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Gogoan-por una memoria digna

~ Por una memoria digna como derecho de las víctimas y de la sociedad vasca en general. Una memoria que deslegitime la violencia y que sea pedagógica para prevenir situaciones como las vividas en Euskal Herria los últimos 50 años.

Gogoan-por una memoria digna

Publicaciones de la categoría: Memoria

Lo que nunca debimos amparar. El final de un silencio

04 miércoles May 2022

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Asociación de Editores Vasco, charla, coloquio, editorial Alberdania, Jorge Giménez Bech, José Giménez Mayoral, Koldo Mitxelena Kulturunea, Sabin Zubiri, Víctimas

La asociación ‘Gogoan, por una memoria digna’ organizará el martes, 17 de mayo, un coloquio con el título «Lo que nunca debimos amparar. El final de un silencio» en la que intervendrá Jorge Giménez Bech (Irún, 1956).

Jorge es escritor, traductor y editor de literatura vasca. En 1993 creó la editorial Alberdania junto a Inaxio Mujika y en 1997 fue nombrado Presidente de la Asociación de Editores Vascos. Ha recibido reconocimiento por sus escritos literarios, aunque su trabajo se ha centrado en la traducción de euskera a castellano. También es conocido por sus artículos en los medios de comunicación. Precisamente uno de los últimos artículos publicados fue “Lo que nunca se debió amparar” en el que hace referencia al asesinato de su padre, el guardia civil José Giménez Mayoral (ETA, 9 de octubre de 1982 en Behobia).

El protagonista responderá a los temas que le plantee Sabin Zubiri, miembro de Gogoan, por una memoria digna.

El coloquio se desarrollará en castellano y se celebrará en la sala Koldo Mitxelena de Donostia-San Sebastián (KMK). Comenzará a las 19:00 h. El acceso será libre hasta alcanzar el aforo de la sala.

Animamos a toda la ciudadanía a acercarse al acto del 17 de mayo. En caso de que alguien no pudiera acudir físicamente, podría seguir el desarrollo de la charla a través de la cuenta de YouTube de Koldo Mitxelena Kulturunea.

 

José María Aldaya

03 lunes Ene 2022

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agresiones, Alditrans, Ayuntamiento de Donostia-San Sebastián, concentraciones pacifistas, contraconcentraciones, El Diario Vasco, empresarios, Enrique Cercadillo, ETA, Gesto por la Paz, hijos de Aldaya, Ikusi, izquierda abertzale, José María Aldaya, Julio Iglesias Zamora, lazo azul, movilización social, ponencia Oldartzen, secuestros, Víctimas

Foto Diario Vasco

José María Aldaya nos ha dejado para siempre. Como si hubiera podido elegir la fecha, murió el día de los inocentes porque Aldaya fue inocente. ¡Cuántas pintadas de ‘Aldaya, paga y calla’ tuvimos que leer por las paredes de nuestros pueblos! ¡Cuántas justificaciones de la vileza que ETA estaba cometiendo contra aquel “empresario”¡ ¡Ah, malditos empresarios opresores de los derechos de los trabajadores! Y mucha gente tragó y se comió ese sapo de que los empresarios “se lo merecían”. Sin embargo, las cosas ya había empezado a ser muy diferentes desde el secuestro de Julio Iglesias Zamora, cuando los trabajadores de la empresa Ikusi salieron a la calle a pedir su libertad. Los de Alditrans también lo hicieron, pero tuvieron peor suerte.

Recuerdo perfectamente el 8 de mayo de 1995 cuando, mientras comía en una bocatería de Bilbao, me hizo saber Ana Rosa que habían secuestrado a una persona en Oiartzun. A partir de ese momento, desde Gesto por la Paz pusimos en marcha todo un engranaje de movilización social que ya habíamos llevado a cabo con muy buen resultado durante el secuestro de Iglesias Zamora.

Nadie se podía imaginar que aquel ‘ON’ no tendría su ‘OFF’ hasta dos años y dos meses más tarde y tampoco se podía imaginar que, al esfuerzo de estar permanentemente reivindicando la libertad de un ser humano, tendríamos que añadir la heroicidad de soportar los insultos, las amenazas, las agresiones, las calumnias, el desprecio… que tuvimos que soportar por parte de la izquierda abertzale.

al esfuerzo de estar permanentemente reivindicando la libertad de un ser humano, tendríamos que añadir la heroicidad de soportar los insultos, las amenazas, las agresiones, las calumnias, el desprecio… que tuvimos que soportar por parte de la izquierda abertzale.

Jamás nos planteamos abandonar y dejar de movilizarnos. Jamás renunciamos a llevar el lazo azul aunque en determinados lugares peligrara nuestra integridad física. Exigíamos la libertad de José María Aldaya y defendíamos la nuestra propia, la libertad de toda la sociedad, aunque gran parte de la ciudadanía prefiriera pensar que era una cabezonería de los pacifistas o, incluso, que nosotros mismos estábamos alargando el secuestro del pobre Aldaya. ¡Qué injusto fue todo aquello!

Pero si algo fue especialmente injusto, fue lo que cada lunes ocurría en La Paloma primero y en el Buen Pastor después. Sí, los de Alditrans tuvieron que cambiar el lugar de convocatoria para tratar de reducir las agresiones de que eran objeto. Aquello fue muy injusto para los trabajadores de Alditrans porque prácticamente nada más salir con su humilde pancarta a pedir la libertad “de su jefe” que era su padre, su tío, su primo, su amigo, etc. la izquierda abertzale también los empezó a acosar, a hostigar, a perseguir como si fueran culpables de algo, como si fueran apestados, como si no tuvieran derecho a pedir que José María volviera a casa, a la empresa, que recuperara la libertad. Fue especialmente injusto porque aquella estrategia de extender “el sufrimiento” recientemente estrenada, Oldartzen, les dio directamente en la cara a unos jóvenes Oskar e Idoia -Txetxo estaba fuera y acudía muy de vez en cuando-, los hijos de Aldaya. Nunca se había escenificado una tortura pública tan cruel como la que los matones de la izquierda abertzale sometieron a esta familia y eso los hizo especiales. Y, mientras, Loli, la esposa y la madre, se quedaba en casa sufriendo también esa crueldad; no solo por lo que le contaban sus hijos o veía en la televisión, sino porque recibía llamadas telefónicas brutales como aquella de “Ya hemos soltado a Aldaya. Está colgado del puente de…”

Fue especialmente injusto porque aquella estrategia de extender “el sufrimiento” recientemente estrenada, Oldartzen, les dio directamente en la cara a unos jóvenes Oskar e Idoia, los hijos de Aldaya

Recuerdo las primeras concentraciones que convocaron los sábados ante el Ayuntamiento de San Sebastián: tres horas de concentración (luego, bajaron a una hora). Todo el tiempo era poco para exigir la libertad de su padre y de su compañero. Y reconozco que ellos, los hijos, me motivaron aún más si cabe para mantener mi compromiso por la libertad de aquel hombre que nunca conocí personalmente. La tenacidad, valentía, compromiso público y descarado de esos jóvenes debería haber arrastrado a toda la ciudadanía a la calle, pero, una vez más, se miró para otro lado. Yo les admiraba y me emocionaba verles allí, con aquella dignidad, exigiendo lo que era justo: que su padre recuperara la libertad. 341 días sin abandonar la calle. Se dice pronto. Se colocaron en primera línea y asieron la bandera de la libertad no solo de su padre, sino de todos nosotrxs.

Desde que el 14 de abril de 1996 que Aldaya fue liberado, poco supe de Oskar, de Idoia y de Txetxo. Se dedicaron a curar las profundas heridas que la violencia y el odio les habían causado. Sí recuerdo que escribieron a Gesto por la Paz una felicitación de Navidad. Era su manera de decirnos que nos llevaban en el corazón o, al menos, así lo entendimos.

Me da mucha pena la muerte de aquel hombre por el que recorrimos kilómetros por las calles de Euskal Herria, guardamos miles de minutos de silencio entre gritos e insultos, subimos a montes, construimos lazos en playas, lanzamos globos de libertad, colgamos pancartas gigantes… porque con cada uno de esos gestos, convertimos a José María en parte de cada una de nosotras y nosotros y ya nunca dejó de ser ‘nuestro’, ya nunca sería una persona más. Era José María Aldaya.

Allá donde estés, que sepas que sigues en el corazón de muchísimas personas que en aquellos años “te conocimos” y te hicimos nuestro.

 

Foto Diario Vasco

No sería justo, si en este escrito sobre José María Aldaya, su secuestro y el cruelísimo trato que recibió su familia, no mencionara a Enrique Cercadillo que en esos 341 escribió unos comunicados y manifiestos de una calidad humana y social inmensa.

 

Gracias a todxs, queridos amigxs.

 

Isabel Urkijo Azkarate

«Déjame que te cuente»

09 jueves Dic 2021

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Déjame que te cuente, deber de memoria, democracia, Edurne Albizu, El Correo, El Diario Vasco, El Periódico, Estanis Amutxastegi, ETA, Fundación Rubial, Juan Luis Ibarra, Lourdes Pérez, Manuel Reyes Mate, Manuel Zamarreño, Memoria, Nuria Imaña, Patxi López, pedagogía social, perdón, Rafaela Romero, reacción social, terrorismo, UPV-EHU, vía Nanclares, Víctimas

El profesor Manuel Reyes Mate siempre nos recuerda la importancia de la memoria. En su artículo publicado en El Periódico en 2017, “El deber de memoria”, explica que el deber de memoria no es acordarse de lo mal que lo pasaron los judíos en los campos de exterminio, sino en la obligación de reflexionar sobre la historia política europea que llevó a la catástrofe. Esto es, la memoria claramente tiene un sentido de pedagogía social. Aportar a su enriquecimiento está en manos de cualquier persona que tenga capacidad y voluntad de contribuir a reflexionar, en este caso, sobre lo que aquí ocurrió.

el deber de memoria no es acordarse de lo mal que lo pasaron los judíos en los campos de exterminio, sino en la obligación de reflexionar sobre la historia política europea que llevó a la catástrofe.

El 20 de octubre pasado, en una de las salas que la UPV tiene en Abandoibarra (Bilbao) la periodista Lourdes Pérez presentó su libro “Déjame que te cuente. Memorias para el futuro en el décimo aniversario del final de ETA”.

La sala estaba llena de gente entregada y encantada de escuchar a uno de los invitados por la Fundación Rubial, el Lehendakari Patxi López, a Juan Luis Ibarra, autor del prólogo del libro, y a la autora, la periodista. El acto estuvo muy bien; muy ajustado en tiempo y forma a lo que era, pero ¿y el libro? El libro es un gesto imprescindible de Memoria.

Quien quiso saber, supo

Esta semana he leído el libro y, con pena, lo he terminado. Me gustaría compartir con todas las personas que están leyendo este post, las distintas citas, referencias, expresiones, reflexiones… que me han encantado, pero no sabría cuáles elegir. Bueno, sí. Hay una que aparece en la página 71 y la vuelve a repetir en la 154: “Quien quiso saber, supo”. Creo que yo habría elegido éste como Título del libro. Otra referencia que me gustó por diferentes motivos fueron las palabras de Rafaela Romero sobre el funcionamiento del terrorismo: Opera un engranaje asimilable al que despliega la violencia machista para anular la autoestima de las mujeres: El maltratador primero te aísla y luego te golpea. Así hizo ETA.

La periodista relata con agilidad y frescura de muy alta calidad muchos de los episodios que le tocó vivir como trabajadora de El Correo y El Diario Vasco. Recoge los testimonios de varios familiares de víctimas de ETA y de supervivientes y los va tejiendo a lo largo de las 173 páginas con una maestría admirable, tratando cuestiones que están ahí engarzadas en cada historia: la vía Nanclares, el perdón, la reacción de la sociedad, el abandono de las víctimas, el valor de quienes defendieron la democracia, etc. He de reconocer que el relato de Manuel Zamarreño hace enmudecer.

El libro engancha y no te suelta hasta el final y, precisamente esa continua invitación a reflexionar sobre cada pequeño detalle, es la que lo convierte en el mejor regalo que yo haría a cualquier persona que estuviera mínimamente interesada en la Memoria de las consecuencias de la actividad de ETA. Lourdes Pérez, la periodista, nos ofrece estas páginas donde ha esculpido un ejemplo de nuestro “deber de memoria”. Os animo a que lo leáis.

Lourdes Pérez nos ofrece estas páginas donde ha esculpido un ejemplo del “deber de memoria”.

Y termino agradeciendo muy sinceramente a la periodista el fabuloso trabajo que ha hecho, así como a las personas que nos ofrecen su testimonio bien a través de entrevistas (Nuria Imaña, Estanis Amutxastegi, Edurne Albizu y Rafaela Romero), bien a través de las diversas referencias a las que recurre la autora. De todas aprendemos.

 

Isabel Urkijo Azkarate

[Fotos: Socialistas vascos]

«El tiempo del testimonio»

05 domingo Dic 2021

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Los de ETA han sido unos muertos incómodos, sobre todo porque les taparon la boca con la tierra podrida del “algo habrá hecho”. Saber sabíamos que estaban allí abajo gritando “¡estamos aquí!”, pero los cautiverios mentales de algunos de nosotros eran más fuertes que su verdad. Por eso sacarlos del olvido cerrado donde los han querido sus asesinos es hacernos a nosotros mismos un favor. Porque las víctimas, su recuerdo y su presencia, nos hacen mejores.

para mantener el silencio y el odio hicieron falta muchas mentiras

Por ello tan importante como el relato es la verdad porque para mantener el silencio y el odio hicieron falta muchas mentiras. La memoria de lo que ha provocado el terrorismo en nuestras vidas supone un recordatorio de lo que nunca debiera suceder, por eso exige un aprendizaje continuo, una visibilidad permanente. No es que lo hagamos una vez y ya. Exige tenerlo presente porque de alguna manera ese recuerdo es un antídoto frente al culto a la violencia. Recordar no es solo un acto simbólico. Recordar es también resistir ante unas ideas autoritarias por las que se asesinó en nuestro nombre.

Recordar es también resistir ante unas ideas autoritarias por las que se asesinó en nuestro nombre

Escribía certero Muñoz Molina que “no hay injurias más fáciles de olvidar que las que han sufrido otros, sobre todo si es uno mismo el que las ha cometido”. Ante la tentación del olvido o de la interpretación sesgada de lo sucedido quedan las víctimas, con su mano alzada y sus vivencias. Pasar del asunto, mirar con hastío a quienes pretendemos recordar, o huir hacia delante nunca debería ser una opción.

El “no debió suceder” que expresó Otegi hace unas semanas no es lo mismo que “no debimos hacerlo”: en lo primero aparece una visión táctica del final del terrorismo; en lo segundo una convicción ética. Y era exigible lo segundo, porque ETA es mitad fracaso, mitad catástrofe.

 no debimos hacerlo es una convicción ética

El odio hacia el otro y la ideología autoritaria en la que se parapetaba ha sido la ruina de mucha gente, a pesar de vivir en un lugar del mundo privilegiado, y en ocasiones en familias privilegiadas. Afirma Martín Alonso que el odio es una emoción de bajo coste, sobre todo, digo yo, para quienes empujaron al precipicio a cientos de jóvenes. Sobre ello Carmen Gisasola, una de las presas de ETA que inició el camino de la “vía Nanclares” basado en la autocrítica y el reconocimiento del daño injusto causado, en 2019 apuntó que “en mi pueblo son solo media docena de forofas de la lucha armada las que no me saludan. Pero decir, no me dicen nada. ¿Qué me van a decir si se han pasado cuarenta años evitando entrar en ETA?”.

Afirma Martín Alonso que el odio es una emoción de bajo coste, sobre todo, digo yo, para quienes empujaron al precipicio a cientos de jóvenes.

Florencio Domínguez, en su libro La agonía de ETA, destaca que un amigo de un miembro de ETA le escribió: “La ETA militar cada vez es menos militar. A ver si zumbáis fuerte y empezar a poner muertos encima de la mesa, que lleva un tiempo vacía”. El dirigente de ETA Txomin Iturbe escribía así al comando Zuberoa en 1978: “Bueno, sin más y esperando que continuéis con ejecuciones, nos despedimos de vosotros con un fuerte abrazo, y hasta la vista”. “Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado. No me arrepiento”, confesaba Josu Zabarte, otro miembro destacado de ETA, en una entrevista.

Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado. No me arrepiento, confesaba Josu Zabarte

Y ese pensamiento se trasladó a la violencia que ETA ejerció; al quién y al cuándo, pero también al cómo. A Vicente Zorita, asesinado en 1980, le pegaron siete tiros, pero antes, arrodillado como estaba, le pusieron una bandera española en la boca. Era miembro de Alianza Popular. A Antonio Cedillo, policía nacional, le tirotearon en una carretera rural de Rentería en 1982, salió malherido, logró pedir auxilio y se metió en una furgoneta camino al hospital. Sin embargo, el comando volvió a la zona, detuvo la furgoneta y remató a Antonio. Eso mismo le hicieron al ex guardia civil, José María Panizo, en 1978. El miembro de ETA que le descerrajó varios tiros se dio cuenta de que, caído en el suelo, no había muerto, se acercó al cuerpo de José María, le puso la rodilla en el cuello y le disparó en la cabeza.

Más. Asesinan al guardia civil Aurelio Prieto, natural de Extremadura. Su viuda, Conchi Fernández, viaja en un avión de carga camino del entierro de su marido. Allí, entre el eco metálico y la soledad del aparato, el féretro, la hija en común de seis meses y la hermana de Conchi llenan el vacío. Van camino de Mérida a empezar una nueva vida en una tierra que no era la suya, porque Conchi era de Alsasua.

El exilio interior, el que llena de tristeza infinita una vida, tal vez haya sido uno de los peores exilios que hayan tenido que sufrir muchas víctimas. En 1982 ETA asesina al industrial Rafael Vera Gil. A los tres meses, su viuda, María Dolores Bernisa, se suicida.

El exilio interior, el que llena de tristeza infinita una vida, tal vez haya sido uno de los peores exilios que hayan tenido que sufrir muchas víctimas

Todavía estamos en el tiempo del testimonio. Porque la transmisión de toda esta barbaridad que fue el matar es una obligación moral si queremos superar un trauma como el de la violencia. Sobre todo para que nadie nunca vuelva a decir que no sabía.

 

Joseba Eceolaza, miembro de Gogoan por una Memoria Digna

 

Las aulas, herramientas de memoria / Ikasgelak, memoria-bide

25 jueves Nov 2021

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Adi-Adian, Beatriz Elorza, Gobierno Vasco, Las aulas herramientas de memoria, María Jiménes, Marta Buesa Rodríguez

¿Qué importancia tiene que los testimonios de las víctimas del terrorismo se escuchen en las aulas de Euskal Herria? La respuesta a esta pregunta era la que pretendían llegar a través de la charla-coloquio que ofrecimos el 24 de noviembre y que contó con la participación de Marta Buesa Rodríguez, hija de una víctima del terrorismo, y María Jiménez, profesora de la Universidad de Navarra. Moderó la charla Beatriz Elorza, miembro de Gogoan, por una memoria digna.

¿Qué importancia tiene que los testimonios de las víctimas del terrorismo se escuchen en las aulas de Euskal Herria?

Marta Buesa relató su experiencia como participante del programa Adi-Adian del Gobierno vasco y ofreció un interesante punto de vista sobre cómo observa el desarrollo de dicho programa y lo que su participación le repercute a ella personalmente. Realmente interesante.

Por su parte, María Jiménez expuso el estudio ‘CURSO MEMORIA Y PREVENCIÓN
EL TERRORISMO Y SUS VÍCTIMAS EN LAS AULAS’ que ha realizado sobre la incidencia de este tipo de experiencias en el alumnado estableciendo comparativas con otros lugares donde también han vivido situaciones violentas muy traumáticas y el conocimiento que los más jóvenes tienen de lo ocurrido. También muy, muy interesante.

Podríamos adelantar parte del contenido de sus palabras, pero consideramos que es mucho más enriquecedor, que escuchéis sus palabras directamente y aprendamos todxs de ellas.

Desde aquí queremos agradecer tanto a las ponentes como a la moderadora el buen trabajo que hicieron.

El deber de memoria

28 jueves Oct 2021

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"Heridos y olvidados", asesinatos, colaboración con la justicia, deslegitimación de la violencia, El Diario Vasco, El Español, ETA, extrema derecha, Gabriele Nissim, GAL, Gesto por la Paz, Javier Marrodán, justicia, María Jiménez, Memoria, memoria histórica, pancartas, paz, silencio, Víctimas, violencia de motivación política, violencia policial, Zofia Kossak

El deber de memoria es un artículo escrito en junio de 2019 por Joseba Eceolaza, destacado político y sindicalista navarro. Es, además, escritor y una persona muy interesada en la memoria histórica y, también, en la memoria del periodo de violencia reciente en Euskal Herria. Por esta razón es miembro de Gogoan, por una memoria digna.


En este tiempo post-ETA el impulso de la memoria histórica, con sus valores y sus enseñanzas, es un buen guión para tratar de cerrar de la mejor manera posible un capítulo negro, otro más, de nuestra historia. Quienes vivimos aquí y ahora tenemos la ocasión de que las consecuencias del trauma de la violencia no se expandan a las siguientes generaciones. Sería imperdonable que volviéramos a cerrar en falso heridas o despreciáramos la memoria de las víctimas.

Y es que en todos los episodios de violencia de motivación política, se trabaja para que nadie se sienta en la tentación de volver a apretar el gatillo. Pero aquí la garantía de no repetición debería estar centrada en trabajar para que los valores que hicieron posible la violencia desaparezcan. En ese marco de preocupaciones la deslegitimación social de la violencia es lo prioritario, por urgente, por determinante.

La memoria es frágil y a veces no aguanta ni una generación. En el futuro quienes no han vivido la crueldad de la violencia, se pueden ver cautivados por la épica de la violencia que no se ha sufrido. Por eso, necesitamos ciertos anticuerpos para que no se extienda el odio, para que no sedimente, para que nadie vuelva a creerse en el derecho a decidir quién vive y quién no.

1993 manifestación Gesto por la Paz. Diario Vasco

Y la gente de Gesto por la Paz, que se enfrentó a la violencia cuando (casi) nadie lo hacía, constituye hoy un patrimonio moral que no podemos desperdiciar. La paz no la hicieron quienes militaron en ETA, de ninguna manera. La paz la hicieron quienes construyeron mentalidades de paz con sus pancartas y sus silencios. Ese, y no otro, es el motivo por el que la deslegitimación social de la violencia se ha extendido.

La paz no la hicieron quienes militaron en ETA, de ninguna manera. La paz la hicieron quienes construyeron mentalidades de paz con sus pancartas y sus silencios.

El deber de memoria, por eso, implica no solo tener presente lo horrible de la muerte violenta, es preciso tener en cuenta a quienes no callaron ante el terrorismo ni cuando les llovían tuercas e insultos.

En el deber de memoria juegan un papel importante los valores universales, aplicables incluso a situaciones que no nos gustan. Por ejemplo, supone una trampa ética enorme pedir que los crímenes ultras de la transición no queden impunes y sin embargo no exigirle a ETA que colabore en el esclarecimiento de los múltiples asesinatos pendientes. Esa desconexión ética es la que tenemos que quebrar, si queremos reconstruir todos los tejidos sociales rotos por años de violencia.

El deber de memoria exige anular la parte del relato que ha hecho que miles de personas le encontraran sentido a la barbaridad que supone el tiro en la nuca. Que ETA naciera en un contexto determinado no justifica su actuar. Matar, y seguir haciéndolo incluso una vez se murió el dictador, fue una decisión autónoma de ETA solo condicionada a su voluntad de imponer un proyecto político a la sociedad, una dinámica que no todos los antifranquistas ejercieron. Como se recoge en el libro “Heridos y olvidados” de María Jiménez y Javier Marrodán sobre las primeras acciones mortales de los años sesenta de ETA, hay que tener en cuenta que “matar a alguien fue una decisión meditada, debatida y acordada de forma mayoritaria”.

También el deber de memoria nos cuestiona en nuestros peros, porque ahí es donde se suele descubrir la inconsistencia ética, porque ese pero nos hace viajar a un túnel oscuro en el que la salida siempre es por la puerta falsa.

El deber de memoria apunta a evitar esa agotadora necesidad de hablar del GAL, o de la violencia policial cada vez que nombramos a ETA, como si una cosa compensara la otra, como si no supiéramos, no pudiéramos o no quisiéramos emitir un mensaje de solidaridad hacia el dolor sin más matiz que la cercanía humana ante quien ha sido agredido.

Rescatar y valorar, entonces, la importancia de Gesto por la Paz como nuestros “justos” locales hará que construyamos un futuro mejor.

Dice Gabriele Nissim sobre el pensamiento de Zofia Kossak en un libro genial que se titula «La bondad insensata» que esta, a pesar de su antisemitismo, llega a pensar que “los que mueren físicamente en Auschwitz, de los cuales incluso sería posible desentenderse, son los judíos, pero con ellos moralmente también mueren los polacos que les niegan ayuda”.

Diario Vasco. Acto de Gesto por la Paz en Zumarraga, 2004

Aquella gente de Gesto por la Paz asumió una responsabilidad personal frente a la intolerancia, porque quisieron elevar un mensaje moral de condena, a pesar de las consecuencias que implicaba hacerlo. Y eso nos conmovió incluso a quienes rozamos la violencia y nos pegamos de bruces contra su silencio.

Trabajemos, entonces, por la ética de una memoria responsable y coherente, las siguientes generaciones nos lo agradecerán, porque solo así romperemos definitivamente y para siempre la infinita cadena del odio, esa sin duda es la mejor garantía de no repetición.

Museo Centro Memorial de Víctimas del terrorismo

15 viernes Oct 2021

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El 1 de junio de 2021, se inauguró este Museo Centro Memorial de Víctimas del terrorismo situado en la capital alavesa. Se ha hecho esperar, pero ha merecido la pena.

En el museo se recoge la actividad terrorista que ha habido en España en el siglo XX y en el XXI y resulta realmente interesante para cualquier persona interesada en el tema. A pesar de los esfuerzos invertidos, es posible que a quien lo visite no le termine de encajar el tratamiento en el mismo espacio de dos conceptos de terrorismo tan diferentes como los terrorismos ‘autóctonos’ de funcionamiento ‘clásico’ (desde el FRAP hasta ETA) y el terrorismo global protagonizado por los distintos grupos extremistas de inspiración islamista que, además de tener unas maneras diferentes, nos traslada a una problemática un tanto ajena para la mayoría de la sociedad.

El terrorismo de ETA ocupa un lugar relevante como no podía ser de otra manera, teniendo en cuenta el número de víctimas ocasionadas y el tiempo que ha pervivido en nuestra sociedad. Prácticamente, al incorporarte al museo hay una sala en la que se escuchan testimonios de víctimas del terrorismo. Todos ellos son impactantes, pero hemos seleccionado las palabras de Ana Arregui:

Con ser como son y pensar como piensan, bastante condena tienen

Los datos que se ofrecen son muy interesantes y, en ocasiones, hasta sorprendentes. Por ejemplo, es llamativa la cantidad de víctimas –92– que ocasionó la organización terrorista GRAPO (Grupo de Resistencia Antifranquista Primero de Octubre) que, a pesar de carecer de apoyo social, se mantuvo activa desde 1968 hasta 2012.

Otro aspecto especialmente interesante son los datos sobre los heridos. Decir que se generaron 5.000 heridos, se puede quedar en una anécdota, en un simple número que nos pudiera dejar un tanto indiferentes. Sin embargo, en el museo, se hace una referencia expresa a las personas heridas que quedaron con una gran invalidez: 60 personas que quedaron muertas en vida y cuyo testimonio es difícil compartir, traerlo a la memoria, ya que resulta complicado mostrar ese dolor sin aumentárselo a la propia víctima.

Uno de esos casos fue muy bien recogido en la película de Iñaki Arteta «Trece entre mil«, un film que abrió un camino por el que han transitado otros posteriormente y que impactó sobremanera en 2005. En la película aparece el caso de Francisco Marañón, chófer de un alto cargo del ejército que desde 1985 vivía entre su cama y una silla de ruedas.

En el museo también se recoge la importancia de la actuación policial, judicial, política y la reacción social. Sorprende un poco que la respuesta desde la sociedad se enmarque en el mismo bloque que las necesarias y obligadas respuestas policial, judicial y política porque, de esa forma, se minimiza ese importante rasgo de reacción voluntaria y espontanea desde la ciudadanía. En este ámbito social, destacan las actuaciones de movimientos pacifistas como Gesto por la Paz o Denon Artean_Paz y Reconciliación y de organizaciones ciudadanas como Basta Ya, aunque del trabajo de esta última fuera más limitado en el tiempo.

Precisamente fue Gesto por la Paz la organización que acuñó la expresión ‘violencia de persecución‘ y desarrolló una importante campaña (‘Si te amenazan, nos agreden‘) denunciando la situación que vivían las personas amenazadas. Afirmaron que existían 42.000 amenazadxs. En relación a esta cuestión, sugeriríamos una pequeña matización:

En uno de los paneles de dice: «El miedo, que afectaba sobre todo a los no nacionalistas, fue un factor determinante en Euskadi«. Efectivamente, ‘sobre todo’ afectó a ese sector de la clase política. Sin embargo, en otro panel cuando se menciona a los colectivos amenazados, la referencia que se hace es a «cargos públicos constitucionalistas». Se da por hecho, que todos los partidos políticos democráticos son constitucionalistas, pero como el panel se refiere a los ‘no nacionalistas’ (vascos), consideramos que es tan de justicia reconocer que los no nacionalistas fueron mayoritariamente amenazados, como reconocer que también hubo políticos nacionalistas que fueron amenazados e, incluso, que fueron víctimas directas de la violencia de ETA y de su entorno.

Más allá de este pequeño apunte, recomendamos encarecidamente, la visita al museo. Es grato reconocer que se ha realizado un buen trabajo.

 

Isabel Urkijo Azkarate y Jesus Herrero Arranz, miembros de Gogoan, por una memoria digna.

Ficción y relatos sobre la violencia

27 martes Abr 2021

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charla-coloquio, ETA, Eugenio Del Río, Ficción y Relatos sobre la violencia, Irene Gantxegi, La línea invisible, Patria, Pello Salaburu, terrorismo

Aquí podéis ver la grabación de la charla-coloquio ‘Ficción y relatos sobre la violencia’ que ha contado con la participación de Eugenio Del Río e Irene Gantxegi. La moderación ha corrido a cargo de Pello Salaburu.


Hona hemen ‘Indarkeriaren gaineko fikzio eta kontakizunak’ izeneko mahai-inguruan esandakoak. Bertan, Eugenio Del Rio eta Irene Gantxegik hartu dute parte, Pello Salaburu moderatzaile izanda.

La memoria de los detalles

28 domingo Feb 2021

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Ainara Carrasco, Alfredo Aguirre, atentado, deslegitimar la violencia, Diario de Navarra, Diario de Noticias, El Correo, El Diario Vasco, ETA, Francisco Berlanga, Gregorio Ordoñez, José Luis López de Lacalle, Memoria, Ralf Rothmann, Víctimas

Las cifras de la violencia de ETA son tantas y tan abultadas que merece la pena bajarlas al suelo duro de las historias concretas. Preguntarnos qué fue de las miradas de las víctimas que se quedaron encaladas de un tiro seco, será siempre un ejercicio de memoria imprescindible. Porque nuestra primera ofensa fue no mirar a tiempo.

Muchas veces hemos visto a alguna víctima recordar, llorar o suspirar por el muerto como si justo acabara de suceder. Normal, ese trauma les persigue hasta el final de sus días. Toda una vida condicionada por una mano que apretó un gatillo cruel y devastador. Una secuela que nos afecta también colectivamente.

Por eso, hoy y aquí, nos toca afrontar toda aquella violencia, reconstruir lo que se rompió con cada atentado y tratar de forjar valores diferentes a los que hicieron posible tanto odio. Así que merece la pena abordar con honestidad las consecuencias de la violencia, sanar la herida, mirarnos al espejo y conocer de forma completa las vivencias de las víctimas.

merece la pena abordar con honestidad las consecuencias de la violencia, sanar la herida, mirarnos al espejo y conocer de forma completa las vivencias de las víctimas.

El deber de memoria implica ahondar en el fondo de las cosas; aunque nos duela, aunque sea antipático, aunque nos recuerde nuestros silencios, aunque cansemos. Ralf Rothmann, certero, dijo que “el silencio, el rechazo absoluto a hablar especialmente sobre los muertos, es un vacío que tarde o temprano la vida termina llenando por su cuenta con la verdad.”

Hablar de ello, además, no solo tiene un efecto reparador para quienes sufrieron la violencia. También es un instrumento pedagógico de primer nivel. Porque conocer los pormenores de la amenaza que supuso ETA ayuda a deslegitimar la violencia. En los detalles, lejos de los grandes números y las estadísticas, está depositado el horror de la violencia porque aparece una actividad violenta que se cebó, hasta la saña, en el daño.

conocer los pormenores de la amenaza que supuso ETA ayuda a deslegitimar la violencia

Dar la mano a la víctima es, sobre todo, desnudar esa suma de ataques que ocurrieron antes o durante o después de la bala y que forman parte de una memoria que también se construye con estos detalles importantes. Porque quienes ejercieron la violencia no estuvieron solos, ni pararon con la muerte.

En el año 2000 matan a José Luis López de Lacalle y ese mismo día en Andoain alguien pintó “Lacalle jódete”. Lo mismo pasó en Errenteria a los pocos días de que asesinaran a Gregorio Ordoñez cuando alguien pintó “Ordoñez asesino”. Esas pintadas retratan a un mundo que no se conformó con hacer desaparecer al discrepante sino que, con una insensibilidad que aterra, también continuó humillando al agredido.

En realidad, recordar a una persona es recordar a todas, así que singularizar una agresión, ponerle nombre, describir cómo pusieron una rodilla en el pecho de alguien para rematarlo, hablar del susurro insultante que tuvo que soportar en Mondragón Ainara Carrasco días después de que asesinaran a su padre o descubrir esas miradas vacías de quienes oían los tiros pero prefirieron no hacer nada, ayuda a hacer memoria y transmitirla. Porque, desgraciadamente, también somos todo eso.

Poner el foco en esas crueldades que soportaron las víctimas y sus familiares no solo nos conmueve sino que supone un ejercicio de verdad, implacable y cruda, que nos alerta sobre la irracionalidad de la violencia y consolida reflexiones necesarias para el futuro; la violencia embrutece a quien la ejerce y a quien la defiende.

la violencia embrutece a quien la ejerce y a quien la defiende

El eco de las balas no paró, como digo, el día del atentado. Frente a una sensación social que cree que las víctimas estuvieron llenas de apoyo institucional y subvenciones, hay mucha soledad. Son muchas las víctimas que expresan eso, y nuestro deber es ser honestos con nosotros mismos. La viuda del policía Francisco Berlanga, asesinado en la Plaza del Castillo de Pamplona un 2 de enero de 1978, anduvo aceptando trabajos mal pagados y precarios para sobrevivir, pobre de dinero y rica de pena.

Escribir sobre la memoria de la violencia de ETA es hacerlo sobre un calendario negro. Difícil escoger las palabras precisas que describan tanta tragedia. Porque, según los expertos, los tiros y sus detalles nos seguirán doliendo durante al menos tres generaciones.

Las humillaciones y la crueldad llegaron a tanta gente y durante tantos días que por eso a veces los días huelen a funeral. Así que las vivencias singulares de quienes sufrieron la violencia son la parte esencial del puzzle de la memoria.

las vivencias singulares de quienes sufrieron la violencia son la parte esencial del puzzle de la memoria

Carmen, la madre de Alfredo Aguirre al que ETA asesinó con 14 años, suele recorrer el Casco Viejo de Pamplona con la cadera ladeada y con las manos cruzadas. Su voz temblorosa recuerda a su hijo en cada aliento y su mirada está clavada, atascada, en aquel 1985 maldito. Va con paso inseguro y en silencio, porque no ha vuelto a ser la misma. ¡Qué silencio tan sonoro cuando esa sombra remonta la calle fría!

Por eso, la de los detalles, es también una historia que merece la pena ser contada.


Artículo escrito por Joseba Eceolaza, miembro de Gogoan-Memoria Digna y publicado en Diario de Navarra y Diario de Noticias el 30 de enero y en El Correo y El Diario Vasco el 4 de febrero.

¿Una paz sin ética?

20 domingo Dic 2020

Posted by gogoanmemoria in Memoria

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Arkaitz Rodríguez, El Correo, ETA, Etxerat, izquierda abertzale, Johan Galtung, Memoria, ongietorri, paz, Sortu, Víctimas

Ni paz con memoria, ni paz conciliada, ni paz positiva. Frente a estas legítimas aspiraciones, el riesgo al que nos enfrentamos la sociedad vasca es el de resignarnos a una paz sin ética.

Los últimos meses nos han dejado un reguero de homenajes a victimarios, de ataques a placas en memoria de víctimas y de declaraciones autojustificadoras que evidencian que en un sector de la izquierda abertzale hay una absoluta falta de asunción de responsabilidad por el daño causado durante décadas. Daño que rehúyen decir que fue injusto. Daño que tratan de compensar o neutralizar apelando a otros daños de diferente signo pero igualmente injustos. Daño que, incluso, vuelve a esconderse tras eufemismos como “lucha armada”.

declaraciones autojustificadoras que evidencian que en un sector de la izquierda abertzale hay una absoluta falta de asunción de responsabilidad por el daño causado durante décadas

Los últimos meses si algo se ha evidenciado en nuestra tierra es que la decisión de ETA de poner fin a su acción respondió a un mero cálculo táctico. A una cuestión de conveniencia que no de principios. Explicaba hace un par de semanas Arkaitz Rodríguez, Secretario General de Sortu, que ETA dejó de matar porque “el accionar violento no iba a lograr que se reconociese el derecho de autodeterminación”. Así explicado, su decisión en ningún caso respondió a la empatía con las víctimas o por sentir el enorme daño causado. Tampoco respondió al respeto a la voluntad mayoritaria de la ciudadanía vasca. Y ni mucho menos al convencimiento de los derechos humanos.

Esa ausencia de una dimensión ética en la decisión de abandonar la violencia, es la que se está manifestando estos últimos meses. Se manifiesta cuando no se duda en homenajear a personas con terribles historiales a sus espaldas. Esa ausencia de una dimensión ética es la que impide un acto de consenso el 11 de marzo para reconocer a todas las víctimas del terrorismo. Es la misma ausencia que impide avanzar en la ponencia de paz del Parlamento Vasco y construir una memoria compartida de nuestro pasado reciente.

Esa ausencia de una dimensión ética en la decisión de abandonar la violencia, es la que se está manifestando estos últimos meses. Se manifiesta cuando no se duda en homenajear a personas con terribles historiales a sus espaldas.

Es imposible obviar que la cultura de la violencia es una de las raíces de la violencia directa. En Euskadi hemos dejado atrás la parte más evidente y dolorosa, pero aún hoy perviven actitudes y discursos que extienden un sutil (o no) manto legitimador de aquel pasado. Con menos intensidad, con menos apoyo social… pero pervive precisamente en un sector notable y de ‘notables’ de la izquierda abertzale. Es evidente que ese manto legitimador resulta imprescindible para mantener tranquilas algunas conciencias. Porque esto va precisamente de conciencia: de empatizar con el “otro”, con la injusticia y el sufrimiento ajeno. De ahí que, muchas veces, los avances los protagonizan quienes también sufren. Las positivas declaraciones de la portavoz de Etxerat sobre los ongietorri son una buena muestra de ello.

El proceso de construcción de la paz en nuestra tierra está en esa fase que Johan Galtung identificaba como “re-culturación posterior al daño cultural”. Tenemos el reto de dotarnos como sociedad de una nueva cultura de la convivencia que excluya y proscriba el uso de la violencia. Nos hallamos aún en esa ardua labor de lo que Gesto por la Paz llamó la deslegitimación social de la violencia. Una tarea clave como garantía de no repetición de un pasado oscuro. Y es que cualquier resquicio que dejemos hoy en la deslegitimación de la violencia, ya sea porque no es unánime o porque es ambiguo, mañana será un potencial resquicio para que alguien vuelva a creer que es un medio válido para lograr fines políticos.

Tenemos el reto de dotarnos como sociedad de una nueva cultura de la convivencia que excluya y proscriba el uso de la violencia.

Y como suele ocurrir, las grandes tareas no admiten atajos. En esto es imprescindible que las instituciones, los partidos políticos, los agentes sociales y la sociedad civil organizada pongamos las luces largas. Es momento de tener firmeza y no ceder a la tentación de reconstruir la convivencia con prisas y pies de barro. Y al mismo tiempo toca tender la mano de forma sincera para que ese sector de la izquierda abertzale, más pronto que tarde, incorpore la dimensión ética de la paz que anhelamos la mayoría de este pueblo. Una incorporación que no admite ambigüedades. Una incorporación que no será más nítida por convertir determinadas palabras en fetiches o en un nuevo Rubicón, sino por asegurar la sinceridad del tránsito de una cultura de la violencia a otra de los derechos humanos que permita asentar una convivencia con una memoria digna.

Sergio Campo Lladó, consultor social y miembro de Gogoan, por una memoria digna

Este artículo se publicó en septiembre en El Correo

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