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Gogoan-por una memoria digna

~ Por una memoria digna como derecho de las víctimas y de la sociedad vasca en general. Una memoria que deslegitime la violencia y que sea pedagógica para prevenir situaciones como las vividas en Euskal Herria los últimos 50 años.

Gogoan-por una memoria digna

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‘GESTO’ dokumentala

26 viernes Ago 2022

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'Gesto', 70SSIFF, acercamiento, derechos humanos, deslegitimación de la violencia, Festival de Cine de San Sebastián, Gesto por la Paz, Memoria, movilización social, pacifismo vasco, pluralismo, reinserción, separación de conflictos, Tabakalera, tortura, víctimas de la violencia, violencia de persecución, Xuban Intxausti, Zinemira

El 17 de septiembre se proyectará por primera vez el documental ‘Gesto’ en el Festival de Cine de San Sebastián.

El 26 de agosto, se presentó en Tabakalera (Donostia-San Sebastián) las películas y documentales que concursan o se exhiben en el apartado Zinemira del Festival de Cine de San Sebastián. Una de las películas que concursa es ‘Gesto‘, documental producido por Gogoan, por una memoria digna, dirigido por Xuban Intxausti y con música original de Fernando Velázquez.


¿Qué es ‘Gesto’?

‘Gesto‘ es un viaje por la memoria del pacifismo vasco que durante 30 años trabajó por la paz y en contra de la violencia en Euskal Herria. Entendemos la memoria no solo como un ejercicio de acercamiento a la verdad, sino como una valoración, en este caso positiva, del papel que realizó Gesto por la Paz en un momento realmente difícil. La memoria es también aprendizaje y, en este sentido, consideramos que recuperar la esencia de Gesto por la Paz es, además de un gesto de agradecimiento a quienes lo hicieron posible, una herramienta enormemente útil para las generaciones posteriores.

En el documental ‘Gesto’ se recogen los principios y actuaciones que dieron forma a esa genuina construcción colectiva que fue Gesto por la Paz, que no se creó ni se desarrolló con patrones preestablecidos, todo fue el resultado del análisis, las motivaciones y las inquietudes de las personas que lo hicieron posible. Muchos de sus principios y actuaciones conservan plena vigencia, pero es necesario destacar que el gran valor de Gesto es lo que hizo en el momento que lo hizo, en esas circunstancias y con esos condicionantes.

En ‘Gesto’ algunos miembros de la organización pacifista nos van relatando ese trabajo a través de imágenes del pasado y de intervenciones que dan paso a esos principios y actuaciones mencionadas De esta manera, se invita al espectador a descubrir lo que fue Gesto por la Paz y la vigencia de su esencia.

Los derechos humanos

Gesto por la Paz fue una organización que trabajó por la paz y el respeto de los derechos humanos para todas las personas desde 1985 hasta 2013 en el ámbito de la violencia específica generada en Euskal Herria.

La movilización social como cauce de expresión y sensibilización

Desde el inicio, la labor fundamental fue la concienciación y sensibilización sobre la gravedad de la violencia que inundaba nuestra sociedad y lo hizo a través de la movilización social desde un planteamiento unitario y plural. Ahí se enmarcan los “gestos por la paz”, las concentraciones silenciosas que se realizaron en numerosos pueblos, barrios, colegios o campus universitarios después de cada muerte relacionada con la violencia específica generada en Euskal Herria. Estas concentraciones silenciosas de 15 minutos fueron la seña de identidad más genuina de la organización.

El conflicto violento y el conflicto político

De forma paralela, Gesto por la Paz desarrolló un discurso genuino basado en el respeto a los Derechos Humanos de todas las personas y en la defensa de un ámbito unitario pre-partidista para afrontar el grave problema de la violencia. En este sentido, uno de los pilares fundamentales de este discurso fue la separación del conflicto violento del conflicto político. Gesto por la Paz defendió que no existió ninguna relación necesaria entre el conflicto político identitario -uno de tantos conflictos políticos que se dan en una sociedad plural- y el uso de la violencia. Consecuentemente, el terrorismo fue el resultado de una decisión voluntaria, libremente tomada, injusta y errónea que no tuvo ninguna justificación. Desde ahí, Gesto por la Paz siempre defendió que se debía llegar al final de la violencia desde el puro desistimiento de quienes mantuvieron y defendieron esa estrategia, sin pagar ningún precio político por la paz, como afortunadamente así ha ocurrido.

Gesto por la Paz defendió que no existió ninguna relación necesaria entre el conflicto político identitario -uno de tantos conflictos políticos que se dan en una sociedad plural- y el uso de la violencia.

Las víctimas de la violencia

El cimiento más significativo del discurso de Gesto por la Paz fueron las víctimas que originó esta violencia. De esta manera, es destacable la creciente centralidad de las víctimas. Las víctimas eran la razón fundamental para realizar un posicionamiento contrario al uso de la violencia. Una sola víctima ya deslegitimaba el uso de la violencia.

Se trataba de que la ciudadanía comprendiera que las víctimas eran las trágicas destinatarias de un ataque que iba dirigido contra toda la sociedad.

Se trataba de que la ciudadanía comprendiera que las víctimas eran las trágicas destinatarias de un ataque que iba dirigido contra toda la sociedad. La asunción de este principio posibilitaba los imprescindibles mecanismos de reconocimiento y solidaridad hacia todas ellas, cada una desde su especificidad. En este ámbito, el primero de los pasos que se dio fue humanizar a las víctimas, “descubrir” que, bajo aquellos uniformes o cargos, había seres humanos con una vida que quedaba truncada para siempre. El segundo paso y fundamental fue dar voz a las víctimas. Su testimonio directo nunca deja indiferente a quien se atreve a escucharlo.

Ante el acoso que sufrieron miles de ciudadanos y ciudadanas, Gesto por la Paz creó el concepto “violencia de persecución” (2000) con el que se pretendió denunciar la falta de libertad de una parte importante de la población por su condición de representante de la ciudadanía o por el libre ejercicio de su profesión. Estas personas padecieron la utilización sistemática de la amenaza, el acoso, la agresión y hasta el asesinato por el hecho de defender públicamente unos planteamientos ideológicos no coincidentes con los de quienes apoyaban y ejercían la violencia.

Las personas presas y detenidas

Desde la defensa de los Derechos Humanos para todas las personas, Gesto por la Paz también abordó la situación de las personas presas y detenidas relacionadas con los delitos de terrorismo. En este sentido, desde el inicio de la organización se denunciaron casos de tortura como el de Tomás Linaza en 1987 y otros que, desgraciadamente, le sucedieron a lo largo de los años.

Por otra parte, en 1994, Gesto por la Paz junto a Denon Artean, ya planteó y defendió el principio democrático de la reinserción y lanzó los criterios que consideraba que se debían aplicar, criterios que mantienen toda su vigencia en la actualidad (Criterios: 1. Desvinculación de la estrategia terrorista, 2. Acatamiento de las reglas y principios democráticos, 3. Reconocimiento del daño causado).

También en 1994, se lanzó a la opinión pública el concepto del acercamiento para las personas presas relacionadas con el terrorismo; un posicionamiento planteado desde una perspectiva ética y humanitaria. Dicha reivindicación se diferenció claramente de la reivindicación que desde la izquierda abertzale se hacía en aquel momento del reagrupamiento de presos.

      

Por una memoria deslegitimadora de la violencia

Toda la actividad de Gesto por la Paz ha ido claramente dirigida a la deslegitimación de la violencia. Todo relato que se construya debe partir de la defensa de los derechos humanos para todas las personas y debe poner en primer lugar a las víctimas, como el trágico e irreparable logro que ha generado la violencia. Se debe construir una memoria claramente deslegitimadora de la violencia.


Trailer del documental

El 17 de septiembre se proyectará por primera vez el documental ‘Gesto’ en el Festival de Cine de San Sebastián a las 22’15 h. También habrá pases por la tarde los días 18 y el 19 de septiembre.

La movilización por la paz tiene que ser parte del relato

07 viernes Ene 2022

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amenaza, asesinato, Bayona 1996, derechos humanos, deslegitimación de la violencia, El Correo, El Diario Vasco, Eskolunbe Mesperuza Rotger, ETA, final de ETA, GAL, Gesto por la Paz, hostigamiento, Inés Rodríguez Ranz, Instituto para la Memoria Gogora, Itziar Aspuru Soloaga, izquierda abertzale, Julio Iglesias Zamora, lazo azul, Lortu dugu, Maite Leanizbarrutia Biritxinaga, Memoria, Miguel Ángel Blanco, movilización social, movilización social por la paz, relato, respuesta sistemática a la violencia, separación de conflictos, víctimas de la violencia, víctimas del terrorismo, violencia ilegítima de las fuerzas de seguridad

El pasado 10 de noviembre se realizó un acto institucional de agradecimiento a las personas que habían contribuido a la Paz y, entre ellas, a las que participamos en la movilización social frente a la violencia de ETA. Se trataba de un agradecimiento público a quienes reaccionamos al horror de justificar que la vida fuera menos importante que un proyecto político; de justificar que se matara, que se amedrentara y que se extorsionara en nombre del pueblo vasco. Desde nuestro punto de vista, el sentido del acto suponía reconocer que la movilización social contra ETA fue un factor fundamental en su deslegitimación, y que los movimientos sociales que la impulsaron fueron un agente de concienciación esencial en el proceso de mostrar públicamente el rechazo a la violencia de ETA.

la movilización social contra ETA fue un factor fundamental en su deslegitimación y los movimientos sociales que la impulsaron fueron un agente de concienciación esencial en el proceso de mostrar públicamente el rechazo a la violencia de ETA

La articulación de la reacción de la sociedad vasca frente a la violencia de ETA fue evolucionando. Es importante remarcar que fue una evolución progresiva, lo que quiere decir que no todos estuvimos en el mismo sitio a la vez. Durante estos cuarenta años la mayoría de las personas de esta sociedad fue descubriendo, cada cual en su momento, que matar estaba mal, que nada lo podía justificar. Y si importantes y dignas de mención son las primeras personas que lo comprendieron y lo manifestaron, también las últimas lo son. Se puede afirmar que la sociedad reaccionó tarde, porque tenía que haber respondido desde la primera muerte. Pero ese es un análisis demasiado simple para un proceso tan complejo y de tantos años.

Durante estos cuarenta años la mayoría de las personas de esta sociedad fue descubriendo, cada cual en su momento, que matar estaba mal, que nada lo podía justificar.

Lo cierto es que hubo una evolución social en la contestación a ETA y que, a finales de los años 80, grupos pacifistas como Gesto por la Paz crearon un canal de respuesta sistemática a la violencia. Solamente cinco años después, Anoeta se quedó pequeño para acoger a todas las miles de personas que querían manifestar, con su presencia en el estadio, que esa dinámica de violencia y amenaza de ETA tenía que acabar. Aquella respuesta multitudinaria se realizó a propósito del secuestro de Julio Iglesias Zamora, en 1993, y fue activada por el símbolo del lazo azul. Posteriormente, hubo más movilizaciones masivas por asesinatos que, como el de Miguel Ángel Blanco en 1997, fueron percibidos como particularmente trágicos y marcaron a la evolución de la movilización social contra ETA. Como sabemos, hasta que ETA se disolvió hubo todavía muchos más asesinatos injustos, porque, a pesar de la protesta social, ETA tardó unos quince años y muchas vidas más arrebatadas, hasta anunciar su final. Esa movilización social contra ETA, ese rechazo personal y social mostrado, cada vez mayor, fue decisivo para que la organización armada decidiera disolverse y es muy importante reconocerlo así, y que el relato de lo que vivimos tenga en cuenta esa idea de evolución de la sociedad vasca frente a ETA.

Hay que reconocer también que reaccionar frente a ETA exponía a las personas al odio y eso suponía exponerse a sentir miedo, porque el mero hecho de oponerse a ETA marcaba y propiciaba el acoso. La base social de apoyo a ETA fue necesaria en el desarrollo de esta historia de horror de más de 800 personas asesinadas, y esa base social intentó echar de las calles a la voz organizada de respuesta a la violencia.

El Correo

El acoso fue sistemático: intentaron aislar a cada una de esas personas, descalificándolas, y declarándolas enemigas de su pueblo vasco. El hostigamiento por parte de la izquierda abertzale ha sido continuo, en barrios y en pueblos, durante todos estos 40 años, de la movilización social contra ETA. Pero el compromiso desde grupos como Gesto por la Paz era ya decidido y firme, fruto de un largo recorrido. La movilización social contra ETA ha estado constituida por personas resistentes que tuvieron la firme voluntad de contagiar su rechazo a la violencia e impulsar la consecución de la paz en el País Vasco, y esto tiene que formar parte del relato de lo ocurrido en aquellos años.

la izquierda abertzale intentó echar de las calles a la voz organizada de respuesta a la violencia. El acoso fue sistemático: intentaron aislar a cada una de esas personas, descalificándolas, y declarándolas enemigas de su pueblo vasco. El hostigamiento ha sido continuo, en barrios y en pueblos, durante todos estos 40 años

Y tiene que incorporarse también en el relato, la existencia de una base social de apoyo a ETA que, no solo no condenaba o aplaudía los asesinatos, sino que ejercía un papel activo en la perpetuación de la violencia: haciendo de caja de resonancia social de las amenazas y señalamientos de ETA a personas de nuestra sociedad; incrementando el sufrimiento a las víctimas de sus atentados, acosándoles, no solo antes, sino también después del atentado; intentando dinamitar la reacción social en contra de la violencia de ETA; y, por último, ejerciendo un control social férreo sobre su propio entorno para contener las discrepancias, muy especialmente, a propósito de la justificación del uso de la violencia por parte de ETA. Esa base social de apoyo a ETA, necesaria para que la violencia continuara durante cuarenta años, generó mucho sufrimiento y distorsión en la convivencia, y esto tiene que ser reconocido por parte de la Izquierda Abertzale, quien debería enunciar con claridad cuál es su posición actual respecto a ese pasado.

Y tiene que incorporarse también en el relato, la existencia de una base social de apoyo a ETA que, no solo no condenaba o aplaudía los asesinatos, sino que ejercía un papel activo en la perpetuación de la violencia

También hay que agradecer que la reacción social ante ETA se articulara, en general, desde una defensa coherente y radical de los Derechos Humanos, mantenida incluso en los momentos más duros de acoso a la movilización. Desde el principio, Gesto por la Paz quiso desmontar la teoría de los dos bandos, que suponía la justificación del uso de la violencia, en base a una supuesta necesidad de responder a otra violencia. Por eso, el mensaje que se lanzó a la sociedad fue la del rechazo y la deslegitimación de las distintas violencias, no solo la de ETA, sino también la de organizaciones como los GAL, o la violencia ilegítima perpetrada por las Fuerzas de Seguridad del Estado. Reconocer los distintos sufrimientos y vulneraciones de Derechos Humanos que se generaron hizo más contundente la movilización social a favor de la paz.

Gesto por la Paz, 2005

A día de hoy resulta intolerable que desde la Izquierda Abertzale se haga un reconocimiento del daño que “han recibido” las víctimas de ETA y que se arrogue el mérito de ser la única que reconoce a todas las víctimas de la violencia en el País Vasco. Hace treinta años que Gesto por la Paz exigió el esclarecimiento de la trama de los GAL y de los asesinatos que este grupo parapolicial cometió. En aquel tiempo, fue la misma Izquierda Abertzale la que boicoteó aquellos actos públicos, organizados para denunciar la realidad de esa violencia antiterrorista.

Efe. Gesto por la Paz, Bayona, 1996
Diario Vasco. Bayona, 1996
El Mundo. Bayona, 1996

Trataron así de monopolizar la solidaridad y el reconocimiento hacia las víctimas de la violencia antiterrorista para manipular su sufrimiento y poder mantener la teoría de los dos bandos. Sin embargo, la solidaridad con las víctimas de la violencia ha sido uno de los ejes que ha activado la movilización social a favor de la paz. El apoyo y el reconocimiento hacia ellas ha sido, en gran medida, el origen de la progresiva reacción a la violencia. El ataque que las víctimas sufrían individualmente fue, cada vez más, considerado como una agresión al conjunto de la sociedad.

El ataque que las víctimas sufrían individualmente fue, cada vez más, considerado como una agresión al conjunto de la sociedad.

Si las víctimas deben ser las protagonistas del relato del horror que se ha vivido en nuestra sociedad durante cuarenta años, en esa larga historia hay que reconocer también el papel jugado por la articulación de una movilización social, realizada desde la pluralidad de la sociedad vasca. Mientras ETA mataba y amedrentaba a la sociedad, incluso durante los años más duros de polarización social, los representantes de las familias políticas de Euskadi participaron en actos públicos organizados por Gesto por la Paz, que ponían de relieve la existencia de una base ética compartida, capaz de anteponer el compromiso con la defensa de los derechos humanos, a las diferencias partidistas.

Gesto por la Paz fue el artífice de la idea de que era necesario desvincular la violencia de la política, lo que implicaba negarse rotundamente a que ETA consiguiera algún reconocimiento político a cambio de su final.

Gesto por la Paz fue el artífice de la idea de que era necesario desvincular la violencia de la política, lo que implicaba negarse rotundamente a que ETA consiguiera algún reconocimiento político a cambio de su final. El recorrido de esta idea quedó patente en el cese incondicional que la propia ETA anunció en 2011. Desde el convencimiento de que la movilización de la sociedad vasca a favor de la paz había constituido un factor que había contribuido a la toma de esa decisión, Gesto por la Paz celebró en la calle, con el lema Lortu dugu–Lo hemos conseguido, la decisión de ETA de dejar de matar.

El Correo, 2011

Es importante incorporar este relato de la progresiva evolución de la sociedad vasca y de su movilización a partir de acciones inicialmente humildes y, posteriormente, más multitudinarias y relevantes, porque el reconocimiento, en nuestro pasado, de la importancia de la movilización ciudadana para afrontar un conflicto social grave, puede tener implicaciones para el futuro, y puede servir para incentivar otras peleas sociales.

el reconocimiento de la importancia de la movilización ciudadana para afrontar un conflicto social grave, puede tener implicaciones para el futuro, y puede servir para incentivar otras peleas sociales

 

Itziar Aspuru Soloaga, Maite Leanizbarrutia Biritxinaga, Eskolumbe Mesperuza Rotger e Inés Rodríguez Ranz de Gesto por la Paz

 


Una versión reducida de este artículo fue publicado en El Diario Vasco y El Correo en el mes de diciembre de 2021.

Sobre la nueva versión de ‘Herenegun’

19 jueves Dic 2019

Posted by gogoanmemoria in Memoria

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acercamiento de presos, astilleros Euskalduna, atentados, Conferencia de Aiete, Coordinadora Lurraldea, Diario Vasco, elkarri, ETA, euskera, franquismo, Gesto por la Paz, Glencree, HB, Herenegun, insumisión, izquierda abertzale, Koldo Mitxelena, movilización social, Pilar Zubiarrain, ponencia Oldartzen, reinserción de presos, secuestros, separación de conflictos, vía Nanclares, violencia de persecución, yihadismo

En relación a los materiales didácticos Herenegun, tras la modificación realizada ante las distintas quejas de diversos colectivos, desde Gogoan por una memoria digna deseamos manifestar que el material presentado supone una mejora sustancial con respecto a la primera versión.

Sin embargo, al margen de algunas afirmaciones tan precisas como inexactas (ni Koldo Mitxelena presentó en Arantzazu “las bases de un nuevo euskera”, ni es cierto tampoco, dicho con esa rotundidad, que “el euskera estaba prohibido”) queremos hacer algunas observaciones que pensamos pueden contribuir a mejorar el material presentado.

[Aquí puedes ver los nuevos vídeos de Herenegun: «Así son los nuevos videos de Herenegun» Diario Vasco]

 

 

 

Ausencia del papel de la izquierda abertzale

La primera y fundamental es la ausencia del papel de la izquierda abertzale en toda esta historia de violencia. Es verdad que los partidos políticos no tienen un papel protagonista en los vídeos, pero en el caso de la izquierda abertzale, ocultar su papel protagonista es desvirtuar la realidad.

A ETA le hubiera sido complicado subsistir sin el apoyo de una parte de la población, la aglutinada en torno a la autodenominada izquierda abertzale. El apoyo de esa parte de la población, citado en los vídeos, pero sin añadir más explicaciones, diluye por completo responsabilidades de actores centrales que han condicionado por completo esta historia. ETA secuestraba y mataba, sí, pero era alentada por estos sectores que organizaban manifestaciones, jaleaban sus acciones y extendían el sufrimiento atacando comercios, quemando autobuses y amenazando de forma directa a quien no comulgase con ellos: “Hoy tú de negro, mañana tu familia”; manifestación frente a la familia del secuestrado Ibarra… En los documentos NO se informa suficientemente sobre este apoyo.

De modo sorprendente, no se habla de HB ni de las organizaciones de la izquierda abertzale con su nombre propio. Es como si no existieran. Parece que se trata de un apoyo indefinido y poco estructurado, cuando lo cierto es que fue un apoyo organizado hasta en los últimos detalles. Con actividad incansable en la calle, y apoyando a los terroristas tanto en los momentos de activismo como cuando el militante es detenido, está en la cárcel condenado, y regresa a su origen una vez cumplida la pena. HB como tal (al margen de referencias muy de pasada -imágenes de titulares de periódicos, por ejemplo) no aparece hasta el año 1996, con el mitin de Anoeta y la estrategia Oldartzen. Esto nos parece incomprensible. No se puede explicar la historia de ETA si al mismo tiempo no se indica con claridad que gran parte de su trayectoria la recorrió de la mano de las organizaciones de la llamada izquierda abertzale. Hubo una complicidad directa con el terrorismo, algo que todos hemos visto durante años.

 

El papel de los movimientos sociales

También conviene apuntar algunas cuestiones sobre el papel de los movimientos sociales.

  • Resulta llamativo que no exista ninguna referencia a la coordinadora Lurraldea, dado que es fundamental para comprender el sentido que tuvo posteriormente Elkarri.

En el vídeo 3 se silencia por completo, de forma sospechosa, la actividad de Lurraldea para “solucionar” el problema del trazado de la autovía de Leitzaran. Lo de Lurraldea sí que es, a diferencia de otros muchos hechos que aparecen en los vídeos, una cuestión periférica, pero directamente relacionada con la actividad de ETA. Basta con echar un vistazo a la prensa de la época: aquello acabó porque una coordinadora que se presentaba como ecologista, dirigida por personas directamente vinculadas a HB, presionó en la Diputación de Gipuzkoa para que esta adoptase un acuerdo en la línea que ETA propugnaba. Ese es un ejemplo claro e ilustrativo de apoyo social, como lo demuestra la famosa foto del brindis con champán.

[Un poco de memoria con la hemeroteca: El País, 10 de agosto de 1991]

 

  • También resulta llamativo el papel residual concedido a Gesto por la Paz.

Es llamativo no solo porque lo que se recoge de la entrevista es testimonial y personal, sino porque su actividad se incluye en los 80 obviando, por una parte, que continuó trabajando hasta 2013 y, sobre todo, obviando todas las singulares aportaciones que realizó esta organización en temas como la reinserción (Vía Nanclares), el acercamiento de presxs (familiares en el bus), la violencia de persecución, la separación de conflictos, etc.

Resulta hasta doloroso que se oculten los dos años de movilización social pidiendo la libertad de las personas secuestradas y las contramanifestaciones, sin valorar la enorme violencia y tensión que supuso en la sociedad y sin crítica alguna de la pasividad de fuerzas policiales y judiciales frente a esa conculcación de derechos básicos.

El Correo, 1995

 

Respecto al modo de realizar el relato

Es una realidad que en los años del franquismo y durante los primeros años de la democracia, las actuaciones de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado fueron escandalosamente reprobables. Y de esa manera se refleja en los vídeos; sin embargo, a lo largo del resto de las décadas, se queda una especie de tic, una insistencia constante de toda la descripción histórica de los hechos como de dos bandos, con una de cal y otra de arena: atentados de ETA / torturas y asesinatos por parte del Estado. Ese relato introduce una enorme nebulosa que tiende, si no a ocultar la actividad de ETA, sí a debilitar su protagonismo.

 

Otras observaciones de menor calado

Además, hay algunas observaciones de menor calado, pero que deberían tenerse en cuenta:

  • En todos los capítulos se sitúa lo sucedido (básicamente, la acción terrorista de ETA atacando a la sociedad, y los abusos policiales y de grupos de extrema derecha) en un contexto demasiado amplio de hechos, que tienden a confundir y a diluir la acción de los principales causantes de la violencia.
  • Hay “cuestiones ajenas” cuya referencia es absolutamente prescindible en el tema que nos ocupa, porque poco tuvieron que ver con la historia de la violencia motivo de análisis:
      • el movimiento de la insumisión,
      • el atentado yihadista de Madrid -más allá de la repercusión negativa que tuvo en ETA-,
      • o, por ejemplo, la lucha en los astilleros de Euskalduna que proyecta un contexto muy conflictivo que contribuye a dar una imagen de violencia de respuesta. Eso se complementa con la falta de referencias a la normalidad y la indiferencia con la que ha vivido durante décadas una buena parte de la sociedad vasca.
  • La referencia a Glencree está cogida ‘por los pelos’ y es muy posible que más allá de las personas interesadas, nadie pueda llegar a saber en qué consistió esa iniciativa, de dónde partió, cuáles fueron sus principales aportaciones…
https://euskalpmdeushd-vh.akamaihd.net/multimediahd/videos/2013/01/09/1013240/20130109_16005620_0005595344_001_001_PROMO_GLENCR.mp4
  • Todo el tema “Vía Nanclares” está tratado más desde el sentimiento (necesario) que como una vía política que daba en la línea de flotación de ETA. No se explica qué fue, cuántos tomaron parte en la iniciativa y su importancia en la organización, por qué se impulsó, por qué no tuvo más éxito, cómo se acogió el posicionamiento dentro de ETA y por los comités de apoyo a presos (cuya actividad queda, por cierto, absolutamente diluida en los materiales presentados), etc. En definitiva, nadie que vea los vídeos sabrá qué fue aquello de la “Vía Nanclares”. Sería deseable incluir el testimonio conjunto de Maixabel Lasa e Ibon Etxezarreta.
  • Se dan muchos datos estadísticos de lo ocurrido. Imprescindibles para conocer la dimensión del terror. Pero faltan testimonios de víctimas anónimas y ocultas: testimonios de quienes llevaron el cuerpo de su hijo asesinado a un pueblo pequeño y quedaron sepultados en el olvido durante años o testimonios como el de la abogada Pilar Zubiarrain. A veces eso es mucho más esclarecedor que un listado frío de datos.

  • En el capítulo 5 se intenta hacer un resumen de la década prodigiosa que antecedió a la Conferencia de Aiete y a la actividad de los organizadores de Conferencias de Paz. Se ha preferido concentrar el tema en Aiete. Pero, ¿cómo se llegó ahí? En la descripción (cierta) de los hechos se silencian de forma cuidadosa cuestiones que explican, más que cualquier otro argumento, el cese de la actividad de ETA. Bastaría con haber incluido una frase de este estilo: “La población vasca había llegado a tal nivel de hartazgo insoportable con la actividad de ETA, que se manifestó de forma continua contra la banda en movilizaciones sociales de todo tipo. Por otro lado, la acción eficaz y continuada de policías y jueces llevó a la organización a una situación insostenible y de difícil salida. No cupo otra opción que el abandono de la actividad. Máxime hasta cuando sus referentes políticos habían decidido tomar caminos que ellos mismos habían vetado durante decenas de años a los miembros de la banda encarcelados: aceptación del marco constitucional, acuerdos con fiscales y jueces, beneficios penitenciarios, etc.”. Nada de eso aparece. Pero una frase de ese tipo, leída con un poco de convicción, acaba siendo más ilustrativa que un listado de asesinatos.

Aun siendo conscientes de la dificultad de realizar un retrato que satisfaga a todas las personas, confiamos en que estas aportaciones sean tenidas en cuenta porque están elaboradas pensado exclusivamente en el bien común y en la necesidad de crear una memoria basada en la verdad y en el análisis crítico del pasado.

 

 

Con la Biblia y la Parabelum

13 lunes May 2019

Posted by gogoanmemoria in libros

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El pasado 10 de mayo, el periodista Pedro Ontoso presentó su libro «Con la Biblia y la Parabelum» en la Biblioteca de Bidebarrieta acompañado por el sacerdote Rafa Aguirre y por el analista político Kepa Aulestia.

El prologo del libro lo realiza Rafa Aguirre y en él se ofrecen dos ideas de especial interés en relación a la iglesia vasca:

  • «El abertzalismo radical fue una religión de sustitución que desertizó las zonas tradicionalmente más cristianas del país. Dios fue sustituido por la patria vasca, a la que había que entregar la propia vida y, con mucha más facilidad, la de los demás«.
  • «A la iglesia la obnubiló la teoría del conflicto vigente en el mundo nacionalista, sin cuya resolución sería imposible acabar con ETA y su apoyo social. Su disposición a colaborar en la ingeniería política -la historia ha demostrado que era innecesaria y que no hacía más que alentar las esperanzas de los terroristas- oscureció su testimonio moral y evangélico. La Coordinadora Gesto por la Paz, por el contrario, siempre distinguió entre conflicto violencia y conflicto político, y defendió que no se podían mezclar ni relacionar.»

En la Introducción de «Con la Biblia y la Parabelum» el autor hace un paralelismo similar al que realizó Ana Rosa Gómez Moral en el libro «Un gesto que hizo sonar el silencio» entre los asesinatos de José María Ryan o Alberto Martín Barrios, en 1981 y 1983, respectivamente, y el de Miguel Angel Blanco en 1997 con el asesinato de Aldo Moro en 1978. Ontoso afirma «El asesinato de Moro fue el principio del fin de la organización y el inicio de su declive, pues a partir de ahí fue perdiendo el poco apoyo social que le quedaba. Algo parecido ocurrió en Euskadi cuando ETA asesinó a Miguel Angel Blanco«. Sin embargo, Ana Rosa apunta la concurrencia un elemento muy importante: la movilización ciudadana. «…en aquel entonces, aún no existía ese sujeto nuevo que estaba en la arena desde que nació Gesto por la Paz. Cuando asesinaron a Miguel Angel Blanco, ya llevábamos más de diez años de movilización pacífica en contra de la violencia y, concretamente, los dos últimos años habían sido extenuantes debido a los secuestros encadenados y a la insistente y obscena provocación en la calle«. 

El autor, a lo largo de 18 capítulos, analiza el papel de la Iglesia en estos 50 años de violencia. Sin duda alguna, obispos como Juan María Uriarte, José María Setién o Ricardo Blazquez tienen un peso potente, pero el autor también abre paso a iniciativas que parten de los cristianos de base. Algunas de estas son las que se recogen en el capítulo «Un movimiento pacifista con sello cristiano» en el que se relatan las distintas reacciones esporádicas que habían surgido en torno a la iglesia en los años 80 hasta derivar en Gesto por la Paz (1985). Describe los orígenes de esta organización pacifista como netamente cristianos.

Posteriormente, escribe el subcapítulo «Elkarri y la otra línea de la Iglesia» en el que identifica iniciativas como Bakea Orain o elkarri con una iglesia más en sintonía con el nacionalismo vasco. En esta parte del libro, en realidad se narra no solo el trabajo que realizó elkarri durante sus 14 años de existencia, sino la trayectoria personal de Jonan Fernández.

Ocurre algo muy similar con Paúl Ríos «Paúl Ríos: de Gesto por la Paz a Lokarri«. Desde su participación en concentraciones de Gesto por la Paz y su implicación en elkarri a partir del asesinato de Joseba Goikoetxea en 1993, hasta el trabajo de Paúl tras la desaparición real de ETA cuando en Colombia insistía en «el papel protagonista de la sociedad civil». En su trabajo en Lokarri conviene resaltar esta parte: «Ríos aceptó -la propuesta de Brian Currin de coordinar esfuerzos- y, desde finales de 2009, se convirtió en su sombra. Acompañó a Currin por todo Euskadi para comunicar el cambio de estrategia de la izquierda abertzale y socializar el mensaje de que el debate interno estaba muy avanzado. Y que iba en serio. Se reunieron con partidos, sindicatos, empresarios y también con representantes de la Iglesia.» Por razones que se desconocen, Paúl Ríos no «facilitó» una reunión con entre Currin y esa antigua organización a la que gusta referirse, Gesto por la Paz, a pesar de que solo había una distancia de dos pisos entre las sedes de ambas organizaciones.

Tras leer este capítulo, es muy fácil que la persona lectora llegue a la conclusión de que, si bien Gesto por la Paz tuvo un impulso inicial de cristianos de base, fueron las organizaciones elkarri y Lokarri las que realmente estuvieron muy unidas a la Iglesia vasca con la que mantuvieron una muy estrecha relación.

1993, Deia

1993, Deia

Por desgracia, Pedro Ontoso deja de mencionar el trabajo de Gesto por la Paz a partir de 1993. ¿Cuál es la razón? ¿Hasta entonces Gesto por la Paz había sido una organización vinculada a la iglesia y a partir de entonces se desarrolla como una organización laica e independiente de la Iglesia oficial? El libro no ofrece la respuesta.

Conviene matizar algunas afirmaciones que se hacen respecto a Gesto por la Paz. La mayoría son sin importancia como que Gesto por la Paz comenzó a llamarse Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria en la asamblea de confluencia entre la Coordinadora Gesto por la Paz y la Asociación por la Paz de Euskal Herria que fue en noviembre de 1989 y no en 1987, como se afirma. O que José Luis Bilbao se portó bien con Gesto por la Paz en 1990/91, pero no cediendo un local, sino proporcionando mesas y sillas de oficina retiradas de la Diputación Foral de Bizkaia. O que en 1990, Gesto por la Paz tenía 170 grupos, en lugar de los 67 que pudiera tener, ya que no alcanzó los 170 hasta 1996.

Quizás las afirmaciones más «desacertadas» son las de que el Gobierno vasco pidiera a Gesto por la Paz que se movilizara por el secuestro de Julio Iglesias Zamora y que le concediera 14.000.000 de pesetas de los fondos reservados. Ninguna es cierta.

Gesto por la Paz inició la campaña en favor de la liberación del ingeniero de Ikusi nada más producirse el secuestro y por iniciativa propia, como no podía ser de otra forma.

[Texto de la rueda de prensa ofrecida por Gesto por la Paz cuatro días después de producirse el secuestro]

Es cierto, que desde el Gobierno vasco se apoyó la creación de la Iniciativa Ciudadana en favor de la liberación de Julio Iglesias Zamora y que fue Gesto por la Paz la asociación que la impulsó, coordinó y organizó los eventos convocados por la Iniciativa, pero hay que tener en cuenta que:

  1. La Iniciativa en favor de la liberación de Julio Iglesias Zamora se presentó dos meses después de comenzar el secuestro, concretamente, el 4 de septiembre.
  2. El Gobierno vasco -¿tiene fondos reservados?- concedió una ayuda extraordinaria del importe mencionado a la Iniciativa que se destinó prácticamente de manera íntegra a la convocatoria de la manifestación del 11 de septiembre. Y todo el gasto que generó la campaña que Gesto por la Paz desarrolló contra el secuestro de Julio Iglesias Zamora, lo asumió la propia organización pacifista que, además, vio seriamente mermada la subvención que recibiría ese año del Gobierno vasco.

La mayor parte de estas informaciones se pueden obtener de la muy útil web de Gesto por la Paz. Para otras informaciones, quizás habría sido deseable que el autor hubiera consultado a más informadores.

Para terminar, hay que felicitar a Pedro Ontoso, tanto por el libro como por el éxito de la presentación del mismo. Como se puede apreciar en la fotografía, la sala de Bidebarrieta estaba repleta.

Presentación sala Bidebarrieta, 10/05/2019

Isabel Urkijo Azkarate

Apostar por la Paz

08 lunes Abr 2019

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Agradezco sinceramente esta oportunidad de compartir mis reflexiones sobre un tema tan importante. También reconozco la responsabilidad que supone: resulta particularmente difícil en esta ocasión valerse del instrumento de comunicación y cognición que es el lenguaje.

 

Pasado

Quisiera evitar proclamas generales y enunciados abstractos. Para ello entrelazaré mis reflexiones con algunas vivencias que me han ayudado en la percepción del asunto que nos ocupa, historias personales que me han funcionado como epifanías. Por una parte, es de lo que puedo hablar con más fundamento y honestidad. Por otra, más importante, creo que mi historia, mutatis mutandis, es la de una gran parte de esta sociedad.

Por lo tanto, pongo el foco de mi exposición en toda esa gente que no ha «estado de acuerdo» con ETA, que le ha «parecido mal» lo que hacía, pero no lo ha manifestado de ninguna manera (durante años o aún nunca). Supongo que son muchas las personas que no han llegado a planteárselo así a sí mismas, son seguramente la mayoría, porque, el día en el que te lo narras, mirarse en el espejo resulta difícilmente soportable.

Me interesa pues particularmente ese no-discurso, el relativo mutismo, la pasividad ejercida en un grado u otro por muchísimos ciudadanos y ciudadanas de nuestra sociedad. Creo que es esencial abordarlo para avanzar en el tema que hoy nos ocupa.

Las causas del silencio han sido múltiples y de distinto carácter: la presión del ambiente general en ciudades, pueblos y barrios; la presión del círculo más cercano (familiar, de cuadrilla o de lugar de trabajo); la pasividad ante esas presiones por miedo, cuando menos, por el miedo a significarse y por la comodidad de no destacar. Sería conveniente, para una mejor descripción y posterior análisis de lo ocurrido, hacer una lista detallada de los factores que han funcionado en cada caso, en cada entorno. La consecuencia más extrema de ceder ante la presión del ambiente ha sido que, al menos en la práctica, mucha gente ha llegado a no percibir el terrorismo como problema en sus vidas.

 


Socialmente se ha construido todo un andamiaje que ha sujetado el edificio colectivo de relaciones a base de canciones, de temáticas en los concursos de bertsolaris, de decoración de nuestros bares, las huchas para los presos en barras y mostradores, algunos movimientos y de actividades en defensa del euskera, etc. Ha sido como una argamasa o unos hilos que han tejido una red envolvente: aunque no todo el mundo estaba con ETA, lo parecía: lo contrario se callaba, no se manifestaba. De modo análogo, a partir de lo que ahora no se menciona, pudiera parecer que ya todo el mundo está en contra de la violencia…


Ayuda a mantener la confusión el hecho de que vivimos en general muy bien, en una sociedad con un alto índice de opulencia y de manera que se puede llevar una vida normal sin significarse… Basta con mantenerse pasiva, con no decir, porque se ha asumido que eso significa aceptación, una aceptación más o menos plena, pero en definitiva aceptación. Mientras no se mencionaba, no se criticaba. Escribí una columna en Egunkaria en la que planteaba si ocurría en euskera con la palabra ETA como con el color verde, que no existía en el vocabulario vasco patrimonial (por eso se inventó orlegia y se ha tomado en préstamo berdea), porque nunca se mencionaba…

Aún hoy el silencio es denso, cuando con ocasión de la evaluación de una sala para una actividad, una dice que la última vez que estuvo allí fue en homenaje a una víctima de ETA.

Falta verbalizar esos silencios, integrarlos en la narración. Escasea, está ausente ese discurso, la reflexión individual de cada cual y, a partir de ahí, el de toda la gente que ha actuado así. Cuando el silencio se menciona, mayormente aparece conjugado en segunda persona: es la interpelación que directa o indirectamente nos dirigen las víctimas de ETA. Vienen a jugar el papel de nuestra conciencia, a hacer que se nos planteen interrogantes como «¿qué callábamos?, ¿de qué no nos enterábamos?».

Quienes callábamos ante ETA no nos dábamos cuenta totalmente y más allá del enunciado literal de las palabras, de que las personas que entraban en ETA, por extrema y arriesgada que fuera su opción, no tenían ningún derecho a decidir quién debía morir (cosa que, por otra parte, decidirían los mandos).

Tampoco percibimos en su auténtica y terrible medida que los muertos, los heridos, los extorsionados eran seres humanos, tan seres humanos como nosotras, como nosotros. Por ejemplo, nunca nos preocupábamos de cómo se lo contarían a sus hijos y luego a sus nietos. Nuestra literatura pocas veces, si alguna, reflejaba qué ocurría en la casa de la víctima de ETA.

Importa la responsabilidad específica, no la general abstracta, sino la de cada cual, la de cada ambiente, cada cuadrilla, cada sociedad: por eso no quiero diluir la nuestra, la de la gente como yo, entre otras injusticias. No niego esas otras injusticias, que no hay que ignorar, pero tampoco mezclar: hablar de todo a la vez es no hablar de nada con la suficiente profundidad.

Yo soy responsable de mis silencios, no de lo que hayan hecho otras personas. Muchas, muchos en este pueblo debemos a las víctimas de ETA el haberlas ninguneado, lo cual no ocurría con las víctimas de los excesos del Estado, de los cuerpos policiales, etc. Eso estaba muy presente en nuestro mundo. Y no hubo simetría: las víctimas de ETA se escondían, para no sufrir una segunda victimización y al mismo tiempo asumiéndola: la hija de Fernando Buesa, que disimulaba ante las fotos de su padre en los bares de la parte vieja de Vitoria; Cristina Cuesta, a quien sus amigos decían que se hiciera a la idea de que su padre había muerto en un accidente.

Estoy cansada de oír que las víctimas de ETA están manipuladas. Eso es de un paternalismo y de una superioridad inaceptable. Insultante. Las víctimas de ETA no son bobas y son tan libres como cualquiera de hacer sus opciones político-ideológicas. Además y por otro lado, basta escuchar el testimonio de Urrosolo Sistiaga para confirmar cómo han sido manipulados los miembros de ETA y, a través de ellos, todos nosotros.

Yo misma no era plenamente consciente de la profundidad del mal, a pesar de los pesares y de toda una serie de privilegios de los que he gozado en mi vida y de los que hablaré unas líneas más abajo. Creía que sí, pero seguía jugando a la equidistancia desde mi mayor cercanía con el mundo de ETA, con sus defensores.

No teníamos una conciencia suficientemente nítida de que, en nombre de una determinada visión territorial, lingüística, social, histórica, etc., se estaba asesinando, extorsionando, amenazando a nuestros conciudadanos, a nuestros vecinos y colegas. Tomemos como ejemplo una imagen muy concreta: aunque el hecho en sí no nos pareciera bien, íbamos de potes, mientras en la calle de al lado o dos paralelas más arriba se levantaba el cadáver de alguien asesinado por nuestros derechos (¿los nuestros… o los de quién?). «Han matado a uno en Rentería», «Han puesto una bomba en tal sitio», «Desde luego, no hay derecho», podíamos comentar mientras cambiábamos de bar. Es necesario resucitar aquella conciencia que no tuvimos entonces, hacerlo ahora a través de una mínima autocrítica.

Se ha llegado a decir que lo hacían por amor, por amor a la patria ¿Cómo se puede matar a alguien por amor? Se mata por odio. Que el amor a lo propio se mida en función del odio a lo extraño es algo perverso, que pudo tener su función defensiva en las cavernas, pero que el ser humano contemporáneo debe rechazar.

 

Mis grandes privilegios

Entre mis muchas deudas con quienes me han abierto los ojos está el ser hija de mis padres, por cómo eran mis padres. Recuerdo el catolicismo un tanto «anticlerical» de mi padre a quien sacaban de quicio todos aquellos ex-curas, ex-seminaristas metidos a salva-patrias. Admiro ahora aquella inteligencia de mi madre, su lucidez y coherencia cuando iba (diferenciándose de su entorno) a las primeras concentraciones organizadas por Cristina Cuesta. Recuerdo también cómo se disgustaba cuando algunos conocidos se referían a los miembros de ETA llamándolos gure mutilak (‘nuestros chicos’); mientras, ella iba a cursos sobre Theilhard de Chardin y Garaudy, leía a Hélder Camara sobre la espiral de la violencia. Pero no importa aquí tanto el fondo, los contenidos de sus ideas, sino aquella actitud de no seguir de modo gregario la tendencia mayoritaria en su entorno, la crítica, el cuestionamiento desde una perspectiva moral en un contexto nacionalista (PNV primero, EA a partir del cisma y hasta que ellos dos murieron en 1997): pertenezco a una de las pocas familias de nuestro entorno que no celebró la muerte de Carrero Blanco; en casa no se cantaba aquella canción durante la cual que se lanzaba el jersey hacia arriba como representación del vuelo del coche de Carrero, gracias a la calidad moral de mis padres (no se celebra el asesinato de nadie, aunque sea el enemigo, decía ama).

Me resulta inevitable mencionar, de manera mucho más breve que la que merecería, la suerte de haber conocido a Alfredo Tamayo, sacerdote jesuita, mi profesor de filosofía durante la carrera, activo luchador, sus homilías y escritos comprometidos, las primeras Semanas pro-amnistía… Tamayo fue uno de los fundadores de las Gestoras pro-amnistía, pero se alejó luego, sin esconder por qué, como siguió siempre predicando desde su más explícita coherencia ética.

Y, por último, quiero hablar de Gesto por la Paz, que ha sido tal vez la suerte más grande de todas. Sinceramente me parece que es lo que más me ha aportado, ya que de alguna manera me ha redimido rescatando los posos anteriores. Me ha dado el discurso en el que integrarlos, un discurso en el que yo he encajado más completamente: creo que soy más persona desde que tuve la gran suerte de que Gesto apareciera en mi camino, de verlo, de percibirlo.

Llegué tarde, cuando ya no se atacaban sus concentraciones, cuando no se les agredía. Por cierto, eso, lo de las agresiones a las concentraciones de Gesto por la Paz, es uno de los contenidos obligatorios de la narración de nuestra trágica historia cercana. También ante ello guardó un vergonzoso silencio una grandísima parte de la sociedad vasca.

25 de septiembre de 2000

Creo que Gesto por la Paz de EH ha hecho en el terreno ideológico una enorme aportación a nuestra inteligencia (de intelligere: entender): la separación conceptual entre el conflicto y la violencia, como dos categorías no necesariamente unidas. Comprenderlo es un paso imprescindible para que el debate avance, para ordenar el barullo sentimental en el que hemos estado inmersos: es el pensamiento que desatasca la autojustificación de una violencia que se retrotrae a la Guerra Civil cuando no a tiempos anteriores, es la premisa que corta el círculo vicioso de causas y consecuencias en las que se enroca la ceguera ante el horror de que aquí se ha matado a quien no comulgaba con las ideas de ETA (espiral que, a su vez, imposibilita la percepción y valoración justa de todas las demás injusticias derivadas de –no causadas por– esa primera locura).

En Gesto encontré una muy útil combinación de bondad y de inteligencia, de utilizar los sentimientos para lo que son y la mente para lo que es. Creo que en este pueblo hemos padecido una gran confusión en ese sentido y que el nacionalismo ha hecho fortuna con ello, pero que eso ha tenido muy malas consecuencias en la calidad moral de nuestra comunidad. Es necesario absolutamente superar, sin negarlo, el plano puramente emotivo y hacer explícitas las ideas que han sostenido las distintas opciones que entre nosotros han existido, para encontrar las que permitan encarrilar los sentimientos a un lugar mejor.

De todas maneras, aclaro que, desde algunos sectores, se suele responsabilizar demasiado ligera y erróneamente al nacionalismo de lo que ha hecho ETA, a todo el nacionalismo y a la ideología en sí. Es algo con lo que no estoy de acuerdo. Pero, dicho eso y si vamos a los hechos concretos, entre mis vivencias personales hay dos que serían pertinentes en este punto.

Un primer recuerdo se sitúa en el contexto del cierre del diario en euskera Egunkaria. Cuando, en un receso de la reunión extraordinaria del Consejo Asesor del Euskera del Gobierno Vasco, pregunté cómo se entendía que nos hubieran convocado a participar como tal Consejo en la manifestación contra el cierre del periódico pero no a protestar por el asesinato de Pagazaurtundua ocurrido unos pocos días antes, otro miembro del Consejo me sugirió que recordara la parábola del hijo pródigo: que quien había matado a Pagazaurtundua era nuestro, quien había cerrado el periódico, no.

La segunda anécdota es del día en el que recibí una medalla que dediqué en público a la memoria de las víctimas de ETA. Una persona que me felicitó con simpatía añadió, sobre la dedicatoria, que seguramente tenía razón pero que «¡cómo se me había ocurrido decirlo delante de ellos!»… ellos, los no nacionalistas.

El nacionalismo (desde los militantes convencidos, pasando por votantes y simpatizantes, hasta el más amplio ambiente general de nuestras plazas, de nuestro espacio común) ha contribuido a erigir un imaginario, una representación de esta sociedad en la que el foso entre nosotros y ellos es más profundo que el que pudiera (debiera, desde una perspectiva moral) haber entre quienes matan y quienes no matan, entre quienes han decidido que matar por la ideología está bien y quienes piensan que matar es inaceptable.

El problema que reflejan mis dos anécdotas es la incapacidad de afrontar el problema en términos puramente morales, la imposibilidad de superar la división entre los nuestros y los otros. Obedece a una manera de cimentar el aprecio a lo propio, a lo que se considera propio, sobre la falta de la más mínima benevolencia hacia lo otro y, en los casos más extremos pero no escasos, sobre  el desprecio y el odio, que se plasma de manera muy evidente en el rechazo de todo lo etiquetado como español, incluida la lengua.

Yo misma, no me puse públicamente, físicamente, con «los otros» hasta que ETA mató a Fernando Buesa y Jorge Díez en febrero de 2000 en nuestro campus.

Por historia familiar y social, niña de las primeras ikastolas clandestinas, estudiante de Letras que empezó la carrera el año en que murió Franco, por ambiente de juventud, etc., soy de este lado del foso, del del pedigrí vasco…

Ahora me doy cuenta de que durante muchos años, incluso alejada ideológica que no sentimentalmente, de mi abertzalismo de infancia y juventud, aunque he sido siempre rotundamente contraria a la violencia y nunca separatista…, a pesar de los pesares yo no veía a las víctimas de ETA como personas. Era radicalmente distinto de lo que me ocurría con los presos de ETA a quienes iba a examinar como miembro de los tribunales del título EGA, a visitar como profesora de la Facultad (durante años, hasta que me quitaron el permiso desde Instituciones Penitenciarias). Era amable con ellos; me he preguntado muchas veces si, dadas las circunstancias, habría ido igualmente a facilitar el aprendizaje, la realización de exámenes, la consecución de títulos, si aquellos hombres hubieran estado presos por delitos sexuales, por haber violado a una mujer, por haber forzado a un niño. Quiero pensar que sí, que realmente por razones humanitarias, que era lo que yo decía que me movía, les habría sonreído como les sonreí, me habrían dado pena, como me daban pena aquellos chicos de ETA en Herrera de la Mancha. Los tenía cerca. En cambio las víctimas de ETA eran para mí una abstracción, como una categoría uniforme, no los percibía como seres humanos individuales. Incluso cuando me indignaba una compañera de manifestación un 8 de marzo, que pensaba que había quien se «daba pote» por llevar escolta, las víctimas estaban lejos. Antes que de Gesto por la Paz, fui miembro de Elkarri y de Lokarri: me creía equidistante, pero estaba más cerca de ETA que de sus víctimas.

Gesto por la Paz

El mundo conceptual legado por Gesto del que he hablado antes permite que cada una busque su lugar y llene el espacio que aún le queda en el hueco que le corresponde en el puzzle que hemos de configurar colectivamente: tu narración, dónde estabas y dónde no, en qué manifestación y en cuál no, en qué contra-manifestación… Nuestra historia ha sido terrible, no es fácil el ejercicio de memoria sincera, pero es lo único bueno que podemos hacer ya. Cada una, cada uno de nosotros, es la primera beneficiaria. Siempre se habla de lo que dejamos a nuestros hijos, pero el rescate ha de empezar por una misma.

Creo que hay mucha gente que no es consciente de lo que no ha hecho, porque aquí la gran mayoría no ha hecho ni dicho nada y con ello ha contribuido a mantener el estado de cosas tal y como estaba: con ciudadanos asesinados, extorsionados, amenazados (he tenido colegas en la Facultad que han tenido que marcharse de Vitoria), mientras los demás seguíamos tan tranquilos divirtiéndonos, trabajando y descansando, dando nuestras clases, desarrollando nuestro currículum.

 

De ahora en adelante

Actualmente soy miembro de la asociación Gogoan-por una memoria digna. No hablo aquí como representante de la asociación, pero destacaré algunos principios de la misma que considero cuestiones fundamentales para un futuro en paz:

  • La inseparabilidad esencial entre el reconocimiento de la víctima (el acercamiento real a la misma) y el reconocimiento de la injusticia cometida, cosa en sí misma diferente del arrepentimiento individual de cada victimario.
  • La reconciliación no consiste simplemente en superar el conflicto construyendo puentes entre las distintas víctimas, mientras cada cual avanza en sus reivindicaciones políticas. Lo primero está bien, pero hay que dotarlo de contenido: ver qué pasó, cómo ETA fue un movimiento totalitario que no admitía disidencia. Hay que decirlo así y esto no es exigir que se pida perdón, ni humillar a nadie, ni revanchismo (a mí -y, en general, a quien callaba- no me hicieron nada).
  • Concreta y específicamente hay que decir que aquí se optó por utilizar la violencia con fines políticos y que hubo una organización que se dedicó a matar a quienes no pensaban como ellos habían decidido que había que pensar sobre nuestra historia: que pusieron sus ideas por encima de la vida humana, y que eso nos aterró y nos inmovilizó.
  • Concreta y específicamente es imprescindible verbalizarlo en los contextos de las ideas que defendían ETA y quienes la apoyaban: en el mundo de la defensa del euskera, entre quienes quieren la independencia, etc., para desvincular esas ideas esencialmente, onto­lógi­ca­men­te, en su ser, de la violencia. Hace falta decir que aquello no estuvo bien, que se cometió una gran injusticia y que la violencia no era necesaria para defender las ideas. Hay que dejar de diluirlo en un pasado nebuloso que de manera borrosa superaríamos dándonos la mano: hay que romper la épica romántica, hay que quitar todo manto (auto)protector, todo eufemismo, todo atenuante de que también los otros…, de que todos sufrimos, de que fueron años duros. Se trata en definitiva de separar el conflicto, el choque de ideas, del uso voluntario de la violencia: separar lo sentimental de lo racional, sin negar ninguno de los dos planos, para que el primero, el de las emociones, no vuelva a confundirnos. Lo difícil que nos resulta imaginar que esa separación se pueda generalizar es un síntoma de la gravedad de nuestro momento presente, de nuestra situación actual. Pero, si cada cual no afronta su propia historia, si no se mira en el espejo, no aclaramos nada; si mientras se habla de «superar» el conflicto, se justifica lo que ETA ha hecho como consecuencia necesaria de la situación política, no hay avance auténtico, no hay regeneración, no hay sanación.
  • Concreta y específicamente tenemos que denunciar los homenajes públicos a los miembros de ETA, por la educación de nuestros jóvenes y por la recuperación de nuestra propia dignidad. Hay que extirpar de esta sociedad toda complacencia con la violencia.

Para terminar, soy consciente de que este ha sido un discurso parcial, planteado fundamentalmente desde la perspectiva de la crítica a ETA. Lo he hecho voluntariamente. Como decía al principio, me interesa el análisis específico del comportamiento de quienes hemos sostenido una actitud, dicho a grandes rasgos, pasiva particularmente ante la violencia de ETA. Me he centrado en ese tipo de ciudadana o ciudadano, tanto por mi propia experiencia como porque creo que nos permite explorar factores muy importantes de la larga pervivencia de «nuestro» terrorismo. No niego otros aspectos, otros problemas, ni otros sufrimientos, pero creo que el estudio de la ciudadanía callada, de las causas y consecuencias de su pasividad merece un capítulo importante en el relato.

Analizar requiere la investigación pormenorizada sobre cada uno de los distintos componentes de un todo. La complejidad no se puede examinar en serio hablando siempre de todo. Así no se analiza, así se repite una y otra vez, en bucle, como un eco.

Considero secundaria la batalla política. Lo que reivindico aquí es la búsqueda individual de los ingredientes de ese caldo que ha impregnado esta sociedad, los componentes del ensueño que nos ha tenido adormecidos. Si no empezamos a mirarnos sin contemplaciones, corremos el riesgo de seguir así, de no completarnos como personas, de no despertar, de no liberarnos de la carga del aturdimiento, además de no reconocer, aunque sea tarde, a quienes más han sufrido.

 


Intervención de Lourdes Oñederra en el acto organizado por el Secretariado Social Diocesano en Vitoria-Gasteiz el día 12 de marzo: Paz y reconciliación/Bake eta adiskidetzea.  Apostar por la paz

25 años de Maroño

14 lunes May 2018

Posted by gogoanmemoria in Memoria, Pacifismo, Sin categoría

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¡Cómo pasa el tiempo! Mañana, 15 de mayo, se cumplirán los 25 años desde que se inició a propuesta de elkarri un proceso de conversaciones que terminaron denominandose «Conversaciones de Maroño«.

Maroño, 16 de enero de 1994. Itziar Aspuru, Imanol Zubero, Jesús Herrero y Txema Urkijo, miembros de Gesto por la Paz

Gesto por la Paz aceptó la invitación, igual que la mayoría de los grupos ‘pacifistas’ y los del entorno de la izquierda abertzale, como se puede ver en esta noticia de El Mundo: «Todos los grupos pacifistas se reunirán por primera vez para buscar una salida a la violencia«,

En la web de Gesto por la Paz se puede seguir cronológicamente todo el proceso de las conversaciones, pero aquí queremos destacar algunos aspectos que nos parecen especialmente relevantes. Por ejemplo, algunos de los documentos que elaboró y defendió Gesto por la Paz en aquellas conversaciones.

  • «Análisis de la situación del conflicto«, Gernika el 30 de octubre de 1993. En él se critica el vínculo de necesidad entre el conflicto político y el conflicto violento. Se afirmaba: «No podemos caer en posturas historicistas y olvidar que hoy vivimos
    una situación política radicalmente distinta a la de hace 15 años. Insistir en el
    mensaje de que «nada ha cambiado» supone una total falta de análisis político». (atención al penúltimo comunicado de ETA). Se defendía que el «pueblo vasco» y el «Estado» estaban representados en las instituciones democráticas y no en otros «agentes» como se proponía desde otras instancias. Y se terminaba afirmando que la verdadera razón de la situación de violencia era la no asunción por parte de la izquierda abertzale del principio democrático.
  • «Para salir de la situación de violencia«, Maroño el 15 de enero de 1994. De él queremos destacar lo siguiente: «ETA debe abandonar definitiva e incondicionalmente las armas sencillamente porque así se lo demanda la sociedad vasca. Tal abandono no puede plantearse en términos de armisticio (porque no estamos en guerra) ni de tregua (porque no es aceptable la amenaza de una vuelta a las armas). Tampoco puede plantearse en términos de victoria de unos o derrota de otros. Del mismo modo que es toda la sociedad la que está perdiendo con la violencia (aunque especialmente las víctimas) toda la sociedad ganará con su cese definitivo.«

Ese mismo 15 de enero de 1994, todos los asistentes firmaron un documento final que decía: «… los puntos de partida en el análisis del conflicto son dispares, como lo son también las propuestas de solución del mismo. Ello no ha sido óbice para que podamos resaltar con satisfacción el siguiente punto de encuentro y coincidencia: el llamamiento a sustituir todas las expresiones de violencia por mecanismos de diálogo como mejor camino para la paz«.

A pesar de las duras críticas que Gesto por la Paz recibió por parte de determinados sectores de la sociedad como se puede ver en el artículo que Jesús Herrero, responsable de medios de comunicación de Gesto por la Paz escribió en El Correo: «La incomprensión de Maroño«, la organización pacifista acudió a la segunda parte de aquellas conversaciones.

De esta manera, el 25 de febrero de 1995 en Gernika, Gesto por la Paz presentó el documento «Diálogo y construcción de la paz» y el 1 de abril en Alsasua  presentó otro documento, ambos manifestaciones valientes sobre el diálogo ubicándolo siempre en la cara opuesta a la violencia. Sin embargo, Gesto por la Paz no pudo firmar el documento final en el que se igualaban los derechos individuales como el derecho a la vida, con los derechos colectivos y así lo explicó en la nota de prensa que hizo público al respecto.

En aquella nota, Gesto por la Paz decía: «Valoramos de forma positiva el encuentro de ayer, en cuanto contribuye al fomento de una cultura de diálogo, tan necesaria para generar espacios de entendimiento y pluralidad en nuestra sociedad.» La respuesta a este diálogo vino de manos de Gestoras Pro Amnistía poco más tarde. Concretamente, el 2 de junio de 1995 Gestoras pro Amnistía convocaba concentraciones frente a las de Gesto por la Paz que pedían la libertad de Aldaya, como se puede leer en esta noticia de El Correo.

Pamplona, 1995

Bilbao, 1995

Después de ver estas imágenes y de saber todo lo que ocurrió durante dos largos años de secuestros, todas las agresiones que sufrieron los pacifistas por pedir la libertad de las personas secuestradas, por llevar un lazo azul en la solapa… habrá quien dude de si aquellas conversaciones fueron realmente positivas. Gesto lo tenía claro. Sabía cuál era la herramienta válida -el diálogo- y cuál la absolutamente estéril y dañina -la violencia.

Gestoras Pro Amnistía fue la que convocó las agresivas y no silenciosas contraconcentraciones, pero el resto de participantes en aquellas conversaciones permanecieron callados mientras los pacifistas eran insultados, escupidos, recibían pedradas, les tiraban huevos, les amenazaban… Eran agredidos de todas las maneras posibles, pero nadie salió a recordar aquello que se había firmado en Maroño.

Si hubo un grupo de los participantes en aquellas conversaciones de Maroño que creyó en el diálogo y lo puso en práctica con una sinceridad digna de admiración, fue Gesto por la Paz. Los grupos de la izquierda abertzale, como los acontecimientos lo demostraron, no lo hicieron y quienes más enarbolaron la bandera del diálogo quedaron mudos ante la violencia contra los pacifistas. 

Ahora resulta que 25 años más tarde, el Foro Social Permanente se acuerda de las conversaciones de Maroño para «poner en valor el diálogo multilateral para contribuir a la construcción de un escenario de paz«. ¿Poner en valor el diálogo? ¡Lo que hay que ver!

¡No tergiversemos la historia! Los hechos reclaman la verdad. Y, por cierto, sería interesante saber en qué lado de la Paloma de la Paz estuvieron en 1995 y 1996 estas personas que ahora reivindican las conversaciones de Maroño.

Aprovechamos la ocasión para recomendar la lectura del artículo de Imanol Zubero escrito en 2014 en eldiario.es «La paz era esto«.

Al final, Gesto por la Paz tenía razón.

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