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Gogoan-por una memoria digna

~ Por una memoria digna como derecho de las víctimas y de la sociedad vasca en general. Una memoria que deslegitime la violencia y que sea pedagógica para prevenir situaciones como las vividas en Euskal Herria los últimos 50 años.

Gogoan-por una memoria digna

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La impostura sobre el tercer grado de algunos presos de ETA

30 viernes Dic 2022

Posted by gogoanmemoria in presos

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Reflexiones ante la manifestación de Sare, colectivo de apoyo a los presos de ETA, el próximo 7 de enero bajo el lema “Cerca el camino a casa”

Hoy quedan aproximadamente 170 presos de ETA en España (160 EPPK, 5 ATA, 2 Vía Nanclares y algunos no vinculados) y 13 en Francia (12 del EPPK y 1 ATA). Cuando ETA asumió su final, en 2011, había 700 presos de ETA [Datos de AVT (Asociación de Víctimas del Terrorismo) y Etxerat].

Terminada ya la injustificada política de alejamiento, el debate penitenciario sobre los presos de ETA se está centrando ahora en el acceso al tercer grado, una clasificación que permite, en su régimen normal, salir diariamente a la calle, pernoctando en la cárcel, o regímenes de algo más o algo menos de semilibertad.

Además, desde los colectivos de apoyo a los presos de ETA se piden dos reformas legales, una relativa al cómputo retroactivo del tiempo de prisión cumplido en Francia (que afectaría a 50 presos de ETA) y, otra, sobre la Ley 7/2003 para el cumplimiento íntegro de penas, que elevó hasta 40 años el límite máximo efectivo en privación de libertad. Pero ahora mismo su prioridad está fijada en la concesión de los terceros grados.

En el período 2018-2021 el Ministerio de Interior reconoció 28 terceros grados a presos de ETA. Asimismo el Gobierno Vasco en 2022, desde que empezó a ejercer la competencia de prisiones, ha concedido 33 terceros grados a este colectivo (14 firmes, 6 revocados judicialmente y 13 pendientes de resolución de recurso) [Datos AVT].

En el período 2018-2021 el Ministerio de Interior reconoció 28 terceros grados a presos de ETA y el Gobierno Vasco en 2022, cuando empezó a ejercer la competencia de prisiones, ha concedido 33 terceros grados a este colectivo

La clasificación en tercer grado está sometida a revisión judicial, si la impugna la fiscalía, tanto cuando se ha basado en razones humanitarias (enfermedad incurable), como cuando se fundamenta en la evolución favorable del preso hacia la reinserción. Los datos apuntados reflejan que no pocos presos de ETA han conseguido la clasificación en tercer grado, tanto cuando éstos dependían del Ministerio, como cuando lo hacen del Gobierno Vasco. Nos encontramos con que algunos sí han alcanzado este tratamiento penitenciario y, en cambio, otros no. Aunque sin duda hay valoraciones distintas entre las Juntas de tratamiento, y entre fiscales y jueces de la Audiencia Nacional.

no pocos presos de ETA han conseguido la clasificación en tercer grado

Hay que recordar que en delitos de terrorismo, la ley penitenciaria (artículo 72 LOGP) exige que para el acceso al tercer grado y a la libertad condicional las personas presas muestren signos inequívocos de haber abandonado los fines y los medios terroristas, y además hayan colaborado activamente con las autoridades, lo que podrá acreditarse mediante una declaración expresa de repudio de sus actividades delictivas y de abandono de la violencia y una petición expresa de perdón a las víctimas de su delito, así como por los informes técnicos que acrediten que el preso está realmente desvinculado de la organización terrorista y del entorno y actividades de asociaciones y colectivos ilegales que la rodean y su colaboración con las autoridades.

la ley penitenciaria exige que para el acceso al tercer grado y a la libertad condicional las personas presas muestren signos inequívocos de haber abandonado los fines y los medios terroristas, y además hayan colaborado activamente con las autoridades y una petición expresa de perdón a las víctimas de su delito, así como por los informes técnicos que acrediten que el preso está realmente desvinculado de la organización terrorista y del entorno

Pero en este debate nos parece que hay posiciones llenas de impostura desvergonzada, que hay que poner sobre la mesa. Después de décadas en las que la izquierda abertzale vetó a los presos, con mano de hierro y expulsiones, la petición de progresiones de grado (alargando innecesariamente los encarcelamientos), en 2017 el EPPK cambió de estrategia, pero imponiendo un límite inaceptable.

Y es que Antton Lopez «Kubati», responsable de presos de Sortu y quién mató a Yoyes, y Joseba Azkarraga, portavoz de Sare, manifestaron: «cada preso debe actuar de manera individual en la búsqueda de avanzar y mejorar su propia situación con las líneas infranqueables de no arrepentimiento y no delación»

la izquierda abertzale vetó a los presos, con mano de hierro y expulsiones, la petición de progresiones de grado, alargando innecesariamente los encarcelamientos

sus portavoces han impuesto públicamente que el reconocimiento de la injusticia cometida es una línea roja infranqueable para los presos de ETA

Por eso, tener que escuchar ahora a las organizaciones de la izquierda abertzale encargadas de estos temas, que todos los presos de ETA están asumiendo la “reinserción restaurativa”, cuando sus portavoces han impuesto públicamente que el reconocimiento de la injusticia cometida es una línea roja infranqueable para los presos de ETA, y han despreciado a los presos disidentes de la vía Nanclares por hacerlo, resulta contradictorio y engañoso, al afirmar una cosa y la contraria. Más allá de las dudas sobre sus connotaciones, las palabras “perdón” o “arrepentimiento”, significan desear no haberlo hecho; significan reconocer la injusticia de lo hecho, una valoración ética del daño causado, lo cual es diferente del mero reconocimiento de haber causado un daño. Decir que el daño causado fue injusto e injustificado es algo que sí puede tener efecto reparador para las víctimas y para el conjunto de la sociedad.

las palabras “perdón” o “arrepentimiento”, significan desear no haberlo hecho; significan reconocer la injusticia de lo hecho, una valoración ética del daño causado, lo cual es diferente del mero reconocimiento de haber causado un daño.

Esta impostura sobre los procesos de reinserción de ciertos presos de ETA se enmarca en la posición de fondo de Sortu en cuanto al relato y la memoria, desplegada mediante tres estrategias:

  1. Evitar a toda costa que los presos de ETA y quienes les dieron y les dan soporte sociopolítico hagan público cualquier gesto de reconocimiento de la injusticia de la violencia y del «bietan jarrai» que promovieron durante décadas.
  2. Extender una viscosa niebla ética relativista con el «todos los relatos son válidos», una mercancía averiada que pretende neutralizar el suelo ético democrático deslegitimador del terrorismo.
  3. Y mientras tanto, reproducir su relato épico-martirológico con distintos proyectos memorialísticos sectarios, y hegemonizando el espacio público con fotos y murales de presos condenados por gravísimos delitos, como sigue sucediendo en cientos de lugares del país.

pretender a la vez vender que todos los presos de ETA están transitando la reinserción restaurativa, reconociendo la injusticia provocada, es un insulto a la inteligencia, que muestra una escasa honestidad

Defender el relato de ETA y de la izquierda abertzale es una histórica posición política, éticamente brutal, aunque amparada por las libertades fundamentales. Pero pretender a la vez vender que todos los presos de ETA están transitando la reinserción restaurativa, reconociendo la injusticia provocada, es un insulto a la inteligencia, que muestra una escasa honestidad. Hay unos que sí (dejadles recorrer su propio camino ético y permitidles su libertad de expresión sin líneas rojas); pero otros muchos, y el conjunto de la izquierda abertzale vinculada a Sortu, por el momento, no. Y ya que algunos no están todavía para rectificar los relatos justificadores de su violencia, que al menos abandonen el uso de la trampa y el engaño victimista.

Gogoan, por una memoria digna

‘Érase una vez en Euskadi’

30 miércoles Nov 2022

Posted by gogoanmemoria in Películas

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Recientemente, se ha proyectado en Zinexit, la XII Muestra de Cine y Derechos Humanos, el primer largometraje del director gipuzkoano Manu Gómez, Érase una vez en Euskadi. Se trata de una película con mucho de autobiográfica en la que retrata el devenir de una cuadrilla de chavales en los años ochenta en un pequeño pueblo. Un verano inolvidable para los cuatro por muy diferentes motivos.

Como contexto y subtexto se hace presente de forma permanente la durísima realidad social de aquellos años: el desempleo, las drogas, el VIH-Sida… y también ETA y su entorno social. Una violencia que llega a empaparlo todo, pero sin tomar el protagonismo del filme en ningún momento. Y quizás este sea uno de sus aciertos. No se trata de la enésima película sobre la violencia. No. Simplemente es el asfixiante paisaje en el que se desarrollan cuatro infancias.

 …la durísima realidad social de aquellos años: el desempleo, las drogas, el VIH-Sida… y también ETA y su entorno social. Una violencia que llega a empaparlo todo

En este sentido, la película defraudará a unos y a otros. A quienes esperan otro Patria, la Línea invisible o Maixabel. Porque no hay un posicionamiento militante del director en su obra. Como tampoco hay atisbo de ninguna ambigüedad que sirva de vía de escape a quienes de un modo u otro aún hoy quieran desdibujar o redibujar el horror del terrorismo. Curiosamente es precisamente la neutralidad al retratar todo ello lo que no deja al espectador más opción que considerarlo injustificable.

es precisamente la neutralidad al retratar todo ello lo que no deja al espectador más opción que considerarlo injustificable

Quizás no hace falta la coincidencia generacional o geográfica con el director y lo narrado, para anticipar la veracidad de lo que se describe.

  • Que ETA tuvo un respaldo social que la permitió perpetuarse décadas como excepción violenta vasca en el contexto europeo.
  • Que hubo (y hay) una cultura de la violencia en la que se reproducen los antivalores más viles.
  • Que hubo (y pervive) una exaltación como héroes de quienes asesinaron cobardemente a otros vecinos y vecinas.
  • Que hubo silencio (auto)impuesto hasta que movimientos sociales como Gesto por la paz ocuparon el espacio público.
  • Y que también hubo mucho de banalización del terror en su vertiente de kale borroka.

Por cierto, impresiona la crudeza con la que se muestran las actitudes y comportamientos xenófobos que se emplearon contra los trabajadores y trabajadoras que vinieron de otros puntos de la geografía española a trabajar a Euskadi. Los maquetos. Impacta ver incluso como en ese afán natural por integrarse se producen fenómenos del peor y más triste asimilacionismo: lograr la aceptación social a través de un impostado aprendizaje del euskera, de vestir una txapela, de apoyar una concentración de la izquierda abertzale o hasta enrolarse en ETA. Habrá quien crea que es una exageración, pero ahí están casos tan verídicos como los de Kepa (Pedro) del Hoyo, Domingo Troitiño, José Manuel Valdueza, José Luis Martín Carmona o Iñaki de Juana Chaos.

impresiona la crudeza con la que se muestran las actitudes y comportamientos xenófobos que se emplearon contra los trabajadores y trabajadoras que vinieron de otros puntos de la geografía española a trabajar a Euskadi

Sin embargo, quedarse con esto, sería perderse lo principal. Aunque trascurran entre calles llenas de pintadas, carteles y grito de consignas, durante hora y media se nos cuentan las vivencias de cuatro chicos que ese verano viven su primer amor, juegan hasta agotarse, callejean, se frustran en un deporte que les apasiona, sueñan con irse de vacaciones, se emocionan con la compra de un vídeo Beta en casa o abren los ojos a un mundo de adultos más gris y oscuro que el lluvioso cielo de ese agosto. Y ahí, en esa infancia feliz y divertida, al tiempo que precaria y convulsa, es donde está el corazón de la película. Porque este filme habla más de las penurias de la clase obrera que de los años de plomo.

Y ahí, en esa infancia feliz y divertida, al tiempo que precaria y convulsa, es donde está el corazón de la película. Porque este filme habla más de las penurias de la clase obrera que de los años de plomo

En todo caso, independientemente de lo que cada cual quiera pensar, merece la pena ver la película por la interpretación de estos cuatro jóvenes actores, acompañados por Arón Piper, Josean Bengoetxea, Ruth Díaz o Yon González, por algunos diálogos impagables, por las 22 nominaciones a los premios Goya y porque está bien accesible en Netflix.

Sergio Campo, miembro de Gogoan, por una memoria digna

Posicionamientos retroalimentados

29 domingo May 2022

Posted by gogoanmemoria in convivencia

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ETA, GAL, izquierda abertzale, Macarena Olona, Meritxel Batet, Partido Popular, PSOE, tortura, VOX

No recuerdo muchas ocasiones en las que haya presenciado una intervención que destile tanto odio y ausencia de empatía como la de Macarena Olona en el Congreso; es de esas actuaciones que te revuelven las tripas, cómo alguien puede reirse así del sufrimiento ajeno, en este caso de los torturados. Es totalmente incomprensible que Meritxel Batet, Presidenta del Congreso, no le interrumpiera retirándole la palabra o que ningún juez abriera diligencias al respecto.

Gesto por la Paz, 2008

Desgraciadamente, gracias a la comprensión y ceguera del PP, entre otros factores, VOX, partido que apoya este tipo de actitudes, tiene demasiado apoyo y fuerza en España.

Paradójicamente, me parece que uno de los mayores beneficiarios de esta situación es la rebautizada izquierda independentista, la izquierda abertzale de toda la vida; podríamos decir que para la izquierda española esta rebautizada izquierda independentista es el bueno de la película, porque está haciendo lo que se habría tenido que hacer desde hace muchos años: política.

Desde la izquierda española no se le da la debida importancia a la falta de autocrítica respecto a su pasado reciente de la izquierda abertzale

Desde la izquierda española no se le da la debida importancia a la falta de autocrítica respecto a su pasado reciente de la izquierda abertzale. Es posible que el PSOE persiga una estrategia de olvido respecto a una necesaria autocrítica propia en relación al GAL. Sea así o no, me da la sensación de que la izquierda abertzale está jugando a ganar tiempo, a que la sociedad se olvide de que tienen pendiente dicha autocrítica, en definitiva, a que desaparezca esa exigencia en la sociedad.

En Euskal Herria la respuesta a Olona, afortunadamente, ha sido diferente, con un posicionamiento muy mayoritario de crítica. Aun así, esta unanimidad proviene de posicionamientos muy diversos; por un lado, están los que consideran que torturar es tan inadmisible como los asesinatos de ETA, que creo son mayoría; por otra parte están los que han mantenido y siguen manteniendo una postura acrítica hacia ETA. Es difícil de entender cómo estos últimos, considerando inaceptable la intervención de Olona, pueden tener un posicionamiento neutro, cuando no favorable, a la trayectoria de ETA.

Esta visión parcial se da todavía hoy en día en un amplio espectro de nuestra sociedad, un espectro que al mismo tiempo que identifica rápidamente el fascismo exterior es incapaz de reconocer el propio.

Xabier Mugarza Ayastuy, miembre de Gogoan, por una memoria digna

Artículo publicado en Goienkaria

La movilización por la paz tiene que ser parte del relato

07 viernes Ene 2022

Posted by gogoanmemoria in Sin categoría

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El pasado 10 de noviembre se realizó un acto institucional de agradecimiento a las personas que habían contribuido a la Paz y, entre ellas, a las que participamos en la movilización social frente a la violencia de ETA. Se trataba de un agradecimiento público a quienes reaccionamos al horror de justificar que la vida fuera menos importante que un proyecto político; de justificar que se matara, que se amedrentara y que se extorsionara en nombre del pueblo vasco. Desde nuestro punto de vista, el sentido del acto suponía reconocer que la movilización social contra ETA fue un factor fundamental en su deslegitimación, y que los movimientos sociales que la impulsaron fueron un agente de concienciación esencial en el proceso de mostrar públicamente el rechazo a la violencia de ETA.

la movilización social contra ETA fue un factor fundamental en su deslegitimación y los movimientos sociales que la impulsaron fueron un agente de concienciación esencial en el proceso de mostrar públicamente el rechazo a la violencia de ETA

La articulación de la reacción de la sociedad vasca frente a la violencia de ETA fue evolucionando. Es importante remarcar que fue una evolución progresiva, lo que quiere decir que no todos estuvimos en el mismo sitio a la vez. Durante estos cuarenta años la mayoría de las personas de esta sociedad fue descubriendo, cada cual en su momento, que matar estaba mal, que nada lo podía justificar. Y si importantes y dignas de mención son las primeras personas que lo comprendieron y lo manifestaron, también las últimas lo son. Se puede afirmar que la sociedad reaccionó tarde, porque tenía que haber respondido desde la primera muerte. Pero ese es un análisis demasiado simple para un proceso tan complejo y de tantos años.

Durante estos cuarenta años la mayoría de las personas de esta sociedad fue descubriendo, cada cual en su momento, que matar estaba mal, que nada lo podía justificar.

Lo cierto es que hubo una evolución social en la contestación a ETA y que, a finales de los años 80, grupos pacifistas como Gesto por la Paz crearon un canal de respuesta sistemática a la violencia. Solamente cinco años después, Anoeta se quedó pequeño para acoger a todas las miles de personas que querían manifestar, con su presencia en el estadio, que esa dinámica de violencia y amenaza de ETA tenía que acabar. Aquella respuesta multitudinaria se realizó a propósito del secuestro de Julio Iglesias Zamora, en 1993, y fue activada por el símbolo del lazo azul. Posteriormente, hubo más movilizaciones masivas por asesinatos que, como el de Miguel Ángel Blanco en 1997, fueron percibidos como particularmente trágicos y marcaron a la evolución de la movilización social contra ETA. Como sabemos, hasta que ETA se disolvió hubo todavía muchos más asesinatos injustos, porque, a pesar de la protesta social, ETA tardó unos quince años y muchas vidas más arrebatadas, hasta anunciar su final. Esa movilización social contra ETA, ese rechazo personal y social mostrado, cada vez mayor, fue decisivo para que la organización armada decidiera disolverse y es muy importante reconocerlo así, y que el relato de lo que vivimos tenga en cuenta esa idea de evolución de la sociedad vasca frente a ETA.

Hay que reconocer también que reaccionar frente a ETA exponía a las personas al odio y eso suponía exponerse a sentir miedo, porque el mero hecho de oponerse a ETA marcaba y propiciaba el acoso. La base social de apoyo a ETA fue necesaria en el desarrollo de esta historia de horror de más de 800 personas asesinadas, y esa base social intentó echar de las calles a la voz organizada de respuesta a la violencia.

El Correo

El acoso fue sistemático: intentaron aislar a cada una de esas personas, descalificándolas, y declarándolas enemigas de su pueblo vasco. El hostigamiento por parte de la izquierda abertzale ha sido continuo, en barrios y en pueblos, durante todos estos 40 años, de la movilización social contra ETA. Pero el compromiso desde grupos como Gesto por la Paz era ya decidido y firme, fruto de un largo recorrido. La movilización social contra ETA ha estado constituida por personas resistentes que tuvieron la firme voluntad de contagiar su rechazo a la violencia e impulsar la consecución de la paz en el País Vasco, y esto tiene que formar parte del relato de lo ocurrido en aquellos años.

la izquierda abertzale intentó echar de las calles a la voz organizada de respuesta a la violencia. El acoso fue sistemático: intentaron aislar a cada una de esas personas, descalificándolas, y declarándolas enemigas de su pueblo vasco. El hostigamiento ha sido continuo, en barrios y en pueblos, durante todos estos 40 años

Y tiene que incorporarse también en el relato, la existencia de una base social de apoyo a ETA que, no solo no condenaba o aplaudía los asesinatos, sino que ejercía un papel activo en la perpetuación de la violencia: haciendo de caja de resonancia social de las amenazas y señalamientos de ETA a personas de nuestra sociedad; incrementando el sufrimiento a las víctimas de sus atentados, acosándoles, no solo antes, sino también después del atentado; intentando dinamitar la reacción social en contra de la violencia de ETA; y, por último, ejerciendo un control social férreo sobre su propio entorno para contener las discrepancias, muy especialmente, a propósito de la justificación del uso de la violencia por parte de ETA. Esa base social de apoyo a ETA, necesaria para que la violencia continuara durante cuarenta años, generó mucho sufrimiento y distorsión en la convivencia, y esto tiene que ser reconocido por parte de la Izquierda Abertzale, quien debería enunciar con claridad cuál es su posición actual respecto a ese pasado.

Y tiene que incorporarse también en el relato, la existencia de una base social de apoyo a ETA que, no solo no condenaba o aplaudía los asesinatos, sino que ejercía un papel activo en la perpetuación de la violencia

También hay que agradecer que la reacción social ante ETA se articulara, en general, desde una defensa coherente y radical de los Derechos Humanos, mantenida incluso en los momentos más duros de acoso a la movilización. Desde el principio, Gesto por la Paz quiso desmontar la teoría de los dos bandos, que suponía la justificación del uso de la violencia, en base a una supuesta necesidad de responder a otra violencia. Por eso, el mensaje que se lanzó a la sociedad fue la del rechazo y la deslegitimación de las distintas violencias, no solo la de ETA, sino también la de organizaciones como los GAL, o la violencia ilegítima perpetrada por las Fuerzas de Seguridad del Estado. Reconocer los distintos sufrimientos y vulneraciones de Derechos Humanos que se generaron hizo más contundente la movilización social a favor de la paz.

Gesto por la Paz, 2005

A día de hoy resulta intolerable que desde la Izquierda Abertzale se haga un reconocimiento del daño que “han recibido” las víctimas de ETA y que se arrogue el mérito de ser la única que reconoce a todas las víctimas de la violencia en el País Vasco. Hace treinta años que Gesto por la Paz exigió el esclarecimiento de la trama de los GAL y de los asesinatos que este grupo parapolicial cometió. En aquel tiempo, fue la misma Izquierda Abertzale la que boicoteó aquellos actos públicos, organizados para denunciar la realidad de esa violencia antiterrorista.

Efe. Gesto por la Paz, Bayona, 1996
Diario Vasco. Bayona, 1996
El Mundo. Bayona, 1996

Trataron así de monopolizar la solidaridad y el reconocimiento hacia las víctimas de la violencia antiterrorista para manipular su sufrimiento y poder mantener la teoría de los dos bandos. Sin embargo, la solidaridad con las víctimas de la violencia ha sido uno de los ejes que ha activado la movilización social a favor de la paz. El apoyo y el reconocimiento hacia ellas ha sido, en gran medida, el origen de la progresiva reacción a la violencia. El ataque que las víctimas sufrían individualmente fue, cada vez más, considerado como una agresión al conjunto de la sociedad.

El ataque que las víctimas sufrían individualmente fue, cada vez más, considerado como una agresión al conjunto de la sociedad.

Si las víctimas deben ser las protagonistas del relato del horror que se ha vivido en nuestra sociedad durante cuarenta años, en esa larga historia hay que reconocer también el papel jugado por la articulación de una movilización social, realizada desde la pluralidad de la sociedad vasca. Mientras ETA mataba y amedrentaba a la sociedad, incluso durante los años más duros de polarización social, los representantes de las familias políticas de Euskadi participaron en actos públicos organizados por Gesto por la Paz, que ponían de relieve la existencia de una base ética compartida, capaz de anteponer el compromiso con la defensa de los derechos humanos, a las diferencias partidistas.

Gesto por la Paz fue el artífice de la idea de que era necesario desvincular la violencia de la política, lo que implicaba negarse rotundamente a que ETA consiguiera algún reconocimiento político a cambio de su final.

Gesto por la Paz fue el artífice de la idea de que era necesario desvincular la violencia de la política, lo que implicaba negarse rotundamente a que ETA consiguiera algún reconocimiento político a cambio de su final. El recorrido de esta idea quedó patente en el cese incondicional que la propia ETA anunció en 2011. Desde el convencimiento de que la movilización de la sociedad vasca a favor de la paz había constituido un factor que había contribuido a la toma de esa decisión, Gesto por la Paz celebró en la calle, con el lema Lortu dugu–Lo hemos conseguido, la decisión de ETA de dejar de matar.

El Correo, 2011

Es importante incorporar este relato de la progresiva evolución de la sociedad vasca y de su movilización a partir de acciones inicialmente humildes y, posteriormente, más multitudinarias y relevantes, porque el reconocimiento, en nuestro pasado, de la importancia de la movilización ciudadana para afrontar un conflicto social grave, puede tener implicaciones para el futuro, y puede servir para incentivar otras peleas sociales.

el reconocimiento de la importancia de la movilización ciudadana para afrontar un conflicto social grave, puede tener implicaciones para el futuro, y puede servir para incentivar otras peleas sociales

 

Itziar Aspuru Soloaga, Maite Leanizbarrutia Biritxinaga, Eskolumbe Mesperuza Rotger e Inés Rodríguez Ranz de Gesto por la Paz

 


Una versión reducida de este artículo fue publicado en El Diario Vasco y El Correo en el mes de diciembre de 2021.

José María Aldaya

03 lunes Ene 2022

Posted by gogoanmemoria in Memoria

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agresiones, Alditrans, Ayuntamiento de Donostia-San Sebastián, concentraciones pacifistas, contraconcentraciones, El Diario Vasco, empresarios, Enrique Cercadillo, ETA, Gesto por la Paz, hijos de Aldaya, Ikusi, izquierda abertzale, José María Aldaya, Julio Iglesias Zamora, lazo azul, movilización social, ponencia Oldartzen, secuestros, Víctimas

Foto Diario Vasco

José María Aldaya nos ha dejado para siempre. Como si hubiera podido elegir la fecha, murió el día de los inocentes porque Aldaya fue inocente. ¡Cuántas pintadas de ‘Aldaya, paga y calla’ tuvimos que leer por las paredes de nuestros pueblos! ¡Cuántas justificaciones de la vileza que ETA estaba cometiendo contra aquel “empresario”¡ ¡Ah, malditos empresarios opresores de los derechos de los trabajadores! Y mucha gente tragó y se comió ese sapo de que los empresarios “se lo merecían”. Sin embargo, las cosas ya había empezado a ser muy diferentes desde el secuestro de Julio Iglesias Zamora, cuando los trabajadores de la empresa Ikusi salieron a la calle a pedir su libertad. Los de Alditrans también lo hicieron, pero tuvieron peor suerte.

Recuerdo perfectamente el 8 de mayo de 1995 cuando, mientras comía en una bocatería de Bilbao, me hizo saber Ana Rosa que habían secuestrado a una persona en Oiartzun. A partir de ese momento, desde Gesto por la Paz pusimos en marcha todo un engranaje de movilización social que ya habíamos llevado a cabo con muy buen resultado durante el secuestro de Iglesias Zamora.

Nadie se podía imaginar que aquel ‘ON’ no tendría su ‘OFF’ hasta dos años y dos meses más tarde y tampoco se podía imaginar que, al esfuerzo de estar permanentemente reivindicando la libertad de un ser humano, tendríamos que añadir la heroicidad de soportar los insultos, las amenazas, las agresiones, las calumnias, el desprecio… que tuvimos que soportar por parte de la izquierda abertzale.

al esfuerzo de estar permanentemente reivindicando la libertad de un ser humano, tendríamos que añadir la heroicidad de soportar los insultos, las amenazas, las agresiones, las calumnias, el desprecio… que tuvimos que soportar por parte de la izquierda abertzale.

Jamás nos planteamos abandonar y dejar de movilizarnos. Jamás renunciamos a llevar el lazo azul aunque en determinados lugares peligrara nuestra integridad física. Exigíamos la libertad de José María Aldaya y defendíamos la nuestra propia, la libertad de toda la sociedad, aunque gran parte de la ciudadanía prefiriera pensar que era una cabezonería de los pacifistas o, incluso, que nosotros mismos estábamos alargando el secuestro del pobre Aldaya. ¡Qué injusto fue todo aquello!

Pero si algo fue especialmente injusto, fue lo que cada lunes ocurría en La Paloma primero y en el Buen Pastor después. Sí, los de Alditrans tuvieron que cambiar el lugar de convocatoria para tratar de reducir las agresiones de que eran objeto. Aquello fue muy injusto para los trabajadores de Alditrans porque prácticamente nada más salir con su humilde pancarta a pedir la libertad “de su jefe” que era su padre, su tío, su primo, su amigo, etc. la izquierda abertzale también los empezó a acosar, a hostigar, a perseguir como si fueran culpables de algo, como si fueran apestados, como si no tuvieran derecho a pedir que José María volviera a casa, a la empresa, que recuperara la libertad. Fue especialmente injusto porque aquella estrategia de extender “el sufrimiento” recientemente estrenada, Oldartzen, les dio directamente en la cara a unos jóvenes Oskar e Idoia -Txetxo estaba fuera y acudía muy de vez en cuando-, los hijos de Aldaya. Nunca se había escenificado una tortura pública tan cruel como la que los matones de la izquierda abertzale sometieron a esta familia y eso los hizo especiales. Y, mientras, Loli, la esposa y la madre, se quedaba en casa sufriendo también esa crueldad; no solo por lo que le contaban sus hijos o veía en la televisión, sino porque recibía llamadas telefónicas brutales como aquella de “Ya hemos soltado a Aldaya. Está colgado del puente de…”

Fue especialmente injusto porque aquella estrategia de extender “el sufrimiento” recientemente estrenada, Oldartzen, les dio directamente en la cara a unos jóvenes Oskar e Idoia, los hijos de Aldaya

Recuerdo las primeras concentraciones que convocaron los sábados ante el Ayuntamiento de San Sebastián: tres horas de concentración (luego, bajaron a una hora). Todo el tiempo era poco para exigir la libertad de su padre y de su compañero. Y reconozco que ellos, los hijos, me motivaron aún más si cabe para mantener mi compromiso por la libertad de aquel hombre que nunca conocí personalmente. La tenacidad, valentía, compromiso público y descarado de esos jóvenes debería haber arrastrado a toda la ciudadanía a la calle, pero, una vez más, se miró para otro lado. Yo les admiraba y me emocionaba verles allí, con aquella dignidad, exigiendo lo que era justo: que su padre recuperara la libertad. 341 días sin abandonar la calle. Se dice pronto. Se colocaron en primera línea y asieron la bandera de la libertad no solo de su padre, sino de todos nosotrxs.

Desde que el 14 de abril de 1996 que Aldaya fue liberado, poco supe de Oskar, de Idoia y de Txetxo. Se dedicaron a curar las profundas heridas que la violencia y el odio les habían causado. Sí recuerdo que escribieron a Gesto por la Paz una felicitación de Navidad. Era su manera de decirnos que nos llevaban en el corazón o, al menos, así lo entendimos.

Me da mucha pena la muerte de aquel hombre por el que recorrimos kilómetros por las calles de Euskal Herria, guardamos miles de minutos de silencio entre gritos e insultos, subimos a montes, construimos lazos en playas, lanzamos globos de libertad, colgamos pancartas gigantes… porque con cada uno de esos gestos, convertimos a José María en parte de cada una de nosotras y nosotros y ya nunca dejó de ser ‘nuestro’, ya nunca sería una persona más. Era José María Aldaya.

Allá donde estés, que sepas que sigues en el corazón de muchísimas personas que en aquellos años “te conocimos” y te hicimos nuestro.

 

Foto Diario Vasco

No sería justo, si en este escrito sobre José María Aldaya, su secuestro y el cruelísimo trato que recibió su familia, no mencionara a Enrique Cercadillo que en esos 341 escribió unos comunicados y manifiestos de una calidad humana y social inmensa.

 

Gracias a todxs, queridos amigxs.

 

Isabel Urkijo Azkarate

De políticas penitenciarias

05 viernes Nov 2021

Posted by gogoanmemoria in derechos humanos

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convivencia, desarme de ETA, Diario Vasco, dispersión de presos, El Correo, Foro Social, izquierda abertzale, Joseba Azkarraga, política penitenciaria, presos de ETA, reconocimiento del daño causado, SARE, Sortu, vía Nanclares

La situación de los presos de ETA está muy presente en determinados ámbitos que se esfuerzan mucho en no dejarlos en el olvido y en denunciar la situación en la que viven que califican de injusta.

Bien, pues a propósito de los presos, hemos querido rescatar el artículo que escribió un ex preso de ETA, Joseba Urrosolo Sistiaga, en 2020 en el periódico El Diario Vasco y en El Correo donde nos ofrece un punto de vista crítico con quienes aparentemente más están haciendo por los presos.

Para los suscriptores a este medio: El Correo


“Están a otra cosa”

Hace más de 10 años que algunos presos comenzamos a dar pasos en lo que luego se conoció como Vía Nanclares. Era un marco que facilitaba la aplicación de la legalidad penitenciaria en los casos en los que había un desmarque de la actividad de ETA, un reconocimiento del daño causado y la solicitud de traslado a la cárcel de Nanclares. Todo esto estaba prohibido dentro de la política penitenciaria que la Izquierda Abertzale imponía a sus presos.

qué difícil se hacía plantear algo tan evidente como que ETA debía desaparecer, que el final de ETA debía estar acompañado de una reflexión necesariamente crítica de nuestro pasado

Después incluso de desperdiciar toda posibilidad de un final negociado o acordado, qué difícil se hacía plantear algo tan evidente como que ETA debía desaparecer, que el final de ETA debía estar acompañado de una reflexión necesariamente crítica de nuestro pasado. Qué difícil cuando los comisarios políticos salían constantemente en los medios de comunicación asegurando que era imposible que ETA desapareciera mientras hubiera presos en las cárceles. Desperdiciaron 8 años alargando gratuitamente el desarme y la desaparición de ETA. Con mucha pompa y escenificación para su parroquia y decepción para quienes esperaban algo más que ayudara a cerrar heridas y recuperar la convivencia.

Y así siguen. Como si no fueran conscientes de la difícil situación en la que les han dejado abandonados, siguen tratando de afrontar el tema de los presos desde los fuegos de artificio, mareando la perdiz, sin ir al fondo del problema. Para ello se ponen en marcha toda una serie de movidas como Sare, Foro Social… controlados por SORTU, por militantes de SORTU, cuyo único objetivo es escenificar que se dan pequeños pasos, que se hacen cositas. Parece que tiran del carro, pero tan despacito que frenan la corriente positiva que hay en la sociedad para superar los errores del pasado.

Joseba Azkarraga en nombre de SARE, frivolizaba sobre los resultados de la política de dispersión de la que él mismo fue parte. Decía que no se consiguió que los presos se alejaran de ETA, que no hubo desertores salvo unos pocos casos (…) Ni fuimos tan pocos en tantos años, ni era la dispersión sino la discrepancia la que nos alejaba de ETA, ni se puede obviar la presión social que se ejercía sobre presos y familiares, y el costo que tuvo

En un reciente escrito, Joseba Azkarraga en nombre de SARE, frivolizaba sobre los resultados de la política de dispersión de la que él mismo fue parte. Decía que no se consiguió que los presos se alejaran de ETA, que no hubo desertores salvo unos pocos casos. Todo muy épico, hasta hablar de deserción, cuando la realidad es que han tenido que hacer desaparecer a ETA, “porque les sobraba y estorbaba”, entregaron las armas a la policía y están solicitando a nivel individual un tratamiento como presos comunes.

Como para frivolizar con ese tema. Además, ni fuimos tan pocos en tantos años, ni era la dispersión sino la discrepancia la que nos alejaba de ETA, ni se puede obviar la presión social que se ejercía sobre presos y familiares, y el costo que tuvo, para evitar que el preso decidiera por sí mismo sobre los beneficios penitenciarios a los que tenía derecho.

Ahora, a los que siguen en la cárcel les dicen que ánimo, que sigan fuertes, que ya no es un deshonor solicitar el cambio de grado, ni trabajar en la cárcel, ni salir de permiso, que lo intenten, que ya no tendrán que soportar los insultos, las campañas de desprestigio y el acoso social que el entorno de la Izquierda Abertzale sometía a los que lo hacían.

Pero no les facilitan lo imprescindible. Porque, como decían los responsables del tema de presos en SORTU, “ellos están a otra cosa”. De momento, a evitar lo fundamental: la reflexión crítica y ética sobre todo el sufrimiento injusto que causamos desde el mundo de ETA. Y no solo los militantes de ETA. Algún día afrontarán esa responsabilidad, siempre demasiado tarde.

Ellos están a otra cosa. De momento, a evitar lo fundamental: la reflexión crítica y ética sobre todo el sufrimiento injusto que causamos desde el mundo de ETA. Y no solo los militantes de ETA.

Joseba Urrosolo Sistiaga, ex preso de ETA y miembro del grupo de la llamada Vía Nanclares

La alargada sombra del exgeneral

07 domingo Mar 2021

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Enrique Rodríguez Galindo

Enrique Rodríguez Galindo ha muerto este 14 de febrero víctima de esta trágica pandemia y a nuestras cabezas ha vuelto aquella idea de que “si la democracia mata, la democracia muere”. En los años noventa fue el lema de Gesto por la Paz para exigir verdad y justicia sobre el terrorismo perpetrado desde el propio Estado, el del GAL. Y vuelve a nuestra memoria puesto que este exgeneral pervirtió sus responsabilidades públicas hasta el extremo de convertirse él mismo en un criminal. La democracia era secuestrada, torturada y asesinada con cada acción del GAL, como lo había hecho antes con las acciones del Batallón Vasco Español (BVE) y con la represión franquista.

Si la democracia mata, la democracia muere

Precisamente, a partir de la figura de Rodríguez Galindo es posible seguir un hilo de crímenes con conexiones directas entre ellos y con algo en común: poner en la diana la propia noción de democracia. Porque curiosamente algunos de quienes más lucharon contra el terrorismo que se practicó desde el Estado y, por lo tanto, por fortalecer la democracia, estuvieron tanto amenazados por el exgeneral como por la propia ETA.

El País. Jesus García García

El 15 de octubre de 1983 está marcado a sangre y fuego en la memoria colectiva. Ese día el GAL comenzó su andadura con el secuestro en Baiona de Joxean Lasa y Joxi Zabala. Su posterior tortura en el cuartel de Intxaurrondo y en el Palacio de la Cumbre en Donostia fue tan salvaje que viendo el estado en que se encontraban, Galindo y Julen Elgorriaga deciden que sean asesinados y desaparecidos. Lo cual sucede en Busot, Alicante. Allí estuvieron tan enterrados en cal como rotas sus familias hasta el año 1995, en el que fueron identificados sus restos, gracias al comisario de la Policía Nacional de Alicante Jesús García García, que murió de un infarto ante el tribunal, mientras testificaba contra Galindo, en medio de enormes presiones.

En esa segunda mitad de los noventa se investigaba intensamente a nivel periodístico y judicial en la Audiencia Nacional la implicación de miembros de la Guardia Civil, Policía Nacional, CESID y las más altas instancias del Ministerio de Interior en la creación, dirección, financiación y encubrimiento del grupo terrorista GAL. Las sentencias condenatorias llegarían en abril de 2000 y fueron confirmadas en julio de 2001 y julio de 2002 por el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional respectivamente.

En esos mismos años, cuando la democracia depuraba a quienes la venían mancillando durante tanto tiempo, ETA asesina precisamente a algunos de quienes más habían hecho por esclarecer estos crímenes de Estado. A algunos a los que por ese motivo el mismo Galindo tenía también en su punto de mira.

ETA asesina precisamente a algunos de quienes más habían hecho por esclarecer estos crímenes de Estado

Maixabel Lasa y María Jauregi

El caso de Juan Mari Jauregi en julio del 2000 es el más claro. El militante antifranquista y preso político que daba clases de euskera a otros reclusos de la prisión de Basauri, que en su condición de Gobernador Civil de Gipuzkoa había sido una persona clave para poder investigar a Galindo y sus secuaces por el GAL, aquel sin cuyo concurso no hubiera sido posible probablemente la sentencia del caso Lasa y Zabala, era asesinado en Tolosa por ETA. Juan Mari Jauregui, tal como revelaron años después su mujer Maixabel y su hija María, sabía las consecuencias que enfrentaba: “ez dakit nork hilko nauen, edo ETAk edo Galindok berak”. Temía que le asesinara el mismísimo General Galindo, pero lo hizo ETA. Eso sí, ambos por el mismo motivo homicida: su compromiso con la democracia. Con su asesinato, se intentaba matar la democracia como años antes con los de Lasa y Zabala.

Pero Jauregui no fue el único. En 2001 ETA hizo pagar a José María Lidón con su vida su vocación servicio público. Él fue, junto con la instructora Elizabeth Huerta, uno de los primeros jueces que en los 80 procesó y dictó una sentencia condenatoria contra doce guardias civiles, coroneles incluidos, por torturas en el emblemático “caso Linaza”.

         

Y poco después, en 2003, era Joseba Pagazaurtundua el asesinado por ETA. Sus investigaciones como policía municipal de Andoain contribuyeron a desarticular uno de los grupos operativos principales del grupo terrorista de extrema derecha durante la transición Batallón Vasco Español, formado por Iturbide y Zabala. El mismo comando del BVE que antes había asesinado a varios militantes y cargos públicos de la izquierda abertzale en el conocido aquellos años como triángulo de la muerte (Urnieta, Hernani y el mismo Andoain).

Juan Mari Bandrés: por la libertad se muere, pero no se mata.

Y es que la sombra del General era alargada… Tanto que los jueces que se atrevieron a investigar y condenar a aquellos guardias civiles que mataban y torturaban en nombre de una democracia que mancharon, se enfrentaban a sus amenazas. Joaquín Giménez, presidente de las Audiencias Provinciales de Gipuzkoa y Bizkaia en aquella época, lo ha explicado con detalle. Galindo era el que en 1986 le recriminaba a este magistrado haber citado en la apertura del curso judicial a Bandrés y su: “por la libertad se muere, pero no se mata”. Era el que acosaba impunemente, rodeando la Audiencia con decenas de vehículos militares, a estos jueces por citar a declarar a guardias civiles hasta el punto de tener que pedir amparo al Consejo General del Poder Judicial. Uno de esos jueces era el propio Joaquín Giménez que tras 18 años sentenciando casos de violencia y torturas tuvo que abandonar Euskadi tras la amenaza de una ETA que tenía ya planificado en detalle su asesinato. El mismo juez que defiende el acercamiento de los presos de ETA a Euskadi y su reinserción social.

Mikel Zabalza

En aquellos años la impunidad era tan asfixiante como la bolsa que acabó con la vida de Mikel Zabalza en 1985 en el mismo cuartel de Intxaurrondo que dirigía con mano de hierro el General. La conversación conocida estos días es tremendamente significativa de la impunidad que permite a unos funcionarios del Estado hablar con tal banalidad del asesinato y de la tortura.

Estos días Pili Zabala, hermana de Joxi Zabala, al hilo de la muerte de Galindo, explicaba que “víctima y agresor quedan perpetuamente unidos, se quiera o no. Galindo me recuerda a mi hermano y nuestro apellido y el suyo estarán históricamente enlazados”. Si tiene que ser así, que el nombre de Galindo quede unido a la injusticia de lo que un Estado democrático nunca debería hacer en la lucha contra el terrorismo. Que en su alargada sombra no quepa la tentación de repetir las historias de Lasa, Zabala, Zabalza y de tantos otros.

que el nombre de Galindo quede unido a la injusticia de lo que un Estado democrático nunca debería hacer en la lucha contra el terrorismo

Defender la democracia en Euskadi era enfrentarse a todo tipo de terrorismo. Durante demasiado tiempo en nuestra tierra se mató: en la dictadura, contra la democracia e incluso en nombre de ella. En todos estos casos, cada asesinato político también mataba la democracia. La intentaban matar quienes han secuestrado, torturado, amenazado y asesinado sin importar sus siglas: BVE, GAL o ETA. Y si esa democracia no pereció tras tantos ataques no fue precisamente por el general Galindo, como expresaba en twitter determinada asociación de guardias civiles; fue a su pesar y gracias al compromiso de quienes le plantaron cara a él, a los suyos y a sus métodos, personas como Juan Mari Jauregi, Joseba Pagazaurtundua o José María Lidón. Que no se olvide.

Si esa democracia no pereció tras tantos ataques no fue precisamente por el general Galindo, sino gracias al compromiso de quienes le plantaron cara a él, a los suyos y a sus métodos, personas como Juan Mari Jauregi, Joseba Pagazaurtundua o José María Lidón. Que no se olvide.

 

Sergio Campo, Sabin Zubiri y Xabier Mugarza. Gogoan, por una memoria digna


 

Este artículo fue publicado en Gara y Naiz el 26 de febrero.

Dos ciabogas en la política penitenciaria

30 miércoles Dic 2020

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acercamiento, Acuerdo de Lizarra, alejamiento, convivencia, Deia, derechos humanos, deslegitimación de la violencia, EPPK, ETA, homenajes, izquierda abertzale, Josu Zabaleta, justicia restaurativa, Koldo Mediavilla, manifestación, Miguel Ángel Blanco, Ortega Lara, perdón, pluralismo democrático, política penitenciaria, presos enfermos, presos y presas, reinserción, secuestro, vía Nanclares, Víctimas

Algo de perspectiva sobre las dos recientes ciabogas en la política penitenciaria (en recuerdo de Josu Zabaleta)

 

Tras el lento final de ETA (cese la violencia en 2011, desarme en 2017 y disolución en 2018), y cuando los presos y presas de ETA han pasado de 700 a 227, por fin están virando las dos políticas penitenciarias que se han aplicado durante décadas:

Por una parte, la política penitenciaria de alejamiento de los distintos Ministerios de Interior desde 1989, que ha supuesto una injusta carga para familiares y amistades, obligados a recorrer durante años largas distancias innecesarias. Desde 2018, se vienen produciendo numerosos acercamientos de manera individualizada que deberían generalizarse para el conjunto de presos, sin condicionantes añadidos.

EPPK, presos oficialistas de ETA, y la Izquierda Abertzale hasta finales de 2017 se negaban a emplear las vías y beneficios que contempla la legalidad penitenciaria. Lo que ha supuesto un alargamiento de penas en condiciones evitables

Por la otra, la política del EPPK, presos oficialistas de ETA, y la Izquierda Abertzale, que hasta finales de 2017 se negaban a emplear las vías y beneficios que contempla la legalidad penitenciaria. Y marginaban a las decenas de disidentes que durante años las han recorrido con mucha dignidad y riesgo para sus propias vidas e incomodidad para su entorno. Esto ha supuesto un lamentable alargamiento de penas en condiciones evitables. A este tardío y todavía parcial cambio de estrategia se han sumado, según Instituciones penitenciarias, el 60% de los presos de ETA (75% según el Foro Social).

Foto extraída del blog de Koldo MediavillaAsí las cosas, puede aportar cierta perspectiva recuperar una antigua carta del ya fallecido claretiano Josu M. Zabaleta. Esta persona recorrió muchas cárceles visitando a presos de ETA y fue un importante apoyo para el colectivo de la ‘vía Nanclares’, un camino pionero de reinserción social y de justicia restaurativa a favor de la convivencia, frente a tanto dolor injusto. La llamada ‘vía Nanclares’ es un ejemplo del que sería importante que aprendieran los presos ETA y quienes social y políticamente les apoyaron.

La coherencia en la defensa de los Derechos Humanos es clave. Convendría no llamar un día a apoyar un trato humanitario hacia los presos de ETA y, al siguiente, homenajearles como si fueran mártires, porque es una manera de legitimar su pasado de ataques contra el pluralismo democrático, y porque muestra una nula empatía hacia sus víctimas, o vetar y marginar gestos de petición de perdón ante tanto dolor injusto e injustificado. ¿Promovemos los Derechos Humanos o un victimismo autojustificador de tantas violaciones de los mismos? Para reflexionar, os invitamos a leer el escrito de Josu M. Zabaleta (Deia, 10 de enero de 2013).

 

¿Por qué no voy a la manifestación del 12-E?

Estoy totalmente de acuerdo con los dos objetivos de la manifestación: el acercamiento de los presos a Euskadi y la liberación inmediata de los presos gravemente enfermos. Pero no voy a la manifestación principalmente por estos dos motivos:

1. El grupo de presos de ETA de la Vía Nanclares ha sido ninguneado, calumniado y vilipendiado por parte de algunos -no todos- de los organizadores de la manifestación y por parte de varios de los habituales participantes a dichas manifestaciones. Y para los miembros del Grupo de Nanclares todavía ha sido mucho más doloroso el hecho de que muchos de sus familiares han sido despreciados y abandonados por muchos del mundo de la IA.

Sin embargo, a mí esos presos disidentes de la Vía Nanclares me llaman positivamente la atención desde hace ya varios años por el camino que han tomado desde la revisión crítica del pasado. Para ello se basan en una ética humanista -no marxista donde el fin justifica los medios- desde la afirmación del valor supremo de todo ser humano, desde el reconocimiento del daño causado, reparación y reconciliación con las víctimas. Esto sí que es, desde mi punto de vista, avanzar en la construcción del Pueblo Vasco.

Foto extraída del blog de Koldo Mediavilla

2. Desde mi punto de vista, muy limitado e imperfecto, estas manifestaciones, ayunos, encierros, etc. valen muy poco o nada para conseguir los objetivos que se marcan. Pueden servir para tranquilizar -dicho de una manera suave- a algunos de los organizadores que quieren hacer ver al colectivo y a sus familiares que les tienen muy presentes en sus vidas. ¿De verdad creen que el pueblo les va a sacar de la cárcel? Sin querer herir a nadie, pero algunos me recuerdan a esos amigos de los presos que desde Tailandia o las Bahamas, gozando de unas estupendas vacaciones, les envían cálidos recuerdos y muxus. ¡Qué paradoja! Pero no tengo dudas de la sinceridad y buena voluntad de muchos de los organizadores y manifestantes.

ETA, la IA y el Colectivo de Presos conoce perfectamente cuáles son los caminos para conseguir los objetivos para con los presos. Acepto también que la postura del Gobierno en muchos casos es inaceptable.

En los últimos 30 años cuántas manifestaciones, encierros, ayunos…. Que no han servido para nada. Recordemos con el Acuerdo de Lizarra-Garazi las decenas de miles de carteles en los balcones de nuestras casas de nuestros pueblos con el lema: Euskal Presoak, Euskal Herrira… ¿cuántos quedan ahora?

Si el abominable secuestro de Ortega Lara, el asesinato de Miguel Ángel Blanco -por cierto, tan jaleados y aplaudidos por muchos de la IA- y tantas otras ekintzas no sirvieron para nada, sino todo lo contrario, para mejorar la situación de los presos, ahora con el cambio estratégico de la correlación de fuerzas, ¿se puede creer que con estas manifestaciones se pueden conseguir esos objetivos?

Ojalá estuviera equivocado y se acierte en los medios para conseguir esos objetivos que muchos anhelamos para todos los presos de ETA.

Sumar víctimas

24 jueves Dic 2020

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Diario de Navarra, Diario de Noticias, El Correo, El Diario Vasco, ETA, izquierda abertzale, Josu Elespe, Memoria, Mercedes Monmany, Rüdiger Safranski, Roberto Lertxundi, Thomas Mann, víctimas del terrorismo

Desde muchos ámbitos la violencia nos la venden como algo épico, llena de héroes y gestas, gente entregada y causas fabulosas, pero la violencia  es sobre todo un trauma. Dice Thomas Mann que solo los detalles son interesantes, tal vez eso sea exagerado. Pero conocer las vivencias concretas que han padecido las víctimas del terrorismo es un ejercicio necesario que conmueve hasta rompernos. En el terremoto de la violencia, la réplica dura tanto como la vida de la gente que la padeció.

Por eso, profundizar de verdad en el daño que la violencia de ETA nos causó no permite atajos, porque si lo planteamos como una carrera para salvar nuestro pasado particular y político, volveremos a dejar otra vez causas abiertas, y es lo que menos necesitamos. Este es un ejercicio más humano que político, hasta quienes ejercieron la violencia o la defendieron no entiendan esto, habrá más pugna que ética y eso aplaza las tareas que necesitamos abordar.

El proceso de reparación de heridas, obviamente, nunca es lineal. Roberto Lertxundi decía que “el resultado de ETA es tan pobre que lo único que ha conseguido es llenar cárceles y cementerios”. Reconocer esto es tan duro para quienes estuvieron en el mismo tren de ETA que las resistencias a mirarse al espejo, en realidad, son parte del proceso.

Roberto Lertxundi decía que “el resultado de ETA es tan pobre que lo único que ha conseguido es llenar cárceles y cementerios”.

Sin duda, el olvido puede aparecer de muchas formas. Pero una de las formas más peligrosas es la que pone en marcha distintos relatos para que unos neutralicen a otros. Encarar la memoria con una calculadora para sumar víctimas no es hacer memoria, es tratar de consolidar el paradigma del empate.

La superación del trauma de la violencia no se basa en la imagen de un marcador que suma víctimas en nuestra contra o a nuestro favor, es sobre todo la necesidad de desmontar las ideas que hicieron posible esa barbaridad que es pegarle un tiro en la nuca a alguien por sus ideas o su profesión. Y el deber de reparar, proteger y apoyar a las víctimas del terrorismo de Estado no puede convertirse en una muletilla para no afrontar una autocrítica sanadora entre quienes apoyaron de forma convencida, continua y decidida el asesinato político. Decir esto no supone tratar a estas víctimas de forma secundaria, ni establecer categorías de reparación distintas, ni negarles el derecho a la reparación y al esclarecimiento.

Encarar la memoria con una calculadora para sumar víctimas no es hacer memoria, es tratar de consolidar el paradigma del empate.

De hecho, olvidar también es contar las cosas con un sesgo subjetivo que no aguanta un mínimo contraste. Romper el marco conceptual que define a la víctima, ensancharlo de forma ilimitada y caprichosa no es recordar, es cuadrar tu visión del pasado al momento en el que hay que hacer balance de lo provocado. Hay listados manejados por colectivos cercanos a la Izquierda Abertzale que, por ejemplo, contabilizan como víctima a una persona que murió de un infarto en la cárcel o a otro hombre que murió de un derrame meses después de que su hijo fuera detenido. Y sin duda hay muertes que nunca deberían haber sucedido, hay ausencias que duelen, pero eso no les convierte en víctimas.

sin duda hay muertes que nunca deberían haber sucedido, hay ausencias que duelen, pero eso no les convierte en víctimas

Por eso nos tenemos que rebelar ante quienes en la aritmética de este relato nos proponen un empate ruinoso; 1936, más ETA, más violencia policial igual a cero. Como si la violencia fuera algo inevitable y una consecuencia de una respuesta legítima, necesaria y obligada. Como si las víctimas se compensaran, como si nos consolara saber que hubo crueldad en los otros, como si una muerte justificara otra, como si esto hubiera sido una guerra permanente en la que todo el mundo mató, como si todos y todas tuviéramos algo que ver en la violencia.

Porque aquí, sencillamente, no han existido violencias cruzadas, ni dos ejércitos legítimos que se han enfrentado, ni mucho menos un enfrentamiento entre dos pueblos, ni tampoco una responsabilidad diluida en que “todos sufrimos”. Las responsabilidades no son iguales y no todos elegimos ejercer o defender la violencia.

aquí, sencillamente, no han existido violencias cruzadas, ni dos ejércitos legítimos que se han enfrentado, ni mucho menos un enfrentamiento entre dos pueblos

El filosofo alemán Rüdiger Safranski, pensando sobre la verdad que estamos dispuestos a soportar  dice que “hay que estar preparados para toparse con determinados abismos”, Mercedes Monmany en “Ya sabes que volveré” tira de este hilo y plantea con audacia que tenemos que abordar esos abismos sin filtros “abismos no suavizados de antemano con tranquilizadoras y ocultas premisas preestablecidas, con estratagemas ideológicas o incluso con coartadas de tipo sentimental”, y Josu Elespe concluye que “la convivencia plena requiere enfrentarse a la realidad de lo que hicieron”.

El deber de memoria, la necesidad de convivir, implica necesariamente la honestidad de reconocer los hechos tal y como fueron. Porque si adecuamos definiciones, formatos de encuentros o experiencias restaurativas a nuestro hecho político, y no a la formación de valores y perspectivas nuevas tras años de violencia, el camino se hará más largo.

Habrá diferentes formas de ver nuestro pasado, pero al menos tengamos la decencia de contarnos la verdad. La memoria exige rigor, no inflación, hasta entonces es como si algo de ese tacticismo que nos persiguió estuviera presente; la vida y la muerte entendida solo como parte de una meta.

Habrá diferentes formas de ver nuestro pasado, pero al menos tengamos la decencia de contarnos la verdad. La memoria exige rigor

 

Joseba Eceolaza, miembro de Gogoan, por una memoria Digna

Este artículo ha sido publicado en noviembre en Diario de Noticias, Diario de Navarra, y en diciembre en El Correo y El Diario Vasco

¿Una paz sin ética?

20 domingo Dic 2020

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Arkaitz Rodríguez, El Correo, ETA, Etxerat, izquierda abertzale, Johan Galtung, Memoria, ongietorri, paz, Sortu, Víctimas

Ni paz con memoria, ni paz conciliada, ni paz positiva. Frente a estas legítimas aspiraciones, el riesgo al que nos enfrentamos la sociedad vasca es el de resignarnos a una paz sin ética.

Los últimos meses nos han dejado un reguero de homenajes a victimarios, de ataques a placas en memoria de víctimas y de declaraciones autojustificadoras que evidencian que en un sector de la izquierda abertzale hay una absoluta falta de asunción de responsabilidad por el daño causado durante décadas. Daño que rehúyen decir que fue injusto. Daño que tratan de compensar o neutralizar apelando a otros daños de diferente signo pero igualmente injustos. Daño que, incluso, vuelve a esconderse tras eufemismos como “lucha armada”.

declaraciones autojustificadoras que evidencian que en un sector de la izquierda abertzale hay una absoluta falta de asunción de responsabilidad por el daño causado durante décadas

Los últimos meses si algo se ha evidenciado en nuestra tierra es que la decisión de ETA de poner fin a su acción respondió a un mero cálculo táctico. A una cuestión de conveniencia que no de principios. Explicaba hace un par de semanas Arkaitz Rodríguez, Secretario General de Sortu, que ETA dejó de matar porque “el accionar violento no iba a lograr que se reconociese el derecho de autodeterminación”. Así explicado, su decisión en ningún caso respondió a la empatía con las víctimas o por sentir el enorme daño causado. Tampoco respondió al respeto a la voluntad mayoritaria de la ciudadanía vasca. Y ni mucho menos al convencimiento de los derechos humanos.

Esa ausencia de una dimensión ética en la decisión de abandonar la violencia, es la que se está manifestando estos últimos meses. Se manifiesta cuando no se duda en homenajear a personas con terribles historiales a sus espaldas. Esa ausencia de una dimensión ética es la que impide un acto de consenso el 11 de marzo para reconocer a todas las víctimas del terrorismo. Es la misma ausencia que impide avanzar en la ponencia de paz del Parlamento Vasco y construir una memoria compartida de nuestro pasado reciente.

Esa ausencia de una dimensión ética en la decisión de abandonar la violencia, es la que se está manifestando estos últimos meses. Se manifiesta cuando no se duda en homenajear a personas con terribles historiales a sus espaldas.

Es imposible obviar que la cultura de la violencia es una de las raíces de la violencia directa. En Euskadi hemos dejado atrás la parte más evidente y dolorosa, pero aún hoy perviven actitudes y discursos que extienden un sutil (o no) manto legitimador de aquel pasado. Con menos intensidad, con menos apoyo social… pero pervive precisamente en un sector notable y de ‘notables’ de la izquierda abertzale. Es evidente que ese manto legitimador resulta imprescindible para mantener tranquilas algunas conciencias. Porque esto va precisamente de conciencia: de empatizar con el “otro”, con la injusticia y el sufrimiento ajeno. De ahí que, muchas veces, los avances los protagonizan quienes también sufren. Las positivas declaraciones de la portavoz de Etxerat sobre los ongietorri son una buena muestra de ello.

El proceso de construcción de la paz en nuestra tierra está en esa fase que Johan Galtung identificaba como “re-culturación posterior al daño cultural”. Tenemos el reto de dotarnos como sociedad de una nueva cultura de la convivencia que excluya y proscriba el uso de la violencia. Nos hallamos aún en esa ardua labor de lo que Gesto por la Paz llamó la deslegitimación social de la violencia. Una tarea clave como garantía de no repetición de un pasado oscuro. Y es que cualquier resquicio que dejemos hoy en la deslegitimación de la violencia, ya sea porque no es unánime o porque es ambiguo, mañana será un potencial resquicio para que alguien vuelva a creer que es un medio válido para lograr fines políticos.

Tenemos el reto de dotarnos como sociedad de una nueva cultura de la convivencia que excluya y proscriba el uso de la violencia.

Y como suele ocurrir, las grandes tareas no admiten atajos. En esto es imprescindible que las instituciones, los partidos políticos, los agentes sociales y la sociedad civil organizada pongamos las luces largas. Es momento de tener firmeza y no ceder a la tentación de reconstruir la convivencia con prisas y pies de barro. Y al mismo tiempo toca tender la mano de forma sincera para que ese sector de la izquierda abertzale, más pronto que tarde, incorpore la dimensión ética de la paz que anhelamos la mayoría de este pueblo. Una incorporación que no admite ambigüedades. Una incorporación que no será más nítida por convertir determinadas palabras en fetiches o en un nuevo Rubicón, sino por asegurar la sinceridad del tránsito de una cultura de la violencia a otra de los derechos humanos que permita asentar una convivencia con una memoria digna.

Sergio Campo Lladó, consultor social y miembro de Gogoan, por una memoria digna

Este artículo se publicó en septiembre en El Correo

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