El pasado 10 de mayo, el periodista Pedro Ontoso presentó su libro «Con la Biblia y la Parabelum» en la Biblioteca de Bidebarrieta acompañado por el sacerdote Rafa Aguirre y por el analista político Kepa Aulestia.
El prologo del libro lo realiza Rafa Aguirre y en él se ofrecen dos ideas de especial interés en relación a la iglesia vasca:
- «El abertzalismo radical fue una religión de sustitución que desertizó las zonas tradicionalmente más cristianas del país. Dios fue sustituido por la patria vasca, a la que había que entregar la propia vida y, con mucha más facilidad, la de los demás«.
- «A la iglesia la obnubiló la teoría del conflicto vigente en el mundo nacionalista, sin cuya resolución sería imposible acabar con ETA y su apoyo social. Su disposición a colaborar en la ingeniería política -la historia ha demostrado que era innecesaria y que no hacía más que alentar las esperanzas de los terroristas- oscureció su testimonio moral y evangélico. La Coordinadora Gesto por la Paz, por el contrario, siempre distinguió entre conflicto violencia y conflicto político, y defendió que no se podían mezclar ni relacionar.»
En la Introducción de «Con la Biblia y la Parabelum» el autor hace un paralelismo similar al que realizó Ana Rosa Gómez Moral en el libro «Un gesto que hizo sonar el silencio» entre los asesinatos de José María Ryan o Alberto Martín Barrios, en 1981 y 1983, respectivamente, y el de Miguel Angel Blanco en 1997 con el asesinato de Aldo Moro en 1978. Ontoso afirma «El asesinato de Moro fue el principio del fin de la organización y el inicio de su declive, pues a partir de ahí fue perdiendo el poco apoyo social que le quedaba. Algo parecido ocurrió en Euskadi cuando ETA asesinó a Miguel Angel Blanco«. Sin embargo, Ana Rosa apunta la concurrencia un elemento muy importante: la movilización ciudadana. «…en aquel entonces, aún no existía ese sujeto nuevo que estaba en la arena desde que nació Gesto por la Paz. Cuando asesinaron a Miguel Angel Blanco, ya llevábamos más de diez años de movilización pacífica en contra de la violencia y, concretamente, los dos últimos años habían sido extenuantes debido a los secuestros encadenados y a la insistente y obscena provocación en la calle«.
El autor, a lo largo de 18 capítulos, analiza el papel de la Iglesia en estos 50 años de violencia. Sin duda alguna, obispos como Juan María Uriarte, José María Setién o Ricardo Blazquez tienen un peso potente, pero el autor también abre paso a iniciativas que parten de los cristianos de base. Algunas de estas son las que se recogen en el
capítulo «Un movimiento pacifista con sello cristiano» en el que se relatan las distintas reacciones esporádicas que habían surgido en torno a la iglesia en los años 80 hasta derivar en Gesto por la Paz (1985). Describe los orígenes de esta organización pacifista como netamente cristianos.
Posteriormente, escribe el subcapítulo «Elkarri y la otra línea de la Iglesia» en el que identifica iniciativas como Bakea Orain o elkarri con una iglesia más en sintonía con el nacionalismo vasco. En esta parte del libro, en realidad se narra no solo el trabajo que realizó elkarri durante sus 14 años de existencia, sino la trayectoria personal de Jonan Fernández.
Ocurre algo muy similar con Paúl Ríos «Paúl Ríos: de Gesto por la Paz a Lokarri«. Desde su participación en concentraciones de Gesto por la Paz y su implicación en elkarri a partir del asesinato de Joseba Goikoetxea en 1993, hasta el trabajo de Paúl tras la desaparición real de ETA cuando en Colombia insistía en «el papel protagonista de la sociedad civil». En su trabajo en Lokarri conviene resaltar esta parte: «Ríos aceptó -la propuesta de Brian Currin de coordinar esfuerzos- y, desde finales de 2009, se convirtió en su sombra. Acompañó a Currin por todo Euskadi para comunicar el cambio de estrategia de la izquierda abertzale y socializar el mensaje de que el debate interno estaba muy avanzado. Y que iba en serio. Se reunieron con partidos, sindicatos, empresarios y también con representantes de la Iglesia.» Por razones que se desconocen, Paúl Ríos no «facilitó» una reunión con entre Currin y esa antigua organización a la que gusta referirse, Gesto por la Paz, a pesar de que solo había una distancia de dos pisos entre las sedes de ambas organizaciones.
Tras leer este capítulo, es muy fácil que la persona lectora llegue a la conclusión de que, si bien Gesto por la Paz tuvo un impulso inicial de cristianos de base, fueron las organizaciones elkarri y Lokarri las que realmente estuvieron muy unidas a la Iglesia vasca con la que mantuvieron una muy estrecha relación.

1993, Deia
Por desgracia, Pedro Ontoso deja de mencionar el trabajo de Gesto por la Paz a partir de 1993. ¿Cuál es la razón? ¿Hasta entonces Gesto por la Paz había sido una organización vinculada a la iglesia y a partir de entonces se desarrolla como una organización laica e independiente de la Iglesia oficial? El libro no ofrece la respuesta.
Conviene matizar algunas afirmaciones que se hacen respecto a Gesto por la Paz. La mayoría son sin importancia como que Gesto por la Paz comenzó a llamarse Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria en la asamblea de confluencia entre la Coordinadora Gesto por la Paz y la Asociación por la Paz de Euskal Herria que fue en noviembre de 1989 y no en 1987, como se afirma. O que José Luis Bilbao se portó bien con Gesto por la Paz en 1990/91, pero no cediendo un local, sino proporcionando mesas y sillas de oficina retiradas de la Diputación Foral de Bizkaia. O que en 1990, Gesto por la Paz tenía 170 grupos, en lugar de los 67 que pudiera tener, ya que no alcanzó los 170 hasta 1996.
Quizás las afirmaciones más «desacertadas» son las de que el Gobierno vasco pidiera a Gesto por la Paz que se movilizara por el secuestro de Julio Iglesias Zamora y que le concediera 14.000.000 de pesetas de los fondos reservados. Ninguna es cierta.
Gesto por la Paz inició la campaña en favor de la liberación del ingeniero de Ikusi nada más producirse el secuestro y por iniciativa propia, como no podía ser de otra forma.
[Texto de la rueda de prensa ofrecida por Gesto por la Paz cuatro días después de producirse el secuestro]
Es cierto, que desde el Gobierno vasco se apoyó la creación de la Iniciativa Ciudadana en favor de la liberación de Julio Iglesias Zamora y que fue Gesto por la Paz la asociación que la impulsó, coordinó y organizó los eventos convocados por la Iniciativa, pero hay que tener en cuenta que:
- La Iniciativa en favor de la liberación de Julio Iglesias Zamora se presentó dos meses después de comenzar el secuestro, concretamente, el 4 de septiembre.
- El Gobierno vasco -¿tiene fondos reservados?- concedió una ayuda extraordinaria del importe mencionado a la Iniciativa que se destinó prácticamente de manera íntegra a la convocatoria de la manifestación del 11 de septiembre. Y todo el gasto que generó la campaña que Gesto por la Paz desarrolló contra el secuestro de Julio Iglesias Zamora, lo asumió la propia organización pacifista que, además, vio seriamente mermada la subvención que recibiría ese año del Gobierno vasco.
La mayor parte de estas informaciones se pueden obtener de la muy útil web de Gesto por la Paz. Para otras informaciones, quizás habría sido deseable que el autor hubiera consultado a más informadores.
Para terminar, hay que felicitar a Pedro Ontoso, tanto por el libro como por el éxito de la presentación del mismo. Como se puede apreciar en la fotografía, la sala de Bidebarrieta estaba repleta.

Isabel Urkijo Azkarate