~ Por una memoria digna como derecho de las víctimas y de la sociedad vasca en general. Una memoria que deslegitime la violencia y que sea pedagógica para prevenir situaciones como las vividas en Euskal Herria los últimos 50 años.
Ha empezado 2023 y quería comenzarlo recordando a una de las pérdidas más tristes del pasado año. Sí, tenía especial interés en que el primer post de 2023 fuera en memoria de una amiga, compañera por la paz y víctima del terrorismo, Laura Martín.
Confieso que la noticia de la muerte de Laura Martín el pasado 15 de octubre, me llenó de tristeza, de mucha tristeza. No me esperaba su muerte. Hacía tiempo que no había coincidido con ella y la comunicación entre nosotras no era regular, pero… ambas sabíamos lo que habíamos compartido.
Le conocí hace casi 30 años, en el otoño de 1993 concretamente, cuando Ana Rosa Gómez Moral y yo nos fuimos a entrevistarle a Hendaya para la revista de Gesto por la Paz, Bake Hitzak-Palabras de Paz. En aquel tiempo, poco se sabía de su vida y de la tristeza que arrastraba desde que unos desalmados decidieron asesinar a Juan Carlos García Goena, su pareja y padre de sus hijas. ¿Por qué?
Carta imaginaria de Juan Carlos a un amigo de Tolosa
Carta imaginaria de Laura al mismo amigo de Tolosa
Siempre les he contado la verdad aunque a veces es muy difícil explicar a una criatura lo que ningún adulto sería capaz de comprender
Después de aquella entrevista, compartí con Laura Martin otros momentos, algunos de ellos bastante especiales. Recuerdo un día que me llamó y me pidió que le acompañara a una entrevista que iba a tener con José Amedo en un hotel de Bilbao. Aquel encuentro lo había organizado Melchor Miralles y Laura estaba muy nerviosa. Necesitaba un apoyo y me llamó. ¿Cómo no iba a estar nerviosa si se iba a enfrentar a una de las pocas personas que, de haber tenido un poco de piedad y humanidad, le habría explicado lo que Laura llevaba esperando cada día de su vida desde el 24 de julio de 1987: conocer la verdad, saber qué ocurrió, por qué, quiénes…? Nada: Amedo se llevó una vez más la verdad para su casa.
Solo concibo el arrepentimiento si hay un sincero acercamiento al desastre que has originado, al dolor que has generado. Sin embargo, Amedo no tuvo un ápice de compasión con Laura.
Tiempo más tarde, el 30 de marzo de 1996, Laura se sumó al acto de solidaridad hacia las víctimas del GAL que organizó Gesto por la Paz en Bayona. Recuerdo perfectamente que la pancarta solo decía JUSTICIA. Era lo que pedíamos: JUSTICIA para las víctimas del GAL.
Fue indignante cómo nos recibió un grupo de simpatizantes de ETA. Los insultos, los huevazos, el acoso, la carga de violencia en sus gritos, en sus actitudes, etc. ya eran métodos conocidos que practicaban semanalmente contra la gente de Gesto por la Paz que pedíamos la libertad de las personas secuestradas, pero aquella falta de respeto tan enorme que mostraron hacia las víctimas del GAL para las que pedíamos Justicia, y más concretamente, hacia Laura Martín, fue insufrible.
Laura no quiso dejar el nombre de Juan Carlos ni la flor que le correspondía por temor a que, luego, fuera pisoteada por los amigos de ETA.
La siguiente vez que coincidimos fue en 1997, en el acto en el que Gesto por la Paz organizó una protesta ante el Tribunal Supremo en Madrid: pedíamos que se desclasificaran «los papeles del CESID» con objeto de poder conocer la Verdad y que se hiciera Justicia sobre determinados asesinatos, entre otros, el de Juan Carlos.
Por circunstancias de la vida, en aquel acto coincidieron el hijo de un hombre recientemente asesinado por ETA, Tomás y Valiente, y Laura Martín. No sé lo que se dijeron, pero doy fe de que pasaron un largo rato compartiendo todo aquello que les unía: ser víctimas de una injusticia enorme.
Hacía muchos años que no le veía, pero estaba igual. Seguía luciendo aquella sonrisa triste con la que siempre la vi.
Efectivamente, Laura siempre arrastró un punto de tristeza. Tantos años reclamando en todas las ventanillas, de todas las maneras, por todos los medios… la VERDAD y JUSTICIA y recibir tan poco, tiene que ser absolutamente desesperante. Ahí demostró Laura su gran fortaleza. Nunca se rindió. Siempre peleó y peleó por conocer la verdad y que se hiciera justicia por aquel asesinato de 1987 que le partió la vida de una manera absolutamente cruel.
Luchó por conocer la verdad del GAL, luchó contra un Estado traidor a sí mismo que encubrió -cuando no organizó directamente- determinado terrorismo, luchó contra la hipocresía de quienes se solidarizaban con las víctimas del terrorismo, pero solo del terrorismo de ETA, tratándola a ella como si fuera casi una cómplice del terror, y luchó contra quienes utilizaban el terrorismo para tratar de conseguir unos fines políticos. Para todas las víctimas, fueran de ETA, del GAL, del BVE o del propio Estado, Laura tuvo no solo comprensión y sincera solidaridad, sino que no tuvo ningún reparo en movilizarse contra lo que no tenía cabida: la falta de respeto a la vida de cualquier ser humano.
Ver pasar el 2022 sin recordar a Laura y lo que ella nos enseñó a todxs no sería justo. Por eso quiero dejar aquí estas palabras y el firme compromiso de que no abandonaremos el trabajo por la MEMORIA, por la VERDAD y por la JUSTICIA.
Discurso de Lourdes Oñederra pronunciado en el acto «In Memoriam» por el XX aniversario del asesinato de Fernando Buesa y Jorge Díez.
«Eskerrik asko eta bartatu»
Lourdes Oñederra – El Mundo
Errazak dira gaur lehenengo hitzak: eskerrik asko. Eskerrik asko Nati, Sara, Marta, Carlos; eskerrik asko, Begoña, José Antonio, Lorena. Agradezco, abrumada por el privilegio, la oportunidad de expresarme hoy aquí.
Gracias, muchas gracias a las víctimas del terrorismo vasco que nos han enseñado que la convivencia puede ser mejor, que se puede responder a la violencia sin violencia, gracias a quienes nos han demostrado que el ser humano puede llegar a comportarse con esa dignidad.
muchas gracias a las víctimas del terrorismo vasco que nos han enseñado que la convivencia puede ser mejor, que se puede responder a la violencia sin violencia, gracias a quienes nos han demostrado que el ser humano puede llegar a comportarse con esa dignidad.
En lo que sigue voy a compartir unas reflexiones a partir de mi propia biografía, no porque tenga nada de particular, sino precisamente porque podría ser la de otras muchas personas del País Vasco, cada una con sus particularidades, pero que en lo que les es común, en sus zonas de intersección, representan a la mayoría de esta sociedad.
Para esbozar mi perfil en pocas líneas diré que me crié en una familia nacionalista en la que se me hizo entender por qué no estaba bien celebrar el asesinato de Carrero Blanco como era habitual en nuestro entorno, yo tenía 15 años. Luego fui de Elkarri-Lokarri, algo tampoco demasiado común en mi ambiente. Después, demasiado tarde, fui miembro de Gesto por la Paz, algo que marca un salto cualitativo en mi vida y que es una de las mejores cosas que he hecho. Ahora soy miembro de la asociación Gogoan por una memoria digna. Por lo demás fui, soy, una de tantos.
Silencios
Cito del libro, imprescindible, de Ana Rosa Gómez Moral[1]:
«Allí estaba el terrorismo, sus ejecutores y los que les exhortaban. Allí estaban las víctimas, muchas de ellas sin más papel que morir. Allí estaba la sociedad, omisa y extraviada.»
En esa sociedad, omisa y extraviada… estaba yo, estábamos muchos. Como sociedad, en conjunto y salvo honrosas excepciones, no hemos hecho lo suficiente, desde luego no lo hicimos a tiempo; aún hoy seguimos sin romper silencios. Hubo miedo, pero creo que muchos, muchas de nosotros no nos callamos por miedo, no al menos por miedo directo a lo que nos pudiera pasar; fue más bien el miedo al entorno inmediato, cedimos a la presión directa o indirecta de los compañeros de clase, de trabajo, de los parientes, de los amigos. La perversión moral que esta sociedad ha sufrido no ha funcionado en abstracto. Impregnaba y aún impregna bares, cuadrillas, lugares de trabajo, asociaciones deportivas. Callamos…
fue más bien el miedo al entorno inmediato, cedimos a la presión directa o indirecta de los compañeros de clase, de trabajo, de los parientes, de los amigos. La perversión moral que esta sociedad ha sufrido no ha funcionado en abstracto. Impregnaba y aún impregna bares, cuadrillas, lugares de trabajo, asociaciones deportivas. Callamos…
…Por el euskera, por el franquismo, por la relaciones familiares, por las de cuadrilla, por las de trabajo, porque también los otros… El caso es que hemos preferido callar, o no nos hemos atrevido a no hacerlo y, a ratos al menos, hemos conseguido no ser conscientes de que lo hacíamos. (Oí una vez a Sara hablar de la burbuja de la vida cotidiana)
Fuera lo que fuera hay que decirlo, nos lo tenemos que confesar a nosotras mismas. «Que no se repita», decimos, como si sólo con decirlo exorcizáramos el peligro. ¿Qué legado dejamos a las siguientes generaciones, qué les vamos a contar si no nos lo contamos a nosotros mismos? ¿Cuáles van a ser las raíces de los nuevos árboles, si no les hablamos de corazón? ¿Van a tener que hacer comisiones de la verdad para reconstruir lo que ocurrió? Y ¿para poder entenderlo? Si quienes lo vivimos en directo estamos aún aquí, esa parte nos toca a nosotros. Tenemos una responsabilidad histórica: somos quienes podemos hacer que permanezca viva la conciencia de lo ocurrido, del mal. Esa conciencia sería el mejor antídoto para que el horror no se repita.
¿Qué legado dejamos a las siguientes generaciones, qué les vamos a contar si no nos lo contamos a nosotros mismos?
No vale denunciar los silencios tras la Guerra Civil para hacer lo mismo nosotros ahora. No tenemos la más mínima excusa. Si no lo hacemos, nadie lo podrá hacer igual. No debiéramos cargar a las siguientes generaciones con una responsabilidad que nos corresponde. Ya nos hemos «escaqueado» bastante.
Mientras vivimos… inoiz ez da ezer erabat bukatzen: bizi izan duguna, gertatu zaiguna. Egin duguna eta ez duguna, zintzilik daramagu beti. Hor dago, begibistan edo estalita, baina hor, norberaren baitan. (Decía Lourdes Pérez que cada cual lleva su mochila.)
¿Quién va a decir, cuándo, que lo que ETA ha hecho es responsabilidad directa de ellos, pero que además tiene que ver con cada una, cada uno de nosotros, con lo que dije o dejé de decir, con lo que hice o no hice? No se trata de fustigarse, sino de tomar conciencia cada individuo, de ser conscientes. Sólo así surgirá una sociedad mejor, es decir, una comunidad de personas que ha aprendido, que ha avanzado por su reconocimiento de lo ocurrido… no de lo ocurrido a otros, ni al nosotros colectivo frente a los otros, sino a cada individuo, de lo que nos ha pasado a cada una, a cada uno de nosotros. Sólo desde esa actitud tendría sentido decir que «todos hemos sufrido» porque, cuando ETA actuaba, quienes no hemos sido víctimas, mientras no nos acercábamos a ellas, perdíamos dignidad como seres humanos.
No se trata de fustigarse, sino de tomar conciencia cada individuo, de ser conscientes. Sólo así surgirá una sociedad mejor, es decir, una comunidad de personas que ha aprendido, que ha avanzado por su reconocimiento de lo ocurrido…
¿Qué nos ocurría?
Quienes nos dedicamos a la lingüística y, dentro de la lingüística, a la fonología, sabemos que los seres humanos no percibimos (aunque los produzcamos) aquellos sonidos que nuestra lengua no necesita para distinguir significados. Así, hay por ejemplo, un tipo de «s» que no distinguimos quienes tenemos como lengua primera el euskera, el español o ambas. Sin embargo, en francés es suficiente esa «s» para distinguir, por ejemplo, pez de veneno. Se podría decir que no se percibe aquello que no nos es lingüísticamente necesario. Haciendo una analogía diría que durante mucho tiempo una gran parte de esta sociedad hemos podido hablar la lengua de la opulencia, del bienestar, de lo bien que se vive aquí. Nos pudimos callar porque nos iba bien así. La sociedad vasca ha sido un lugar cómodo que nos ha permitido «no meternos en líos». Pudimos hacer como que la solución a la violencia no iba con nosotros, nuestra percepción fue, en el mejor de los casos, parcial: se nos abotargó la conciencia. Alberto Surio habla de «una conciencia mutilada«. Y ahora que la violencia ha cesado, me temo que el abotargamiento se afianza. No tiene paralelo desde luego en la creciente sensibilización de la sociedad ante otras violencias como la machista, el acoso escolar, los abusos de menores, las consecuencias de la precariedad laboral, todas ellas causas que tienen precisamente en la sociedad vasca una visibilidad particular. Algo de lo que enorgullecernos. Supongo. Pero, junto a eso…
Nos pudimos callar porque nos iba bien así. La sociedad vasca ha sido un lugar cómodo que nos ha permitido «no meternos en líos». Pudimos hacer como que la solución a la violencia no iba con nosotros,
Durante 25 años las comparsas de la tamborrada de San Sebastián han pasado por delante del bar donde asesinaron a Gregorio Ordóñez como si aquello no hubiera ocurrido y los demás hemos comido deliciosos pinchos allí mismo sin que nos temblara nada y a eso le hemos llamado ambiente, buen ambiente.
Los profesores de la Universidad del País Vasco mayormente hemos vivido en silencio, dando nuestras materias como si nada, salvo las muy honrosas excepciones, que han tenido a menudo que marcharse. No se les ha hecho ningún homenaje.
No hemos sido conscientes de la atrocidad, no calibramos el horror porque no estábamos con la víctima, no la veíamos, no estaba presente en nuestra vida. Sin duda, una gran parte de esta sociedad tuvo menos dificultad en percibir el sufrimiento de los presos de ETA, la injusticia de las torturas, la dureza de los exilios o el terrorismo de Estado. Eso sí formaba parte de nuestra vida.
No hemos sido conscientes de la atrocidad, no calibramos el horror porque no estábamos con la víctima, no la veíamos, no estaba presente en nuestra vida. Sin duda, una gran parte de esta sociedad tuvo menos dificultad en percibir el sufrimiento de los presos de ETA, la injusticia de las torturas, la dureza de los exilios o el terrorismo de Estado. Eso sí formaba parte de nuestra vida. Estaba en la calle, en las paredes de los bares y la decoración popular de las fiestas. Por eso y por lo que hoy nos reúne, quiero hablar de nuestra pasividad ante la violencia de ETA, de ésa que aparentemente era como la «s» francesa en esta sociedad. En ese sentido, en el Manifiesto firmado por mi gran maestro Koldo Mitxelena y otros 32 en 1980, titulado con optimismo «Aún estamos a tiempo» se leen las trágicamente clarividentes palabras:
«la violencia que ante todo nos preocupa es la que nace y anida entre nosotros, porque es la única que puede convertirnos, de verdad, en verdugos desalmados, en cómplices cobardes o en encubridores serviles.»
Palabras
Junto a nuestro silencio ante el horror, han estado las palabras (públicas, cotidianas), arropándolo consolidándolo, sosteniéndo la inercia. Palabras insensatas. Hablar se dice en euskera hitz egin, literalmente ‘hacer palabra’ y las palabras se hacen ligando una forma a un contenido y viceversa. El lenguaje humano tiene dos funciones básicas, la comunicativa y también la cognitiva, esa ligazón entre forma y contenido participa en la formación del pensamiento y a menudo está contaminada por la manipulación interesada de ese pensamiento.
No vamos bien cuando el pronombre nosotros no rebota en un vosotros, sino en un ellos, los otros.
– cuando circulan palabras como españolista, de denotación brumosa y connotación envenenada.
– cuando se acepta la utilización de gudari, tanto para referirse a quienes se alzaron a favor de la República contra los golpistas como para referirse a los terroristas.
– cuando no se sabe distinguir conflicto de violencia,
– cuando contextualización equivale a justificación.
– cuando se llama equivocación a lo que fue una opción, la de considerar que la vida humana valía menos que la idea de patria de unos cuantos.
Si son molinos de viento, son molinos de viento, no gigantes. Digámoslo. Puede ser divertido hablar de gigantes, puede dar mucho juego en literatura; las metáforas, las imágenes están muy bien en poesía y la poesía tiene su valor, pero no nos conviene hacer poesía cuando lo que hay que hacer es otra cosa. Hay que intentar que nuestras palabras se atengan a su significado y su significado a la palabra. No podemos quedarnos, por ejemplo, en vaguedades como que todos hemos sufrido, en inexactitudes comoaquí ha habido un conflicto como si hubiera ocurrido una glaciación. Aquí ha habido agentes y pacientes, asesinos y asesinados, extorsionadores y extorsionados, ha habido quien ha apoyado a los asesinos y extorsionadores, ha habido gente, valiente, que se ha opuesto a ellos y ha habido otra mucha gente que nos hemos quedado (en distintas maneras, circunstancias y grados) mirando a otro lado.
Hay que intentar que nuestras palabras se atengan a su significado y su significado a la palabra. No podemos quedarnos, por ejemplo, en vaguedades como que todos hemos sufrido, en inexactitudes comoaquí ha habido un conflicto como si hubiera ocurrido una glaciación
La violencia tuvo a favor, además de sus instigadores intelectuales, además de quienes llevaron a la práctica las acciones criminales y además de quienes las apoyaron políticamente, el silencio de casi todos los demás, nuestra pasividad.
Euskal kultura
Hemen gaizkileak egon dira, beraiek nahi bezalakoa ez zena hil egin dutenak. Batzuek ez dituzte gaizkiletzat hartu: «askatasun haizea» dio Hertzainak-en kantak. Beste batzuek bai, baina ez gara gaizkileek kaltetuengana hurbildu, ez ditugu gutakotzat hartu, gurekin zerikusirik izan ez balute bezala, kaltea besterena balitz bezala.
Acabo de mencionar una canción vasca que oíamos con emoción en los últimos 80 y en los 90. ¡Cómo no compadecerse de quien espera en soledad al lado de la cama vacía de la hija, del marido o el hijo encarcelado a muchos kilómetros de distancia! Cómo no entristecerse con eso. Es bueno que sea así, seríamos monstruos si no lo fuera. Lo grave es que cuando yo, fan de Hertzainak desde sus comienzos, oía a Gari cantar aquello en un concierto, ni me acordaba ni me compadecía de esas otras madres que habían perdido al hijo asesinado, no pasaba por mi mente la imagen de esas otras camas vacías. Taupadak gure bihotzean, como si no latiera también el corazón de tantos hermanos, hijas, parejas de todos aquellos que ETA luchando por el pueblo vasco, su cultura, su independencia mataba inmisericorde. Gure bihotzean, a nuestro corazón sólo se añadían unos latidos y no los otros, latíamos con los encarcelados y no con los asesinados. Sentimentalismo frente a sentimiento humano, afectividad de trinchera.
‘Gure bihotzean’, a nuestro corazón sólo se añadían unos latidos y no los otros, latíamos con los encarcelados y no con los asesinados
Me digo esto intentando sacudir diacrónicamente mi yo de entonces preguntándome qué me pasaba y me preocupa particularmente pensar que hoy aún hay gente a la que le sigue pasando lo mismo. Pienso, por ejemplo, en quienes han actualizado esta misma canción adecuando el número de camas vacías al número de presos actuales para corearla en plazas de pueblos vascos las pasadas Navidades. Esa bella canción sigue sosteniendo la creencia de que ignorar el mal causado puede ser «askatasun haizea» ‘viento de libertad’. Estamos contaminados.
El foso
Recurro (perdón por el egocentrismo y por la repetición) a dos anécdotas, que suelo repetir, porque fueron verdaderas epifanías para mí. Una se refiere a cuando dediqué un premio a la memoria de las víctimas de ETA; alguien vino a decirme que no estaba mal que lo hubiera hecho, pero que cómo se me había ocurrido decirlo delante de los otros…. La otra anécdota es de cuando, tras una reunión extraordinaria del Consejo Asesor del Euskera del Gobierno Vasco por el cierre del diario Egunkaria, otro miembro del Consejo, me recordó la parábola del hijo pródigo para explicarme por qué el Consejo había participado como tal en la gran manifestación en contra del cierre del periódico, pero no había protestado por el asesinato de Joseba Pagazaurtundua ocurrido veinte días antes de esa reunión. Quien cerraba el periódico -me dijo- no era de los nuestros, quien había matado a Joseba sí, aunque estuviera equivocado. Ese foso abierto entre el mundo nacionalista y el no-nacionalista es más profundo que el existente entre violentos y no-violentos. Ahí creo que ETA sí ha conseguido algo, algo que no es bueno. Amparada en el ultranacionalismo, apoyada en ignorancias interesadas o ingenuas, cuando no directamente en el miedo, ha conseguido afianzar en nuestra sociedad la sensación de que no ser nacionalista es algo que habría que justificar. Nuestro silencio lo ha legitimado.
Quien cerraba el periódico -me dijo- no era de los nuestros, quien había matado a Joseba sí, aunque estuviera equivocado. Ese foso abierto entre el mundo nacionalista y el no-nacionalista es más profundo que el existente entre violentos y no-violentos.
Arazoa da ezin dugula gaia alderdi moraletik hartu erabat eta bereiz, ezin dugula gainditu zatiketa ideologikoa: gureak eta ez-gureak, besteak. Gurearekikoa da maitasuna, gogo ona, noski; baina onartezina da besteenganako gogo onik eza, zenbaiten gorrotoan sustraitua eta besteren gorrotoa bazkatu duena.
Ese foso entre nosotros y ellos arrastró por el espejismo de la progresía y la revolución incluso a quienes no eran nacionalistas o no lo éramos muy fervorosamente; siempre hubo una brumosa y difusa idea de autenticidad, de lo que era más de aquí y que iba envuelto en el manto protector del sufrimiento histórico, específicamente el de la Guerra Civil, como si la Guerra Civil hubiera sido entre vascos y españoles, más exactamente de España contra Euskadi. Hay entre nuestros alumnos quienes aún lo conciben así.
ETA sí ha conseguido algo: ha conseguido afianzar en nuestra sociedad la sensación de que no ser nacionalista es algo que habría que justificar.
Todas estas cosas hay que decirlas, no contra el nacionalismo en su conjunto (nacionalismo al que pertenece una parte grande de mi corazón y de mi historia), pero sí para quitar peso a ciertos esencialismos, para facilitar la convivencia, para aligerar el aire, para aliviar el peso de algunas palabras… porque, cuando se reflexiona sobre ellas, cuando se deja de decir nuestro país en singular, nuestra lengua en singular, el pueblovasco en singular, nuestro pasado en singular, nuestro conflicto en singular y, sobre todo, cuando se quitan las mayúsculas, resulta aún más absurdo y más cruel que se haya llegado a asesinar a tantas personas en nombre de esas ideas, de esos conceptos.
Yo misma no me moví, más allá de firmar algún manifiesto colectivo y algún artículo en la prensa en euskera, no hice nada físicamente, hasta que asesinaron hace veinte años a Fernando Buesa y Jorge Díez en nuestro campus y vibraron las ventanas de mi despacho en la Facultad de Letras. No sé si asociarlo a la cercanía física es un mero recurso narrativo. Lo que es cierto, lo que debe constar en mi parte del relato es que fue cuando participé por primera vez en las concentraciones de repulsa contra ETA, la primera vez que salí a la calle con «los otros». También es de ese año aquel manifiesto no equidistante que firmamos 140 personas del mundo de la cultura vasca contra ETA, «El silencio no es cobijo / Isiltasuna ez da aterpe«.
Cuando hace veinte años asesinaron a Fernando Buesa y Jorge Díez fue cuando participé por primera vez en las concentraciones de repulsa contra ETA, la primera vez que salí a la calle con «los otros».
Fin, relato
Nos tenemos que reeducar, hay que avanzar y, para ello, hay mucho que repensar. Las personas asesinadas por ETA no sólo tenían derecho a vivir, sino que tenían derecho a ser quienes eran y pensar como pensaban. Ahora tampoco deberíamos callar ante el hecho de que ETA sólo se excuse por unas muertes y no por otras. No podemos regalar ni un gramo de legitimidad a nadie sólo por dejar las armas, no podemos dar por buena una sociedad de nosotros y ellos, los otros.
No podemos regalar ni un gramo de legitimidad a nadie sólo por dejar las armas, no podemos dar por buena una sociedad de nosotros y ellos, los otros.
Ya que la lección ha sido tan amarga, aprendámoslo todo: venimos de años sin oxígeno, en los que la tiranía de las armas iba acompañada de la tiranía de las miradas que controlan quién simpatiza con quién, quién canta qué; esa tiranía de comportamientos que, como por ósmosis, se han ido contagiando de los más convencidos a los no-tanto-pero-bueno, a los del esto-es-lo-que-hay, formando entre todos esa masa de silencio, de ceguera que nos ha permitido vivir a la mayoría de vascos y vascas como si el asunto no fuera con nosotros. Cada cual en sus circunstancias, sin juzgar a nadie en el plano personal, tenemos que seguir reaccionando; muchos lo hemos hecho tarde, otros aún no lo han hecho…
la tiranía de las armas iba acompañada de la tiranía de las miradas
No es un ejercicio de auto-flagelación sino de auto-redención; redimirnos, otra palabra sobre la que hay que pararse a pensar sin prejuicios: el mayor beneficiario de reconocer lo ocurrido es uno mismo, una misma. Tenemos ahora la oportunidad de redimirnos, de hacer lo único bueno que se puede hacer con el horror que hemos vivido. Hagámoslo.
Hagamos cada cual nuestro relato, sin preocuparnos tanto de si el relato general, el relato con «R» mayúscula será uno o varios, si saldrá un cuadro abstracto o un patchwork de colores. En esta parte individual del ejercicio no hay que perder energía en adelantar el resultado final. Es trampa escudarse en la dificultad de llegar a un consenso para no asumir la responsabilidad que corresponda a cada una, a cada uno. La práctica misma del ejercicio nos cambiaría, nos curaría: ¿Qué hice cuando mataron en Bilbao a José María Aguirre? Y ¿cuando hirieron a Recalde en San Sebastián? ¿Dónde estaba yo, cuando un coche bomba mató a seis niños y cinco adultos en Zaragoza? Y ¿qué dije a quién? ¿Cómo es que ni me acuerdo de aquello que pasó en una calle del centro aquel mes de octubre mientras yo preparaba una oposiciones? O ¿iba mucho a la playa aquel verano en el que hubo 20 muertos en 12 semanas, aquel año en el que más de 40 personas fueron asesinadas? ¿Qué firmé o dejé de firmar, qué comenté en el trabajo, cómo (me) justifiqué el no ir a una concentración? ¿Dónde estaba yo y cómo reaccioné cuando mataron al hermano de Ana, y al de Maite, al padre de Iñaki, al de Jaime, al marido de Maixabel? ¿Cuántos años tenía yo cuando mataron al padre de Ángel y Lourdes?[2] Aquel otro día… ¿en qué bar estaba y qué fotos había en las paredes? ¿Ponía «agur eta ohore» a quien había secuestrado o mandado secuestrar a Revilla? ¿Por qué no fui al concierto de Imanol tras el asesinato de Yoyes? Cada cual sus preguntas, cada cual sus respuestas, pero nunca la indiferencia. Si cada una, cada uno lo hacemos ya no saldremos a la calle igual, ni diremos las misma palabras, ni respiraremos del mismo modo. Ciertamente, al recordar nuestra pasividad, cuesta respirar pero el aire es más limpio. Se trata ver el mundo con otros ojos, transformarse.
el mayor beneficiario de reconocer lo ocurrido es uno mismo
Se trata de no olvidar, de obligarnos a recordar los hechos, lo ocurrido, de releer los nombres, edades, circunstancias vitales de cada víctima; el lugar y el día del atentado… y ligarlo con nuestra memoria individual: dónde estábamos, qué hacíamos quienes no temíamos aquellas balas, aquellas bombas, aquellos secuestros. Ahora que las armas han callado, que no falten las palabras, que no siga el silencio, la mirada escorada.
Ahora que las armas han callado, que no falten las palabras, que no siga el silencio, la mirada escorada.
Plantearnos el futuro perdidos en generalidades y abstracciones, en la confusión de sufrimientos es, además de fundamentalmente injusto con las víctimas, como construir viviendas en suelo contaminado.
Que vea cada una, cada uno cómo lo hace, a quién le cuenta sus trozos de verdad. Que lo haga al menos consigo mismo, cada una ante su espejo. Si lo hacemos sinceramente ya no podremos reeditar como si fueran de actualidad los discos clandestinos del franquismo, jugando a que seguimos allí. Ya no nos resultará tan fácil cantar «Haurtxo-haurtxoa» como si el padre preso lo estuviera por la libertad de Euskadi: zu bihar libro izaiteko, hemen gertatuaz lotsatzen ikasi behar genuke. Para que nuestros hijos sean libres, habremos de reconocer que durante años hemos dado cobijo a la bestia que nos ha ido engullendo la conciencia.
Para que nuestros hijos sean libres, habremos de reconocer que durante años hemos dado cobijo a la bestia que nos ha ido engullendo la conciencia.
Cada cual se tendrá que enfrentar a lo que le corresponda. En este terreno no vale ampararse en la culpabilidad de otros, no avanzamos enrocándonos en las inercias, aunque sean las de la pasividad. Es necesario reconocer nuestras propias vivencias para reconducir esta sociedad: hay que contribuir a deshacer la idea perversa de los dos bandos, romper los bloques para pasar a la convivencia de ciudadanos diversos.
He empezado dando las gracias y quiero terminar pidiendo perdón a todas las personas a quienes nuestros largos y amplios silencios, el vacío que las ha rodeado, han re-victimizado. Quiero también pedir perdón a las víctimas porque las acciones de ETA se ejercían en nuestro nombre y porque sólo el encuentro con las víctimas nos devolverá la ilusión de mirarnos de frente en el espejo.
También debería seguramente pedir perdón porque sinceramente temo que este pueblo del que formo parte no se está esforzando en recordar lo que tantas, tantos durante tanto tiempo, mientras ocurría, conseguimos no percibir. Ojalá me confunda y las semillas de bondad e inteligencia lleguen a germinar para que brote savia de conciencia y perdón.
También debería seguramente pedir perdón porque sinceramente temo que este pueblo del que formo parte no se está esforzando en recordar lo que tantas, tantos durante tanto tiempo, mientras ocurría, conseguimos no percibir. Ojalá me confunda y las semillas de bondad e inteligencia lleguen a germinar para que brote savia de conciencia y perdón. Horrela izango ahal da.
[1]Un gesto que hizo sonar el silencio, Bilbao, Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria, 2013, página12.
[2] Nombro a víctimas con las que he tenido una relación personal, en agradecimiento sincero porque conocerlas me ha acercado a las víctimas, me ha llevado a percibirlas como mis iguales.
Nuestro agradecimiento a la Fundación Fernando Buesa. Discurso de Lourdes Oñederra (pdf) y el vídeo: In Memoriam, Vitoria-Gasteiz, 20 de febrero de 2020.
El pasado 10 de mayo, el periodista Pedro Ontoso presentó su libro «Con la Biblia y la Parabelum» en la Biblioteca de Bidebarrieta acompañado por el sacerdote Rafa Aguirre y por el analista político Kepa Aulestia.
El prologo del libro lo realiza Rafa Aguirre y en él se ofrecen dos ideas de especial interés en relación a la iglesia vasca:
«El abertzalismo radical fue una religión de sustitución que desertizó las zonas tradicionalmente más cristianas del país. Dios fue sustituido por la patria vasca, a la que había que entregar la propia vida y, con mucha más facilidad, la de los demás«.
«A la iglesia la obnubiló la teoría del conflicto vigente en el mundo nacionalista, sin cuya resolución sería imposible acabar con ETA y su apoyo social. Su disposición a colaborar en la ingeniería política -la historia ha demostrado que era innecesaria y que no hacía más que alentar las esperanzas de los terroristas- oscureció su testimonio moral y evangélico. La Coordinadora Gesto por la Paz, por el contrario, siempre distinguió entre conflicto violencia y conflicto político, y defendió que no se podían mezclar ni relacionar.»
En la Introducción de «Con la Biblia y la Parabelum» el autor hace un paralelismo similar al que realizó Ana Rosa Gómez Moral en el libro «Un gesto que hizo sonar el silencio» entre los asesinatos de José María Ryan o Alberto Martín Barrios, en 1981 y 1983, respectivamente, y el de Miguel Angel Blanco en 1997 con el asesinato de Aldo Moro en 1978. Ontoso afirma «El asesinato de Moro fue el principio del fin de la organización y el inicio de su declive, pues a partir de ahí fue perdiendo el poco apoyo social que le quedaba. Algo parecido ocurrió en Euskadi cuando ETA asesinó a Miguel Angel Blanco«. Sin embargo, Ana Rosa apunta la concurrencia un elemento muy importante: la movilización ciudadana. «…en aquel entonces, aún no existía ese sujeto nuevo que estaba en la arena desde que nació Gesto por la Paz. Cuando asesinaron a Miguel Angel Blanco, ya llevábamos más de diez años de movilización pacífica en contra de la violencia y, concretamente, los dos últimos años habían sido extenuantes debido a los secuestros encadenados y a la insistente y obscena provocación en la calle«.
El autor, a lo largo de 18 capítulos, analiza el papel de la Iglesia en estos 50 años de violencia. Sin duda alguna, obispos como Juan María Uriarte, José María Setién o Ricardo Blazquez tienen un peso potente, pero el autor también abre paso a iniciativas que parten de los cristianos de base. Algunas de estas son las que se recogen en el capítulo «Un movimiento pacifista con sello cristiano» en el que se relatan las distintas reacciones esporádicas que habían surgido en torno a la iglesia en los años 80 hasta derivar en Gesto por la Paz (1985). Describe los orígenes de esta organización pacifista como netamente cristianos.
Posteriormente, escribe el subcapítulo «Elkarri y la otra línea de la Iglesia» en el que identifica iniciativas como Bakea Orain o elkarri con una iglesia más en sintonía con el nacionalismo vasco. En esta parte del libro, en realidad se narra no solo el trabajo que realizó elkarri durante sus 14 años de existencia, sino la trayectoria personal de Jonan Fernández.
Ocurre algo muy similar con Paúl Ríos «Paúl Ríos: de Gesto por la Paz a Lokarri«. Desde su participación en concentraciones de Gesto por la Paz y su implicación en elkarri a partir del asesinato de Joseba Goikoetxea en 1993, hasta el trabajo de Paúl tras la desaparición real de ETA cuando en Colombia insistía en «el papel protagonista de la sociedad civil». En su trabajo en Lokarri conviene resaltar esta parte: «Ríos aceptó -la propuesta de Brian Currin de coordinar esfuerzos- y, desde finales de 2009, se convirtió en su sombra. Acompañó a Currin por todo Euskadi para comunicar el cambio de estrategia de la izquierda abertzale y socializar el mensaje de que el debate interno estaba muy avanzado. Y que iba en serio. Se reunieron con partidos, sindicatos, empresarios y también con representantes de la Iglesia.» Por razones que se desconocen, Paúl Ríos no «facilitó» una reunión con entre Currin y esa antigua organización a la que gusta referirse, Gesto por la Paz, a pesar de que solo había una distancia de dos pisos entre las sedes de ambas organizaciones.
Tras leer este capítulo, es muy fácil que la persona lectora llegue a la conclusión de que, si bien Gesto por la Paz tuvo un impulso inicial de cristianos de base, fueron las organizaciones elkarri y Lokarri las que realmente estuvieron muy unidas a la Iglesia vasca con la que mantuvieron una muy estrecha relación.
1993, Deia
Por desgracia, Pedro Ontoso deja de mencionar el trabajo de Gesto por la Paz a partir de 1993. ¿Cuál es la razón? ¿Hasta entonces Gesto por la Paz había sido una organización vinculada a la iglesia y a partir de entonces se desarrolla como una organización laica e independiente de la Iglesia oficial? El libro no ofrece la respuesta.
Conviene matizar algunas afirmaciones que se hacen respecto a Gesto por la Paz. La mayoría son sin importancia como que Gesto por la Paz comenzó a llamarse Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria en la asamblea de confluencia entre la Coordinadora Gesto por la Paz y la Asociación por la Paz de Euskal Herria que fue en noviembre de 1989 y no en 1987, como se afirma. O que José Luis Bilbao se portó bien con Gesto por la Paz en 1990/91, pero no cediendo un local, sino proporcionando mesas y sillas de oficina retiradas de la Diputación Foral de Bizkaia. O que en 1990, Gesto por la Paz tenía 170 grupos, en lugar de los 67 que pudiera tener, ya que no alcanzó los 170 hasta 1996.
Quizás las afirmaciones más «desacertadas» son las de que el Gobierno vasco pidiera a Gesto por la Paz que se movilizara por el secuestro de Julio Iglesias Zamora y que le concediera 14.000.000 de pesetas de los fondos reservados. Ninguna es cierta.
Gesto por la Paz inició la campaña en favor de la liberación del ingeniero de Ikusi nada más producirse el secuestro y por iniciativa propia, como no podía ser de otra forma.
Es cierto, que desde el Gobierno vasco se apoyó la creación de la Iniciativa Ciudadana en favor de la liberación de Julio Iglesias Zamora y que fue Gesto por la Paz la asociación que la impulsó, coordinó y organizó los eventos convocados por la Iniciativa, pero hay que tener en cuenta que:
La Iniciativa en favor de la liberación de Julio Iglesias Zamora se presentó dos meses después de comenzar el secuestro, concretamente, el 4 de septiembre.
El Gobierno vasco -¿tiene fondos reservados?- concedió una ayuda extraordinaria del importe mencionado a la Iniciativa que se destinó prácticamente de manera íntegra a la convocatoria de la manifestación del 11 de septiembre. Y todo el gasto que generó la campaña que Gesto por la Paz desarrolló contra el secuestro de Julio Iglesias Zamora, lo asumió la propia organización pacifista que, además, vio seriamente mermada la subvención que recibiría ese año del Gobierno vasco.
La mayor parte de estas informaciones se pueden obtener de la muy útil web de Gesto por la Paz. Para otras informaciones, quizás habría sido deseable que el autor hubiera consultado a más informadores.
Para terminar, hay que felicitar a Pedro Ontoso, tanto por el libro como por el éxito de la presentación del mismo. Como se puede apreciar en la fotografía, la sala de Bidebarrieta estaba repleta.
Hoy hace 32 años que el miembro de ETA, Antton López Ruiz, alias Kubati, asesinó en una plaza de Ordizia a Dolores González Katarain, Yoyes, ex miembro de la organización terrorista que optó por abandonarla. Como se puede ver en la imágen, esta es la interpretación que ETA y sus seguidores hicieron de aquella decisión.
Fue un asesinato que impactó a toda la sociedad y que retumbó en los cimientos de la propia izquierda abertzale y de muchas personas que, hasta la fecha, habían manifestado cierta simpatía «por la causa» o se habían mostrado un tanto «indiferentes». Otros cogieron el testigo de la rebeldía y ya no lo soltaron.
En 1996, en plena época de secuestros y con un importante acoso a todas aquellas personas que cuestionaran a ETA, se cumplía el décimo aniversario del asesinato de Yoyes y su familia y amig@s le rindieron un homenaje en Ordizia. Además de aquel acto público, editaron el libro «Yoyes, 1986-1996» en el que se recogían escritos de diversas personas; unas cercanas a la víctima, otras simplemente comprometidas con la libertad y la paz en Euskal Herria.
En el número 22 de la revista de Gesto por la Paz, Bake Hitzak-Palabras de Paz, además de incluir una reseña del libro, reprodujo un artículo escrito por Ana Rosa Gómez Moral con motivo de este décimo aniversario que queremos recuperar aquí.
A Yoyes
Si hubiera un arma que matara la memoria, no habría víctimas. Pero aún no se ha inventado nada que dispare el olvido. Es más, cuando alguien mata, no hace más que propagar el recuerdo de su víctima. De hecho, mis propias palabras son una prueba de esa contradicción entre el deseo de aniquilar y el efecto no buscado que difunde la memoria de la víctima, porque la existencia de Yoyes, para mi hasta entonces difuminada en esas siglas que la mataron, se asomó a mi vida justo el día de su asesinato.
Quienes la conocieron no podrán eludir el recuerdo de una vivencia o de un sentimiento en aquellos lugares donde los compartieron con ella. Los rastros de esas experiencias estarán prendidos como girones de tela ondeando al viento que volverán a ver cada vez que pasen por allí. También en mi memoria, hay una plaza de Ordizia que siempre tendrá la mancha de su sangre, una sábana blanca y un tractor. Y fue, precisamente, la plasticidad y el impacto de esa muerte violenta el pistoletazo de salida que despertara mi curiosidad por su vida, justo en el momento en que yo empezaba a hacerme las mismas preguntas que, luego, descubriría que ella ya se había formulado mucho antes, un momento que aún perdura, porque trataba de explicarme lo de entonces y lo de ahora que, al fin y al cabo, son lo mismo, puesto que los une un hilo invisible que, como aquel que sirve de trampa mortal al pez, no se ve, pero acaba desgarrándonos por dentro. Aquel momento es siempre, porque no hay nada que no haya ocurrido ya, ni nada que no vaya a seguir ocurriendo después en el mismo o en cualquier otro lugar. Más tarde, con el libro de su vida en las manos, supe también que hay memorias que se aprenden. Yo leía como si anduviera con un vaso rebosante de cuyo contenido no debía derramarse ni una gota. Su voz escrita se convertía, a veces, en el mar oído desde lejos, grave, serio y profundo, mientras que, en otras ocasiones, el agua salada sonaba enérgica, ágil e indómita, como si me hubiera acercado a una orilla de acantilados.
Ahora sé que las ruinas de su existencia recobraban vida a través de la memoria compartida y sé, también, que su historia ocupa una parcela de mis propios recuerdos. Sin embargo, aunque llegué a familiarizarme con los nombres, los lugares y los hechos que formaron parte de su vida, todos ellos resultaban anecdóticos frente al espíritu de esa inmensa tarea que, según destilaban sus palabras, se había auto impuesto y que consistía en vivir conscientemente la vida en lugar de dejar que fuera la vida misma la que arrollara implacablemente su existencia.
El recuerdo de ese compromiso supremo, el compromiso consigo misma, es el que mantiene vivas su libertad y su rebeldía, y el que va a procurar que no permitamos
que nuestros sueños se conviertan en inútiles embarcaciones luchando por deshacer-los nudos que los atan al puerto de la indolencia.
Una vez que hemos participado de la memoria de alguien, la hemos hecho, de alguna manera, nuestra. De esa forma, el compromiso consigo misma, la libertad y la rebeldía de Yoyes forman parte de los nuestros. Por eso, no hay balas contra la memoria ni tiempo que pueda hacer amarillear los recuerdos que compartimos.
Hoy, 5 de julio, se cumplen 25 años del secuestro del ingeniero Julio Iglesias Zamora. ¡Toda una vida! Precisamente, con motivo de esta amarga fecha, algunos medios de comunicación, han recordado el lazo azul, un símbolo creado para pedir la libertad del
Miembros de Gesto por la Paz haciendo lazos en el local de Bilbao
secuestrado, pero que superó ese objetivo y se convirtió en un emblema de rebeldía frente a la violencia. Quién lo creó, cuándo, cómo fue, por qué ese color… Todas esas preguntas hechas con la voluntad de no olvidar lo que fue una de las más “sonoras” aportaciones del movimiento pacifista a la revolución contra la violencia.
Está bien recordar la respuesta que ofreció una parte de la sociedad porque aún hoy en día, podríamos aprender muchísimo de aquella lucha constante, no solo por la generosidad de sus objetivos, sino también por su forma de hacer y por los principios que la guiaron.
Pero ¿es Gesto por la Paz solo un vestigio de nuestra historia reciente?
Hoy en día, para la mayoría de la sociedad, Gesto por la Paz es pasado. Sin embargo, en Gogoan queremos reivindicar la plena actualidad de muchos de los planteamientos, principios y actitudes de esta organización pacifista que la convierten, una vez más, en punta de lanza de la recién estrenada paz, porque aunque el 1 de junio de 2013 se despidiera de la sociedad, sigue perteneciendo a nuestro presente y nuestro futuro.
Un ejemplo, el acercamiento de los presos.
El 14 de diciembre de 1994, Gesto por la Paz ofreció una rueda de prensa en la que defendió frente a toda la sociedad, el acercamiento de los presos. Como se ha mostrado en post anteriores, lo hizo cuando la mayoría social no cuestionaba ni el alejamiento ni la dispersión y la izquierda abertzale solo criticaba la dispersión porque los quería a todos agrupados como una piña. No es cuestión de poner medallas, sino de aprender escuchando las razones que ponía Gesto por la Paz encima de la mesa; unas razones cercanas al puro sentimiento de humanidad y diametralmente alejadas de intereses partidistas y maniobras políticas.
Hoy, todas aquellas razones siguen siendo las imprescindibles para hacer una política penitenciaria humana.
Ese mismo año, Gesto por la Paz y Denon Artean apostaron por potenciar una corriente que favoreciera procesos de reinserción de presos de manera individualizada frente a quienes defendían soluciones conjuntas para todos los presos. Han tenido que pasar décadas para que se haya impuesto el mensaje defendido por aquellas dos organizaciones.
Sí, Gesto por la Paz fue una organización adelantada a su tiempo y a una sociedad, en ocasiones, un tanto lenta.
Sí, Gesto por la Paz perteneció al futuro
Si la mirada hacia las víctimas tratando de hacerlas visibles ante la sociedad, los postulados sobre los derechos de los presos, la necesidad de educar para la paz, etc. fue un trabajo para que fructificara durante más años de los que vivió la organización, Gesto por la Paz también aportó toneladas de saber en relación a la convivencia entre plurales.
Actualmente, se está tratando de desarrollar planes de convivencia en el País Vasco. Sin duda alguna, serán iniciativas con una buena intencionalidad y el tiempo dirá cuáles son sus frutos. Pero desde aquí queremos recuperar algo que escribió Ana Rosa Gómez Moral en el primer capítulo de “Un gesto que hizo sonar el silencio” (2013):
“Gesto por la paz se anticipó al futuro que vivimos hoy, pero, en realidad, es una experiencia que sirve para todos los futuros que busquen el progreso de la convivencia humana. Y lo es tanto por lo que pudo aportar e influir en la sociedad, como por su manera de ser y funcionar. En un contexto político profundamente suspicaz, un grupo de personas, de todas las edades y condición, de todas las ideologías, hizo posible un ejercicio de auténtica proeza democrática en su búsqueda de respuestas que conjugaran todas las sensibilidades, todos los matices y todas las tonalidades, a aquello que nos estaba aconteciendo. Una proeza que no solo era fruto de la participación de todas las personas que representaban la complejidad social, sino también y sobre todo, de la actitud inmensamente esponjosa y flexible que mantuvieron siempre ante las razones de los demás”.
No se trata de agradecer nada a quienes hicieron lo que hicieron porque pensaron que es lo que debían hacer. Se trata de prestar mucha más atención a todo un discurso de futuro que, hoy en día, debería estar guiando las directrices de la construcción de la paz en Euskal Herria.
Cuando se montó todo este teatro del «fin de ETA», hubo un periodista, al parecer experto en todo este asunto (violencia, víctimas, diálogo, presos… de todo), que sugirió que este anuncio del final era necesario para posibilitar una vía de salida (se supone que no literal) a los presos de ETA. Y es que realmente, la situación de los miembros de ETA que han entrado hace poco a la cárcel con unas condenas de ‘agarrate’ es dura de digerir. ETA ha desaparecido incluso y ellos tienen por delante más de 20 años para pagar su «metedura de pata». Y no sólo están en el desamparo de la organización, es que dentro de poco, estarán también en el olvido de la mayoría de quienes hasta hace no mucho les jaleaban en multitudinarias manifestaciones y les animaban a liberar la patria.
En la llamada declaración de Arnaga ya apuntaban que «Aún están por resolver asuntos importantes, como el de los presos y las personas que se encuentran huídas, y hacen falta esfuerzos duraderos para llegar a una total normalización de la vida cotidiana y política en la región.» Y tan sonora declaración enseguida tuvo eco en las calles de la región:
¡Pura normalización!
Y por si a alguien le había quedado alguna duda de que las cosas a partir de ahora serían diferentes, enseguida recuperan los sprys de antaño para escribir estas cosas en las paredes de un frontón utilizado fundamentalmente por niños y jóvenes:
Por suerte, no todas las personas entienden los discursos, las declaraciones, los acuerdos… justo, justo al revés. No. Hay quien los capta rápidamente y, de esta manera, el Lehendakari Iñigo Urkullu y la presidenta de Navarra Uxue Barkos, además de trabajar en el desarrollo de políticas conjuntas de memoria y convivencia, pidieron al Gobierno español que se adaptara al «nuevo» contexto y propusieron el acercamiento de los presos.
Sobre el acercamiento de presos y presas
Javi Madrazo, Iñigo Urkullu y Joseba Egibar en el acto de Gesto por la Paz por el acercamiento de presos
Resulta difícil entender que a día de hoy, aún haya presos de ETA que estén sufriendo este castigo añadido que es el de cumplir la condena a 800 km de su lugar de, llamémoslo, «residencia habitual» y que haya quien defienda este castigo añadido. Si en algún momento el alejamiento tuvo una explicación, que no justificación, hoy en día carecen de peso esas argumentaciones que trataban de contextualizar los cientos de kilómetros que obligan a hacer a sus familiares y amigos/as.
En 1994, Gesto por la Paz acuñó el término «acercamiento» de presos frente al alejamiento diseñado por instituciones penitenciarias y frente a la batalla contra la dispersión de la izquierda abertzale. Gesto lo defendió en solitario y, durante años, salió a la calle con esta reivindicación.
Aquellos argumentos de 1996 a favor del acercamiento siguen siendo válidos para hoy mismo. Y la excusa de la existencia de ETA, ya no tiene sentido; entonces, ¿a qué estamos esperando?
En estos días de mayo en los que un sector de la sociedad se ha empeñado en volver a dar voz a ETA -difunta ya desde el 20 de octubre de 2011- y otro sector ha accedido a hacerle de coro, de nuevo, han surgido notas discordantes que se resisten a aceptar lo inaceptable y a participar de esta «no fiesta» a la que nos quieren empujar.
En Gogoan, por una memoria digna queremos recoger algunas noticias y reflexiones que han aparecido estos días en la prensa y en actos públicos en los que se recuerda la labor que hizo una parte de la sociedad que, como dice Ana Rosa Gómez Moral, «fuimos pocos, pero fuimos los suficientes«.
2 de febrero de 1992
6 de junio de 1998
25 de septiembre de 2000
22 de octubre de 2011
«ETA lo deja forzada por la resistencia heroica del puñado de lúcidos que, cuando podía costarte desde el ostracismo a la propia vida, se atrevieron a salir a la calle a reivindicar que el rey no era un gudari, sino que estaba desnudo: que matar a un ser humano era, simple y llanamente, matar a un ser humano. Lo deja porque la denuncia solitaria, silenciosa y valiente de la inhumanidad, en aquellos años en los que las víctimas apenas merecían unas líneas en los periódicos y en los que los homenajes a etarras prestigiaban la maldad, acabó permeando a la gran mayoría de los vascos por indiferentes que fueran, por muy a salvo que se sintieran o por miedo que tuvieran» artículo de Lourdes Pérez Rebollar «Hoy te escribo a tí» publicado en Diario Vasco el 4 de mayo de 2018
“Espero que este final tan rimbombante de ETA no sea un tapón para que no se produzcan avances en una materia tan básica como la convivencia tras largos años de violencia” Itziar Aspuru Soloaga en la entrevista de Deia, 5 de mayo de 2018
«Se acabó. Suena el último vals mientras se cierra el telón. No los abroncaré. No tendrán aplauso tampoco. Mi veredicto es sencillo. Les brindaré lo mejor que puedo ofrecerles en este momento postrero: mi más absoluta indiferencia.» artículo «El último vals» de Txema Urkijo Azkarate publicado en El Correo, 5 de mayo de 2018
«Si no hubiera sido por ellos, por esos ciudadanos responsables, por los que no se callaron, por los que denunciaron, por los que vivieron señalados y, en muchos casos, murieron ignorados, hoy probablemente no tendríamos motivo de celebración.» Dicurso de Maixabel Lasa Iturrioz para el acto organizado por la Diputación Foral de Gizpuzkoa el 5 de mayor de 2018.
«Gesto por la Paz enseñó a la sociedad vasca que matar estaba mal» entrevista de Ivan Orio a seis miembros de Gesto por la Paz en El Correo, 7 de mayo de 2018.
No está todo lo que ha salido en prensa escrita y no hemos podido recoger todas las intervenciones en radios de personas como Fabián Laespada. Por esta razón, os invitamos a que en «comentarios» vayais ampliando reflexiones de este tipo que hayan aparecido en prensa.
Parece mentira que ya hayan pasado 20 años -media vida, como quien dice- desde que ETA asesinó a Miguel Angel Blanco. Si ETA no le hubiera elegido a él, ahora tendría casi 50 años. Cualquiera puede revisar su vida y comprobar todo lo que ha hecho desde los 29 hasta los 50 años: una pasada, verdad? Bien, pues todo eso, ETA se lo arrebató. Se lo arrebató sin ningún tipo de piedad, haciendo gala de una crueldad inmensa.
Aquel asesinato no fue liberar a ningún pueblo, ni luchar por la justicia social, ni avanzar en la mejor situación de los pres@s… eso fue lo que fue: la chulería de unos asesinos rabiosos por la liberación por parte de la Guardia Civil del funcionario de prisiones Ortega Lara y el efecto que dicha liberación causó en todo el mundo. Y fue precisamente, toda la situación previa a este macabro asesinato, lo que convirtió la movilización pidiendo su libertad en una catarsis social sin precedentes.
Jamás hubo una manifestación tan numerosa en Bilbao, pero nunca se podría explicar esta potente reacción social, sin toda la tensión generada en la sociedad con los secuestros previos -desde José María Aldaya el 8 de mayo de 1995 hasta la liberación de Ortega Lara el 1 de julio de 1997-.
El asesinato de Miguel Ángel Blanco no fue más chulesco y dañino que, por ejemplo, el del ingeniero de Lemoniz, José María Ryan. Miguel Ángel Blanco no fue una persona que destacara especialmente por su aportación a la política y por la apuesta por la paz como pudieron ser políticos como, por ejemplo, Fernando Buesa o Gregorio Ordoñez. La respuesta social, sin esos previos mencionados, es posible que hubiera sido similar a la de Tomás y Valiente en Madrid cuando comenzaron los gritos de ‘Vascos sí, ETA no‘ que tanto nos emocionaron. Miguel Ángel Blanco se convirtió en un hito por la respuesta que la ciudadanía ofreció pidiendo su liberación.
Ana Rosa Gómez Moral recoge espléndidamente lo que fueron aquellos días de julio en Relato itinerante cuya lectura recomendamos encarecidamente.
Después de 20 años, somos capaces de enfrentarnos por si el pobre Miguel Ángel Blanco debería o no ocupar un lugar especial entre las víctimas. Patético, pero olvidemos que todas y cada una de ellas son iguales porque son fruto de un acto absolutamente injusto, porque no han hecho más que causar dolor en su entorno y porque nos las arrebataron de nuestra sociedad, y para nuestra vergüenza, en la mayoría de los casos sin ninguna reacción en contra.
Daniel Villar Enciso
Sí, por Miguel Ángel Blanco salimos muchas personas a la calle, pero por desgracia aquello quedó en una rabieta colectiva y aquel compromiso desapareció como la espuma del champán. 55 días más tarde, ETA asesinó en Basauri a Daniel Villar Enciso y ya no se llenaron las calles del coraje, de la valentía, de la solidaridad, del compromiso… que habrían hecho más realidad aquellas manifestaciones de julio de 1997.
Nuestro sincero reconocimiento a todas las víctimas del terrorismo, a las que destacaron en vida, a las que su vida fue más sencilla y a las que tuvieron una vida nada ejemplar. Todas ellas fueron injustamente asesinadas.
Aquel 1 de julio de 1997, nos despertamos con la noticia de la liberación de Cosme Delclaux. Qué duda cabe de que era una noticia muy buena después de 232 días de secuestro, pero la alegría se habría quedado trágicamente coja si no hubiera estado acompañada de otra noticia: la Guardia Civil estaba estrechando el cerco en una zona donde sospechaba que se encontraba José Antonio Ortega Lara. Solo la liberación del funcionario de prisiones, habría liberado a quienes cargaron en sus hombros con el deber moral de pedir su libertad cada día, en cada rincón, de diversas maneras, pero nunca abandonarlo.
Concentración de Gesto por la Paz en la Plaza de Moyúa de Bilbao (1 de julio de 1997)
Sí, Gesto por la Paz convocó ese mismo día en las capitales vascas concentraciones silenciosas que terminaron con la lectura de un comunicado y la feliz entrega de los lazos azules que llevaban prendidos en las solapas dos años, un mes y 23 días.
Irene Moreno Bibiloni, investigadora de la UPV-EHU escribe esto:
«El lazo fue, de hecho, una significación personal, un posicionamiento social y,especialmente, una exposición pública, por lo que supuso el ascenso de un escalón más en el compromiso personal de cada uno: ‘Ya no se trataba de diluir nuestra presencia en una gran manifestación de Gesto, sino de portar, permanente y visiblemente, la pancarta de la libertad sobre nuestro propio cuerpo‘ (Gómez Moral, 2003: 91)»
Irene está realizando un interesante trabajo de investigación sobre la violencia política y la respuesta social. Recientemente, ha publicado una parte de su trabajo que creemos que será de interés para las personas que habitualmente se acercan a Gogoan, por una memoria digna. El lazo azul en el País Vasco: una aproximación desde la historia oral veinte años después
«El uso del lazo azul es, hoy en día, un símbolo de la movilización contra el terrorismo en la década de los noventa. Permitió la visibilización de un sector de la sociedad que llevaba años movilizándose por la paz en el País Vasco, pese a las dificultades con las que se encontraban.» Recomendamos su lectura.
Es de suponer que los gestores de la editorial Tusquets estarán encantados con todas las personas que nos empeñamos en decir algo sobre ‘Patria’, el libro de Fernando Aramburu. Algo parecido le ocurrió a Julio Medem con ‘La pelota vasca’; se habló tanto de ella que los productores estarían felices con la polémica creada. Bueno, que no se diga que, entre todas, no ‘impulsamos la creación’.
A estas alturas tratar de añadir ‘algo’ sobre el libro seguro que resulta repetitivo; por eso, es mejor centrase en lo que ya se ha dicho. En este sentido, recomendamos la lectura de la crítica de Ibán Zaldua en Viento Sur: ‘La literatura, ¿sirve para algo? Una crítica de Patria, de Fernando Aramburu‘. Es fundamentalmente una crítica literaria que, muchas de las personas que han leído el libro, compartirán. Menciona el barroquismo de su prosa; considera que «los personajes son, en lo fundamental, estereotipos, reconocibles inmediatamente, y apenas cambian a lo largo de la obra»; afirma que hay un cierto décalage temporal, una especie de anacronismos a lo largo de la novela; etc. En general, una buena crítica.
Aunque Zaldúa termina diciendo que «la mejor literatura, la que (creo yo) más acaba sirviendo para algo más, es la que se escribe como si no fuera a servir para nada», él mismo reconoce que «el hecho de que muchos vascos, entre ellos muchos abertzales, hayan leído la novela y hayan rememorado, a través de ella, lo que han sufrido las víctimas en este país, me parece un buen síntoma, al menos desde el punto de vista social. Lo mismo podría decirse de que alguien como el presidente Rajoy haya recomendado la lectura de una novela en la que las torturas llevadas a cabo por las fuerzas de seguridad del estado aparezcan como un hecho habitual. En ese sentido, no dudo de que la novela tenga alguna capacidad para contribuir al proceso de paz, reconciliación y memoria por el que tiene que pasar este país.»
No queremos terminar sin comentar la referencia de Zaldua a la «escasa presencia de la vida colectiva y asociativa en la novela»: prácticamente, sólo menciona a Gestoras Pro Amnistía y al Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco (COVITE). Y manifiesta su extrañeza porque no hubiera ni una sola referencia a Gesto por la Paz. ¿Pasó Aramburu demasiados años en Alemania o es otra cosa? Lo mismo ocurre con el artículo del nobel Vargas Llosa El País de los callados que más bien parece un artículo subvencionado por Tusquets para lanzar las ventas de ‘Patria’. Este Premio Nobel no sabe -y quizás tampoco Aramburu- que hubo gente en Euskal Herria que rompió con el silencio cobarde también en pueblos muy similares al descrito en la novela. Desde aquí, les recomendamos la lectura del libro de Ana Rosa Gómez Moral Un gesto que hizo sonar el silencio.
Si a Vargas Llosa «Patria» le hizo vivir lo que dice, agárrese.