destaca también la resiliencia de este tipo de empresas en momentos de crisis como la que acabamos de vivir. Por ejemplo, han conseguido salvaguardar mejor el empleo que otro tipo de empresas. Además, las empresas familiares han tendido a mantener sus centros de decisión en Euskadi, con lo que esto supone de promoción del empleo, tanto directo como indirecto, y mayor contribución fiscal del conjunto de su actividad.
Las empresas familiares en el País Vasco representan el 84,41% del total y suponen, sin incluir las microempresas, un 44% del valor añadido y más del 55% del empleo total.
Sin embargo, el informe también da cuenta de algunos aspectos menos positivos. El más destacado es que la proporción de este tipo de empresas es muy inferior en Euskadi a la que se da en el conjunto del Estado apuntándose, en el debate posterior, a la violencia de ETA contra el mundo empresarial como una de las causas de esa significativa diferencia. En clara correspondencia, se comentó también que los índices de emprendimiento son mucho más bajos que los que se dan en España y Europa.
La inversión extranjera en Euskadi, que representaba un 6,7 % del conjunto del estado en los años sesenta, se desplomó hasta el 2,7% en las décadas del noventa y dos mil.
Diversos trabajos han tratado de medir el impacto que ha tenido el terrorismo sobre las empresas y la economía vasca. En el campo de la investigación universitaria, el estudio de los profesores Abadie y Gardeazábal, publicado hace más de diez años, ya indicaba la existencia de un impacto negativo del 10 % en el PIB para el conjunto de los años estudiados (1980 al 2000). Hay otros datos macroeconómicos que son igualmente significativos. La inversión extranjera en Euskadi, que representaba un 6,7 % del conjunto del estado en los años sesenta, se desplomó hasta el 2,7% en las décadas del noventa y dos mil. Hoy, en el nuevo escenario de ausencia de amenazas, las cifras se empiezan a recuperar y la media de los últimos años alcanza el 5%. El stock de capital del País Vasco se redujo un 50%, pasando de suponer el 12% del conjunto del Estado en los años sesenta al 6% en 2014. Finalmente, el peso relativo de nuestro PIB respecto al conjunto de la economía española se ha reducido también un 20% en los últimos cuarenta años.
El stock de capital del País Vasco se redujo un 50%, pasando de suponer el 12% del conjunto del Estado en los años sesenta al 6% en 2014.
El libro “Misivas del terror”, recientemente publicado por el Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto, habla de más de diez mil empresarios y directivos extorsionados por ETA durante las últimas décadas, a los que habría que sumar otros miles de pequeños comercios y negocios sometidos también a la microextorsión por parte del entorno terrorista.
Izaskun Sáez de la Fuente
La presión sobre las empresas ha sido terrible. El “Informe Foronda”, publicado en 2015 por el instituto del mismo nombre de la UPV, afirma que las empresas vascas sufrieron un atentado cada tres días durante las décadas de acción de terror de ETA, incluyendo bombas, secuestros y asesinatos.
Aunque el terrorismo no explica todas las dificultades que ha enfrentado y enfrenta la economía vasca, está claro que su impacto negativo ha sido muy importante y ha afectado de forma muy especial y directa a las empresas familiares y a las familias empresarias. Nuestro País tiene hoy una dimensión económica, un tejido empresarial y una capacidad de emprender proyectos mucho menor de la que hubiera tenido sin violencia terrorista.
Hoy nos encontramos en una nueva situación. La violencia ha cesado. Hay que hacer memoria y tomar conciencia del importante daño causado. El paso siguiente es trabajar para intentar revertir, lo antes posible, esta situación, mirando al futuro con nueva fuerza y optimismo. Contamos con la capacidad y los instrumentos necesarios para poner en marcha políticas y marcos legales y fiscales que refuercen a las empresas familiares, que ayuden a recuperar algunas de las perdidas en las últimas décadas, que atraiga nuevos empresarios y que despierte en nuestra juventud el deseo de servir a la sociedad a través del desarrollo de la vocación empresarial.
Luis Ramón Arrieta Ex – Director de AEFAME
ETA extorsionó a 10.000 empresarios y directivos. A estos, habría que sumar los miles de pequeños comercios y negocios sometidos también a la microextorsión por parte del entorno terrorista
Los análisis y estudios realizados en los últimos años lo dicen todo: «diez mil empresarios y directivos extorsionados por ETA durante las últimas décadas, a los que habría que sumar otros miles de pequeños comercios y negocios sometidos también a la microextorsión por parte del entorno terrorista«.
Siempre habrá quien trate de negar la evidencia, pero en el próximo post se informará de una realidad absolutamente irrefutable.
Aquel 1 de julio de 1997, nos despertamos con la noticia de la liberación de Cosme Delclaux. Qué duda cabe de que era una noticia muy buena después de 232 días de secuestro, pero la alegría se habría quedado trágicamente coja si no hubiera estado acompañada de otra noticia: la Guardia Civil estaba estrechando el cerco en una zona donde sospechaba que se encontraba José Antonio Ortega Lara. Solo la liberación del funcionario de prisiones, habría liberado a quienes cargaron en sus hombros con el deber moral de pedir su libertad cada día, en cada rincón, de diversas maneras, pero nunca abandonarlo.
Concentración de Gesto por la Paz en la Plaza de Moyúa de Bilbao (1 de julio de 1997)
Sí, Gesto por la Paz convocó ese mismo día en las capitales vascas concentraciones silenciosas que terminaron con la lectura de un comunicado y la feliz entrega de los lazos azules que llevaban prendidos en las solapas dos años, un mes y 23 días.
Irene Moreno Bibiloni, investigadora de la UPV-EHU escribe esto:
«El lazo fue, de hecho, una significación personal, un posicionamiento social y,especialmente, una exposición pública, por lo que supuso el ascenso de un escalón más en el compromiso personal de cada uno: ‘Ya no se trataba de diluir nuestra presencia en una gran manifestación de Gesto, sino de portar, permanente y visiblemente, la pancarta de la libertad sobre nuestro propio cuerpo‘ (Gómez Moral, 2003: 91)»
Irene está realizando un interesante trabajo de investigación sobre la violencia política y la respuesta social. Recientemente, ha publicado una parte de su trabajo que creemos que será de interés para las personas que habitualmente se acercan a Gogoan, por una memoria digna. El lazo azul en el País Vasco: una aproximación desde la historia oral veinte años después
«El uso del lazo azul es, hoy en día, un símbolo de la movilización contra el terrorismo en la década de los noventa. Permitió la visibilización de un sector de la sociedad que llevaba años movilizándose por la paz en el País Vasco, pese a las dificultades con las que se encontraban.» Recomendamos su lectura.