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Gogoan-por una memoria digna

~ Por una memoria digna como derecho de las víctimas y de la sociedad vasca en general. Una memoria que deslegitime la violencia y que sea pedagógica para prevenir situaciones como las vividas en Euskal Herria los últimos 50 años.

Gogoan-por una memoria digna

Publicaciones de la categoría: Sin categoría

‘ETA, la memoria de los detalles’

08 miércoles Jun 2022

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Elkar, ETA, Joseba Eceolaza, Koldo Mitxelena Kulturunea, la memoria de los detalles, Librería Cámara, librería Lagun, Lourdes Oñederra, Memoria

El pasado jueves, 2 de junio, Gogoan, por una memoria digna presentó en la sala del Koldo Mitxelena de Donostia, el libro escrito por nuestro compañero Joseba Eceolaza ‘ETA, la memoria de los detalles‘. La dirección del acto corrió a cargo de Lourdes Oñederra, también miembro de Gogoan.

La asistencia de público fue muy buena: cerca de 50 personas, además de las que siguieron la presentación online. Ahora, ofrecemos la posibilidad de verla a todas las personas que no os pudisteis acercar a la sala.

Confiamos en que os haya parecido interesante. El libro se puede adquirir en la librería Lagun de San Sebastián, en la librería Cámara de Bilbao, en Elkar, etc.

Al finalizar el acto, se ofreció a las personas asistentes la posibilidad de contactar con Gogoan, por una memoria digna. Lo puedes hacer en esta dirección de email gogoan.memoria@gmail.com.

 

El fin del silencio

23 lunes May 2022

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convivencia, Jorge Giménz Bech, KMKulturunea, Memoria, reconstrucción de la sociedad, Sabin Zubiri, terrorismo, Víctimas

Si deseas ver la charla entre Jorge Giménez Bech y Sabin Zubiri Rey organizada por Gogoan, por una memoria digna celebrada el pasado 17 de mayo en la sala de Koldo Mitxelena Kulturunea, lo puedes hacer directamente desde aquí 👇

 

Para contactar con Gogoan, por una memoria digna, lo puedes hacer en esta dirección:

gogoan.memoria@gmail.com

«Los parias de la tierra»

12 martes Abr 2022

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aeropuerto de Barajas, atentado, atentado en la T4, Ángel Facal, Bergara, Carlos Alonso Palate chivatos, Cándido Cuña, Declaración de Downingi Street, Diario de Navarra, Diario de Noticias de Navarra, Diario Vasco, Diego Armando Estacio, El Correo, ETA, Fernando Quiroga, franquismo, guardia civil, Idoia López Riaño, Ignacio Ibarguchi, Inam Bashir, IRA, Irún, Irlanda, John Jeffries, Jorge Juan García, José Humberto Fouz, Joseba Eceolaza, Juan Manuel Martínez Castaños, Londres, Lorenzo Mendizábal, Luis Domínguez Jiménez, Mapa del Terror, negociación, Pasajes, Pedro Conrado, proceso de paz, Ramón Díaz, Rentería, San Juan de Luz, terrorismo, Tolosa, traficantes, tregua, Víctimas

Aunque tienen diferencias evidentes, ETA intentó emular al IRA en algunos de sus peores atropellos. En ocasiones, de aquella copia salió una versión chapucera del terrorismo que, sin embargo, añadió más drama al asunto. En 1993, tras la Declaración de Downing Street que se leería a posteriori como el prólogo del proceso de paz, hubo diecisiete meses de tregua que el IRA rompió con un atentado en el barrio financiero de Canary Wharf, en Londres. La negociación estaba estancada y el IRA pretendió demostrar su fuerza así, con una potente bomba. Murieron dos personas, Inam Bashir y John Jeffries.

 

ETA hizo prácticamente lo mismo en la tregua del 2006, que rompió con un atentado en la terminal 4 del aeropuerto de Barajas al colocar una furgoneta bomba en el aparcamiento. La fecha, un concurrido 30 de diciembre. En esa ocasión murieron dos hombres ecuatorianos que, por no tener, no tenían ni un sitio para dormir dignamente, ya que habían pasado la noche en sus respectivos coches. Diego Armando Estacio había nacido en el barrio marginal de Machala, en Ecuador, en una casa con ladrillos desnudos y agujeros en las ventanas.

Carlos Alonso Palate fue la otra víctima que murió bajo los escombros de ese pulso sangriento que ETA diseñó. Carlos era de un pueblo de los Alpes ecuatorianos, lleno de polvo y rodeado de piedras. Picaihua se llama. Su madre viajó hasta Madrid para identificar el cuerpo de su hijo. Era la primera vez que salía de su pueblo porque, pobre hasta las cachas, era Carlos quien alimentaba a toda su familia.

En su delirio, el IRA trató además de imponer una especie de seguridad pública propia. Para ese trabajo, al que se dedicaron con mano dura, actuaban contra los robos y el consumo drogas. Pero, violentos como eran, el exceso solía imponerse a su orden.

Juzgaban como lo hacían los Tribunales Militares del franquismo: ellos eran los jueces, marcaban las normas a seguir, no cabían pruebas contrarias ni existía un esfuerzo probatorio, no había posibilidad de recurso y, por supuesto, la sentencia estaba decidida de antemano

Y, aunque las dos organizaciones tienen diferencias evidentes, en esto ETA tampoco fue muy original. En su particular estrategia de seguridad pública, se dedicó a matar a personas a las que acusaba, en la mayoría de las ocasiones sin fundamento, de chivatos o traficantes. Así fue engordando la lista de damnificados por su locura. Juzgaban como lo hacían los Tribunales Militares del franquismo: ellos eran los jueces, marcaban las normas a seguir, no cabían pruebas contrarias ni existía un esfuerzo probatorio, no había posibilidad de recurso y, por supuesto, la sentencia estaba decidida de antemano. Alguien era chivato, policía secreta o camello que colaboraba con la Guardia Civil porque ETA lo decidía, y nada más.

En 1973, ETA mató a los jóvenes gallegos Fernando Quiroga, José Humberto Fouz y Jorge Juan García porque estando en San Juan de Luz los confundieron con policías. Sus cuerpos, 48 años después, aún están desaparecidos.

En 1981, otros tres chicos jóvenes que iban vendiendo libros a domicilio en Tolosa, Pedro Conrado Martínez Castaños, Juan Manuel Martínez Castaños e Ignacio Ibarguchi, fueron asesinados al ser confundidos también con policías.

Al panadero gallego que vivía en Rentería, Cándido Cuña le intentaron matar dos veces: una en 1979 y otra en 1983. La acusación no podía ser más estrambótica: vender pan a la Guardia Civil. A Luis Domínguez Jiménez lo mataron en Bergara en 1980 por ser “amigo de guardias civiles”. En 1983, en Irún, asesinan a Lorenzo Mendizábal porque en su carnicería compraban guardias civiles. Ramón Díaz fue asesinado con una bomba lapa puesta en su humilde Ford Orion en el año 2001 porque era cocinero en la comandancia de Marina, nada más, solo por eso.

Ramón Díaz fue asesinado con una bomba lapa puesta en su humilde Ford Orion en el año 2001 porque era cocinero en la comandancia de Marina

El pueblo guipuzcoano de Pasajes es oscuro y lluvioso, hecho de inmigración y marineros. En 1985, Ángel Facal, Gelín, con 42 años, iba todas las tardes a comerse un bocadillo a un bar decadente del pueblo. Se quedaba fuera porque aprovechaba para liarse un porro y fumárselo. Delgado, con el pelo desarreglado y barba larga, Ángel caminaba por el pueblo arrastrando los pies porque su dependencia a las drogas le pesaba más que la lluvia que caía incesante. A eso se dedicaba, a encontrar algo de dinero para comprarse el bocadillo y el hachís para el día, aunque en los últimos tiempos se había pasado al caballo. El 26 de febrero, Idoia López Riaño, La tigresa, le pegó un tiro en la cabeza. Gelín ya no volvería a ese bar a comer ese bocadillo porque ETA le había acusado de ser un instrumento de la represión del Estado opresor, a él, que no tenía ni para merendar en un bar viejo de su pueblo.

Cuanto más absurda era la acusación, más miedo se generaba y más intimidatorio se volvía el ambiente. El terror actúa como un disolvente de la libertad porque en el miedo, en la cabeza gacha, es donde crece con comodidad. Esos asesinatos de gente común buscaban precisamente eso, que todos fuéramos cobardes porque la pistola y la lengua acusatoria podían apuntarte en cualquier momento.

Cuanto más absurda era la acusación, más miedo se generaba y más intimidatorio se volvía el ambiente.

Así que, entre acusaciones de tráfico de drogas y chivateo que estiraron hasta el infinito, ETA aplicó su propia justicia popular a docenas de personas. Una actitud que a veces escondía una chapuza evidente y otras, el ánimo de ejercer un control social dictatorial. Porque también los parias de la tierra estuvieron bajo el yugo de ETA.

 

Escrito por Joseba Eceolaza, miembro de Gogoan por una memoria digna

Este artículo ha sido publicado en Diario de Navarra, Diario de Noticias, El Correo y Diario Vasco.

SOLASALDIA: ‘Bertsolaritza eta askatasuna’

09 miércoles Mar 2022

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Martxoaren 15ean, Gogoan, por una memoria dignak «Bertsolaritza eta askatasuna«ri buruzko solasaldia antolatu du.

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La movilización por la paz tiene que ser parte del relato

07 viernes Ene 2022

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amenaza, asesinato, Bayona 1996, derechos humanos, deslegitimación de la violencia, El Correo, El Diario Vasco, Eskolunbe Mesperuza Rotger, ETA, final de ETA, GAL, Gesto por la Paz, hostigamiento, Inés Rodríguez Ranz, Instituto para la Memoria Gogora, Itziar Aspuru Soloaga, izquierda abertzale, Julio Iglesias Zamora, lazo azul, Lortu dugu, Maite Leanizbarrutia Biritxinaga, Memoria, Miguel Ángel Blanco, movilización social, movilización social por la paz, relato, respuesta sistemática a la violencia, separación de conflictos, víctimas de la violencia, víctimas del terrorismo, violencia ilegítima de las fuerzas de seguridad

El pasado 10 de noviembre se realizó un acto institucional de agradecimiento a las personas que habían contribuido a la Paz y, entre ellas, a las que participamos en la movilización social frente a la violencia de ETA. Se trataba de un agradecimiento público a quienes reaccionamos al horror de justificar que la vida fuera menos importante que un proyecto político; de justificar que se matara, que se amedrentara y que se extorsionara en nombre del pueblo vasco. Desde nuestro punto de vista, el sentido del acto suponía reconocer que la movilización social contra ETA fue un factor fundamental en su deslegitimación, y que los movimientos sociales que la impulsaron fueron un agente de concienciación esencial en el proceso de mostrar públicamente el rechazo a la violencia de ETA.

la movilización social contra ETA fue un factor fundamental en su deslegitimación y los movimientos sociales que la impulsaron fueron un agente de concienciación esencial en el proceso de mostrar públicamente el rechazo a la violencia de ETA

La articulación de la reacción de la sociedad vasca frente a la violencia de ETA fue evolucionando. Es importante remarcar que fue una evolución progresiva, lo que quiere decir que no todos estuvimos en el mismo sitio a la vez. Durante estos cuarenta años la mayoría de las personas de esta sociedad fue descubriendo, cada cual en su momento, que matar estaba mal, que nada lo podía justificar. Y si importantes y dignas de mención son las primeras personas que lo comprendieron y lo manifestaron, también las últimas lo son. Se puede afirmar que la sociedad reaccionó tarde, porque tenía que haber respondido desde la primera muerte. Pero ese es un análisis demasiado simple para un proceso tan complejo y de tantos años.

Durante estos cuarenta años la mayoría de las personas de esta sociedad fue descubriendo, cada cual en su momento, que matar estaba mal, que nada lo podía justificar.

Lo cierto es que hubo una evolución social en la contestación a ETA y que, a finales de los años 80, grupos pacifistas como Gesto por la Paz crearon un canal de respuesta sistemática a la violencia. Solamente cinco años después, Anoeta se quedó pequeño para acoger a todas las miles de personas que querían manifestar, con su presencia en el estadio, que esa dinámica de violencia y amenaza de ETA tenía que acabar. Aquella respuesta multitudinaria se realizó a propósito del secuestro de Julio Iglesias Zamora, en 1993, y fue activada por el símbolo del lazo azul. Posteriormente, hubo más movilizaciones masivas por asesinatos que, como el de Miguel Ángel Blanco en 1997, fueron percibidos como particularmente trágicos y marcaron a la evolución de la movilización social contra ETA. Como sabemos, hasta que ETA se disolvió hubo todavía muchos más asesinatos injustos, porque, a pesar de la protesta social, ETA tardó unos quince años y muchas vidas más arrebatadas, hasta anunciar su final. Esa movilización social contra ETA, ese rechazo personal y social mostrado, cada vez mayor, fue decisivo para que la organización armada decidiera disolverse y es muy importante reconocerlo así, y que el relato de lo que vivimos tenga en cuenta esa idea de evolución de la sociedad vasca frente a ETA.

Hay que reconocer también que reaccionar frente a ETA exponía a las personas al odio y eso suponía exponerse a sentir miedo, porque el mero hecho de oponerse a ETA marcaba y propiciaba el acoso. La base social de apoyo a ETA fue necesaria en el desarrollo de esta historia de horror de más de 800 personas asesinadas, y esa base social intentó echar de las calles a la voz organizada de respuesta a la violencia.

El Correo

El acoso fue sistemático: intentaron aislar a cada una de esas personas, descalificándolas, y declarándolas enemigas de su pueblo vasco. El hostigamiento por parte de la izquierda abertzale ha sido continuo, en barrios y en pueblos, durante todos estos 40 años, de la movilización social contra ETA. Pero el compromiso desde grupos como Gesto por la Paz era ya decidido y firme, fruto de un largo recorrido. La movilización social contra ETA ha estado constituida por personas resistentes que tuvieron la firme voluntad de contagiar su rechazo a la violencia e impulsar la consecución de la paz en el País Vasco, y esto tiene que formar parte del relato de lo ocurrido en aquellos años.

la izquierda abertzale intentó echar de las calles a la voz organizada de respuesta a la violencia. El acoso fue sistemático: intentaron aislar a cada una de esas personas, descalificándolas, y declarándolas enemigas de su pueblo vasco. El hostigamiento ha sido continuo, en barrios y en pueblos, durante todos estos 40 años

Y tiene que incorporarse también en el relato, la existencia de una base social de apoyo a ETA que, no solo no condenaba o aplaudía los asesinatos, sino que ejercía un papel activo en la perpetuación de la violencia: haciendo de caja de resonancia social de las amenazas y señalamientos de ETA a personas de nuestra sociedad; incrementando el sufrimiento a las víctimas de sus atentados, acosándoles, no solo antes, sino también después del atentado; intentando dinamitar la reacción social en contra de la violencia de ETA; y, por último, ejerciendo un control social férreo sobre su propio entorno para contener las discrepancias, muy especialmente, a propósito de la justificación del uso de la violencia por parte de ETA. Esa base social de apoyo a ETA, necesaria para que la violencia continuara durante cuarenta años, generó mucho sufrimiento y distorsión en la convivencia, y esto tiene que ser reconocido por parte de la Izquierda Abertzale, quien debería enunciar con claridad cuál es su posición actual respecto a ese pasado.

Y tiene que incorporarse también en el relato, la existencia de una base social de apoyo a ETA que, no solo no condenaba o aplaudía los asesinatos, sino que ejercía un papel activo en la perpetuación de la violencia

También hay que agradecer que la reacción social ante ETA se articulara, en general, desde una defensa coherente y radical de los Derechos Humanos, mantenida incluso en los momentos más duros de acoso a la movilización. Desde el principio, Gesto por la Paz quiso desmontar la teoría de los dos bandos, que suponía la justificación del uso de la violencia, en base a una supuesta necesidad de responder a otra violencia. Por eso, el mensaje que se lanzó a la sociedad fue la del rechazo y la deslegitimación de las distintas violencias, no solo la de ETA, sino también la de organizaciones como los GAL, o la violencia ilegítima perpetrada por las Fuerzas de Seguridad del Estado. Reconocer los distintos sufrimientos y vulneraciones de Derechos Humanos que se generaron hizo más contundente la movilización social a favor de la paz.

Gesto por la Paz, 2005

A día de hoy resulta intolerable que desde la Izquierda Abertzale se haga un reconocimiento del daño que “han recibido” las víctimas de ETA y que se arrogue el mérito de ser la única que reconoce a todas las víctimas de la violencia en el País Vasco. Hace treinta años que Gesto por la Paz exigió el esclarecimiento de la trama de los GAL y de los asesinatos que este grupo parapolicial cometió. En aquel tiempo, fue la misma Izquierda Abertzale la que boicoteó aquellos actos públicos, organizados para denunciar la realidad de esa violencia antiterrorista.

Efe. Gesto por la Paz, Bayona, 1996
Diario Vasco. Bayona, 1996
El Mundo. Bayona, 1996

Trataron así de monopolizar la solidaridad y el reconocimiento hacia las víctimas de la violencia antiterrorista para manipular su sufrimiento y poder mantener la teoría de los dos bandos. Sin embargo, la solidaridad con las víctimas de la violencia ha sido uno de los ejes que ha activado la movilización social a favor de la paz. El apoyo y el reconocimiento hacia ellas ha sido, en gran medida, el origen de la progresiva reacción a la violencia. El ataque que las víctimas sufrían individualmente fue, cada vez más, considerado como una agresión al conjunto de la sociedad.

El ataque que las víctimas sufrían individualmente fue, cada vez más, considerado como una agresión al conjunto de la sociedad.

Si las víctimas deben ser las protagonistas del relato del horror que se ha vivido en nuestra sociedad durante cuarenta años, en esa larga historia hay que reconocer también el papel jugado por la articulación de una movilización social, realizada desde la pluralidad de la sociedad vasca. Mientras ETA mataba y amedrentaba a la sociedad, incluso durante los años más duros de polarización social, los representantes de las familias políticas de Euskadi participaron en actos públicos organizados por Gesto por la Paz, que ponían de relieve la existencia de una base ética compartida, capaz de anteponer el compromiso con la defensa de los derechos humanos, a las diferencias partidistas.

Gesto por la Paz fue el artífice de la idea de que era necesario desvincular la violencia de la política, lo que implicaba negarse rotundamente a que ETA consiguiera algún reconocimiento político a cambio de su final.

Gesto por la Paz fue el artífice de la idea de que era necesario desvincular la violencia de la política, lo que implicaba negarse rotundamente a que ETA consiguiera algún reconocimiento político a cambio de su final. El recorrido de esta idea quedó patente en el cese incondicional que la propia ETA anunció en 2011. Desde el convencimiento de que la movilización de la sociedad vasca a favor de la paz había constituido un factor que había contribuido a la toma de esa decisión, Gesto por la Paz celebró en la calle, con el lema Lortu dugu–Lo hemos conseguido, la decisión de ETA de dejar de matar.

El Correo, 2011

Es importante incorporar este relato de la progresiva evolución de la sociedad vasca y de su movilización a partir de acciones inicialmente humildes y, posteriormente, más multitudinarias y relevantes, porque el reconocimiento, en nuestro pasado, de la importancia de la movilización ciudadana para afrontar un conflicto social grave, puede tener implicaciones para el futuro, y puede servir para incentivar otras peleas sociales.

el reconocimiento de la importancia de la movilización ciudadana para afrontar un conflicto social grave, puede tener implicaciones para el futuro, y puede servir para incentivar otras peleas sociales

 

Itziar Aspuru Soloaga, Maite Leanizbarrutia Biritxinaga, Eskolumbe Mesperuza Rotger e Inés Rodríguez Ranz de Gesto por la Paz

 


Una versión reducida de este artículo fue publicado en El Diario Vasco y El Correo en el mes de diciembre de 2021.

Las víctimas de Parot

08 viernes Oct 2021

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Arrasate-Mondragón, Aserfabite, asesinato, Asociación de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, Beatriz Artolazabal, cárcel, Centro Memorial de Víctimas del terrorismo, Delegación del Gobierno en el País Vasco, Denis Itxaso, derechos humanos, deslegitimación de la violencia, ETA, Florencio Dominguez, Fundación Fernando Buesa, Gobierno de Navarra, Gobierno Vasco, Henri Parot, homenajes, reinserción de presos, SARE, Víctimas, víctimas de la violencia, víctimas del terrorismo, Zaitu

El 17 de septiembre pasado, la Delegación del Gobierno en el País Vasco, el Centro Memorial de Víctimas del terrorismo y el Gobierno vasco realizaron un acto de homenaje a las víctimas a raíz de la convocatoria que realizó la organización SARE tratando de denunciar la situación de encarcelamiento de Henri Parot. A dicho acto, además de representantes de las instituciones convocantes, también asistieron manifestando su apoyo representantes del Gobierno navarro y de diversas asociaciones y fundaciones de víctimas del terrorismo como la Fundación Fernando Buesa, la ACFSEVT(Asociación de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado víctimas del terrorismo, Aserfabite (Asociación de Ertzainas y Familiares Víctimas del Terrorismo), Zaitu, etc. También acudió a expresar su apoyo Gogoan, por una memoria digna.

Representantes de las tres instituciones convocantes –Denis Itxaso, Florencio Domínguez y Beatriz Artolazabal– leyeron el siguiente manifiesto:

Cuando se aproxima el X aniversario del fin del terrorismo de ETA, constatamos que las consecuencias de la violencia siguen afectando y condicionando tanto a las víctimas directas como al conjunto de la sociedad. Una sociedad sana tiene el deber de tener siempre presentes los asesinatos, los secuestros, las amenazas, las extorsiones y las heridas producidas por el odio y el fanatismo a tantas y tantas personas inocentes. Conseguir una verdadera convivencia en una sociedad tan profundamente marcada por el terrorismo llevará mucho tiempo. Para ello harán falta voluntad y un enorme compromiso ético y pedagógico.

En el camino de la construcción de la convivencia democrática, las instituciones y el conjunto de la ciudadanía estamos interpelados, pero sobre todo lo están aquellas personas que ejercieron directamente la violencia, y también las que les procuraron sustento político y legitimación social. Del cumplimiento de sus penas, pero también de su voluntad de reinsertarse en la sociedad reconociendo el enorme dolor causado, depende en buena parte que la convivencia se forje sobre bases sólidas que eviten la tentación de repetición de esa macabra Historia.

De nuevo este verano hemos asistido a expresiones públicas que han homenajeado e idealizado la figura y la trayectoria de personas que han estado en la cárcel por cometer o ayudar a cometer horribles crímenes. Lo cierto es que estos actos, no solo infligen un doloroso daño ético y moral hacia las víctimas, sino que representa una negación del legítimo derecho individual de reinserción y rehabilitación que asiste a todo expreso que ha cumplido el castigo impuesto. Es, en definitiva, un insulto y una afrenta al conjunto de la sociedad en su afán por sanar las profundas heridas ocasionadas por el fanatismo. Esta consideración épica de quienes ejercieron la violencia terrorista en el espacio público evidencia que una parte relevante de nuestra sociedad aún no ha asumido la necesaria deslegitimación ética, social y política del terrorismo. Un hecho nocivo a todas luces para la formación en valores de las generaciones futuras.

Hasta hace unos minutos, estaba previsto que mañana sábado, varios colectivos celebrasen en Arrasate-Mondragón una marcha en favor de Henri Parot, uno de los miembros de ETA que más asesinatos ha cometido. El derecho a la libertad de expresión hubiese amparado la posibilidad de reclamar su excarcelación, pero hubiese sido profundamente humillante para sus víctimas elevar a la condición de mártir a quien suma en su debe 39 asesinatos.

Lo que una sociedad madura y éticamente sana debe remarcar ante circunstancias como esta es la memoria, la justicia y la reparación para con todas las víctimas de la violencia, y en especial el recuerdo, el cariño y la empatía con todas y cada una de esas 39 víctimas mortales. Es en ellas sobre quienes se debe poner el foco y la atención, no en su victimario.

La cancelación del mencionado evento por parte de los propios organizadores demuestra que la presión social y política de víctimas organizadas e instituciones, es un inmejorable instrumento para sembrar convivencia y evitar ofensas hirientes e injustas.

La pedagogía que venimos haciendo en el terreno de los derechos humanos y la exigencia pública de empatía con quienes más han sufrido el zarpazo de la violencia, representa el camino a seguir.

Además, en estas circunstancias, es necesario recordar que la legislación penitenciaria prevé diferentes mecanismos para lograr la reinserción de los presos, pero es una responsabilidad individual dar los pasos para lograrla. Y hay una condición que resulta ineludible: la autocrítica por el daño causado, el reconocimiento de la injusticia perpetrada, la asunción de la ilegitimidad de la violencia para conseguir objetivos políticos.

Las instituciones y entidades de víctimas que hoy nos hemos convocado en este acto, queremos rendir un sentido y sincero homenaje a la memoria de todas y cada una de las víctimas de Henri Parot.

 

Posteriormente, dos víctimas del terrorismo fueron leyendo los nombres de cada una de las 39 víctimas de Henri Parot y los asistentes fueron depositando una flor delante de un panel con sus nombres.

Desde Gogoan nos generaba dudas realizar un acto como respuesta a otra convocatoria; no obstante, asistimos y participamos en el acto como gesto de profunda solidaridad con estas y con todas las víctimas del terrorismo. También asistimos como representación de esa parte de la sociedad que piensa y siente que los homenajes a etarras no solo hieren a las víctimas -directas o indirectas-, sino que resultan insufribles e intolerables a quienes consideramos que el presente y el futuro tiene que estar basado en una radical deslegitimación de la violencia. Solo sobre esta premisa se podrá fundamentar una convivencia medianamente normalizada.

En su día, la sociedad tuvo oportunidades de decir NO a ETA. Muchas personas las obviaron, otras no. Hoy, tenemos la oportunidad de aportar al futuro granitos de deslegitimación de las barbaridades ocurridas. Desde Gogoan no queremos desperdiciar esa oportunidad.

 

 

Bi bizipen, sakoneko minetik kontatuak

08 martes Jun 2021

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MAHAI-INGURUA: Bi bizipen, sakoneko minetik kontatuak
Online eta euskaraz izango da
Noiz: ekainak 14, astelehenean, 19:00etan.
Nork: Edurne Albizu (terrorismoaren biktima baten senidea) eta Benjamín Atutxa (atentatutik bizirik ateratakoa)

Parte hartzeko, hemen duzue linka: https://us02web.zoom.us/j/86408421779

Sumar víctimas

24 jueves Dic 2020

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Diario de Navarra, Diario de Noticias, El Correo, El Diario Vasco, ETA, izquierda abertzale, Josu Elespe, Memoria, Mercedes Monmany, Rüdiger Safranski, Roberto Lertxundi, Thomas Mann, víctimas del terrorismo

Desde muchos ámbitos la violencia nos la venden como algo épico, llena de héroes y gestas, gente entregada y causas fabulosas, pero la violencia  es sobre todo un trauma. Dice Thomas Mann que solo los detalles son interesantes, tal vez eso sea exagerado. Pero conocer las vivencias concretas que han padecido las víctimas del terrorismo es un ejercicio necesario que conmueve hasta rompernos. En el terremoto de la violencia, la réplica dura tanto como la vida de la gente que la padeció.

Por eso, profundizar de verdad en el daño que la violencia de ETA nos causó no permite atajos, porque si lo planteamos como una carrera para salvar nuestro pasado particular y político, volveremos a dejar otra vez causas abiertas, y es lo que menos necesitamos. Este es un ejercicio más humano que político, hasta quienes ejercieron la violencia o la defendieron no entiendan esto, habrá más pugna que ética y eso aplaza las tareas que necesitamos abordar.

El proceso de reparación de heridas, obviamente, nunca es lineal. Roberto Lertxundi decía que “el resultado de ETA es tan pobre que lo único que ha conseguido es llenar cárceles y cementerios”. Reconocer esto es tan duro para quienes estuvieron en el mismo tren de ETA que las resistencias a mirarse al espejo, en realidad, son parte del proceso.

Roberto Lertxundi decía que “el resultado de ETA es tan pobre que lo único que ha conseguido es llenar cárceles y cementerios”.

Sin duda, el olvido puede aparecer de muchas formas. Pero una de las formas más peligrosas es la que pone en marcha distintos relatos para que unos neutralicen a otros. Encarar la memoria con una calculadora para sumar víctimas no es hacer memoria, es tratar de consolidar el paradigma del empate.

La superación del trauma de la violencia no se basa en la imagen de un marcador que suma víctimas en nuestra contra o a nuestro favor, es sobre todo la necesidad de desmontar las ideas que hicieron posible esa barbaridad que es pegarle un tiro en la nuca a alguien por sus ideas o su profesión. Y el deber de reparar, proteger y apoyar a las víctimas del terrorismo de Estado no puede convertirse en una muletilla para no afrontar una autocrítica sanadora entre quienes apoyaron de forma convencida, continua y decidida el asesinato político. Decir esto no supone tratar a estas víctimas de forma secundaria, ni establecer categorías de reparación distintas, ni negarles el derecho a la reparación y al esclarecimiento.

Encarar la memoria con una calculadora para sumar víctimas no es hacer memoria, es tratar de consolidar el paradigma del empate.

De hecho, olvidar también es contar las cosas con un sesgo subjetivo que no aguanta un mínimo contraste. Romper el marco conceptual que define a la víctima, ensancharlo de forma ilimitada y caprichosa no es recordar, es cuadrar tu visión del pasado al momento en el que hay que hacer balance de lo provocado. Hay listados manejados por colectivos cercanos a la Izquierda Abertzale que, por ejemplo, contabilizan como víctima a una persona que murió de un infarto en la cárcel o a otro hombre que murió de un derrame meses después de que su hijo fuera detenido. Y sin duda hay muertes que nunca deberían haber sucedido, hay ausencias que duelen, pero eso no les convierte en víctimas.

sin duda hay muertes que nunca deberían haber sucedido, hay ausencias que duelen, pero eso no les convierte en víctimas

Por eso nos tenemos que rebelar ante quienes en la aritmética de este relato nos proponen un empate ruinoso; 1936, más ETA, más violencia policial igual a cero. Como si la violencia fuera algo inevitable y una consecuencia de una respuesta legítima, necesaria y obligada. Como si las víctimas se compensaran, como si nos consolara saber que hubo crueldad en los otros, como si una muerte justificara otra, como si esto hubiera sido una guerra permanente en la que todo el mundo mató, como si todos y todas tuviéramos algo que ver en la violencia.

Porque aquí, sencillamente, no han existido violencias cruzadas, ni dos ejércitos legítimos que se han enfrentado, ni mucho menos un enfrentamiento entre dos pueblos, ni tampoco una responsabilidad diluida en que “todos sufrimos”. Las responsabilidades no son iguales y no todos elegimos ejercer o defender la violencia.

aquí, sencillamente, no han existido violencias cruzadas, ni dos ejércitos legítimos que se han enfrentado, ni mucho menos un enfrentamiento entre dos pueblos

El filosofo alemán Rüdiger Safranski, pensando sobre la verdad que estamos dispuestos a soportar  dice que “hay que estar preparados para toparse con determinados abismos”, Mercedes Monmany en “Ya sabes que volveré” tira de este hilo y plantea con audacia que tenemos que abordar esos abismos sin filtros “abismos no suavizados de antemano con tranquilizadoras y ocultas premisas preestablecidas, con estratagemas ideológicas o incluso con coartadas de tipo sentimental”, y Josu Elespe concluye que “la convivencia plena requiere enfrentarse a la realidad de lo que hicieron”.

El deber de memoria, la necesidad de convivir, implica necesariamente la honestidad de reconocer los hechos tal y como fueron. Porque si adecuamos definiciones, formatos de encuentros o experiencias restaurativas a nuestro hecho político, y no a la formación de valores y perspectivas nuevas tras años de violencia, el camino se hará más largo.

Habrá diferentes formas de ver nuestro pasado, pero al menos tengamos la decencia de contarnos la verdad. La memoria exige rigor, no inflación, hasta entonces es como si algo de ese tacticismo que nos persiguió estuviera presente; la vida y la muerte entendida solo como parte de una meta.

Habrá diferentes formas de ver nuestro pasado, pero al menos tengamos la decencia de contarnos la verdad. La memoria exige rigor

 

Joseba Eceolaza, miembro de Gogoan, por una memoria Digna

Este artículo ha sido publicado en noviembre en Diario de Noticias, Diario de Navarra, y en diciembre en El Correo y El Diario Vasco

Nuestras raices también están en esta sociedad

15 domingo Nov 2020

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asesinatos, conflicto político, Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria, ETA, Franco, Movimiento de Liberación Nacional Vasco, secuestros, Víctimas

“Zer eskatzen du herriak? / Askatasuna! / Zer eskatzen du herriak? / Presoak kalera! / Zer eskatzen du herriak? / Txakurrak barrura! / Zer eskatzen du herriak? / Gora Euskadi askatuta!

Gora Euskadi sozialista, gora… gora Euskadi askatuta!”

(“¿Qué pide el pueblo? / ¡Libertad! / ¿Qué pide el pueblo? / ¡Qué los presos salgan a la calle! / ¿Qué pide el pueblo? / ¡Que los perros (policía) entren en la cárcel! / ¿Qué pide el pueblo? / ¡Una Euskadi libre!

¡Viva una Euskadi socialista, viva… viva una Euskadi libre!”)

En la década de los 70, en nuestra niñez, solíamos cantar esta canción y otras parecidas. El estado español salía a duras penas de una dictadura que duraba 40 años y poco a poco llegó la democracia, con toda su grandeza, y una transición en la que para algunos las cosas se dejaron demasiado atadas, haciendo imposible que se pudieran materializar los anhelos de los defensores de determinadas opciones políticas, y para otros en cambio, el nuevo marco era suficiente y daba la oportunidad de desarrollar cualquier idea. Lo que es innegable es que con la democracia se recuperaron la libertad y los derechos, y como ocurría en los países avanzados la soberanía volvía al pueblo y se establecía el juego de las mayorías.

Y para cuando los aires de libertad empezaron a entrar por nuestras puertas y ventanas un elemento intruso ya se había colado por las rendijas: la banda terrorista ETA.

Y para cuando los aires de libertad empezaron a entrar por nuestras puertas y ventanas un elemento intruso ya se había colado por las rendijas: la banda terrorista ETA. No está de más recordar que el brazo político de ETA no ha obtenido nunca, ni de lejos, una mayoría suficiente para gobernar, pero se ha valido de las pistolas y las bombas de su “hermano mayor” ETA para incidir en nuestra sociedad de manera absolutamente desproporcionada y para autoproclamarse en la voz del pueblo en innumerables ocasiones: sin la legitimidad que en democracia da el respaldo de las mayorías, y por medio de la violencia, que no tiene legitimidad alguna. Justo cuando estábamos emancipándonos del autoritarismo de “papá” Franco, llegó el “hermano mayor” ETA, vestido con un colorido disfraz de libertad, despreciando la voluntad y la soberanía de los que vivíamos en casa y pretendiendo imponerse por la fuerza.

No tenían el respaldo de la sociedad vasca y navarra, pero gracias al comodín de la violencia y a una potente maquinaria de hacer propaganda –sectaria y engañosa- lograron influir en la política, en la cultura y en los movimientos sociales con el ánimo de manejarlos a su antojo, y consiguieron que las proclamas que se recogen en la canción que citamos al inicio de este texto fueran las únicas que se expresaran en la sociedad, como si la sociedad entera estuviera detrás de ese todo compacto que proclamaban. Se autodenominaron Movimiento de Liberación Nacional Vasco y se apropiaron de la calle.

No tenían el respaldo de la sociedad vasca y navarra, pero gracias al comodín de la violencia y a una potente maquinaria de hacer propaganda –sectaria y engañosa- lograron influir en la política, en la cultura y en los movimientos sociales con el ánimo de manejarlos a su antojo

La niebla de su propaganda distorsionaba la realidad, y además ya se encargaban ellos de mezclarlo todo: el conflicto político con el uso de la violencia y con la reivindicación de los derechos de los suyos –defendiendo a su vez la conculcación de los derechos de los otros-. En relación al conflicto político huelga decir que en democracia las diferencias se encauzan a través del debate y de los acuerdos. Y qué bien que exista el conflicto político, porque durante 40 años no lo hubo, ya que unos iluminados que estaban por encima de la voluntad de la ciudadanía así lo decidieron, pues ya sabían ellos que lo mejor para el pueblo era su ideología totalitaria y su régimen fascista, y cuando parecía que la ciudadanía recuperaba la mayoría de edad, llegaron los otros iluminados, y emponzoñaron la política, los movimientos sociales y culturales, y lo pervirtieron todo.

Y a pesar de que hacían una defensa sectaria de los derechos de las personas que les eran afines, por desgracia está probado que tal y como denunciaban, hubo torturas y conculcación de derechos, y que el terrorismo de estado hizo de las suyas, con todo lo que eso supuso: el inmenso e injusto sufrimiento que se infligía a esas víctimas –llegando en algunos casos a ocasionarles la muerte- y el daño que se le hacía al estado de derecho.

Pero existía otra cruda realidad que nunca se denunciaba en las movilizaciones callejeras, una realidad de la que casi nadie hablaba: la de los asesinatos de ETA, los secuestros, las extorsiones, las amenazas… ¿Y por qué se silenciaba de todo esto? ¿Quizás porque era ETA la autora de estos crímenes? ¿Quizás porque ETA y su brazo político manipulaban los hilos de las reivindicaciones callejeras? ¿Quizás porque habían inoculado el virus del miedo? ¿O porque toda la propaganda que maquinaron estaba haciendo su efecto en la sociedad?

Hay que reconocer que lo que ofrecía este autodenominado movimiento de liberación era muy atractivo, sobre todo para la juventud: nos vendían que ofrecían la forma más auténtica de ser jóvenes, y a su vez necesitaban a los jóvenes para nutrir su militancia. Pero no se trataba de una militancia cualquiera, el uso de la violencia o su legitimación era algo que se aceptaba con normalidad, con lo cual los valores éticos se dejaban de lado. Y no faltaron en los pueblos y en los barrios elementos que se dedicaron a captar a chicos y chicas para a lavarles el cerebro: muchos se radicalizaron, otros llegaron a participar en algaradas callejeras e incluso en la “kale borroka” y algunos acabaron en ETA. Qué poco se ha hablado de estos procesos de radicalización, qué poco se mencionan los efectos tan nocivos que ha tenido la violencia en la juventud vasca. Cuánta gente joven se echó a perder. Todo esto merecería una reflexión profunda, pero no parece que esto esté entre las prioridades de muchos.

Y no faltaron en los pueblos y en los barrios elementos que se dedicaron a captar a chicos y chicas para a lavarles el cerebro: muchos se radicalizaron, otros llegaron a participar en algaradas callejeras e incluso en la “kale borroka” y algunos acabaron en ETA

Nosotros también crecimos rodeados de esa niebla, pero por suerte nuestras familias y nuestro entorno nos tenían agarradas de la mano para que no nos perdiéramos en la bruma, y los mensajes que nos emitían en contra de la violencia eran claros. De cualquier manera no era difícil enredarse, ya que como es natural todos aspirábamos a ser más “progres” que nuestros padres y madres, y era bastante habitual sucumbir y acabar sintiendo simpatía por ese movimiento “liberador”.

Y entonces apareció en escena la Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria, que con sus movilizaciones propició en ciertos sectores de la sociedad una reflexión en torno a esa violencia que nos atenazaba casi sin darnos cuenta, y nos pusieron frente a esa realidad que aunque estaba delante de nuestros ojos nos resistíamos a mirar: ETA asesinaba casi todas las semanas y varios días por semana . Pero esos muertos no contaban; se les quitaba la vida, todo lo que tenían, pero eso se pasaba por alto y además a las víctimas se le asignaba una infame presunción de culpabilidad: seguro que ETA tenía alguna razón para actuar.

Por lo tanto la lucecita que iluminó nuestros inicios en el camino de la paz fue un principio ético, el fundamental: “no matarás”. Y lo pusimos por encima de nuestros miedos y de nuestras dudas, porque en esos principios está la salvaguardia del bien común y de la convivencia. Y nos pusimos en marcha, y comenzamos a ir a las concentraciones de Gesto por la Paz, que nos ofreció un pequeño mapa para el camino, y aunque el recorrido que nos proponía no era nada fácil, nos atrevimos y nos lanzamos a la calle. Y a lo largo de los años fuimos desarrollando principios como el derecho a la vida, el respeto a las personas, la paz, la justicia, la libertad, la solidaridad, etc. y los aplicamos a nuestra realidad, intentando transformar la sociedad con nuestras acciones.

aunque el recorrido que nos proponía Gesto por la Paz no era nada fácil, nos atrevimos y nos lanzamos a la calle. Y a lo largo de los años fuimos desarrollando principios como el derecho a la vida, el respeto a las personas, la paz, la justicia, la libertad, la solidaridad, etc.

En los inicios nos movió una responsabilidad cívica, acudíamos a las concentraciones de Gesto pero la mayoría de las veces no sentíamos a las víctimas como algo afín. Pero llegó la víctima cercana, y con ella empezamos a sentirnos cerca de las otras. Más tarde empezamos a disgustarnos por los asesinatos, por los secuestros, y comenzamos a empatizar con las víctimas y sus familiares, y según pasaba el tiempo el sentimiento de indignación ante los atentados era total, así como el convencimiento de que todo aquello era una tremenda injusticia. Y a lo racional se le unió lo emocional y nos fuimos haciendo fuertes y cada vez estábamos más convencidas de que lo que hacíamos era lo correcto.

Lo que he relatado en los últimos párrafos es una experiencia personal mía y de muchos compañeros y compañeras de camino, y lo comparto porque es posible que pueda servirle de ayuda a alguien. Creo que es imprescindible analizar todo lo sucedido a la luz de los principios éticos, revisar lo que hemos hecho y lo que hemos dejado de hacer. Nunca es tarde y se lo debemos a esta sociedad, sobre todo a las generaciones futuras, porque si no revisamos lo acontecido, si no corregimos nuestros errores, si hacemos como si nada de esto hubiera pasado es posible que la historia se repita y, sinceramente ¿Queremos que nuestro futuro sea un reflejo de nuestro pasado? Si la respuesta es no, algo tendremos que hacer. Y hay personas que por sus actos y por la responsabilidad que han tenido en los tristes hechos acontecidos en las últimas décadas deben hacer una profunda autocrítica; éste sería el mejor legado que podrían dejar. Esto no se arregla con un “todo el mundo tiene su parte de responsabilidad” y “todo el mundo ha cometido errores”, porque esa es la fórmula perfecta para que nada cambie, porque si no hay autocrítica y cada uno no asume su responsabilidad, todo vale y no hay nada que mejorar.

si no revisamos lo acontecido, si no corregimos nuestros errores, si hacemos como si nada de esto hubiera pasado es posible que la historia se repita y, sinceramente ¿Queremos que nuestro futuro sea un reflejo de nuestro pasado?

En resumidas cuentas, todos y todas hemos salido perdiendo con la violencia y la pérdida de valores, sobre todo las víctimas, que fueron las que sufrieron el ataque directo de la violencia, pero nuestra sociedad también se ha quedado muy tocada ya que la violencia ha dejado una huella muy oscura y profunda.

Acabo este escrito citando las clarividentes palabras que pronunció Maixabel Lasa en el acto de homenaje a su marido en el 20 aniversario de su asesinato a manos de ETA: “no se le puede pasar este marrón a la siguiente generación para decir que lo que sucedió no pudo haber sucedido. Simplemente eso».

todos y todas hemos salido perdiendo con la violencia y la pérdida de valores, sobre todo las víctimas, que fueron las que sufrieron el ataque directo de la violencia, pero nuestra sociedad también se ha quedado muy tocada ya que la violencia ha dejado una huella muy oscura y profunda.

 


Maite Leanizbarrutia Biritxinaga

Miembro de la desaparecida Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria y de “GOGOAN-Por una Memoria digna”.

Vitoria-Gasteiz, 22 de febrero de 2000

22 sábado Feb 2020

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Ajuria-Enea, Antonio Rivera, asesinato, atentado, Centro Memorial de Víctimas del terrorismo, El Correo, Fernando Buesa, Gaizka Fernández Soldevilla, Gesto por la Paz, Jorge Díez, Juan José Ibarretxe, La Vanguardia, Lehendakari, Lorena Gil, Loreno Gil, Pello Salaburu, PNV-EAJ, PSE-EE, Raúl López Romo, UPV-EHU

Pello Salaburu, miembro de ‘Gogoan, por una memoria digna’ recuerda  lo que vivió en torno al asesinato de Fernando Buesa Blanco y Jorge Díez Elorza.


HUBO TRES… PERO UNA NO CUENTA

Tengo muy grabado, supongo que como muchos de quienes vivimos aquellos momentos tan trágicos, el día del asesinato de Fernando Buesa y de Jorge Díez. El hecho fue terrible, y me pilló en un momento de mi vida marcada por otras circunstancias. No sé si era al día siguiente, o quizás fuera a los dos días, teníamos prevista en la UPV/EHU la celebración de un claustro con un tema no menor en el orden del día: la elección de mi sustituto como rector. Yo estaba acabando ciclo, en esa fase en la que estaba convertido en pato cojo desde semanas antes. Cuando llegué a la universidad ya me estaba esperando un grupo de universitarios, a los que conocía bien, a la puerta del despacho: «Rector, hay que parar de inmediato las clases y suspender el claustro«. Hablé con ellos y les indiqué que tenía que estudiar las medidas más adecuadas que iba a adoptar y que lo haría de inmediato. Se fueron, y tras varias llamadas de medios que tuve que atender, y otras que hice yo mismo a la familia y al PSE-EE, me indicaron que en la puerta tenía esperando otro grupo de universitarios, incluyendo estudiantes, a los que también conocía: «Rector, esto no es una cuestión interna de la universidad. Las clases deben seguir«. Lo he querido reflejar como espejo perfecto de lo que sucedía en aquellos momentos en la sociedad.

No me podía quitar de la cabeza que el lehendakari Ibarretxe no hubiera acudido de inmediato al lugar del atentado, a unos metros de Ajurianea.

Mis recuerdos son más borrosos a partir de esos momentos, y me estoy guiando por mi memoria (ese «instrumento maravilloso, pero falaz», al que aludía Primo Levi), una memoria que el paso del tiempo ha ido adaptando, moldeando y distorsionando. Por supuesto, se suspendieron muchas clases, la mayoría, supongo, aunque para esas cosas la orden de un rector en aquellos momentos no dejaba de ser algo bastante esotérico. Lo que es seguro es que el claustro se suspendió. Salí hacia Vitoria, a la capilla ardiente, y participé en las concentraciones. No me podía quitar de la cabeza que el lehendakari Ibarretxe no hubiera acudido de inmediato al lugar del atentado, a unos metros de Ajurianea. Eso es algo que se me quedó también muy grabado. Se convocó una manifestación para el sábado.

La manifestación del sábado, que debía ser en principio única y unitaria, acabó dividida, como todo el mundo sabe, al final. Al llegar me estaba esperando Antonio Rivera, vicerrector de campus en mi equipo. Formaba parte de la lista de Manuel Montero, aspirante al rectorado en aquellos momentos, que acabaría sustituyéndome a los pocos días. Había más miembros de mi equipo en la misma situación. Sin embargo, solo Antonio, de entre los que querían seguir, y a quien se lo agradecí en aquel momento, acompañó al pato cojo. «Por supuesto -me dijo-, eres mi rector«.

El Correo daba cuenta al día siguiente, en primera página, de lo sucedido en Vitoria: «Decenas de miles de personas hicieron un único recorrido pero en manifestaciones distintas, tras dos pancartas, coreando consignas a menudo enfrentadas y hasta con dos discursos finales. El PNV convirtió su marcha en un acto de exaltación del lehendakari, en el que los gritos de apoyo a Ibarretxe fueron mucho más numerosos que los de reivindicación de la paz. Atrás, la viuda y los hijos de Buesa abrían el segundo bloque exigiendo libertad y la desaparición de ETA, arropados por socialistas y populares. En medio, Gesto por la Paz. La mayor concentración humana jamás vista en Vitoria […]». Al margen de detalles concretos, en similares términos contaron lo sucedido el resto de los medios. Allí percibí un ambiente de agresión que me descolocó por completo. No sabía, literalmente, dónde meterme. Estimaba mucho, y estimo, al lehendakari Ibarretxe a nivel personal. Pero no había ido a ningún acto de exaltación de nadie ni de nada en aquellos momentos.

El PNV convirtió su marcha en un acto de exaltación del lehendakari. Atrás, la viuda y los hijos de Buesa abrían el segundo bloque exigiendo libertad y la desaparición de ETA. En medio, Gesto por la Paz.

Mi lugar era la fila de la viuda e hijos, pero no me sentía cómodo acompañando a gente que coreaba cosas que no me gustaban mientras veía alrededor pancartas de «Basta ya». No había ido a eso. Había ido a solidarizarme con la familia, en primer lugar, no a apoyar proclamas, y a protestar sin matices ni justificaciones políticas contra aquella barbaridad. A denunciar la salvajada. Todo lo demás no me importaba demasiado. No me importaba nada.

Por eso respiré cuando pude localizar al grupo de Gesto, guiado por el móvil de un compañero, en medio de las dos manifestaciones. Tan solo, y no era poco, denunciando la barbarie. Pensé que aquellos carteles caseros que reclamaban unidad frente a la violencia y huían de siglas era lo único necesario, por muy solos ante el resto que nos pudiéramos sentir. Un soplo de aire en un ambiente de actitudes dislocadas. Unos centenares, no más, pero sosteniendo la llama de la ética, y creo que del sentido común, también entonces.

El Correo, Vitoria-Gasteiz, 26 de febrero de 2000

El Correo, Vitoria-Gasteiz, 26 de febrero de 2000

Aquellos carteles caseros que reclamaban unidad frente a la violencia y huían de siglas era lo único necesario. Un soplo de aire en un ambiente de actitudes dislocadas. Unos centenares, no más, pero sosteniendo la llama de la ética, y creo que del sentido común

Para cuando acabamos el recorrido, hacía media hora que se había marchado el lehendakari. Todo esto también lo recogieron los medios, con nombres y apellidos. Una manifestación dividida en tres. Tres manifestaciones paralelas, dos de ellas plegadas a intereses que parecían alejados de lo que la inmensa mayoría de la sociedad pedía y, sobre todo, necesitaba.

Y ahora, a los veinte años, procede una vez más, recordar aquello. Así lo hacen Raúl López Romo y Gaizka Fernández Soldevilla, del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, en un artículo publicado también en El Correo («La moral en la política» 20.02.2020), en el que cuentan la historia con una versión que no coincide con la que el periódico dio en primera página en aquella ocasión y que acabo de recoger más arriba. Así es como plasman su relato: «En un clima de tensión, dos manifestaciones masivas recorrieron las calles de Vitoria. Una se convirtió en un acto jeltzale de apoyo al lehendakari Ibarretxe […]. La otra, siguiendo la llamada de la familia de Buesa, reunió a los constitucionalistas«. Todas las palabras mágicas recogidas en pocas líneas. La tercera manifestación, la de Gesto por la Paz, inexistente. Simplemente, desaparecida del mapa. Algunos no estuvimos allí.

La tercera manifestación, la de Gesto por la Paz, inexistente. Simplemente, desaparecida del mapa. Algunos no estuvimos allí

Todo esto no lo debería recordar yo, sino un historiador, porque ese es su trabajo. Mirar lo sucedido con la cabeza fría. La moral en política debe darse la mano con la moral en la historia también.

 

Pello Salaburu, miembro de Gogoan por una memoria digna


 

Adjuntamos el reportaje escrito por la periodista Lorena Gil en El Correo el 16 de febrero de 2020 en el que recupera con fidelidad y exquisita profesionalidad lo que ocurrió veinte años antes: «El atentado que partió Euskadi»

La moral en política debe darse la mano con la moral en la historia también.

 

 

 

 

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