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Gogoan-por una memoria digna

~ Por una memoria digna como derecho de las víctimas y de la sociedad vasca en general. Una memoria que deslegitime la violencia y que sea pedagógica para prevenir situaciones como las vividas en Euskal Herria los últimos 50 años.

Gogoan-por una memoria digna

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Abrazos y memoria

06 jueves Ago 2020

Posted by gogoanmemoria in Memoria

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Tras un par de días intentándolo, hemos conseguido contactar con Kamchatka y nos han dado espacio para continuar el debate. Se lo agradecemos.

Cinco apuntes sobre los abrazos a Josu Urrutikoetxea y la memoria democrática vasca

 

1. El abrazo como punta de un iceberg político y ético

Estos días se ha desatado un considerable debate, a raíz de un abrazo en redes sociales, de Bildu para el dirigente de ETA, y en su día de Euskal Herritarrok, Josu Urrutikoetxea, y que ha contado con la aportación de un interesante artículo de Jonathan Martínez. En cambio ha pasado más desapercibido el mitin de campaña de Bildu, de hace pocas semanas, en el que se leyó, desde la propia tribuna, un mensaje suyo musicado de apoyo electoral (buscar en Twitter: Josu Urritikoetxeak hauteskunde).

Aunque algunos se pierden en disquisiciones, sobre si el gesto del abrazo se ha hecho por su enfermedad actual o por su papel en el final de ETA, conviene no perder la perspectiva. Prácticamente todos y cada uno de los presos oficialistas de ETA han tenido su reconocimiento y homenaje, desde hace décadas y hasta hoy. Sirva de ilustración sobre el carácter político, no familiar, de esos ritos martiriales, el vídeo recientemente visto en redes, el enésimo, firmado, como suele ser más habitual, por Sortu (buscar en twitter: Kepa del Hoyo preso politiko galdakaoztarra). Los consideran sus “gudaris”, hoy por hoy sin ánimo de revisión crítica. No hay más. Es lo que hay. Y mejor abordarlo así, sin camuflajes, trampas, ni auto-engaños.

2. Con los señores de la guerra y contra los soldados rasos ‘conversos’

Jose Antonio Urrutikoetxea ha sido uno de los más importantes dirigentes de ETA. Por cierto, no es un secreto que sus propios compañeros utilizaban con total normalidad “Ternera” para hablar de él, así que lo de ir estampando que eso denota argot policial supongo que será un cortafuegos tramposillo frente a las críticas.

Entiendo fácilmente que cualquier miembro de ETA mienta en un proceso penal. Entendía aún mejor cuando hace años se negaban a reconocer los «tribunales opresores» y directamente no testificaban en los juicios. Pero me cuesta más que a la hora del relato, en un artículo, se reivindique el debut con “participación indirecta” en el atentado contra Carrero Blanco (eso sí que será información policial, porque los militantes de ETA no suelen alardear de curriculum concreto), pero se eludan el resto de responsabilidades de un alto dirigente de ETA desde los 70, que estuvo en los preparativos de Argel (1989), en la comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco (1999), en la negociaciones de Suiza/Loiola (2006) y en la bajada final de persiana de Aiete/Noruega (2011). Y es que Carrero es el muerto número 8 de un listado total de 829.

Resulta llamativo cómo se pretende exculpar el «pasado militar» del Gran General, emplumando las decenas de barbaridades de su mandato ochentero (Ryan, Yoyes, Hipercor, niños de la casa cuartel de Zaragoza…) a los soldados rasos. ¿Dónde queda la modesta verdad que reivindicamos frente al Señor X del GAL?. Incluso se atreven a calificar como invectivas de un «converso» el testimonio contra él de uno de esos militantes de base. Vaya códigos militares gastan algunos.

3. ¿Hacedores de la paz o buscadores de una salida airosa?

Después de años de rechazo social mayoritario y continuas detenciones, ETA y la izquierda abertzale se encontraron, tras las ilegalizaciones, que desde algunas organizaciones rechazamos, con aquella oferta, que cuenta Zapatero y que verbalizó Rubalcaba, ¿votos o bombas?. Y es conocida la opción que tomaron Otegi y Urrutikoetxea.

Eguiguren recuperó hace un tiempo el concepto del artículo de Hans Magnus Enzensberger en 1989, “Los héroes de la retirada”. Pero el pensador alemán diferenció en aquel brillante texto sobre la complejidad política, entre los héroes y los epígonos de la retirada, matizando que “Los epígonos de la retirada se mueven por impulso ajeno. Obran bajo una presión que viene de abajo y de arriba. El verdadero héroe de la renuncia, en cambio, es él mismo, la fuerza motriz”. Ahí queda para la valoración del papel final jugado por ambas personalidades.

Y sí, en ese tránsito se toparon con Bateragune, aquel despropósito judicial, que ya en 2012 en el propio Tribunal Supremo salió adelante por solo 3 votos contra 2, y en el Tribunal Constitucional por 7 contra 5, en la penúltima disputa entre el derecho penal garantista y el autoritario, el del enemigo, que ha sacudido la lucha judicial contra ETA. Y cuyos daños no podrán compensar ya las correspondientes indemnizaciones.

También conste, para ponderar el pretendido carácter pacificador de los protagonistas del caso, que conviene escuchar a Arkaitz Rodriguez en una televisión venezolana, explicando por qué cambiaron de estrategia.

4- La fábula de los pintxos milagrosos de Aiete

La idea de dar una pista de aterrizaje, un puente de plata, a ETA y a Batasuna para acabar con 40 años de alternar política y métodos terroristas, su “bietan jarrai”, me pareció una salida razonable. Pero no poca gente se ha acabado creyendo que aquella escenificación fue la clave de la Paz.

Me unen lazos, de amistad y familiares, con los acompañantes, de Alternatiba y Eusko Alkartasuna, en aquella salida para ETA (Gernika, luego Bildu y Aiete). He compartido militancia política con Jonathan Martínez, en tiempos del ínclito Javier Madrazo, aun en orillas distintas. No tengo ninguna duda de su trayectoria, de todos ellos, contra la violencia de ETA y contra todas las violaciones de Derechos Humanos.

Pero me parece una osadía engañosa atribuirse algún tipo de papel decisivo por aquella operación bikini-flotador de 2009-2010. No, el final de la tragedia vasca no cayó milagrosamente por sus gestiones antes del cóctel palaciego internacional de Aiete. Alivia que no hubiera un final al estilo GRAPO o IRA Auténtico, cuando ya los últimos miembros activos de ETA se alojaban hasta en tiendas de campaña, y sus dirigentes no eran detenidos tras largos años, sino en semanas. Pero la estrategia político-militar sucumbió ante el triunfo de la deslegitimación social pacifista, dentro de la propia Euskal Herria, y por el colapso operativo de combinar violencia y política (mal que nos pese a los que rechazamos las ilegalizaciones).

5. Mas Gabriel Celaya y Martin Ugalde, que Negri, Zizek y compañia, para sembrar la memoria democrática vasca

Euskadi y Navarra afrontan ya sus diversas controversias políticas por fin en condiciones parecidas a otras tantas sociedades del entorno, con sus límites, urgencias y cotidianidades. Pero tantas décadas de violaciones de Derechos Humanos, años en los que se violentó la política, han dejado heridas y retos específicos.

Atender a las víctimas de la persecución de ETA, a las víctimas del “todo valía contra ETA” y contra quien anduviera cerca (BVE, GAL, torturas, atropellos judiciales…), restablecer un derecho penal garantista (sin imputaciones difusas, ni validez total a autoinculpaciones en sede policial) e impulsar una política penitenciaria humanitaria y una reinserción restaurativa de presos (ojalá muchos más abrazos como los de Maixabel Lasa con Ibon Etxezarreta)… sin duda quedan cosas importantes.

Y mientras tanto, a no dejarse impresionar por manifiestos-relatos movidos desde el aparato internacional de la izquierda abertzale, que recolectó a algunos intelectuales para proponerles un frívolo turismo de conflictos. Ese texto que Negri, Zizek y demás firmaron destacando de Urrutikotxea, el gran jefe de ETA durante 30 años, su “determinación y altura moral” y ser “promotor de una resolución justa y duradera”. Y es que hasta a sus hábiles redactores propagandistas, a veces, se les va la mano.

Para cultivar la memoria democrática vasca, mejor que la poca empática complacencia excesiva con victimarios orgullosos, sin autocrítica, creo más valioso acercarse al deslumbrante manifiesto de los 33, donde, entre otros gigantes de la cultura vasca, Gabriel Celaya y Martin Ugalde (primer Presidente de Egunkaria) advirtieron en 1980 de la gangrena moral que amenazaba a nuestra sociedad y que todavía tenemos pendiente curar bien. Que así sea.

 

Sabin Zubiri, miembro de Gogoan, por una memoria digna

 

 

Hablar de víctimas

20 miércoles Mar 2019

Posted by gogoanmemoria in Víctimas

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asesinato, ética, Badajoz, Carlos M. Beristain, cárcel, Diario Vasco, dolor, El Español, Gora ETA, Gregorio Ordoñez, guardia civil, Isaias Carrasco, José Luis De Lacalle, Joseba Eceolaza, Juan Manuel García, Kepa Del Hoyo, Memoria, Mikel Zabalza, sufrimiento, víctimas de la violencia, víctimas del Estado, víctimas del terrorismo

Pintadas JLLCCuando mataron a Juan Manuel García en San Sebastián, la viuda juntó en una mesa a todos sus hijos y les formuló la siguiente pregunta ¿queréis que nos vayamos?, porque en los 80 el miedo era tan libre que a veces era mejor viajar. Después de que ETA asesinara a López de Lacalle, alguien pintó en su calle “Lacalle jódete”; no debían de tener suficiente con el tiro en la nuca. La familia de Mikel Zabalza acudió días después de su detención al cuartel de la Guardia Civil a preguntar por su paradero, “búsquelo en objetos perdidos” le contestaron. En la tumba de Ordoñez, alguien escribió “devuélvenos la bala”. A Ainara Carrasco alguien en fiestas de Arrasate se le acercó y le susurró un Gora ETA humillante, sólo hace diez años.

Relatar los detalles que explotaron antes del tiro, o durante o después resulta necesario. Porque sólo así lograremos ser conscientes del impacto que ha tenido la violencia en nuestras vidas. Incluso haciéndolo bien, planteando una transición post-ETA llena de honestidad y valores, habrá damnificados que jamás lograrán superar el haber estado dentro una diana. Es algo común: quienes han sufrido el golpe del terrorismo no terminan de ser los mismos, normal, porque el ser víctima también implica una serie de sufrimientos añadidos, que no sólo tienen que ver con el golpe directo de la violencia. Tras una amenaza hay un entorno familiar, profesional o político que pasa miedo. Y precisamente ese fue el objetivo ventajista de ETA, atemorizar a quienes tenían unas determinadas ideas.

Gesto Zumarraga 2.jpg

Diario Vasco. Acto de Gesto por la Paz en Zumarraga, 2004

Ante tanto dolor, que en algunos sectores políticos y profesionales fue cotidiano, conviene que los relatos que aparezcan sean contrastables con el pasado y que estén orientados hacia la reconstrucción del tejido ético dañado por la cultura del odio que hizo posible justificar y ejecutar tantos asesinatos. El relato nunca puede estar supeditado a la autojustificación, o a salvar un pasado que, se empeñe quien se empeñe, ya no es salvable, porque nos hirió en lo más profundo.

El relato tampoco puede mezclar situaciones de dolor o, en el ánimo de dar la sensación de que aquí hay una especie de empate de tragedias, tampoco puede plantear una especie de inflación victimaria, que lo mismo cuenta el caso de una persona asesinada a sangre fría con un tiro en la nuca por pensar diferente que el fallecimiento de un preso, responsable de dos asesinatos,  que ha muerto de un infarto en la cárcel.

Kepa del Hoyo

El Español, 2017

Hay muertes y circunstancias que nunca deberían haberse producido y hay ausencias que duelen, sin duda, pero eso no les convierte en víctimas de la violencia política. Esa equiparación supone tanto como viciar la consideración ética hacia la muerte violenta.

[Muere Kepa del Hoyo en la cárcel de Badajoz mientras hacía deporte]

Detrás de ese esquema hay algo de crueldad, porque rebaja a la víctima a una sucesión de hechos notariales, sin advertir que la seriedad moral ante la definición de qué implica ser víctima, supone muchas veces hilar fino. El discurso de la empatía ante el dolor del otro es válido, siempre y cuando no esté al servicio de la exculpación de responsabilidades.

Enfrentarnos a la verdad, implica cierto grado de desnudez porque las víctimas de la violencia no sólo nos hablan de un drama, sino que también nos descubren en nuestros vacíos, en nuestros silencios, en nuestra lejanía moral. balanzaPor eso conviene no tener la tentación de la equiparación, o aun peor, de la compensación del dolor, de ahí que sea necesario fijar con nitidez la frontera que separa a una víctima de la violencia de alguien que ha sufrido por la violencia. Y no sólo es una cuestión de preposiciones. Porque contar víctimas sin ese rigor, en realidad, es la mejor forma de despreciar un caudal sufriente que todavía está a flor de piel. Generar espacios de empatía entre víctimas exige ese paso previo.

Poner el relato al servicio de una historia exculpatoria, en lugar de utilizar el relato como herramienta para fortalecernos éticamente es empeñarse en el error de la ocultación. Porque tratar de escenificar un tiempo y lugar en el que todos sufrimos, en el que todos fuimos responsables es tanto como decir que en realidad nadie fue responsable de aquello. Porque, con esa pretensión, el relato siempre será esclavo de los horrores del pasado. Y no, no todos elegimos estar entre quienes agredían.

Aquí no han existido violencias cruzadas, ni dos ejércitos legítimos que se han enfrentado, ni mucho menos un enfrentamiento entre dos pueblos, ni tampoco una responsabilidad diluida en que “todos cometimos errores”. Que haya sufrimiento y víctimas de la violencia policial, no supone que tengamos que hacer un relato igualador, porque las víctimas no se compensan, en todo caso se suman. Como dice Carlos M. Beristain “el reconocimiento de la pluralidad del sufrimiento de violaciones de derechos humanos cometidas y el asumir la responsabilidad del estado en ello no tiene por qué suponer igualar los mecanismos de victimización ni aceptar simetrías o decir que todo ha sido igual.”

La memoria, el recuerdo, los miedos individuales y colectivos, el legado, la participación en asesinatos, los derechos de las víctimas que a su vez han sido victimarios… todo este tipo de cosas son áreas delicadas pero que requieren un consenso mayoritario. Por eso, este debate no se puede reducir a una batalla de relatos, es decir, no puede ser principalmente un debate entre una memoria idealizada y sin problematizar (casi siempre exculpatoria con los victimarios), y una visión en la que los malos siempre han sido los otros, no. Creemos que el debate ha de partir de la visión crítica para con el pasado, que trata de bucear también entre lo que no nos gusta, como única forma, en realidad, de construir un buen futuro y de quitarnos el baldón de la violencia que todavía (aunque algunos se tapen los ojos) arrastramos.

No caigamos en el error de lo difuso otra vez, porque eso supondría humillar a gente a la que durante demasiado tiempo le dimos la espalda mientras sufría.

 

Joseba Eceolaza, miembro de Gogoan-por una memoria digna

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