• Hitzaldiak – Charlas
  • Memoria
  • Quiénes somos…

Gogoan-por una memoria digna

~ Por una memoria digna como derecho de las víctimas y de la sociedad vasca en general. Una memoria que deslegitime la violencia y que sea pedagógica para prevenir situaciones como las vividas en Euskal Herria los últimos 50 años.

Gogoan-por una memoria digna

Archivos de etiqueta: Carrero Blanco

Abrazos y memoria

06 jueves Ago 2020

Posted by gogoanmemoria in Memoria

≈ Deja un comentario

Etiquetas

'Los héroes de la retirada', Acuerdo de Aiete, Alfredo Rubalcaba, Alternatiba, Arkaitz Rodríguez, Arnaldo Otegi, atentado contra la casa cuartel de Zaragoza, atentado de Hipercor, Batasuna, Bateragune, Bildu, BVE, Carrero Blanco, Conversaciones de Argel, deslegitimación de la violencia, Dolores González Katarain, Egunkaria, ETA, Euskal Herritarrok, Eusko Alkartasuna, Gabriel Celaya, GAL, GRAPO, Ibon Etxezarreta, IRA Auténtico, izquieda abertzale, Javier Madrazo, Jesús Eguiguren, Jonatan Martínez, José María Ryan, Jose Luis Zarapatero, Josu 'ternera', Josu Urrutikoetxea, Kamchatka, Kepa Del Hoyo, Loiola, Maixabel Lasa, Martin Ugalde, memoria democrática, negociaciones, Negri, Parlamento Vasco, paz, política penitenciaria, preso, reinserción, Sabin Zubiri, señor X, Sortu, tortura, Tribunal Constitucional, Tribunal Supremo, Twitter, violencia de persecución, Yoyes, Zizek

Tras un par de días intentándolo, hemos conseguido contactar con Kamchatka y nos han dado espacio para continuar el debate. Se lo agradecemos.

Cinco apuntes sobre los abrazos a Josu Urrutikoetxea y la memoria democrática vasca

 

1. El abrazo como punta de un iceberg político y ético

Estos días se ha desatado un considerable debate, a raíz de un abrazo en redes sociales, de Bildu para el dirigente de ETA, y en su día de Euskal Herritarrok, Josu Urrutikoetxea, y que ha contado con la aportación de un interesante artículo de Jonathan Martínez. En cambio ha pasado más desapercibido el mitin de campaña de Bildu, de hace pocas semanas, en el que se leyó, desde la propia tribuna, un mensaje suyo musicado de apoyo electoral (buscar en Twitter: Josu Urritikoetxeak hauteskunde).

Aunque algunos se pierden en disquisiciones, sobre si el gesto del abrazo se ha hecho por su enfermedad actual o por su papel en el final de ETA, conviene no perder la perspectiva. Prácticamente todos y cada uno de los presos oficialistas de ETA han tenido su reconocimiento y homenaje, desde hace décadas y hasta hoy. Sirva de ilustración sobre el carácter político, no familiar, de esos ritos martiriales, el vídeo recientemente visto en redes, el enésimo, firmado, como suele ser más habitual, por Sortu (buscar en twitter: Kepa del Hoyo preso politiko galdakaoztarra). Los consideran sus “gudaris”, hoy por hoy sin ánimo de revisión crítica. No hay más. Es lo que hay. Y mejor abordarlo así, sin camuflajes, trampas, ni auto-engaños.

2. Con los señores de la guerra y contra los soldados rasos ‘conversos’

Jose Antonio Urrutikoetxea ha sido uno de los más importantes dirigentes de ETA. Por cierto, no es un secreto que sus propios compañeros utilizaban con total normalidad “Ternera” para hablar de él, así que lo de ir estampando que eso denota argot policial supongo que será un cortafuegos tramposillo frente a las críticas.

Entiendo fácilmente que cualquier miembro de ETA mienta en un proceso penal. Entendía aún mejor cuando hace años se negaban a reconocer los «tribunales opresores» y directamente no testificaban en los juicios. Pero me cuesta más que a la hora del relato, en un artículo, se reivindique el debut con “participación indirecta” en el atentado contra Carrero Blanco (eso sí que será información policial, porque los militantes de ETA no suelen alardear de curriculum concreto), pero se eludan el resto de responsabilidades de un alto dirigente de ETA desde los 70, que estuvo en los preparativos de Argel (1989), en la comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco (1999), en la negociaciones de Suiza/Loiola (2006) y en la bajada final de persiana de Aiete/Noruega (2011). Y es que Carrero es el muerto número 8 de un listado total de 829.

Resulta llamativo cómo se pretende exculpar el «pasado militar» del Gran General, emplumando las decenas de barbaridades de su mandato ochentero (Ryan, Yoyes, Hipercor, niños de la casa cuartel de Zaragoza…) a los soldados rasos. ¿Dónde queda la modesta verdad que reivindicamos frente al Señor X del GAL?. Incluso se atreven a calificar como invectivas de un «converso» el testimonio contra él de uno de esos militantes de base. Vaya códigos militares gastan algunos.

3. ¿Hacedores de la paz o buscadores de una salida airosa?

Después de años de rechazo social mayoritario y continuas detenciones, ETA y la izquierda abertzale se encontraron, tras las ilegalizaciones, que desde algunas organizaciones rechazamos, con aquella oferta, que cuenta Zapatero y que verbalizó Rubalcaba, ¿votos o bombas?. Y es conocida la opción que tomaron Otegi y Urrutikoetxea.

Eguiguren recuperó hace un tiempo el concepto del artículo de Hans Magnus Enzensberger en 1989, “Los héroes de la retirada”. Pero el pensador alemán diferenció en aquel brillante texto sobre la complejidad política, entre los héroes y los epígonos de la retirada, matizando que “Los epígonos de la retirada se mueven por impulso ajeno. Obran bajo una presión que viene de abajo y de arriba. El verdadero héroe de la renuncia, en cambio, es él mismo, la fuerza motriz”. Ahí queda para la valoración del papel final jugado por ambas personalidades.

Y sí, en ese tránsito se toparon con Bateragune, aquel despropósito judicial, que ya en 2012 en el propio Tribunal Supremo salió adelante por solo 3 votos contra 2, y en el Tribunal Constitucional por 7 contra 5, en la penúltima disputa entre el derecho penal garantista y el autoritario, el del enemigo, que ha sacudido la lucha judicial contra ETA. Y cuyos daños no podrán compensar ya las correspondientes indemnizaciones.

También conste, para ponderar el pretendido carácter pacificador de los protagonistas del caso, que conviene escuchar a Arkaitz Rodriguez en una televisión venezolana, explicando por qué cambiaron de estrategia.

4- La fábula de los pintxos milagrosos de Aiete

La idea de dar una pista de aterrizaje, un puente de plata, a ETA y a Batasuna para acabar con 40 años de alternar política y métodos terroristas, su “bietan jarrai”, me pareció una salida razonable. Pero no poca gente se ha acabado creyendo que aquella escenificación fue la clave de la Paz.

Me unen lazos, de amistad y familiares, con los acompañantes, de Alternatiba y Eusko Alkartasuna, en aquella salida para ETA (Gernika, luego Bildu y Aiete). He compartido militancia política con Jonathan Martínez, en tiempos del ínclito Javier Madrazo, aun en orillas distintas. No tengo ninguna duda de su trayectoria, de todos ellos, contra la violencia de ETA y contra todas las violaciones de Derechos Humanos.

Pero me parece una osadía engañosa atribuirse algún tipo de papel decisivo por aquella operación bikini-flotador de 2009-2010. No, el final de la tragedia vasca no cayó milagrosamente por sus gestiones antes del cóctel palaciego internacional de Aiete. Alivia que no hubiera un final al estilo GRAPO o IRA Auténtico, cuando ya los últimos miembros activos de ETA se alojaban hasta en tiendas de campaña, y sus dirigentes no eran detenidos tras largos años, sino en semanas. Pero la estrategia político-militar sucumbió ante el triunfo de la deslegitimación social pacifista, dentro de la propia Euskal Herria, y por el colapso operativo de combinar violencia y política (mal que nos pese a los que rechazamos las ilegalizaciones).

5. Mas Gabriel Celaya y Martin Ugalde, que Negri, Zizek y compañia, para sembrar la memoria democrática vasca

Euskadi y Navarra afrontan ya sus diversas controversias políticas por fin en condiciones parecidas a otras tantas sociedades del entorno, con sus límites, urgencias y cotidianidades. Pero tantas décadas de violaciones de Derechos Humanos, años en los que se violentó la política, han dejado heridas y retos específicos.

Atender a las víctimas de la persecución de ETA, a las víctimas del “todo valía contra ETA” y contra quien anduviera cerca (BVE, GAL, torturas, atropellos judiciales…), restablecer un derecho penal garantista (sin imputaciones difusas, ni validez total a autoinculpaciones en sede policial) e impulsar una política penitenciaria humanitaria y una reinserción restaurativa de presos (ojalá muchos más abrazos como los de Maixabel Lasa con Ibon Etxezarreta)… sin duda quedan cosas importantes.

Y mientras tanto, a no dejarse impresionar por manifiestos-relatos movidos desde el aparato internacional de la izquierda abertzale, que recolectó a algunos intelectuales para proponerles un frívolo turismo de conflictos. Ese texto que Negri, Zizek y demás firmaron destacando de Urrutikotxea, el gran jefe de ETA durante 30 años, su “determinación y altura moral” y ser “promotor de una resolución justa y duradera”. Y es que hasta a sus hábiles redactores propagandistas, a veces, se les va la mano.

Para cultivar la memoria democrática vasca, mejor que la poca empática complacencia excesiva con victimarios orgullosos, sin autocrítica, creo más valioso acercarse al deslumbrante manifiesto de los 33, donde, entre otros gigantes de la cultura vasca, Gabriel Celaya y Martin Ugalde (primer Presidente de Egunkaria) advirtieron en 1980 de la gangrena moral que amenazaba a nuestra sociedad y que todavía tenemos pendiente curar bien. Que así sea.

 

Sabin Zubiri, miembro de Gogoan, por una memoria digna

 

 

Apostar por la Paz

08 lunes Abr 2019

Posted by gogoanmemoria in Memoria

≈ Deja un comentario

Etiquetas

abertzale, Alfredo Tamayo, amenaza, asesinato, bertsolaris, Carrero Blanco, Consejo Asesor del Euskera del Gobierno Vasco, Cristina Cuesta, EA, EAJ-PNV, Egunkaria, El Correo, El Independiente, El Mundo, El País, elkarri, ETA, euskera, Eusko Alkartasuna, extorsión, Fernando Buesa, Francisco Franco, fue injusto, Gesto por la Paz, Gestoras pro Amnistía, Gogoan-por una memoria digna, Hélder Camara, Jorge Díez, Joseba Pagazaurtundua, Joseba Urrosolo Sistiaga, Lokarri, Lourdes Oñederra, nacionalismo, pasividad, paz, Paz y Reconciliación, perdón, Secretariado Social Diocesano, separación de conflictos, silencio, terrorismo, Theilhard de Chardin, Víctimas, víctimas de ETA, víctimas de los excesos del Estado

Agradezco sinceramente esta oportunidad de compartir mis reflexiones sobre un tema tan importante. También reconozco la responsabilidad que supone: resulta particularmente difícil en esta ocasión valerse del instrumento de comunicación y cognición que es el lenguaje.

 

Pasado

Quisiera evitar proclamas generales y enunciados abstractos. Para ello entrelazaré mis reflexiones con algunas vivencias que me han ayudado en la percepción del asunto que nos ocupa, historias personales que me han funcionado como epifanías. Por una parte, es de lo que puedo hablar con más fundamento y honestidad. Por otra, más importante, creo que mi historia, mutatis mutandis, es la de una gran parte de esta sociedad.

Por lo tanto, pongo el foco de mi exposición en toda esa gente que no ha «estado de acuerdo» con ETA, que le ha «parecido mal» lo que hacía, pero no lo ha manifestado de ninguna manera (durante años o aún nunca). Supongo que son muchas las personas que no han llegado a planteárselo así a sí mismas, son seguramente la mayoría, porque, el día en el que te lo narras, mirarse en el espejo resulta difícilmente soportable.

Me interesa pues particularmente ese no-discurso, el relativo mutismo, la pasividad ejercida en un grado u otro por muchísimos ciudadanos y ciudadanas de nuestra sociedad. Creo que es esencial abordarlo para avanzar en el tema que hoy nos ocupa.

Las causas del silencio han sido múltiples y de distinto carácter: la presión del ambiente general en ciudades, pueblos y barrios; la presión del círculo más cercano (familiar, de cuadrilla o de lugar de trabajo); la pasividad ante esas presiones por miedo, cuando menos, por el miedo a significarse y por la comodidad de no destacar. Sería conveniente, para una mejor descripción y posterior análisis de lo ocurrido, hacer una lista detallada de los factores que han funcionado en cada caso, en cada entorno. La consecuencia más extrema de ceder ante la presión del ambiente ha sido que, al menos en la práctica, mucha gente ha llegado a no percibir el terrorismo como problema en sus vidas.

 


Socialmente se ha construido todo un andamiaje que ha sujetado el edificio colectivo de relaciones a base de canciones, de temáticas en los concursos de bertsolaris, de decoración de nuestros bares, las huchas para los presos en barras y mostradores, algunos movimientos y de actividades en defensa del euskera, etc. Ha sido como una argamasa o unos hilos que han tejido una red envolvente: aunque no todo el mundo estaba con ETA, lo parecía: lo contrario se callaba, no se manifestaba. De modo análogo, a partir de lo que ahora no se menciona, pudiera parecer que ya todo el mundo está en contra de la violencia…


Ayuda a mantener la confusión el hecho de que vivimos en general muy bien, en una sociedad con un alto índice de opulencia y de manera que se puede llevar una vida normal sin significarse… Basta con mantenerse pasiva, con no decir, porque se ha asumido que eso significa aceptación, una aceptación más o menos plena, pero en definitiva aceptación. Mientras no se mencionaba, no se criticaba. Escribí una columna en Egunkaria en la que planteaba si ocurría en euskera con la palabra ETA como con el color verde, que no existía en el vocabulario vasco patrimonial (por eso se inventó orlegia y se ha tomado en préstamo berdea), porque nunca se mencionaba…

Aún hoy el silencio es denso, cuando con ocasión de la evaluación de una sala para una actividad, una dice que la última vez que estuvo allí fue en homenaje a una víctima de ETA.

Falta verbalizar esos silencios, integrarlos en la narración. Escasea, está ausente ese discurso, la reflexión individual de cada cual y, a partir de ahí, el de toda la gente que ha actuado así. Cuando el silencio se menciona, mayormente aparece conjugado en segunda persona: es la interpelación que directa o indirectamente nos dirigen las víctimas de ETA. Vienen a jugar el papel de nuestra conciencia, a hacer que se nos planteen interrogantes como «¿qué callábamos?, ¿de qué no nos enterábamos?».

Quienes callábamos ante ETA no nos dábamos cuenta totalmente y más allá del enunciado literal de las palabras, de que las personas que entraban en ETA, por extrema y arriesgada que fuera su opción, no tenían ningún derecho a decidir quién debía morir (cosa que, por otra parte, decidirían los mandos).

Tampoco percibimos en su auténtica y terrible medida que los muertos, los heridos, los extorsionados eran seres humanos, tan seres humanos como nosotras, como nosotros. Por ejemplo, nunca nos preocupábamos de cómo se lo contarían a sus hijos y luego a sus nietos. Nuestra literatura pocas veces, si alguna, reflejaba qué ocurría en la casa de la víctima de ETA.

Importa la responsabilidad específica, no la general abstracta, sino la de cada cual, la de cada ambiente, cada cuadrilla, cada sociedad: por eso no quiero diluir la nuestra, la de la gente como yo, entre otras injusticias. No niego esas otras injusticias, que no hay que ignorar, pero tampoco mezclar: hablar de todo a la vez es no hablar de nada con la suficiente profundidad.

Yo soy responsable de mis silencios, no de lo que hayan hecho otras personas. Muchas, muchos en este pueblo debemos a las víctimas de ETA el haberlas ninguneado, lo cual no ocurría con las víctimas de los excesos del Estado, de los cuerpos policiales, etc. Eso estaba muy presente en nuestro mundo. Y no hubo simetría: las víctimas de ETA se escondían, para no sufrir una segunda victimización y al mismo tiempo asumiéndola: la hija de Fernando Buesa, que disimulaba ante las fotos de su padre en los bares de la parte vieja de Vitoria; Cristina Cuesta, a quien sus amigos decían que se hiciera a la idea de que su padre había muerto en un accidente.

Estoy cansada de oír que las víctimas de ETA están manipuladas. Eso es de un paternalismo y de una superioridad inaceptable. Insultante. Las víctimas de ETA no son bobas y son tan libres como cualquiera de hacer sus opciones político-ideológicas. Además y por otro lado, basta escuchar el testimonio de Urrosolo Sistiaga para confirmar cómo han sido manipulados los miembros de ETA y, a través de ellos, todos nosotros.

Yo misma no era plenamente consciente de la profundidad del mal, a pesar de los pesares y de toda una serie de privilegios de los que he gozado en mi vida y de los que hablaré unas líneas más abajo. Creía que sí, pero seguía jugando a la equidistancia desde mi mayor cercanía con el mundo de ETA, con sus defensores.

No teníamos una conciencia suficientemente nítida de que, en nombre de una determinada visión territorial, lingüística, social, histórica, etc., se estaba asesinando, extorsionando, amenazando a nuestros conciudadanos, a nuestros vecinos y colegas. Tomemos como ejemplo una imagen muy concreta: aunque el hecho en sí no nos pareciera bien, íbamos de potes, mientras en la calle de al lado o dos paralelas más arriba se levantaba el cadáver de alguien asesinado por nuestros derechos (¿los nuestros… o los de quién?). «Han matado a uno en Rentería», «Han puesto una bomba en tal sitio», «Desde luego, no hay derecho», podíamos comentar mientras cambiábamos de bar. Es necesario resucitar aquella conciencia que no tuvimos entonces, hacerlo ahora a través de una mínima autocrítica.

Se ha llegado a decir que lo hacían por amor, por amor a la patria ¿Cómo se puede matar a alguien por amor? Se mata por odio. Que el amor a lo propio se mida en función del odio a lo extraño es algo perverso, que pudo tener su función defensiva en las cavernas, pero que el ser humano contemporáneo debe rechazar.

 

Mis grandes privilegios

Entre mis muchas deudas con quienes me han abierto los ojos está el ser hija de mis padres, por cómo eran mis padres. Recuerdo el catolicismo un tanto «anticlerical» de mi padre a quien sacaban de quicio todos aquellos ex-curas, ex-seminaristas metidos a salva-patrias. Admiro ahora aquella inteligencia de mi madre, su lucidez y coherencia cuando iba (diferenciándose de su entorno) a las primeras concentraciones organizadas por Cristina Cuesta. Recuerdo también cómo se disgustaba cuando algunos conocidos se referían a los miembros de ETA llamándolos gure mutilak (‘nuestros chicos’); mientras, ella iba a cursos sobre Theilhard de Chardin y Garaudy, leía a Hélder Camara sobre la espiral de la violencia. Pero no importa aquí tanto el fondo, los contenidos de sus ideas, sino aquella actitud de no seguir de modo gregario la tendencia mayoritaria en su entorno, la crítica, el cuestionamiento desde una perspectiva moral en un contexto nacionalista (PNV primero, EA a partir del cisma y hasta que ellos dos murieron en 1997): pertenezco a una de las pocas familias de nuestro entorno que no celebró la muerte de Carrero Blanco; en casa no se cantaba aquella canción durante la cual que se lanzaba el jersey hacia arriba como representación del vuelo del coche de Carrero, gracias a la calidad moral de mis padres (no se celebra el asesinato de nadie, aunque sea el enemigo, decía ama).

Me resulta inevitable mencionar, de manera mucho más breve que la que merecería, la suerte de haber conocido a Alfredo Tamayo, sacerdote jesuita, mi profesor de filosofía durante la carrera, activo luchador, sus homilías y escritos comprometidos, las primeras Semanas pro-amnistía… Tamayo fue uno de los fundadores de las Gestoras pro-amnistía, pero se alejó luego, sin esconder por qué, como siguió siempre predicando desde su más explícita coherencia ética.

Y, por último, quiero hablar de Gesto por la Paz, que ha sido tal vez la suerte más grande de todas. Sinceramente me parece que es lo que más me ha aportado, ya que de alguna manera me ha redimido rescatando los posos anteriores. Me ha dado el discurso en el que integrarlos, un discurso en el que yo he encajado más completamente: creo que soy más persona desde que tuve la gran suerte de que Gesto apareciera en mi camino, de verlo, de percibirlo.

Llegué tarde, cuando ya no se atacaban sus concentraciones, cuando no se les agredía. Por cierto, eso, lo de las agresiones a las concentraciones de Gesto por la Paz, es uno de los contenidos obligatorios de la narración de nuestra trágica historia cercana. También ante ello guardó un vergonzoso silencio una grandísima parte de la sociedad vasca.

25 de septiembre de 2000

Creo que Gesto por la Paz de EH ha hecho en el terreno ideológico una enorme aportación a nuestra inteligencia (de intelligere: entender): la separación conceptual entre el conflicto y la violencia, como dos categorías no necesariamente unidas. Comprenderlo es un paso imprescindible para que el debate avance, para ordenar el barullo sentimental en el que hemos estado inmersos: es el pensamiento que desatasca la autojustificación de una violencia que se retrotrae a la Guerra Civil cuando no a tiempos anteriores, es la premisa que corta el círculo vicioso de causas y consecuencias en las que se enroca la ceguera ante el horror de que aquí se ha matado a quien no comulgaba con las ideas de ETA (espiral que, a su vez, imposibilita la percepción y valoración justa de todas las demás injusticias derivadas de –no causadas por– esa primera locura).

En Gesto encontré una muy útil combinación de bondad y de inteligencia, de utilizar los sentimientos para lo que son y la mente para lo que es. Creo que en este pueblo hemos padecido una gran confusión en ese sentido y que el nacionalismo ha hecho fortuna con ello, pero que eso ha tenido muy malas consecuencias en la calidad moral de nuestra comunidad. Es necesario absolutamente superar, sin negarlo, el plano puramente emotivo y hacer explícitas las ideas que han sostenido las distintas opciones que entre nosotros han existido, para encontrar las que permitan encarrilar los sentimientos a un lugar mejor.

De todas maneras, aclaro que, desde algunos sectores, se suele responsabilizar demasiado ligera y erróneamente al nacionalismo de lo que ha hecho ETA, a todo el nacionalismo y a la ideología en sí. Es algo con lo que no estoy de acuerdo. Pero, dicho eso y si vamos a los hechos concretos, entre mis vivencias personales hay dos que serían pertinentes en este punto.

Un primer recuerdo se sitúa en el contexto del cierre del diario en euskera Egunkaria. Cuando, en un receso de la reunión extraordinaria del Consejo Asesor del Euskera del Gobierno Vasco, pregunté cómo se entendía que nos hubieran convocado a participar como tal Consejo en la manifestación contra el cierre del periódico pero no a protestar por el asesinato de Pagazaurtundua ocurrido unos pocos días antes, otro miembro del Consejo me sugirió que recordara la parábola del hijo pródigo: que quien había matado a Pagazaurtundua era nuestro, quien había cerrado el periódico, no.

La segunda anécdota es del día en el que recibí una medalla que dediqué en público a la memoria de las víctimas de ETA. Una persona que me felicitó con simpatía añadió, sobre la dedicatoria, que seguramente tenía razón pero que «¡cómo se me había ocurrido decirlo delante de ellos!»… ellos, los no nacionalistas.

El nacionalismo (desde los militantes convencidos, pasando por votantes y simpatizantes, hasta el más amplio ambiente general de nuestras plazas, de nuestro espacio común) ha contribuido a erigir un imaginario, una representación de esta sociedad en la que el foso entre nosotros y ellos es más profundo que el que pudiera (debiera, desde una perspectiva moral) haber entre quienes matan y quienes no matan, entre quienes han decidido que matar por la ideología está bien y quienes piensan que matar es inaceptable.

El problema que reflejan mis dos anécdotas es la incapacidad de afrontar el problema en términos puramente morales, la imposibilidad de superar la división entre los nuestros y los otros. Obedece a una manera de cimentar el aprecio a lo propio, a lo que se considera propio, sobre la falta de la más mínima benevolencia hacia lo otro y, en los casos más extremos pero no escasos, sobre  el desprecio y el odio, que se plasma de manera muy evidente en el rechazo de todo lo etiquetado como español, incluida la lengua.

Yo misma, no me puse públicamente, físicamente, con «los otros» hasta que ETA mató a Fernando Buesa y Jorge Díez en febrero de 2000 en nuestro campus.

Por historia familiar y social, niña de las primeras ikastolas clandestinas, estudiante de Letras que empezó la carrera el año en que murió Franco, por ambiente de juventud, etc., soy de este lado del foso, del del pedigrí vasco…

Ahora me doy cuenta de que durante muchos años, incluso alejada ideológica que no sentimentalmente, de mi abertzalismo de infancia y juventud, aunque he sido siempre rotundamente contraria a la violencia y nunca separatista…, a pesar de los pesares yo no veía a las víctimas de ETA como personas. Era radicalmente distinto de lo que me ocurría con los presos de ETA a quienes iba a examinar como miembro de los tribunales del título EGA, a visitar como profesora de la Facultad (durante años, hasta que me quitaron el permiso desde Instituciones Penitenciarias). Era amable con ellos; me he preguntado muchas veces si, dadas las circunstancias, habría ido igualmente a facilitar el aprendizaje, la realización de exámenes, la consecución de títulos, si aquellos hombres hubieran estado presos por delitos sexuales, por haber violado a una mujer, por haber forzado a un niño. Quiero pensar que sí, que realmente por razones humanitarias, que era lo que yo decía que me movía, les habría sonreído como les sonreí, me habrían dado pena, como me daban pena aquellos chicos de ETA en Herrera de la Mancha. Los tenía cerca. En cambio las víctimas de ETA eran para mí una abstracción, como una categoría uniforme, no los percibía como seres humanos individuales. Incluso cuando me indignaba una compañera de manifestación un 8 de marzo, que pensaba que había quien se «daba pote» por llevar escolta, las víctimas estaban lejos. Antes que de Gesto por la Paz, fui miembro de Elkarri y de Lokarri: me creía equidistante, pero estaba más cerca de ETA que de sus víctimas.

Gesto por la Paz

El mundo conceptual legado por Gesto del que he hablado antes permite que cada una busque su lugar y llene el espacio que aún le queda en el hueco que le corresponde en el puzzle que hemos de configurar colectivamente: tu narración, dónde estabas y dónde no, en qué manifestación y en cuál no, en qué contra-manifestación… Nuestra historia ha sido terrible, no es fácil el ejercicio de memoria sincera, pero es lo único bueno que podemos hacer ya. Cada una, cada uno de nosotros, es la primera beneficiaria. Siempre se habla de lo que dejamos a nuestros hijos, pero el rescate ha de empezar por una misma.

Creo que hay mucha gente que no es consciente de lo que no ha hecho, porque aquí la gran mayoría no ha hecho ni dicho nada y con ello ha contribuido a mantener el estado de cosas tal y como estaba: con ciudadanos asesinados, extorsionados, amenazados (he tenido colegas en la Facultad que han tenido que marcharse de Vitoria), mientras los demás seguíamos tan tranquilos divirtiéndonos, trabajando y descansando, dando nuestras clases, desarrollando nuestro currículum.

 

De ahora en adelante

Actualmente soy miembro de la asociación Gogoan-por una memoria digna. No hablo aquí como representante de la asociación, pero destacaré algunos principios de la misma que considero cuestiones fundamentales para un futuro en paz:

  • La inseparabilidad esencial entre el reconocimiento de la víctima (el acercamiento real a la misma) y el reconocimiento de la injusticia cometida, cosa en sí misma diferente del arrepentimiento individual de cada victimario.
  • La reconciliación no consiste simplemente en superar el conflicto construyendo puentes entre las distintas víctimas, mientras cada cual avanza en sus reivindicaciones políticas. Lo primero está bien, pero hay que dotarlo de contenido: ver qué pasó, cómo ETA fue un movimiento totalitario que no admitía disidencia. Hay que decirlo así y esto no es exigir que se pida perdón, ni humillar a nadie, ni revanchismo (a mí -y, en general, a quien callaba- no me hicieron nada).
  • Concreta y específicamente hay que decir que aquí se optó por utilizar la violencia con fines políticos y que hubo una organización que se dedicó a matar a quienes no pensaban como ellos habían decidido que había que pensar sobre nuestra historia: que pusieron sus ideas por encima de la vida humana, y que eso nos aterró y nos inmovilizó.
  • Concreta y específicamente es imprescindible verbalizarlo en los contextos de las ideas que defendían ETA y quienes la apoyaban: en el mundo de la defensa del euskera, entre quienes quieren la independencia, etc., para desvincular esas ideas esencialmente, onto­lógi­ca­men­te, en su ser, de la violencia. Hace falta decir que aquello no estuvo bien, que se cometió una gran injusticia y que la violencia no era necesaria para defender las ideas. Hay que dejar de diluirlo en un pasado nebuloso que de manera borrosa superaríamos dándonos la mano: hay que romper la épica romántica, hay que quitar todo manto (auto)protector, todo eufemismo, todo atenuante de que también los otros…, de que todos sufrimos, de que fueron años duros. Se trata en definitiva de separar el conflicto, el choque de ideas, del uso voluntario de la violencia: separar lo sentimental de lo racional, sin negar ninguno de los dos planos, para que el primero, el de las emociones, no vuelva a confundirnos. Lo difícil que nos resulta imaginar que esa separación se pueda generalizar es un síntoma de la gravedad de nuestro momento presente, de nuestra situación actual. Pero, si cada cual no afronta su propia historia, si no se mira en el espejo, no aclaramos nada; si mientras se habla de «superar» el conflicto, se justifica lo que ETA ha hecho como consecuencia necesaria de la situación política, no hay avance auténtico, no hay regeneración, no hay sanación.
  • Concreta y específicamente tenemos que denunciar los homenajes públicos a los miembros de ETA, por la educación de nuestros jóvenes y por la recuperación de nuestra propia dignidad. Hay que extirpar de esta sociedad toda complacencia con la violencia.

Para terminar, soy consciente de que este ha sido un discurso parcial, planteado fundamentalmente desde la perspectiva de la crítica a ETA. Lo he hecho voluntariamente. Como decía al principio, me interesa el análisis específico del comportamiento de quienes hemos sostenido una actitud, dicho a grandes rasgos, pasiva particularmente ante la violencia de ETA. Me he centrado en ese tipo de ciudadana o ciudadano, tanto por mi propia experiencia como porque creo que nos permite explorar factores muy importantes de la larga pervivencia de «nuestro» terrorismo. No niego otros aspectos, otros problemas, ni otros sufrimientos, pero creo que el estudio de la ciudadanía callada, de las causas y consecuencias de su pasividad merece un capítulo importante en el relato.

Analizar requiere la investigación pormenorizada sobre cada uno de los distintos componentes de un todo. La complejidad no se puede examinar en serio hablando siempre de todo. Así no se analiza, así se repite una y otra vez, en bucle, como un eco.

Considero secundaria la batalla política. Lo que reivindico aquí es la búsqueda individual de los ingredientes de ese caldo que ha impregnado esta sociedad, los componentes del ensueño que nos ha tenido adormecidos. Si no empezamos a mirarnos sin contemplaciones, corremos el riesgo de seguir así, de no completarnos como personas, de no despertar, de no liberarnos de la carga del aturdimiento, además de no reconocer, aunque sea tarde, a quienes más han sufrido.

 


Intervención de Lourdes Oñederra en el acto organizado por el Secretariado Social Diocesano en Vitoria-Gasteiz el día 12 de marzo: Paz y reconciliación/Bake eta adiskidetzea.  Apostar por la paz

Relatos para el futuro

29 martes Ene 2019

Posted by gogoanmemoria in Memoria

≈ 2 comentarios

Etiquetas

arrepentimiento, asesinatos, Carrero Blanco, conciencia, convivencia, delación, El Correo, ETA, franquismo, futuro, Joseba Azkarraga, Joseba Eceolaza, Memoria, Noticias de Gipuzkoa, Noticias de Navarra, perdón, presos de ETA, reconciliación, relato, SARE, Transición, vía Nanclares

“Hacer sufrir es la única manera de equivocarse”

Albert Camus

Hay quienes hacen del relato sobre la violencia de motivación política una batalla por el pasado, pero en realidad el relato siempre debería tener puesta la mirada en el futuro, en la fijación de unos valores que hagan que nuestra convivencia sea mejor. Quienes quieren justificar un pasado lleno de violencia a través del relato están abocados a pegarse siempre contra la misma pared; contra la pared de la insensibilidad. Porque, con esa pretensión, el relato siempre será esclavo de los horrores del pasado que ellos mismos callaron, justificaron o animaron.

19950821-el-correo

El Correo

Los procesos de construcción de memorias son algo abierto, en constante revisión, por eso son inútiles los intentos de quienes quieren clausurar el pasado planteándonos un empate infinito o una neutralización de la responsabilidad ante el ejercicio de la violencia y el odio, en el que lo mismo tuvieron la culpa quienes se enfrentaron en la calle y en silencio a la violencia, como quienes animaron a ETA a matar.

Es habitual que quienes han estado dentro del desastre de la violencia de ETA quieran pactar una equiparación, eliminando así una frontera ética evidente. Sucedió con el franquismo en la transición, transicioncuando se nos intentó colar el relato de los dos bandos, de la guerra entre hermanos, de las muertes por envidia. Y sucede ahora con quienes tratan de contar víctimas a su favor para dar la sensación de que esto era una guerra entre dos ejércitos legítimos, en la que ellos, por supuesto, luchaban a favor de un bien justo por el que merecía matar, morir y resistir. Una locura, porque eso es tanto como dar por buena la venganza o la pena de muerte en democracia.

No estamos ahora en un periodo fundacional, pero sí que estamos en un momento de transición en el que toca consolidar unos valores. Construir un andamiaje ético, no sólo tiene que ver con la consideración hacia el uso de la violencia, tiene que ver también con la valoración que hacemos sobre las ideas y actitudes que han propiciado tanto horror.

Por eso la restitución hacia las víctimas de ETA pasa también por la dignificación social y moral. Es obvio que la mayoría de estas víctimas han tenido unas políticas públicas que les han protegido, pero es obvio también que no han tenido “prestigio social”. En numerosas ocasiones se les ha despreciado, el insulto de “español” ha jugado a dedo apuntador, o peor aún, a diana social. El desprecio al otro ha sido la base de las relaciones políticas de quienes han ido en el mismo tren con ETA, no fue algo generalizado, pero sí un elemento diferencial.

Monolito Juan Marí Jauregi
Monolito Juan Marí Jauregi
Lápida Gregorio Ordoñez
Lápida Gregorio Ordoñez
yoyes 2

Desde posiciones cercanas a ese actuar se entiende el relato como algo instrumental, sólo como un elemento que permite darle sentido a las barbaridades que en nombre de la independencia y el socialismo se cometieron. Mirarse al espejo desde el autoengaño habitualmente es reparador a corto plazo, porque siempre habrá una agresión “en el otro lado” que cuenta más que lo que hicieron “los nuestros”, pero es una ruina moral. Creer que todas las víctimas eran Carrero Blanco tranquiliza las conciencias de quienes no podrían soportar, o no querrían saber, que en su nombre fueron asesinadas una tras otra hasta 842 personas más.

Atentado

De ahí que siempre haya creído que contar los detalles de la violencia es tan importante como las cifras globales. Muchas víctimas de ETA cuentan que el asesinato y el posterior desprecio social fueron todo uno. A las pistolas, al impuesto revolucionario, al coche bomba se le sumó la hostilidad social. Es conocido el caso de José Luis López de Lacalle; tras asesinarlo apareció una pintada en su portal que decía “Lacalle jódete”. Por eso el resto de la sociedad tenemos que hacer el esfuerzo por describir y contar, aunque cansemos, las crueldades que hubo alrededor, o antes, o después de los tiros.

La memoria siempre debería ser cálida y construida desde la cercanía ante el dolor. El sujeto-víctima debería constituir por eso un espacio de consenso moral, un lugar de encuentro. Y las llamadas a la impunidad y no esclarecimiento dificultan la necesaria reconstrucción del tejido social dañado por años de violencia y odio.

noticias de gipuzkoa

Noticias de Gipuzkoa

Joseba Azkarraga, portavoz de Sare afirmaba en agosto que “cada preso debe actuar de manera individual en la búsqueda de avanzar y mejorar su propia situación con las líneas infranqueables de no arrepentimiento y no delación”, marcando así una línea roja que no ayuda a abordar la necesaria convivencia.

Confundir la legítima y justa defensa de los derechos de las personas presas, en cuanto personas encarceladas, con la narrativa de la violencia hace que se pierda una ocasión propicia para avanzar en la convivencia y el cierre de heridas. Porque vetar la vía Nanclares, a la que se acogieron varios presos, que inició un camino de perdón y reconciliación sincero, no darle valor, condenar a sus protagonistas al aislamiento personal y político, no querer sentarse a escucharles apunta a una rigidez que no facilita una reconstrucción del sedimento ético necesario para superar periodos de violencia.

No hubo ninguna justificación para matar al que pensaba diferente, no hubo ninguna justificación para sumar a la muerte el desprecio, el vacío y el odio y en el reconocimiento de ese hecho no puede interponerse ninguna visión parcial y deshumanizada. Reconocer, apoyar y relatar que hubo otras violencias, y que hay víctimas de la violencia policial a las que se les ha coartado el derecho a la verdad y a la justicia no puede, jamás, servir como excusa para no abordar las tareas de quienes estuvieron pegados a la crueldad que supuso la mera existencia amenazadora de ETA.

 

Joseba Eceolaza, miembro de la asociación Gogoan, por una memoria digna

 

[noticias de navarraEste artículo fue publicado en Noticias de Navarra el 28 de enero de 2019]

Suscribir

  • Artículos (RSS)
  • Comentarios (RSS)

Archivos

  • enero 2023
  • diciembre 2022
  • noviembre 2022
  • octubre 2022
  • septiembre 2022
  • agosto 2022
  • junio 2022
  • mayo 2022
  • abril 2022
  • marzo 2022
  • enero 2022
  • diciembre 2021
  • noviembre 2021
  • octubre 2021
  • julio 2021
  • junio 2021
  • mayo 2021
  • abril 2021
  • marzo 2021
  • febrero 2021
  • enero 2021
  • diciembre 2020
  • noviembre 2020
  • octubre 2020
  • septiembre 2020
  • agosto 2020
  • junio 2020
  • mayo 2020
  • abril 2020
  • marzo 2020
  • febrero 2020
  • enero 2020
  • diciembre 2019
  • noviembre 2019
  • octubre 2019
  • septiembre 2019
  • agosto 2019
  • julio 2019
  • junio 2019
  • mayo 2019
  • abril 2019
  • marzo 2019
  • febrero 2019
  • enero 2019
  • diciembre 2018
  • noviembre 2018
  • octubre 2018
  • septiembre 2018
  • julio 2018
  • junio 2018
  • mayo 2018
  • abril 2018
  • marzo 2018
  • febrero 2018
  • enero 2018
  • diciembre 2017
  • noviembre 2017
  • agosto 2017
  • julio 2017
  • junio 2017
  • mayo 2017
  • abril 2017
  • marzo 2017
  • febrero 2017
  • enero 2017
  • noviembre 2016
  • octubre 2016

Categorías

  • convivencia
  • derechos humanos
  • Guerra sucia
  • justicia
  • libros
  • Memoria
  • memoria, partidos políticos, víctimas inocentes, violencia injusta, víctimas injustas, Día de la Memoria
  • Pacifismo
  • Películas
  • presos
  • Reflexiones
  • Sin categoría
  • Víctimas

Meta

  • Registro
  • Acceder

Blog de WordPress.com.

  • Seguir Siguiendo
    • Gogoan-por una memoria digna
    • Únete a 31 seguidores más
    • ¿Ya tienes una cuenta de WordPress.com? Accede ahora.
    • Gogoan-por una memoria digna
    • Personalizar
    • Seguir Siguiendo
    • Regístrate
    • Acceder
    • Denunciar este contenido
    • Ver sitio web en el Lector
    • Gestionar las suscripciones
    • Contraer esta barra
 

Cargando comentarios...