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Algo de perspectiva sobre las dos recientes ciabogas en la política penitenciaria (en recuerdo de Josu Zabaleta)

 

Tras el lento final de ETA (cese la violencia en 2011, desarme en 2017 y disolución en 2018), y cuando los presos y presas de ETA han pasado de 700 a 227, por fin están virando las dos políticas penitenciarias que se han aplicado durante décadas:

Por una parte, la política penitenciaria de alejamiento de los distintos Ministerios de Interior desde 1989, que ha supuesto una injusta carga para familiares y amistades, obligados a recorrer durante años largas distancias innecesarias. Desde 2018, se vienen produciendo numerosos acercamientos de manera individualizada que deberían generalizarse para el conjunto de presos, sin condicionantes añadidos.

EPPK, presos oficialistas de ETA, y la Izquierda Abertzale hasta finales de 2017 se negaban a emplear las vías y beneficios que contempla la legalidad penitenciaria. Lo que ha supuesto un alargamiento de penas en condiciones evitables

Por la otra, la política del EPPK, presos oficialistas de ETA, y la Izquierda Abertzale, que hasta finales de 2017 se negaban a emplear las vías y beneficios que contempla la legalidad penitenciaria. Y marginaban a las decenas de disidentes que durante años las han recorrido con mucha dignidad y riesgo para sus propias vidas e incomodidad para su entorno. Esto ha supuesto un lamentable alargamiento de penas en condiciones evitables. A este tardío y todavía parcial cambio de estrategia se han sumado, según Instituciones penitenciarias, el 60% de los presos de ETA (75% según el Foro Social).

Foto extraída del blog de Koldo MediavillaAsí las cosas, puede aportar cierta perspectiva recuperar una antigua carta del ya fallecido claretiano Josu M. Zabaleta. Esta persona recorrió muchas cárceles visitando a presos de ETA y fue un importante apoyo para el colectivo de la ‘vía Nanclares’, un camino pionero de reinserción social y de justicia restaurativa a favor de la convivencia, frente a tanto dolor injusto. La llamada ‘vía Nanclares’ es un ejemplo del que sería importante que aprendieran los presos ETA y quienes social y políticamente les apoyaron.

La coherencia en la defensa de los Derechos Humanos es clave. Convendría no llamar un día a apoyar un trato humanitario hacia los presos de ETA y, al siguiente, homenajearles como si fueran mártires, porque es una manera de legitimar su pasado de ataques contra el pluralismo democrático, y porque muestra una nula empatía hacia sus víctimas, o vetar y marginar gestos de petición de perdón ante tanto dolor injusto e injustificado. ¿Promovemos los Derechos Humanos o un victimismo autojustificador de tantas violaciones de los mismos? Para reflexionar, os invitamos a leer el escrito de Josu M. Zabaleta (Deia, 10 de enero de 2013).

 

¿Por qué no voy a la manifestación del 12-E?

Estoy totalmente de acuerdo con los dos objetivos de la manifestación: el acercamiento de los presos a Euskadi y la liberación inmediata de los presos gravemente enfermos. Pero no voy a la manifestación principalmente por estos dos motivos:

1. El grupo de presos de ETA de la Vía Nanclares ha sido ninguneado, calumniado y vilipendiado por parte de algunos -no todos- de los organizadores de la manifestación y por parte de varios de los habituales participantes a dichas manifestaciones. Y para los miembros del Grupo de Nanclares todavía ha sido mucho más doloroso el hecho de que muchos de sus familiares han sido despreciados y abandonados por muchos del mundo de la IA.

Sin embargo, a mí esos presos disidentes de la Vía Nanclares me llaman positivamente la atención desde hace ya varios años por el camino que han tomado desde la revisión crítica del pasado. Para ello se basan en una ética humanista -no marxista donde el fin justifica los medios- desde la afirmación del valor supremo de todo ser humano, desde el reconocimiento del daño causado, reparación y reconciliación con las víctimas. Esto sí que es, desde mi punto de vista, avanzar en la construcción del Pueblo Vasco.

Foto extraída del blog de Koldo Mediavilla

2. Desde mi punto de vista, muy limitado e imperfecto, estas manifestaciones, ayunos, encierros, etc. valen muy poco o nada para conseguir los objetivos que se marcan. Pueden servir para tranquilizar -dicho de una manera suave- a algunos de los organizadores que quieren hacer ver al colectivo y a sus familiares que les tienen muy presentes en sus vidas. ¿De verdad creen que el pueblo les va a sacar de la cárcel? Sin querer herir a nadie, pero algunos me recuerdan a esos amigos de los presos que desde Tailandia o las Bahamas, gozando de unas estupendas vacaciones, les envían cálidos recuerdos y muxus. ¡Qué paradoja! Pero no tengo dudas de la sinceridad y buena voluntad de muchos de los organizadores y manifestantes.

ETA, la IA y el Colectivo de Presos conoce perfectamente cuáles son los caminos para conseguir los objetivos para con los presos. Acepto también que la postura del Gobierno en muchos casos es inaceptable.

En los últimos 30 años cuántas manifestaciones, encierros, ayunos…. Que no han servido para nada. Recordemos con el Acuerdo de Lizarra-Garazi las decenas de miles de carteles en los balcones de nuestras casas de nuestros pueblos con el lema: Euskal Presoak, Euskal Herrira… ¿cuántos quedan ahora?

Si el abominable secuestro de Ortega Lara, el asesinato de Miguel Ángel Blanco -por cierto, tan jaleados y aplaudidos por muchos de la IA- y tantas otras ekintzas no sirvieron para nada, sino todo lo contrario, para mejorar la situación de los presos, ahora con el cambio estratégico de la correlación de fuerzas, ¿se puede creer que con estas manifestaciones se pueden conseguir esos objetivos?

Ojalá estuviera equivocado y se acierte en los medios para conseguir esos objetivos que muchos anhelamos para todos los presos de ETA.