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Gogoan-por una memoria digna

~ Por una memoria digna como derecho de las víctimas y de la sociedad vasca en general. Una memoria que deslegitime la violencia y que sea pedagógica para prevenir situaciones como las vividas en Euskal Herria los últimos 50 años.

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La alargada sombra del exgeneral

07 domingo Mar 2021

Posted by gogoanmemoria in Guerra sucia

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Enrique Rodríguez Galindo

Enrique Rodríguez Galindo ha muerto este 14 de febrero víctima de esta trágica pandemia y a nuestras cabezas ha vuelto aquella idea de que “si la democracia mata, la democracia muere”. En los años noventa fue el lema de Gesto por la Paz para exigir verdad y justicia sobre el terrorismo perpetrado desde el propio Estado, el del GAL. Y vuelve a nuestra memoria puesto que este exgeneral pervirtió sus responsabilidades públicas hasta el extremo de convertirse él mismo en un criminal. La democracia era secuestrada, torturada y asesinada con cada acción del GAL, como lo había hecho antes con las acciones del Batallón Vasco Español (BVE) y con la represión franquista.

Si la democracia mata, la democracia muere

Precisamente, a partir de la figura de Rodríguez Galindo es posible seguir un hilo de crímenes con conexiones directas entre ellos y con algo en común: poner en la diana la propia noción de democracia. Porque curiosamente algunos de quienes más lucharon contra el terrorismo que se practicó desde el Estado y, por lo tanto, por fortalecer la democracia, estuvieron tanto amenazados por el exgeneral como por la propia ETA.

El País. Jesus García García

El 15 de octubre de 1983 está marcado a sangre y fuego en la memoria colectiva. Ese día el GAL comenzó su andadura con el secuestro en Baiona de Joxean Lasa y Joxi Zabala. Su posterior tortura en el cuartel de Intxaurrondo y en el Palacio de la Cumbre en Donostia fue tan salvaje que viendo el estado en que se encontraban, Galindo y Julen Elgorriaga deciden que sean asesinados y desaparecidos. Lo cual sucede en Busot, Alicante. Allí estuvieron tan enterrados en cal como rotas sus familias hasta el año 1995, en el que fueron identificados sus restos, gracias al comisario de la Policía Nacional de Alicante Jesús García García, que murió de un infarto ante el tribunal, mientras testificaba contra Galindo, en medio de enormes presiones.

En esa segunda mitad de los noventa se investigaba intensamente a nivel periodístico y judicial en la Audiencia Nacional la implicación de miembros de la Guardia Civil, Policía Nacional, CESID y las más altas instancias del Ministerio de Interior en la creación, dirección, financiación y encubrimiento del grupo terrorista GAL. Las sentencias condenatorias llegarían en abril de 2000 y fueron confirmadas en julio de 2001 y julio de 2002 por el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional respectivamente.

En esos mismos años, cuando la democracia depuraba a quienes la venían mancillando durante tanto tiempo, ETA asesina precisamente a algunos de quienes más habían hecho por esclarecer estos crímenes de Estado. A algunos a los que por ese motivo el mismo Galindo tenía también en su punto de mira.

ETA asesina precisamente a algunos de quienes más habían hecho por esclarecer estos crímenes de Estado

Maixabel Lasa y María Jauregi

El caso de Juan Mari Jauregi en julio del 2000 es el más claro. El militante antifranquista y preso político que daba clases de euskera a otros reclusos de la prisión de Basauri, que en su condición de Gobernador Civil de Gipuzkoa había sido una persona clave para poder investigar a Galindo y sus secuaces por el GAL, aquel sin cuyo concurso no hubiera sido posible probablemente la sentencia del caso Lasa y Zabala, era asesinado en Tolosa por ETA. Juan Mari Jauregui, tal como revelaron años después su mujer Maixabel y su hija María, sabía las consecuencias que enfrentaba: “ez dakit nork hilko nauen, edo ETAk edo Galindok berak”. Temía que le asesinara el mismísimo General Galindo, pero lo hizo ETA. Eso sí, ambos por el mismo motivo homicida: su compromiso con la democracia. Con su asesinato, se intentaba matar la democracia como años antes con los de Lasa y Zabala.

Pero Jauregui no fue el único. En 2001 ETA hizo pagar a José María Lidón con su vida su vocación servicio público. Él fue, junto con la instructora Elizabeth Huerta, uno de los primeros jueces que en los 80 procesó y dictó una sentencia condenatoria contra doce guardias civiles, coroneles incluidos, por torturas en el emblemático “caso Linaza”.

         

Y poco después, en 2003, era Joseba Pagazaurtundua el asesinado por ETA. Sus investigaciones como policía municipal de Andoain contribuyeron a desarticular uno de los grupos operativos principales del grupo terrorista de extrema derecha durante la transición Batallón Vasco Español, formado por Iturbide y Zabala. El mismo comando del BVE que antes había asesinado a varios militantes y cargos públicos de la izquierda abertzale en el conocido aquellos años como triángulo de la muerte (Urnieta, Hernani y el mismo Andoain).

Juan Mari Bandrés: por la libertad se muere, pero no se mata.

Y es que la sombra del General era alargada… Tanto que los jueces que se atrevieron a investigar y condenar a aquellos guardias civiles que mataban y torturaban en nombre de una democracia que mancharon, se enfrentaban a sus amenazas. Joaquín Giménez, presidente de las Audiencias Provinciales de Gipuzkoa y Bizkaia en aquella época, lo ha explicado con detalle. Galindo era el que en 1986 le recriminaba a este magistrado haber citado en la apertura del curso judicial a Bandrés y su: “por la libertad se muere, pero no se mata”. Era el que acosaba impunemente, rodeando la Audiencia con decenas de vehículos militares, a estos jueces por citar a declarar a guardias civiles hasta el punto de tener que pedir amparo al Consejo General del Poder Judicial. Uno de esos jueces era el propio Joaquín Giménez que tras 18 años sentenciando casos de violencia y torturas tuvo que abandonar Euskadi tras la amenaza de una ETA que tenía ya planificado en detalle su asesinato. El mismo juez que defiende el acercamiento de los presos de ETA a Euskadi y su reinserción social.

Mikel Zabalza

En aquellos años la impunidad era tan asfixiante como la bolsa que acabó con la vida de Mikel Zabalza en 1985 en el mismo cuartel de Intxaurrondo que dirigía con mano de hierro el General. La conversación conocida estos días es tremendamente significativa de la impunidad que permite a unos funcionarios del Estado hablar con tal banalidad del asesinato y de la tortura.

Estos días Pili Zabala, hermana de Joxi Zabala, al hilo de la muerte de Galindo, explicaba que “víctima y agresor quedan perpetuamente unidos, se quiera o no. Galindo me recuerda a mi hermano y nuestro apellido y el suyo estarán históricamente enlazados”. Si tiene que ser así, que el nombre de Galindo quede unido a la injusticia de lo que un Estado democrático nunca debería hacer en la lucha contra el terrorismo. Que en su alargada sombra no quepa la tentación de repetir las historias de Lasa, Zabala, Zabalza y de tantos otros.

que el nombre de Galindo quede unido a la injusticia de lo que un Estado democrático nunca debería hacer en la lucha contra el terrorismo

Defender la democracia en Euskadi era enfrentarse a todo tipo de terrorismo. Durante demasiado tiempo en nuestra tierra se mató: en la dictadura, contra la democracia e incluso en nombre de ella. En todos estos casos, cada asesinato político también mataba la democracia. La intentaban matar quienes han secuestrado, torturado, amenazado y asesinado sin importar sus siglas: BVE, GAL o ETA. Y si esa democracia no pereció tras tantos ataques no fue precisamente por el general Galindo, como expresaba en twitter determinada asociación de guardias civiles; fue a su pesar y gracias al compromiso de quienes le plantaron cara a él, a los suyos y a sus métodos, personas como Juan Mari Jauregi, Joseba Pagazaurtundua o José María Lidón. Que no se olvide.

Si esa democracia no pereció tras tantos ataques no fue precisamente por el general Galindo, sino gracias al compromiso de quienes le plantaron cara a él, a los suyos y a sus métodos, personas como Juan Mari Jauregi, Joseba Pagazaurtundua o José María Lidón. Que no se olvide.

 

Sergio Campo, Sabin Zubiri y Xabier Mugarza. Gogoan, por una memoria digna


 

Este artículo fue publicado en Gara y Naiz el 26 de febrero.

Guerra sucia II

27 martes Jun 2017

Posted by gogoanmemoria in Guerra sucia, Memoria

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Alonsótegui, asesinatos, Baiona, Bar Aldana, Batallón Vasco Español, Constitución española, desamparo, ETA, GAL, Gesto por la Paz, Guerra sucia, incontrolados, indemnizar, Informe Foronda, Instituto Valentín de Foronda, izquierda abertzale, Josu Muguruza, Juan Carlos García Goena, Ley 29/2011, Ley 32/1999, Luis Aizpiolea, Maixabel Lasa, Mariano Rajoy, Oficina de Víctimas del terrorismo del Gobierno Vasco, Pili Zabala, reacción social, Santiago Brouard, Triple A, Txema Urkijo, Víctimas colaterales, Xabier Galdeano

19950506-Donostia

«Si la democracia mata, la democracia muere – Inork ez du erahiltzerik eskubiderik. Estatuak ere ez» Gesto por la Paz. Donostia, 5 de mayo de 1995

Antes de aprobar la Constitución española de 1978, la extrema derecha, la Triple A y el Batallón Vasco Español (BVE), en relación al ‘caso vasco’ asesinaron a 10 personas. Durante los primeros años de democracia hasta 1989, el BVE, ‘incontrolados’ y el GAL asesinaron a 64 personas. De todas ellas, solo 32 eran militantes de ETA o simpatizantes de la izquierda abertzale.

Juan Carlos García Goena

Juan Carlos García Goena víctima de los GAL

El resto, esto es, las otras 32 personas asesinadas, no tenían absolutamente nada que ver con ese mundo al que, supuestamente, pretendían atemorizar. Estos casos de ‘víctimas colaterales’, o no se sabe bien cómo calificarlas, lo describe bien Luis Azpiolea en el artículo «Las otras víctimas» basado en el informe de la Oficina de Víctimas del Terrorismo del Gobierno vasco, que encabezaban Maixabel Lasa y Txema Urkijo.

Si cualquier asesinato es un drama tremendo, el absoluto desamparo en el que quedaban muchas de estas víctimas cuyos casos ni siquiera se investigaban, lo convertía en una tragedia de proporciones absolutamente inasumibles.

Los asesinatos cometidos por estos grupos terroristas provocaron una diferente reacción social según fuera la relación de la víctima con la izquierda abertzale, fundamentalmente, o la proximidad de aquella a su entorno inmediato, como es el caso del Bar Aldana en Alonsótegi. Aquí se puede ver algunas de las diferentes reacciones que causaron estos asesinatos:

  • Atentado en el Bar Aldana de Alonsotegi, 20/01/1980: 19800122-ABC, 19800120-El Correo
  • Atentado en Bilbao, 23/07/1980: 19800726-ABC, 19800726-El Correo Amezola1
  • Asesinato de Santiago Brouard, 20/11/1984: 19841123-El País, 19801123-El Correo Santi Brouard1
  • Asesinato de Xabier Galdeano, 30/05/1985: 19850331-El País
  • Asesinato de Josu Muguruza, 20/11/1989: 19891123-El Correo Josu Muguruza1, 19891122-El País

Tanto las de la izquierda abertzale como las consideradas ‘daños colaterales’ de la guerra sucia fueron las grandes olvidadas de las instituciones hasta que llegó la Ley 32/1999 de Solidaridad con las víctimas del terrorismo que se reconocía a todas las víctimas por igual.

Pili Zabala

Pili Zabala se emociona durante su intervención en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco

Esto fue así, hasta que en 2011 el Gobierno de Rajoy promulgó la Ley 29/2011. En ella se dicen cosas interesantes como que «Los poderes públicos garantizarán en este sentido y en el ámbito de sus competencias que no se produzcan situaciones injustas o de desamparo hacia las víctimas. Concretamente, trabajarán para impedir la impunidad de los crímenes terroristas en cualquiera de sus manifestaciones y velarán para que los terroristas cumplan íntegramente sus penas.» Sin embargo, en el caso de los asesinatos de los GAL, no parece que se está trabajando con ahínco por esclarecer la verdad –Guerra sucia I– y respecto a las víctimas, parece que quedan en un cierto desamparo: «La Justicia rechaza indemnizar a las víctimas de los GAL si han delinquido«.

Compartimos una de las conclusiones del Informe Foronda del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda: «La consideración social de las víctimas del terrorismo ha evolucionado de la indiferencia al compromiso público. Ellas, injustamente olvidadas durante largo tiempo, son el testimonio explícito del intento de imponer un proyecto político por la fuerza. Es inapropiado establecer diferencias categóricas entre las víctimas de los diferentes terrorismos, del mismo modo que no debe laminarse moralmente a estas últimas equiparándolas con, como hemos señalado en el anterior punto, las víctimas de su propia violencia cuyo sufrimiento puede ser el mismo, pero cuya significación política es diferente. La reivindicación de las víctimas de todos los terrorismos incluye ciertos casos en las que las mismas fueron víctimas y victimarios a la vez: torturadores del franquismo o militantes de organizaciones terrorista. Pero no se reivindica su pasado, sino la injusticia de su asesinato.»

19960330-Baiona02

Acto de Gesto por la Paz por las víctimas del GAL. Baiona, 30 de marzo de 1996

 

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