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Gogoan-por una memoria digna

~ Por una memoria digna como derecho de las víctimas y de la sociedad vasca en general. Una memoria que deslegitime la violencia y que sea pedagógica para prevenir situaciones como las vividas en Euskal Herria los últimos 50 años.

Gogoan-por una memoria digna

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Sobre la nueva versión de ‘Herenegun’

19 Jueves Dic 2019

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acercamiento de presos, astilleros Euskalduna, atentados, Conferencia de Aiete, Coordinadora Lurraldea, Diario Vasco, elkarri, ETA, euskera, franquismo, Gesto por la Paz, Glencree, HB, Herenegun, insumisión, izquierda abertzale, Koldo Mitxelena, movilización social, Pilar Zubiarrain, ponencia Oldartzen, reinserción de presos, secuestros, separación de conflictos, vía Nanclares, violencia de persecución, yihadismo

En relación a los materiales didácticos Herenegun, tras la modificación realizada ante las distintas quejas de diversos colectivos, desde Gogoan por una memoria digna deseamos manifestar que el material presentado supone una mejora sustancial con respecto a la primera versión.

Sin embargo, al margen de algunas afirmaciones tan precisas como inexactas (ni Koldo Mitxelena presentó en Arantzazu “las bases de un nuevo euskera”, ni es cierto tampoco, dicho con esa rotundidad, que “el euskera estaba prohibido”) queremos hacer algunas observaciones que pensamos pueden contribuir a mejorar el material presentado.

[Aquí puedes ver los nuevos vídeos de Herenegun: “Así son los nuevos videos de Herenegun” Diario Vasco]

 

 

 

Ausencia del papel de la izquierda abertzale

La primera y fundamental es la ausencia del papel de la izquierda abertzale en toda esta historia de violencia. Es verdad que los partidos políticos no tienen un papel protagonista en los vídeos, pero en el caso de la izquierda abertzale, ocultar su papel protagonista es desvirtuar la realidad.

A ETA le hubiera sido complicado subsistir sin el apoyo de una parte de la población, la aglutinada en torno a la autodenominada izquierda abertzale. El apoyo de esa parte de la población, citado en los vídeos, pero sin añadir más explicaciones, diluye por completo responsabilidades de actores centrales que han condicionado por completo esta historia. ETA secuestraba y mataba, sí, pero era alentada por estos sectores que organizaban manifestaciones, jaleaban sus acciones y extendían el sufrimiento atacando comercios, quemando autobuses y amenazando de forma directa a quien no comulgase con ellos: “Hoy tú de negro, mañana tu familia”; manifestación frente a la familia del secuestrado Ibarra… En los documentos NO se informa suficientemente sobre este apoyo.

De modo sorprendente, no se habla de HB ni de las organizaciones de la izquierda abertzale con su nombre propio. Es como si no existieran. Parece que se trata de un apoyo indefinido y poco estructurado, cuando lo cierto es que fue un apoyo organizado hasta en los últimos detalles. Con actividad incansable en la calle, y apoyando a los terroristas tanto en los momentos de activismo como cuando el militante es detenido, está en la cárcel condenado, y regresa a su origen una vez cumplida la pena. HB como tal (al margen de referencias muy de pasada -imágenes de titulares de periódicos, por ejemplo) no aparece hasta el año 1996, con el mitin de Anoeta y la estrategia Oldartzen. Esto nos parece incomprensible. No se puede explicar la historia de ETA si al mismo tiempo no se indica con claridad que gran parte de su trayectoria la recorrió de la mano de las organizaciones de la llamada izquierda abertzale. Hubo una complicidad directa con el terrorismo, algo que todos hemos visto durante años.

 

El papel de los movimientos sociales

También conviene apuntar algunas cuestiones sobre el papel de los movimientos sociales.

  • Resulta llamativo que no exista ninguna referencia a la coordinadora Lurraldea, dado que es fundamental para comprender el sentido que tuvo posteriormente Elkarri.

En el vídeo 3 se silencia por completo, de forma sospechosa, la actividad de Lurraldea para “solucionar” el problema del trazado de la autovía de Leitzaran. Lo de Lurraldea sí que es, a diferencia de otros muchos hechos que aparecen en los vídeos, una cuestión periférica, pero directamente relacionada con la actividad de ETA. Basta con echar un vistazo a la prensa de la época: aquello acabó porque una coordinadora que se presentaba como ecologista, dirigida por personas directamente vinculadas a HB, presionó en la Diputación de Gipuzkoa para que esta adoptase un acuerdo en la línea que ETA propugnaba. Ese es un ejemplo claro e ilustrativo de apoyo social, como lo demuestra la famosa foto del brindis con champán.

[Un poco de memoria con la hemeroteca: El País, 10 de agosto de 1991]

 

  • También resulta llamativo el papel residual concedido a Gesto por la Paz.

Es llamativo no solo porque lo que se recoge de la entrevista es testimonial y personal, sino porque su actividad se incluye en los 80 obviando, por una parte, que continuó trabajando hasta 2013 y, sobre todo, obviando todas las singulares aportaciones que realizó esta organización en temas como la reinserción (Vía Nanclares), el acercamiento de presxs (familiares en el bus), la violencia de persecución, la separación de conflictos, etc.

Resulta hasta doloroso que se oculten los dos años de movilización social pidiendo la libertad de las personas secuestradas y las contramanifestaciones, sin valorar la enorme violencia y tensión que supuso en la sociedad y sin crítica alguna de la pasividad de fuerzas policiales y judiciales frente a esa conculcación de derechos básicos.

El Correo, 1995

 

Respecto al modo de realizar el relato

Es una realidad que en los años del franquismo y durante los primeros años de la democracia, las actuaciones de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado fueron escandalosamente reprobables. Y de esa manera se refleja en los vídeos; sin embargo, a lo largo del resto de las décadas, se queda una especie de tic, una insistencia constante de toda la descripción histórica de los hechos como de dos bandos, con una de cal y otra de arena: atentados de ETA / torturas y asesinatos por parte del Estado. Ese relato introduce una enorme nebulosa que tiende, si no a ocultar la actividad de ETA, sí a debilitar su protagonismo.

 

Otras observaciones de menor calado

Además, hay algunas observaciones de menor calado, pero que deberían tenerse en cuenta:

  • En todos los capítulos se sitúa lo sucedido (básicamente, la acción terrorista de ETA atacando a la sociedad, y los abusos policiales y de grupos de extrema derecha) en un contexto demasiado amplio de hechos, que tienden a confundir y a diluir la acción de los principales causantes de la violencia.
  • Hay “cuestiones ajenas” cuya referencia es absolutamente prescindible en el tema que nos ocupa, porque poco tuvieron que ver con la historia de la violencia motivo de análisis:
      • el movimiento de la insumisión,
      • el atentado yihadista de Madrid -más allá de la repercusión negativa que tuvo en ETA-,
      • o, por ejemplo, la lucha en los astilleros de Euskalduna que proyecta un contexto muy conflictivo que contribuye a dar una imagen de violencia de respuesta. Eso se complementa con la falta de referencias a la normalidad y la indiferencia con la que ha vivido durante décadas una buena parte de la sociedad vasca.
  • La referencia a Glencree está cogida ‘por los pelos’ y es muy posible que más allá de las personas interesadas, nadie pueda llegar a saber en qué consistió esa iniciativa, de dónde partió, cuáles fueron sus principales aportaciones…
https://euskalpmdeushd-vh.akamaihd.net/multimediahd/videos/2013/01/09/1013240/20130109_16005620_0005595344_001_001_PROMO_GLENCR.mp4
  • Todo el tema “Vía Nanclares” está tratado más desde el sentimiento (necesario) que como una vía política que daba en la línea de flotación de ETA. No se explica qué fue, cuántos tomaron parte en la iniciativa y su importancia en la organización, por qué se impulsó, por qué no tuvo más éxito, cómo se acogió el posicionamiento dentro de ETA y por los comités de apoyo a presos (cuya actividad queda, por cierto, absolutamente diluida en los materiales presentados), etc. En definitiva, nadie que vea los vídeos sabrá qué fue aquello de la “Vía Nanclares”. Sería deseable incluir el testimonio conjunto de Maixabel Lasa e Ibon Etxezarreta.
  • Se dan muchos datos estadísticos de lo ocurrido. Imprescindibles para conocer la dimensión del terror. Pero faltan testimonios de víctimas anónimas y ocultas: testimonios de quienes llevaron el cuerpo de su hijo asesinado a un pueblo pequeño y quedaron sepultados en el olvido durante años o testimonios como el de la abogada Pilar Zubiarrain. A veces eso es mucho más esclarecedor que un listado frío de datos.

  • En el capítulo 5 se intenta hacer un resumen de la década prodigiosa que antecedió a la Conferencia de Aiete y a la actividad de los organizadores de Conferencias de Paz. Se ha preferido concentrar el tema en Aiete. Pero, ¿cómo se llegó ahí? En la descripción (cierta) de los hechos se silencian de forma cuidadosa cuestiones que explican, más que cualquier otro argumento, el cese de la actividad de ETA. Bastaría con haber incluido una frase de este estilo: “La población vasca había llegado a tal nivel de hartazgo insoportable con la actividad de ETA, que se manifestó de forma continua contra la banda en movilizaciones sociales de todo tipo. Por otro lado, la acción eficaz y continuada de policías y jueces llevó a la organización a una situación insostenible y de difícil salida. No cupo otra opción que el abandono de la actividad. Máxime hasta cuando sus referentes políticos habían decidido tomar caminos que ellos mismos habían vetado durante decenas de años a los miembros de la banda encarcelados: aceptación del marco constitucional, acuerdos con fiscales y jueces, beneficios penitenciarios, etc.”. Nada de eso aparece. Pero una frase de ese tipo, leída con un poco de convicción, acaba siendo más ilustrativa que un listado de asesinatos.

Aun siendo conscientes de la dificultad de realizar un retrato que satisfaga a todas las personas, confiamos en que estas aportaciones sean tenidas en cuenta porque están elaboradas pensado exclusivamente en el bien común y en la necesidad de crear una memoria basada en la verdad y en el análisis crítico del pasado.

 

 

Apostar por la Paz

08 Lunes Abr 2019

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abertzale, Alfredo Tamayo, amenaza, asesinato, bertsolaris, Carrero Blanco, Consejo Asesor del Euskera del Gobierno Vasco, Cristina Cuesta, EA, EAJ-PNV, Egunkaria, El Correo, El Independiente, El Mundo, El País, elkarri, ETA, euskera, Eusko Alkartasuna, extorsión, Fernando Buesa, Francisco Franco, fue injusto, Gesto por la Paz, Gestoras pro Amnistía, Gogoan-por una memoria digna, Hélder Camara, Jorge Díez, Joseba Pagazaurtundua, Joseba Urrosolo Sistiaga, Lokarri, Lourdes Oñederra, nacionalismo, pasividad, paz, Paz y Reconciliación, perdón, Secretariado Social Diocesano, separación de conflictos, silencio, terrorismo, Theilhard de Chardin, Víctimas, víctimas de ETA, víctimas de los excesos del Estado

Agradezco sinceramente esta oportunidad de compartir mis reflexiones sobre un tema tan importante. También reconozco la responsabilidad que supone: resulta particularmente difícil en esta ocasión valerse del instrumento de comunicación y cognición que es el lenguaje.

 

Pasado

Quisiera evitar proclamas generales y enunciados abstractos. Para ello entrelazaré mis reflexiones con algunas vivencias que me han ayudado en la percepción del asunto que nos ocupa, historias personales que me han funcionado como epifanías. Por una parte, es de lo que puedo hablar con más fundamento y honestidad. Por otra, más importante, creo que mi historia, mutatis mutandis, es la de una gran parte de esta sociedad.

Por lo tanto, pongo el foco de mi exposición en toda esa gente que no ha “estado de acuerdo” con ETA, que le ha “parecido mal” lo que hacía, pero no lo ha manifestado de ninguna manera (durante años o aún nunca). Supongo que son muchas las personas que no han llegado a planteárselo así a sí mismas, son seguramente la mayoría, porque, el día en el que te lo narras, mirarse en el espejo resulta difícilmente soportable.

Me interesa pues particularmente ese no-discurso, el relativo mutismo, la pasividad ejercida en un grado u otro por muchísimos ciudadanos y ciudadanas de nuestra sociedad. Creo que es esencial abordarlo para avanzar en el tema que hoy nos ocupa.

Las causas del silencio han sido múltiples y de distinto carácter: la presión del ambiente general en ciudades, pueblos y barrios; la presión del círculo más cercano (familiar, de cuadrilla o de lugar de trabajo); la pasividad ante esas presiones por miedo, cuando menos, por el miedo a significarse y por la comodidad de no destacar. Sería conveniente, para una mejor descripción y posterior análisis de lo ocurrido, hacer una lista detallada de los factores que han funcionado en cada caso, en cada entorno. La consecuencia más extrema de ceder ante la presión del ambiente ha sido que, al menos en la práctica, mucha gente ha llegado a no percibir el terrorismo como problema en sus vidas.

 


Socialmente se ha construido todo un andamiaje que ha sujetado el edificio colectivo de relaciones a base de canciones, de temáticas en los concursos de bertsolaris, de decoración de nuestros bares, las huchas para los presos en barras y mostradores, algunos movimientos y de actividades en defensa del euskera, etc. Ha sido como una argamasa o unos hilos que han tejido una red envolvente: aunque no todo el mundo estaba con ETA, lo parecía: lo contrario se callaba, no se manifestaba. De modo análogo, a partir de lo que ahora no se menciona, pudiera parecer que ya todo el mundo está en contra de la violencia…


Ayuda a mantener la confusión el hecho de que vivimos en general muy bien, en una sociedad con un alto índice de opulencia y de manera que se puede llevar una vida normal sin significarse… Basta con mantenerse pasiva, con no decir, porque se ha asumido que eso significa aceptación, una aceptación más o menos plena, pero en definitiva aceptación. Mientras no se mencionaba, no se criticaba. Escribí una columna en Egunkaria en la que planteaba si ocurría en euskera con la palabra ETA como con el color verde, que no existía en el vocabulario vasco patrimonial (por eso se inventó orlegia y se ha tomado en préstamo berdea), porque nunca se mencionaba…

Aún hoy el silencio es denso, cuando con ocasión de la evaluación de una sala para una actividad, una dice que la última vez que estuvo allí fue en homenaje a una víctima de ETA.

Falta verbalizar esos silencios, integrarlos en la narración. Escasea, está ausente ese discurso, la reflexión individual de cada cual y, a partir de ahí, el de toda la gente que ha actuado así. Cuando el silencio se menciona, mayormente aparece conjugado en segunda persona: es la interpelación que directa o indirectamente nos dirigen las víctimas de ETA. Vienen a jugar el papel de nuestra conciencia, a hacer que se nos planteen interrogantes como “¿qué callábamos?, ¿de qué no nos enterábamos?”.

Quienes callábamos ante ETA no nos dábamos cuenta totalmente y más allá del enunciado literal de las palabras, de que las personas que entraban en ETA, por extrema y arriesgada que fuera su opción, no tenían ningún derecho a decidir quién debía morir (cosa que, por otra parte, decidirían los mandos).

Tampoco percibimos en su auténtica y terrible medida que los muertos, los heridos, los extorsionados eran seres humanos, tan seres humanos como nosotras, como nosotros. Por ejemplo, nunca nos preocupábamos de cómo se lo contarían a sus hijos y luego a sus nietos. Nuestra literatura pocas veces, si alguna, reflejaba qué ocurría en la casa de la víctima de ETA.

Importa la responsabilidad específica, no la general abstracta, sino la de cada cual, la de cada ambiente, cada cuadrilla, cada sociedad: por eso no quiero diluir la nuestra, la de la gente como yo, entre otras injusticias. No niego esas otras injusticias, que no hay que ignorar, pero tampoco mezclar: hablar de todo a la vez es no hablar de nada con la suficiente profundidad.

Yo soy responsable de mis silencios, no de lo que hayan hecho otras personas. Muchas, muchos en este pueblo debemos a las víctimas de ETA el haberlas ninguneado, lo cual no ocurría con las víctimas de los excesos del Estado, de los cuerpos policiales, etc. Eso estaba muy presente en nuestro mundo. Y no hubo simetría: las víctimas de ETA se escondían, para no sufrir una segunda victimización y al mismo tiempo asumiéndola: la hija de Fernando Buesa, que disimulaba ante las fotos de su padre en los bares de la parte vieja de Vitoria; Cristina Cuesta, a quien sus amigos decían que se hiciera a la idea de que su padre había muerto en un accidente.

Estoy cansada de oír que las víctimas de ETA están manipuladas. Eso es de un paternalismo y de una superioridad inaceptable. Insultante. Las víctimas de ETA no son bobas y son tan libres como cualquiera de hacer sus opciones político-ideológicas. Además y por otro lado, basta escuchar el testimonio de Urrosolo Sistiaga para confirmar cómo han sido manipulados los miembros de ETA y, a través de ellos, todos nosotros.

Yo misma no era plenamente consciente de la profundidad del mal, a pesar de los pesares y de toda una serie de privilegios de los que he gozado en mi vida y de los que hablaré unas líneas más abajo. Creía que sí, pero seguía jugando a la equidistancia desde mi mayor cercanía con el mundo de ETA, con sus defensores.

No teníamos una conciencia suficientemente nítida de que, en nombre de una determinada visión territorial, lingüística, social, histórica, etc., se estaba asesinando, extorsionando, amenazando a nuestros conciudadanos, a nuestros vecinos y colegas. Tomemos como ejemplo una imagen muy concreta: aunque el hecho en sí no nos pareciera bien, íbamos de potes, mientras en la calle de al lado o dos paralelas más arriba se levantaba el cadáver de alguien asesinado por nuestros derechos (¿los nuestros… o los de quién?). “Han matado a uno en Rentería”, “Han puesto una bomba en tal sitio”, “Desde luego, no hay derecho”, podíamos comentar mientras cambiábamos de bar. Es necesario resucitar aquella conciencia que no tuvimos entonces, hacerlo ahora a través de una mínima autocrítica.

Se ha llegado a decir que lo hacían por amor, por amor a la patria ¿Cómo se puede matar a alguien por amor? Se mata por odio. Que el amor a lo propio se mida en función del odio a lo extraño es algo perverso, que pudo tener su función defensiva en las cavernas, pero que el ser humano contemporáneo debe rechazar.

 

Mis grandes privilegios

Entre mis muchas deudas con quienes me han abierto los ojos está el ser hija de mis padres, por cómo eran mis padres. Recuerdo el catolicismo un tanto “anticlerical” de mi padre a quien sacaban de quicio todos aquellos ex-curas, ex-seminaristas metidos a salva-patrias. Admiro ahora aquella inteligencia de mi madre, su lucidez y coherencia cuando iba (diferenciándose de su entorno) a las primeras concentraciones organizadas por Cristina Cuesta. Recuerdo también cómo se disgustaba cuando algunos conocidos se referían a los miembros de ETA llamándolos gure mutilak (‘nuestros chicos’); mientras, ella iba a cursos sobre Theilhard de Chardin y Garaudy, leía a Hélder Camara sobre la espiral de la violencia. Pero no importa aquí tanto el fondo, los contenidos de sus ideas, sino aquella actitud de no seguir de modo gregario la tendencia mayoritaria en su entorno, la crítica, el cuestionamiento desde una perspectiva moral en un contexto nacionalista (PNV primero, EA a partir del cisma y hasta que ellos dos murieron en 1997): pertenezco a una de las pocas familias de nuestro entorno que no celebró la muerte de Carrero Blanco; en casa no se cantaba aquella canción durante la cual que se lanzaba el jersey hacia arriba como representación del vuelo del coche de Carrero, gracias a la calidad moral de mis padres (no se celebra el asesinato de nadie, aunque sea el enemigo, decía ama).

Me resulta inevitable mencionar, de manera mucho más breve que la que merecería, la suerte de haber conocido a Alfredo Tamayo, sacerdote jesuita, mi profesor de filosofía durante la carrera, activo luchador, sus homilías y escritos comprometidos, las primeras Semanas pro-amnistía… Tamayo fue uno de los fundadores de las Gestoras pro-amnistía, pero se alejó luego, sin esconder por qué, como siguió siempre predicando desde su más explícita coherencia ética.

Y, por último, quiero hablar de Gesto por la Paz, que ha sido tal vez la suerte más grande de todas. Sinceramente me parece que es lo que más me ha aportado, ya que de alguna manera me ha redimido rescatando los posos anteriores. Me ha dado el discurso en el que integrarlos, un discurso en el que yo he encajado más completamente: creo que soy más persona desde que tuve la gran suerte de que Gesto apareciera en mi camino, de verlo, de percibirlo.

Llegué tarde, cuando ya no se atacaban sus concentraciones, cuando no se les agredía. Por cierto, eso, lo de las agresiones a las concentraciones de Gesto por la Paz, es uno de los contenidos obligatorios de la narración de nuestra trágica historia cercana. También ante ello guardó un vergonzoso silencio una grandísima parte de la sociedad vasca.

25 de septiembre de 2000

Creo que Gesto por la Paz de EH ha hecho en el terreno ideológico una enorme aportación a nuestra inteligencia (de intelligere: entender): la separación conceptual entre el conflicto y la violencia, como dos categorías no necesariamente unidas. Comprenderlo es un paso imprescindible para que el debate avance, para ordenar el barullo sentimental en el que hemos estado inmersos: es el pensamiento que desatasca la autojustificación de una violencia que se retrotrae a la Guerra Civil cuando no a tiempos anteriores, es la premisa que corta el círculo vicioso de causas y consecuencias en las que se enroca la ceguera ante el horror de que aquí se ha matado a quien no comulgaba con las ideas de ETA (espiral que, a su vez, imposibilita la percepción y valoración justa de todas las demás injusticias derivadas de –no causadas por– esa primera locura).

En Gesto encontré una muy útil combinación de bondad y de inteligencia, de utilizar los sentimientos para lo que son y la mente para lo que es. Creo que en este pueblo hemos padecido una gran confusión en ese sentido y que el nacionalismo ha hecho fortuna con ello, pero que eso ha tenido muy malas consecuencias en la calidad moral de nuestra comunidad. Es necesario absolutamente superar, sin negarlo, el plano puramente emotivo y hacer explícitas las ideas que han sostenido las distintas opciones que entre nosotros han existido, para encontrar las que permitan encarrilar los sentimientos a un lugar mejor.

De todas maneras, aclaro que, desde algunos sectores, se suele responsabilizar demasiado ligera y erróneamente al nacionalismo de lo que ha hecho ETA, a todo el nacionalismo y a la ideología en sí. Es algo con lo que no estoy de acuerdo. Pero, dicho eso y si vamos a los hechos concretos, entre mis vivencias personales hay dos que serían pertinentes en este punto.

Un primer recuerdo se sitúa en el contexto del cierre del diario en euskera Egunkaria. Cuando, en un receso de la reunión extraordinaria del Consejo Asesor del Euskera del Gobierno Vasco, pregunté cómo se entendía que nos hubieran convocado a participar como tal Consejo en la manifestación contra el cierre del periódico pero no a protestar por el asesinato de Pagazaurtundua ocurrido unos pocos días antes, otro miembro del Consejo me sugirió que recordara la parábola del hijo pródigo: que quien había matado a Pagazaurtundua era nuestro, quien había cerrado el periódico, no.

La segunda anécdota es del día en el que recibí una medalla que dediqué en público a la memoria de las víctimas de ETA. Una persona que me felicitó con simpatía añadió, sobre la dedicatoria, que seguramente tenía razón pero que “¡cómo se me había ocurrido decirlo delante de ellos!”… ellos, los no nacionalistas.

El nacionalismo (desde los militantes convencidos, pasando por votantes y simpatizantes, hasta el más amplio ambiente general de nuestras plazas, de nuestro espacio común) ha contribuido a erigir un imaginario, una representación de esta sociedad en la que el foso entre nosotros y ellos es más profundo que el que pudiera (debiera, desde una perspectiva moral) haber entre quienes matan y quienes no matan, entre quienes han decidido que matar por la ideología está bien y quienes piensan que matar es inaceptable.

El problema que reflejan mis dos anécdotas es la incapacidad de afrontar el problema en términos puramente morales, la imposibilidad de superar la división entre los nuestros y los otros. Obedece a una manera de cimentar el aprecio a lo propio, a lo que se considera propio, sobre la falta de la más mínima benevolencia hacia lo otro y, en los casos más extremos pero no escasos, sobre  el desprecio y el odio, que se plasma de manera muy evidente en el rechazo de todo lo etiquetado como español, incluida la lengua.

Yo misma, no me puse públicamente, físicamente, con “los otros” hasta que ETA mató a Fernando Buesa y Jorge Díez en febrero de 2000 en nuestro campus.

Por historia familiar y social, niña de las primeras ikastolas clandestinas, estudiante de Letras que empezó la carrera el año en que murió Franco, por ambiente de juventud, etc., soy de este lado del foso, del del pedigrí vasco…

Ahora me doy cuenta de que durante muchos años, incluso alejada ideológica que no sentimentalmente, de mi abertzalismo de infancia y juventud, aunque he sido siempre rotundamente contraria a la violencia y nunca separatista…, a pesar de los pesares yo no veía a las víctimas de ETA como personas. Era radicalmente distinto de lo que me ocurría con los presos de ETA a quienes iba a examinar como miembro de los tribunales del título EGA, a visitar como profesora de la Facultad (durante años, hasta que me quitaron el permiso desde Instituciones Penitenciarias). Era amable con ellos; me he preguntado muchas veces si, dadas las circunstancias, habría ido igualmente a facilitar el aprendizaje, la realización de exámenes, la consecución de títulos, si aquellos hombres hubieran estado presos por delitos sexuales, por haber violado a una mujer, por haber forzado a un niño. Quiero pensar que sí, que realmente por razones humanitarias, que era lo que yo decía que me movía, les habría sonreído como les sonreí, me habrían dado pena, como me daban pena aquellos chicos de ETA en Herrera de la Mancha. Los tenía cerca. En cambio las víctimas de ETA eran para mí una abstracción, como una categoría uniforme, no los percibía como seres humanos individuales. Incluso cuando me indignaba una compañera de manifestación un 8 de marzo, que pensaba que había quien se “daba pote” por llevar escolta, las víctimas estaban lejos. Antes que de Gesto por la Paz, fui miembro de Elkarri y de Lokarri: me creía equidistante, pero estaba más cerca de ETA que de sus víctimas.

Gesto por la Paz

El mundo conceptual legado por Gesto del que he hablado antes permite que cada una busque su lugar y llene el espacio que aún le queda en el hueco que le corresponde en el puzzle que hemos de configurar colectivamente: tu narración, dónde estabas y dónde no, en qué manifestación y en cuál no, en qué contra-manifestación… Nuestra historia ha sido terrible, no es fácil el ejercicio de memoria sincera, pero es lo único bueno que podemos hacer ya. Cada una, cada uno de nosotros, es la primera beneficiaria. Siempre se habla de lo que dejamos a nuestros hijos, pero el rescate ha de empezar por una misma.

Creo que hay mucha gente que no es consciente de lo que no ha hecho, porque aquí la gran mayoría no ha hecho ni dicho nada y con ello ha contribuido a mantener el estado de cosas tal y como estaba: con ciudadanos asesinados, extorsionados, amenazados (he tenido colegas en la Facultad que han tenido que marcharse de Vitoria), mientras los demás seguíamos tan tranquilos divirtiéndonos, trabajando y descansando, dando nuestras clases, desarrollando nuestro currículum.

 

De ahora en adelante

Actualmente soy miembro de la asociación Gogoan-por una memoria digna. No hablo aquí como representante de la asociación, pero destacaré algunos principios de la misma que considero cuestiones fundamentales para un futuro en paz:

  • La inseparabilidad esencial entre el reconocimiento de la víctima (el acercamiento real a la misma) y el reconocimiento de la injusticia cometida, cosa en sí misma diferente del arrepentimiento individual de cada victimario.
  • La reconciliación no consiste simplemente en superar el conflicto construyendo puentes entre las distintas víctimas, mientras cada cual avanza en sus reivindicaciones políticas. Lo primero está bien, pero hay que dotarlo de contenido: ver qué pasó, cómo ETA fue un movimiento totalitario que no admitía disidencia. Hay que decirlo así y esto no es exigir que se pida perdón, ni humillar a nadie, ni revanchismo (a mí -y, en general, a quien callaba- no me hicieron nada).
  • Concreta y específicamente hay que decir que aquí se optó por utilizar la violencia con fines políticos y que hubo una organización que se dedicó a matar a quienes no pensaban como ellos habían decidido que había que pensar sobre nuestra historia: que pusieron sus ideas por encima de la vida humana, y que eso nos aterró y nos inmovilizó.
  • Concreta y específicamente es imprescindible verbalizarlo en los contextos de las ideas que defendían ETA y quienes la apoyaban: en el mundo de la defensa del euskera, entre quienes quieren la independencia, etc., para desvincular esas ideas esencialmente, onto­lógi­ca­men­te, en su ser, de la violencia. Hace falta decir que aquello no estuvo bien, que se cometió una gran injusticia y que la violencia no era necesaria para defender las ideas. Hay que dejar de diluirlo en un pasado nebuloso que de manera borrosa superaríamos dándonos la mano: hay que romper la épica romántica, hay que quitar todo manto (auto)protector, todo eufemismo, todo atenuante de que también los otros…, de que todos sufrimos, de que fueron años duros. Se trata en definitiva de separar el conflicto, el choque de ideas, del uso voluntario de la violencia: separar lo sentimental de lo racional, sin negar ninguno de los dos planos, para que el primero, el de las emociones, no vuelva a confundirnos. Lo difícil que nos resulta imaginar que esa separación se pueda generalizar es un síntoma de la gravedad de nuestro momento presente, de nuestra situación actual. Pero, si cada cual no afronta su propia historia, si no se mira en el espejo, no aclaramos nada; si mientras se habla de “superar” el conflicto, se justifica lo que ETA ha hecho como consecuencia necesaria de la situación política, no hay avance auténtico, no hay regeneración, no hay sanación.
  • Concreta y específicamente tenemos que denunciar los homenajes públicos a los miembros de ETA, por la educación de nuestros jóvenes y por la recuperación de nuestra propia dignidad. Hay que extirpar de esta sociedad toda complacencia con la violencia.

Para terminar, soy consciente de que este ha sido un discurso parcial, planteado fundamentalmente desde la perspectiva de la crítica a ETA. Lo he hecho voluntariamente. Como decía al principio, me interesa el análisis específico del comportamiento de quienes hemos sostenido una actitud, dicho a grandes rasgos, pasiva particularmente ante la violencia de ETA. Me he centrado en ese tipo de ciudadana o ciudadano, tanto por mi propia experiencia como porque creo que nos permite explorar factores muy importantes de la larga pervivencia de “nuestro” terrorismo. No niego otros aspectos, otros problemas, ni otros sufrimientos, pero creo que el estudio de la ciudadanía callada, de las causas y consecuencias de su pasividad merece un capítulo importante en el relato.

Analizar requiere la investigación pormenorizada sobre cada uno de los distintos componentes de un todo. La complejidad no se puede examinar en serio hablando siempre de todo. Así no se analiza, así se repite una y otra vez, en bucle, como un eco.

Considero secundaria la batalla política. Lo que reivindico aquí es la búsqueda individual de los ingredientes de ese caldo que ha impregnado esta sociedad, los componentes del ensueño que nos ha tenido adormecidos. Si no empezamos a mirarnos sin contemplaciones, corremos el riesgo de seguir así, de no completarnos como personas, de no despertar, de no liberarnos de la carga del aturdimiento, además de no reconocer, aunque sea tarde, a quienes más han sufrido.

 


Intervención de Lourdes Oñederra en el acto organizado por el Secretariado Social Diocesano en Vitoria-Gasteiz el día 12 de marzo: Paz y reconciliación/Bake eta adiskidetzea.  Apostar por la paz

GA GA IRRATIA

17 Miércoles May 2017

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Orain dela 14 bat urte Urbiara joan nintzen bi lagun gipuzkoarrekin; euskaldun peto-petoak biak ere, euskeraz gaztelaniaz baino hobeto moldatzen diren horietakoak, eta euskerarekin konprometituak. Mundua konpontzen ari ginela zera esan zuen batak, berak Euskadi Irratia entzun beharrean Radio Euskadi jartzen zuela, eta besteak ere berdina aitortu zigun. Sekulako ezustekoa hartu nuen hori aditzean. Nik garai hartan Euskadi Irratia entzuten nuen normalean eta eurak ere berdin egiten zutela imajinatzen nuen, eta zergatia galdetu nienean, ia zergatik irrati publiko bera euskeraz entzun beharrean gaztelaniaz entzuten zuten galdetzerakoan, ez zidaten erantzun argirik eman, ez batak ez besteak, “esatariak gazteegiak zirela, esperientzia falta nabaritzen zitzaiela”… kuestioa da elkarrizketa hark zer pentsatua eman zidala.radio

Aitortu beharra daukat neuk ere Euskadi Irratia entzuterakoan, sarri izaten nuela irratia itzaltzeko gogoa -sintonizatzen ditudan irratietatik bera bait da askogatik sentimendu hori gehien eragin didana- baina euskeraz zenez, lehentasuna ematen nion. Gainera herri honetan ohituta geunden pertsona eta talde batzuk indarkeriaren erabilera nola zilegitzen zuten ikustera, eta hori zoritxarrez euskeraz zein gaztelaniaz egiten zen.

Denborarekin konturatu nintzen niretzat arazoa ez zela esatariak gazteegiak izatea; batzuk –ez hain gazteak, egia esateko- gu umeak bagina bezala tratatzen gintuztela baizik, hor zegoen gakoa. Askotan tartekatzen zituzten diskurtso sinplistak musu truk: “mamua dator, mamua kanpotik dator –Espainiatik gehienetan-, mamua txarra da eta gu, euskaldunok, onak”; etsaia kanpoan kokatzeko premia zeukatela zirudien, euren burua eta entzuleon nortasuna berresteko, edo etxean geneukan munstroari aurre ez egiteko. Eta aldi berean bazirudien gizarte honetako sektore zehatz batekin konektatzea interesatzen zitzaiela bereziki, sektore hori pozik edukitzea nahi zutela, edo gutxienez ez haserretzea.

Aspertu egiten ninduen inpartzialtasun falta horrek, independentzia ezak, doktrinamenduak… bolada luzeak egiten nituen irratsaio batzuk entzun gabe… baina denborarekin beti bueltatzen nintzen, irrati publikoa zelako, beraz, nirea ere bazelako, eta batez ere euskalduna, eta ez niolako uko egin nahi.

faktoriaMaiatzaren 5ean aspaldian entzuten ez nuen “Faktoria” irratsaioa jarri nuenean berriz izan nuen sentsazio txar hori, berriro dezepzionatu ninduten. Joxean Bengoetxea eta Itziar Ituñori egin zioten elkarrizketan, esataria bere kabuz, eta ez gonbidatuen adierazpenen harira, “Madril” arerio bezala aurkezten tematu zen, “Zer modutan bizi ote duten Euskal Herriko aktoreek Madrilekiko harreman hori?” “erosoa ote den ala ez edo sortzen ote dien holako… Madril izateagatik diot” “konplexurik ba al daukaten euskal aktoreek Madrilekiko” “Madrilen lan egin behar horrek gaizki begiratzerik sortu ote ditzakeen eta horrek berak aktoreari erreparu batzuk jarri Madrilera joateko orduan”. Galdera guztiak Madrili aipua kentzera bideratuta zihoaztela zirudien. Non dago objektibotasuna? Zertara dator behin eta berriro aurreiritzi hori errepikatu beharra? Esatariak bere buruan zeukan aurreiritzia, zeren eta aktoreek normaltasunez erantzuten zioten ez zutela aparteko trabarik aurkitu Madril “mamu tzar” horretan. Horrelako adibideak eta larriagoak hainbat aipatu ahalko nituzke, eta ez naiz gonbidatuek jaurtitzen dituzten iritziez ari, esatari batzuen jarrerari buruz baizik.

Ez al dago Euskal Herrian askotariko aktorerik, batzuk Madril maite dutenak, besteak gorroto eta beste batzuk Pekinen bizitzea nahiko luketenak? Esate baterako, Elena Irureta, Anabel Alonso, Jose Ramon Soroiz edo Imanol Arias… ez al daukate bizitza ikusteko ikuspegi ezberdinik? Zergatik aurkezten dizkigute kolektibo batzuk berdin pentsatu eta sentitzen duten multzo homogeneo bezala? Eta multzo horren barruan bere burua kokatzen ez dutenak, ez dira aktoreak, ez dira euskaldunak? Ez al gara gizarte anitzean bizi? Ez al da aniztasuna ezaugarri aberasgarria? Edo zer da, gailendu beharreko oztopoa, azken finean denok berdin pentsatzeko, aritzeko, kritikatzeko eta horrela “onenak” izaten jarraitzeko? Zer gara, artaldea? Guzti honen aurrean gure komunikabide publikoek zer maila ematen dute?

Euskeraz aritzen diren komunikabideen helburuetako bat –garrantzitsuenetakoa esango nuke nik- euskera hedatzea da. Zergatik aritzen dira batzutan hain zakar, gure elkarteko bizilagun batzuen sentimentuak gutxietsiz, justu kontrakoa egin beharko zuketenean, hau da, aintzakotzat hartu -euren eskubidea delako- eta bide batez euskerara erakarri? Zergatik ez digute Ga Ga Irrati liluragarri bat eskaintzen?

Euskadi Irrati liberatua, profesionala, dibertigarria, aurreititziak albo batera uzten dituena, eta gure herriko identitate eta pentsamolde guztiak kontuan hartu eta errespetatzen saiatzen dena? Batzutan zaila egiten zait irudikatzea gure erkidegoko hainbat bizilagun eroso sentitu daitezkeela beraien komunikabide publikoetako saio batzuk entzun eta ikustean, nik neuk ere atzerakada sentitzen bait dut tarteka, eta horrek asko kezkatzen nau.

Oraindik ez dakit bi lagun haiek zer dela eta entzuten zuten Radio Euskadi Euskadi Irratia entzun beharrean, hurrengo bazkarian galdetuko diet berriro, baina niretzat oso garrantzitsua da Euskadi Irratia eta Euskal Telebista aukera serio bat izatea komunikabideak euskeraz entzun eta ikusi nahi ditugunontzat. Ahaleginak pena merezi du, alde batetik euskeraren etorkizuna jokoan dagoelako, eta bestetik bizikidetza eta aniztasunari zor zaion errespetua indartzen lagundu dezaketelako.

Maite Leanizbarrutia

[en castellano]

Hace unos 14 años subí a Urbia con dos amigos guipuzcoanos, dos personas comprometidas con el euskera; en su día a día básicamente se relacionaban en esta lengua. Mientras estábamos intentando arreglar el mundo, uno de ellos nos dijo que él solía escuchar Radio Euskadi en vez de sintonizar Euskadi Irratia, y el otro comentó que también él hacía lo mismo. Estas afirmaciones me sorprendieron mucho, ya que en esa época yo normalmente escuchaba Euskadi Irratia, y daba por hecho que ellos hacían lo mismo. Cuando les pregunté por qué escogían la versión en castellano de la misma radio pública no me dieron ninguna respuesta convincente; comentaron que en la radio en euskera los locutores y las locutoras eran muy jóvenes, que les faltaba experiencia… el caso es que el tema me dio qué pensar.

Tengo que reconocer que al escuchar Euskadi Irratia muchas veces sentía la tentación de apagarla –de todas las radios que sintonizo es con mucho la que más a menudo me ha generado ese sentimiento-, pero como era en euskera, le daba prioridad. Y, además, como en este pueblo estábamos acostumbrados a que algunas personas y colectivos justificaran alegremente el uso de la violencia, y lo hacían tanto en euskera como en castellano, lo mismo me daba escucharlo en un idioma que en otro.

Con el tiempo me fui dando cuenta de que el problema, bajo mi punto de vista, no era que los profesionales de la radio fueran demasiado jóvenes, el tema era que algunos –no tan jóvenes, por cierto- nos trataban como si fuéramos niños, y ahí estaba el quiz de la cuestión. Muchas veces intercalaban discursos simplistas y tópicos de manera gratuita: “que viene el coco, el coco viene de fuera, -normalmente de España-, el coco es malo y nosotros los vascos, buenos”; es como si tuvieran la necesidad de reafirmarse y reafirmarnos buscando al enemigo fuera, tal vez para no enfrentarse con el monstruo que teníamos en casa, y al mismo tiempo daba la sensación de que básicamente les interesaba conectar con un sector determinado de la sociedad, como si quisieran tenerles contentos, o por lo menos no enfadarles demasiado.

Me aburría esa falta de imparcialidad e independencia, el adoctrinamiento… pasé años sin escuchar algunos programas… pero con el tiempo volvía, porque era la radio pública y por lo tanto también era mía, y sobre todo porque era en euskera y no quería renunciar a ella.

Al sintonizar el programa “Faktoria” el pasado 5 de mayo de nuevo, me sentí decepcionada. Nuevamente tuve esa mala sensación que me aborda con esta radio. Estaban entrevistando a los actores Joxean Bengoetxea e Itziar Ituño cuando la locutora se empeñó en demonizar a “Madrid”, “que cómo viven los actores vascos esa relación con Madrid” “si es cómoda o les provoca una … por ser Madrid, quiero decir” “si los actores vascos tienen complejos en relación a Madrid” “si el hecho de trabajar en Madrid puede hacer que se les mire mal, y eso mismo generar reparos entre los actores a la hora de ir a Madrid”. Todas las preguntas parecían dirigidas a desprestigiar esta ciudad. ¿Dónde queda la objetividad? ¿a qué viene la necesidad de incidir en ese prejuicio? Prejuicio que la locutora tenía en su cabeza, porque los entrevistados le respondían con normalidad afirmando que no se habían encontrado con ninguna dificultad extraordinaria en ese Madrid “bicharraco”. Puedo mencionar ejemplos como éste y otros bastante más graves de tiempos pasados, y no me refiero a las opiniones vertidas por los invitados, sino a la postura que toman algunos profesionales de esa radio.

¿Acaso no hay en Euskal Herria una amalgama de actores y actrices, unos que adoran Madrid, otros que lo odian y otros que quisieran vivir en Pekin? Me vienen a la cabeza nombres como Elena Irureta, Anabel Alonso, Jose Ramón Soroiz e Imanol Arias ¿Es que no tienen diferentes puntos de vista? ¿por qué nos presentan algunos colectivos como un conglomerado uniforme que piensa y siente igual? ¿y quien no se siente dentro de ese conglomerado, no es vasco o vasca, no es artista? ¿No vivimos en una sociedad plural? ¿No es la pluralidad una cualidad enriquecedora? ¿O la consideramos como una dificultad a superar, para que todos y todas pensemos igual, actuemos igual, critiquemos a los mismos y así sigamos siendo ”los mejores”? ¿Es que somos un rebaño de ovejas? ¿Están nuestros medios de comunicación públicos a la altura de las circunstancias, a la altura de esta sociedad?

Uno de los objetivos más importantes de los medios de comunicación que trabajan en euskera es difundir nuestra lengua, ¿a qué viene faltar al respeto a miembros de nuestra comunidad de una forma gratuita cuando se debiera hacer justo lo contrario, reconocerles, por derecho, y al mismo tiempo atraerles al euskera? ¿Por qué no nos ofrecen una Radio Ga Ga deslumbrante, una Euskadi Irratia liberada, profesional, divertida, sin prejuicios, que tenga en cuenta y respete todas las identidades y pensamientos de nuestro pueblo? En ocasiones me cuesta imaginar que muchas personas de Euskadi puedan sentirse cómodas al ver y escuchar determinados programas que emiten los medios de comunicación en euskera, y eso me preocupa.

Aún no sé por qué mis dos amigos se decantaban por Radio Euskadi en detrimento de Euskadi Irratia, se lo preguntaré en la próxima comida, pero para mí es muy importante que tanto Euskadi Irratia como Euskal Telebista sean una opción seria para todos aquellos que queramos consumir medios de comunicación en euskera. Y el esfuerzo merece la pena ya que por un lado el futuro del euskera está en juego, y por otro pueden coadyuvar decididamente a ir consolidando la convivencia y el respeto a la pluralidad.

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