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Gogoan-por una memoria digna

~ Por una memoria digna como derecho de las víctimas y de la sociedad vasca en general. Una memoria que deslegitime la violencia y que sea pedagógica para prevenir situaciones como las vividas en Euskal Herria los últimos 50 años.

Gogoan-por una memoria digna

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«La asunción de mi responsabilidad» por Luis Carrasco

19 viernes May 2023

Posted by gogoanmemoria in Justifica restaurativa

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arrepentimiento, ciudadanía, culpa, daño injusto e irreparable, derecho a la vida, diálogo, ETA, fanatismo, Juan Mari Jauregui, justicia restaurativa, libertad, Luis Carrasco, Maixabel Lasa, mediación, odio, Olvido, perdón, sociedad, Universidad Francisco de Vitoria, Víctimas, verdad

Buenas tardes. Soy Luis Carrasco y fui miembro de la organización terrorista ETA.

Voy a leer lo que quiero decir con motivo de esta ocasión porque pienso que de esta manera seré capaz de plasmar con algo más de acierto y coherencia, todo lo que quiero comunicar en este momento a través de mis palabras.

Para empezar, y aunque sin duda no descubriré nada nuevo, me gustaría hacer brevemente algunas consideraciones relacionadas con la justicia restaurativa como herramienta de mediación, como espacio de justicia y de ventana a la verdad.

Quisiera señalarlas y significarlas para poner de relieve su alcance y su fuerza, y para destacar su potencial para facilitar el diálogo y por supuesto como eficaz herramienta de comunicación interpersonal, como instrumento sanador y pacificador. Valorar por ello sus bondades, sus propósitos y su finalidad.

Desde una perspectiva social, creo que este potencial para facilitar la comunicación, tiene además una importante proyección y papel resolutivo cuando va dirigido hacia las sociedades que han resultado gravemente dañadas como consecuencia de algún conflicto o violencia en cualquiera de sus posibles formas. Por ejemplo, cuando han sido objeto de ataques de índole terrorista como en el caso que nos ocupa y puedan idénticamente también, haber padecido enfrentamientos de carácter social y en consecuencia hayan visto quebrantadas, cuando no corrompidas sus más fundamentales normas de convivencia.

sociedades que se muestran en apariencia ajenas, de espaldas o instaladas en la indiferencia o en la desmemoria y que parecen haber dejado bajo un espeso manto de olvido las amenazas, las persecuciones, los asesinatos y un largo etcétera de sufrimientos padecidos por sus convecinos

Estas, así mismo, por distintas causas y de distinta complejidad suelen ser con frecuencia sociedades que se muestran en apariencia ajenas, de espaldas o instaladas en la indiferencia o en la desmemoria y que parecen haber dejado bajo un espeso manto de olvido las amenazas, las persecuciones, los asesinatos y un largo etcétera de sufrimientos padecidos por sus convecinos, siendo por lo tanto un escenario en el que cabría pensar que quedaría una reparación pendiente, un ámbito de actuación para la justicia restaurativa.

Son sociedades que, en su devenir, arrastran un daño latente, y que subyacen en ellas también a menudo un sinfín de heridas sin curar, lesiones y daños de carácter sociológico, con un prolongado y soterrado recorrido temporal, que atenazan y dificultan el diálogo

Son sociedades igualmente, en las que no resulta difícil advertir que en su devenir arrastran un daño latente, y que subyacen en ellas también a menudo un sinfín de heridas sin curar, lesiones y daños de carácter sociológico, con un prolongado y soterrado recorrido temporal, que atenazan y dificultan el diálogo; pero a los que en todo caso es necesario dirigir la mirada, prestar atención e invertir el esfuerzo de todas aquellas iniciativas que con carácter reparador puedan darle alguna respuesta dirigida a su sanación.

a la luz de la justicia y la verdad puedan contribuir a construir y apuntalar un relato de su pasado atendiendo a unos principios humanistas y éticos

Que libre de prejuicios y sin ambigüedades, a la luz de la justicia y la verdad puedan contribuir a construir y apuntalar un relato de su pasado atendiendo a unos principios humanistas y éticos desde los que esta misma sociedad pueda contemplar su historia y sobre los que pueda permitirse cimentar un futuro desde su propio seno, más sensible y amable hacia sí misma, pero sobre todo mas solidaria y empática hacia aquellas personas que sufrieron de manera directa los embates inmisericordes de quienes, como yo, se valieron de la barbarie y la violencia terrorista para ocasionar un daño injusto e irreparable.

Cuáles fueron las causas por las que termino dando un giro de 180º en mi trayectoria

Con frecuencia me suelen preguntar cuáles fueron las causas por las que termino dando un giro de 180º en mi trayectoria. Cuáles fueron las razones por las que termino desvinculándome de la organización terrorista ETA. Qué lo desencadena y de qué manera se fue fraguando todo ello en mi fuero interno. También me suelen preguntar por qué necesitaba encontrarme con Maixabel, pero lo cierto es que todas estas cuestiones van juntas, van hiladas y conforman un todo.

El encuentro restaurativo en el que participo con Maixabel me brinda la oportunidad de evaluar y asumir el alcance de mi responsabilidad, así como la de valorar la figura que cada cual encarna

El encuentro restaurativo en el que participo con Maixabel me brinda la oportunidad de evaluar y asumir el alcance de mi responsabilidad, así como la de valorar a través de su testimonio y a la luz de esta realidad incontrovertible la figura que cada cual encarna: por un lado, la de la víctima inocente objeto del delito, Juan Mari Jauregui, y todas las demás inocencias heridas, la de los familiares, la de los amigos… y, por otro, la del victimario autor del asesinato, quien quebranta, quien atropella derechos; es decir, la mía propia. Es pues un momento en el que cada cual queda fielmente retratado, ocupando en el relato de lo acontecido, aquel que la verdad reclama, su correspondiente lugar.

El encuentro con Maixabel es también para mí un momento de autoafirmación en relación a mi nuevo rumbo y, por lo tanto, también de alguna manera lo sella. Me permite caminar sobre estas certezas y consolidarlas.

había generado un dolor atroz y que en el transcurso de mi trayectoria criminal había sido responsable de injusticias de muy distinto orden

Al principio he de decir, que fundamentalmente se trataba de la necesidad de reconciliarme y de sentirme en paz conmigo mismo, de darme la oportunidad de vivir en coherencia con todos aquellos sentimientos que en aquellos momentos necesitaba canalizar, que iban abriéndose camino y cobrando forma en mi conciencia, porque cada día estaba más convencido y este era un sentimiento, una percepción que iba creciendo y adquiriendo cada vez más peso, de que había generado un dolor atroz y que en el transcurso de mi trayectoria criminal había sido responsable de injusticias de muy distinto orden. Pero que, en todo caso y en cualquiera de sus distintas variables, habían llegado muy lejos, porque fueron injusticias que generaron incontables daños y una multiplicidad de horribles heridas y desgarros que marcaron muchas vidas para siempre.

había destruido y lesionado no solo aquellas vidas, sino que también me había llevado por delante todas las relaciones humanas, todos los afectos que convergían en torno a aquellas

A la par, sentía que había destruido y lesionado no solo aquellas vidas, sino que también me había llevado por delante todas las relaciones humanas, todos los afectos que convergían en torno a aquellas, con el incalculable valor que a todo ello le era propio y que estas en sí mismas encerraban, y que lamentablemente lo había hecho de manera irreversible e irrecuperable.

el derecho a la vida es por definición el más esencial de los derechos, afín e inherente a la naturaleza de los seres humanos

Fueron injusticias que afectaron primero y en concreto a las personas a las que asesiné o que resultaron heridas en los atentados, por lo que se constituiría por así decirlo, en el peor y más injusto de los ataques, ya que el derecho a la vida es por definición el más esencial de los derechos, afín e inherente a la naturaleza de los seres humanos.

había atentado contra el derecho de las personas a vivir su ciudadanía en libertad

Y, en segundo lugar, pero también muy grave, que había atentado contra el derecho de las personas a vivir su ciudadanía en libertad, privando a muchas de ellas de este derecho entendido en su integridad, tan básico y tan fundamental en democracia, ya que también participé de la persecución, la coacción y la amenaza ejercida sobre el conjunto de todas ellas.

comencé a abrirme honestamente a la asunción de las responsabilidades … a fijarme en todo aquel tremendo sufrimiento que hasta entonces había permanecido velado por el odio y por un fanatismo revestido de gloria

Desde aquí y quizás como matriz o punto de partida, comencé a abrirme honestamente a la asunción de las responsabilidades que tal reflexión conllevaba, a contemplar desde aquella nueva mirada las heridas y el dolor de los otros, el de las víctimas, a fijarme en todo aquel tremendo sufrimiento que hasta entonces había permanecido velado por el odio y por un fanatismo revestido de gloria. Dejé sitio también a la culpa y al arrepentimiento, que no eran ni nada más, ni nada menos, que la íntima, sincera y profunda reflexión que me condujo al convencimiento de que lo que hice estuvo mal y de que fue a todas luces nefasto e injusto.

lo que hice estuvo mal y fue a todas luces nefasto e injusto

Me abracé también a la esperanza y la compasión en relación a todo ese dolor, que a partir de ese momento y de alguna manera también hice mío. Me propuse hallar en mí algún resto, algún vestigio de la persona que algún día fui, traté de encontrar y descubrir en mí, resortes que me sirvieran para delimitar desde aquellos momentos un antes y un después. Me atreví a pensar que podía dejar atrás el alineamiento a la doctrina sectaria que hasta entonces había asumido ciegamente como propia y por la que me había dejado asimilar hasta convertirme en aquella oscura y desdibujada versión de mí, en una sombra de lo que pude haber sido.

comenzar a desmontar todo mi argumentarío de subterfugios, falsas coartadas y pretextos de los que me había servido hasta aquellos momentos

Me propuse mirar a la verdad de frente. Y comenzar a desmontar todo mi argumentarío de subterfugios, falsas coartadas y pretextos de los que me había servido hasta aquellos momentos para poder sortear la asunción de mi intransferible responsabilidad personal y sus letales consecuencias. Dejar de lado aquellas burdas fábulas en las que me había escudado para no reconocerme como transgresor de derechos fundamentales, como perpetrador de injusticias y asesinatos. Me propuse cuestionarme todo el andamiaje ideológico que había levantado y que había sostenido durante largos años mis más fanáticos ideales. Decidí, por fin, enfrentar la crudeza de las consecuencias que de aquella trayectoria se derivaban.

Consecuentemente, se trataba de desandar el largo camino del odio que hube transitado hasta entonces, pues necesitaba escapar y dejar atrás la lógica de la violencia en la que había permanecido sumergido durante una larguísima parte de mi vida, y en la que huelga decir que ya desde un principio yo mismo fui quedando atrapado.

Estas fueron fundamentalmente las reflexiones que estaban tras esta profunda catarsis personal en la que entonces me debatía, tras este rotundo cambio en mi manera de pensar, de observarme y de mirar la realidad que hasta aquí me trajo; introspecciones que fueron fraguándose durante años y que la propiciaron, y en las que anidaban también las esperanzas de un volver a resurgir desde las cenizas, de un volver a reconstruir alguna certidumbre desde los deshechos de una vida a la que tiempo atrás yo mismo di fuego. De alumbrar alguna esperanza, desde aquel sumidero de sueños y desde aquella montaña de escombros en la que me hallaba y en la que finalmente sentía que se había convertido mi existencia.

entregados fanáticamente y con obstinación al absurdo de pensar que las vidas y los derechos de los otros tienen una categoría distinta, inferior y devaluada en relación a la de los nuestros olvidándose de que el valor de una vida no es cuantificable y que solo cabe decir que es intrínsecamente enorme y único

Todo ello me enfrentaba a los que hasta entonces habían sido mis compañeros: un entorno cercano y tóxico, que estaba por entonces lejos de simpatizar con estos postulados, con esta visión crítica y de condena de nuestro recorrido en común; personas que, al igual que yo hasta aquel momento, seguían asumiendo su papel de manera sectaria sin cuestionárselo, pero que, a diferencia de mí lo seguirían haciendo durante largo tiempo y quién sabe hasta cuándo. Que continuarían sine die dejándose arrastrar por las negruras ideológicas de su propia mentalidad, ante la indiferencia y abandono, por extraño que pueda parecer, incluso de sí mismos, entregados fanáticamente y con obstinación al absurdo de pensar que las vidas y los derechos de los otros tienen una categoría distinta, inferior y devaluada en relación a la de los nuestros, olvidándose de que el valor de una vida no es cuantificable y que solo cabe decir que es intrínsecamente enorme y único.

Necesitaba pedir perdón a Maixabel

Hay algo que sí que me gustaría también subrayar y recalcar en estas últimas palabras, pues me parecen también especialmente significativas, acerca de la razón por la que necesitaba pedir perdón a Maixabel. En primer lugar, porque participé en el asesinato de Juan Mari Jáuregui, la que fue su pareja, y en segundo lugar porque entendía que era de gran importancia pedir perdón, porque pensaba que en este gesto de desagravio como tal había una asunción explícita de mi responsabilidad sobre las causas de su sufrimiento, así como por el padecido por toda su familia. Un reconocimiento como causante del mismo, y un gesto también de carácter empático hacia todos ellos.

era de gran importancia pedir perdón, porque pensaba que en este gesto de desagravio como tal había una asunción explícita de mi responsabilidad sobre las causas de su sufrimiento

Luis Carrasco exmiembro de ETA. Participó, entre  otros, en el asesinato  de Juan Mari Jauregui


Intervención en las jornadas  sobre Justicia Restaurativa organizada por la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid) el 15 de marzo de 2023

«El tiempo del testimonio»

05 domingo Dic 2021

Posted by gogoanmemoria in Memoria

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'algo habrá hecho', Alianza Popular. bandera, Antonio Cedillo, Antonio Muñoz Molina, Arnaldo Otegi, Aurelio Prieto, Carmen Gisasola, Conchi Fernández, Florencio Dominguez, José María Panizo, Joseba Eceolaza, Josu Zabarte, María Dolores Bernisa, Martin Alonso, muertos incómodos, odio, Olvido, Rafael Vera, TA, Txomin Iturbe, vía Nanclares, víctimas del terrorismo, verdad, Vicente Zorita

Los de ETA han sido unos muertos incómodos, sobre todo porque les taparon la boca con la tierra podrida del “algo habrá hecho”. Saber sabíamos que estaban allí abajo gritando “¡estamos aquí!”, pero los cautiverios mentales de algunos de nosotros eran más fuertes que su verdad. Por eso sacarlos del olvido cerrado donde los han querido sus asesinos es hacernos a nosotros mismos un favor. Porque las víctimas, su recuerdo y su presencia, nos hacen mejores.

para mantener el silencio y el odio hicieron falta muchas mentiras

Por ello tan importante como el relato es la verdad porque para mantener el silencio y el odio hicieron falta muchas mentiras. La memoria de lo que ha provocado el terrorismo en nuestras vidas supone un recordatorio de lo que nunca debiera suceder, por eso exige un aprendizaje continuo, una visibilidad permanente. No es que lo hagamos una vez y ya. Exige tenerlo presente porque de alguna manera ese recuerdo es un antídoto frente al culto a la violencia. Recordar no es solo un acto simbólico. Recordar es también resistir ante unas ideas autoritarias por las que se asesinó en nuestro nombre.

Recordar es también resistir ante unas ideas autoritarias por las que se asesinó en nuestro nombre

Escribía certero Muñoz Molina que “no hay injurias más fáciles de olvidar que las que han sufrido otros, sobre todo si es uno mismo el que las ha cometido”. Ante la tentación del olvido o de la interpretación sesgada de lo sucedido quedan las víctimas, con su mano alzada y sus vivencias. Pasar del asunto, mirar con hastío a quienes pretendemos recordar, o huir hacia delante nunca debería ser una opción.

El “no debió suceder” que expresó Otegi hace unas semanas no es lo mismo que “no debimos hacerlo”: en lo primero aparece una visión táctica del final del terrorismo; en lo segundo una convicción ética. Y era exigible lo segundo, porque ETA es mitad fracaso, mitad catástrofe.

 no debimos hacerlo es una convicción ética

El odio hacia el otro y la ideología autoritaria en la que se parapetaba ha sido la ruina de mucha gente, a pesar de vivir en un lugar del mundo privilegiado, y en ocasiones en familias privilegiadas. Afirma Martín Alonso que el odio es una emoción de bajo coste, sobre todo, digo yo, para quienes empujaron al precipicio a cientos de jóvenes. Sobre ello Carmen Gisasola, una de las presas de ETA que inició el camino de la “vía Nanclares” basado en la autocrítica y el reconocimiento del daño injusto causado, en 2019 apuntó que “en mi pueblo son solo media docena de forofas de la lucha armada las que no me saludan. Pero decir, no me dicen nada. ¿Qué me van a decir si se han pasado cuarenta años evitando entrar en ETA?”.

Afirma Martín Alonso que el odio es una emoción de bajo coste, sobre todo, digo yo, para quienes empujaron al precipicio a cientos de jóvenes.

Florencio Domínguez, en su libro La agonía de ETA, destaca que un amigo de un miembro de ETA le escribió: “La ETA militar cada vez es menos militar. A ver si zumbáis fuerte y empezar a poner muertos encima de la mesa, que lleva un tiempo vacía”. El dirigente de ETA Txomin Iturbe escribía así al comando Zuberoa en 1978: “Bueno, sin más y esperando que continuéis con ejecuciones, nos despedimos de vosotros con un fuerte abrazo, y hasta la vista”. “Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado. No me arrepiento”, confesaba Josu Zabarte, otro miembro destacado de ETA, en una entrevista.

Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado. No me arrepiento, confesaba Josu Zabarte

Y ese pensamiento se trasladó a la violencia que ETA ejerció; al quién y al cuándo, pero también al cómo. A Vicente Zorita, asesinado en 1980, le pegaron siete tiros, pero antes, arrodillado como estaba, le pusieron una bandera española en la boca. Era miembro de Alianza Popular. A Antonio Cedillo, policía nacional, le tirotearon en una carretera rural de Rentería en 1982, salió malherido, logró pedir auxilio y se metió en una furgoneta camino al hospital. Sin embargo, el comando volvió a la zona, detuvo la furgoneta y remató a Antonio. Eso mismo le hicieron al ex guardia civil, José María Panizo, en 1978. El miembro de ETA que le descerrajó varios tiros se dio cuenta de que, caído en el suelo, no había muerto, se acercó al cuerpo de José María, le puso la rodilla en el cuello y le disparó en la cabeza.

Más. Asesinan al guardia civil Aurelio Prieto, natural de Extremadura. Su viuda, Conchi Fernández, viaja en un avión de carga camino del entierro de su marido. Allí, entre el eco metálico y la soledad del aparato, el féretro, la hija en común de seis meses y la hermana de Conchi llenan el vacío. Van camino de Mérida a empezar una nueva vida en una tierra que no era la suya, porque Conchi era de Alsasua.

El exilio interior, el que llena de tristeza infinita una vida, tal vez haya sido uno de los peores exilios que hayan tenido que sufrir muchas víctimas. En 1982 ETA asesina al industrial Rafael Vera Gil. A los tres meses, su viuda, María Dolores Bernisa, se suicida.

El exilio interior, el que llena de tristeza infinita una vida, tal vez haya sido uno de los peores exilios que hayan tenido que sufrir muchas víctimas

Todavía estamos en el tiempo del testimonio. Porque la transmisión de toda esta barbaridad que fue el matar es una obligación moral si queremos superar un trauma como el de la violencia. Sobre todo para que nadie nunca vuelva a decir que no sabía.

 

Joseba Eceolaza, miembro de Gogoan por una Memoria Digna

 

Memorias de futuro

10 sábado Nov 2018

Posted by gogoanmemoria in Memoria

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autovía de Leizarán, Blas de Otero, Día de la Memoria, Egunkaria, Fabián Laespada, Gesto por la Paz, Iñigo Lidón, Joseba Arregi, Lasa y Zabala, Memoria, Mikel Zabalza, Ministerio de Interior, Olvido, secuestrados, secuestros, Segundo Marey, Víctimas, violencia de persecución

[Artículo de Fabián Laespada publicado en El Correo, el 9 de noviembre de 2018 con motivo del Día de la Memoria]

Repensar el recuerdo, traerlo al presente, como si fuéramos sirgueras, acarreándolo con todo su peso e incomodidad. Vernos en él, ahí dentro, protagonistas de nuestra propia memoria, de lo vivido. Puede que la memoria me resulte un estorbo que se pone en mi pasado. Sensaciones confusas, lejanas, irreconocibles, como rabia, impotencia, dolor, injusticia no declarada. Había miedo, no era fácil decir NO y tardé mucho en hacerlo. Memoria personal e individual. Lectura crítica de lo que fue pero no debio ser.

Ahora que celebramos el Día de la Memoria yo propongo rememorar lo inmemorable para deshacernos de fantasmas olvidadizos. Y porque, además, el olvido está lleno de recuerdos indeseados.

Retocando con el debido respeto al poeta bilbaíno Blas de Otero, pido la paz y la memoria, en defensa del hombre y de la justicia. Pido usar la memoria para no caer en el abismo del olvido y retroceder años, dolores y responsabilidad. Algo positivo podemos extraer de estos 50 años atrás: el horror y las injusticias no pueden repetirse. Hay que contar lo que nos pasó. Los expertos que redacten la historia. Las y los demás, contemos nuestra experiencia, volteemos las campanas de nuestra memoria.

Memoria de decenas de asesinatos que pasaban rasgando nuestra mirada sin detenerse más que un modesto minuto de imágenes a las que, encima, nos íbamos haciendo insensibles. Memoria de lo que hicieron con Segundo Marey, secuestrado; fue un error, dijeron, pero el Ministerio de Interior español chantajeó al francés, en un intento de ventajismo gansteril. Memoria del escalofrío adherido a la piel cuando un escritor, pensador, profesor… decide exiliarse al silencio, abandonar el “conflicto” y esconderse en temas neutros para poder desmontar la barricada de desprecio y chantaje al que le ha sometido extraoficialmente el entorno talibán. Hoy en día lo contamos a nuestros estudiantes y no se lo pueden creer. Pero muchos de nosotros lo vivimos de cerca y, no se sabe cómo, a menudo se caen de la memoria esos tiempos y esos hechos, quizá porque sean recuerdos ásperos e incómodos.

Memoria del chantaje y sometimiento que padeció el poder público de Gipuzkoa y Navarra con el asunto de la autovía. De cómo fue posible que esas tres personas asesinadas no sean nunca recordadas ni inmortalizadas en alguna placa, en algún homenaje, mención, memoria, olvido… en la autovía del oprobio.

Algunos trabajadores cambiaron de empresa por miedo. No pretendo machacarnos con los hechos, tan solo recordar que esto fue así, que la violencia se impuso.

El País

Memoria sin distinción, porque ordenar dos cierres de periódicos es mucho cerrar y poco democratizar. Al final no hubo delito ni nada. Testimonios para la memoria de lo que no debe suceder.

Memoria de la soledad de cientos de huérfanos. Repienso el vacío emocional que sintieron tantos niños y niñas, bien pequeñas, cuando les tuvieron que decir, a duras penas, que ese padre se había marchado a algún sitio que ellos nunca descubrirían; esas soledades, tan pequeñitas y semivacías de abrazos infalibles. Esa memoria que nos lleve al relato de Montse, invitada por Gesto por la Paz en 2005, que sufrió lo indecible y lo decible después de casi perder a su recién marido, con una criatura de nueve meses en la cuna de su habitación, ahora convertida en una sala de curas. Memorias que desconocemos completamente, de la angustia de muchos niños que sabían que su padre podía no volver, infancias secuestradas, jugar sí, pero con un ojo en el televisor, temiendo un informativo especial.

La memoria funciona y solicita que hagan justicia sobre nuestros muertos prematuros, que no se cierren sumarios sin resolver, tal y como pedía Iñigo Lidón el otro día: que la desidia no clausure la justicia.

El Mundo

A esta memoria de bombazos y secuestros no se le olvidan las inadmisibles torturas padecidas por muchas personas, como las de Arregi, Zabalza, Lasa y Zabala que acabaron en asesinato. Alguien debiera responder y relatar qué fue de aquello. La memoria, esa gota incómoda que nos araña la conciencia y nos trae imágenes increíbles a las puertas de la cárcel, con una multitud acompañando a un ministro delincuente sentenciado a diez años. A los tres meses salieron de esa prisión, indultados. ¿Cómo se puede explicar eso a nuestros jóvenes?

Memoria que se extiende hasta el relato de los secuestrados, angustia de verse con el cañón en la frente, saberse chivo expiatorio para que los demás aprendan y paguen por seguir vivos.

Hay un relato que apenas nos ha llegado: el de esas personas perseguidas y amenazadas -más de 40.000- durante varios años. Mucho silencio social entorno a la amenaza, que ni la familia ni amigos conocían, por no inquietarles, por no perderlos… Necesitamos rescatar la memoria de los silencios y de las indiferencias, de los miedos que sí padecimos y de las soledades a las que sometimos a todas las víctimas sin nombre.

El olvido es -como nos contó Borges- ese vago sótano de la memoria. A veces tengo la sensación de que una parte muy considerable de nuestra sociedad ya ha bajado varios peldaños hacia ese cripta del olvido. Pero ahí abajo no hay apenas luz. Está lleno de olvidadores, de indolencias y de pragmáticos que solo miran para adelante, como si adelante significara deshacerse del pasado y sus lecciones, sin saber que la mejor manera de avanzar es no retroceder. Sin saber que el olvido es retroceso, es involución; es tropezar en la misma piedra de la historia que nunca debió ser.

Día de la Memoria – Oroimenaren eguna 2018

Memoria y otros olvidos

28 martes Nov 2017

Posted by gogoanmemoria in Memoria, Víctimas

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Ascención Mendieta, Ascensión Mendieta, Benedetti, dictadura franquista, ETA, fosa común, Gesto por la Paz, Gisasola, Glencree, guerra civil, Memoria, Olvido, Pikabea, reconciliación, reconocimiento, Rekarte, reparación, testimonios, transición española, víctimas de la violencia

En diciembre del año 2000, la coordinadora Gesto por la Paz organizó por primera vez en la calle un acto específico de solidaridad y memoria hacia las víctimas de la violencia con finalidad política. Por entonces, era poco frecuente ensalzar la memoria, buscar el reconocimiento y pedir reparación para las víctimas de la violencia, especialmente para las asesinadas por ETA, que ya para entonces era quien mataba en exclusiva. De hecho, los nombres de las personas muertas, sus vidas, sus viudas y sus feudos pasaban desapercibidos para casi la totalidad de la sociedad vasca. También para el resto de España, dicho sea de paso, sin ánimo alguno de polemizar, pero atestiguado por muchas de ellas. En aquel acto, próximo a las navidades, declaramos la necesidad de activar tanto la figura de la memoria con el objeto de realizar el necesario desagravio hacia ellas, como el reconocimiento de su sufrimiento, absolutamente injusto. Reclamábamos como tarea cívica el hecho de recoger los testimonios de las personas que se quedaban aquí, entre nosotros, solas y con la muerte social a cuestas. Era imprescindible abandonar los anonimatos de hombres y mujeres, niños, padres, madres… que ellas y ellos empezasen a relatar y nosotros a oír todo aquello que resultaba duro de asumir: estaban solas y la desmemoria, la indiferencia, el miedo o la desdeñosa justificación del resto de la sociedad, los expulsaba por segunda vez del “paraíso” civil. Nuestra memoria colectiva estaba incompleta, huérfana de palabras y lágrimas de esas personas que sufrieron lo indecible, siendo ellas las que se llevaron la peor parte de un ataque contra casi todos. Había una grieta entre su dolor y nuestra indolencia.

La historia pretende una reconstrucción sabia y abstracta del pasado; la historia se aprende; la memoria, sin embargo, relata las vivencias, lo sentido, la injusticia padecida, el dolor ocultado socialmente. Pero tiene la virtud de ser útil para el presente y, especialmente, para el futuro.

Durante la transición española se ignoró la memoria, se pasó página de los desmanes de la guerra civil y de toda la dictadura franquista; millones de padecimientos y humillaciones perpetradas en los 40 años anteriores fueron pasto del olvido, de un “tira palante”, por mor de una reconciliación necesaria. Fue lo que fue, pero se pudo y se debió hacer mejor. Ya sé que es fácil decirlo ahora y muy complicado haberlo hecho entonces, sí. Pero de esos polvos nos vienen los lodos de heridas abiertas, de cunetas sin resolver, de miles de agravios sin restaurar o ni siquiera reconocer. El testimonio impactante de Ascensión Mendieta, que no cejó en su empeño de recuperar los restos de su padre, abandonado en una fosa común. No se habló de todo ello cuando tocaba, y llegamos tarde, tanto que muchos otros familiares se murieron sin poder saber dónde estaban sus amores desaparecidos. De todo esto hay que sacar una clara conclusión: nunca más el olvido. Y la memoria es el reverso, es la vida, es el futuro, aunque suene contradictorio.

Recitaba el sabio Benedetti que el día que estalle y salte en pedazos el olvido, arrastrará la verdad por el mundo. Lo decía dilapidando la tristeza del olvido instalado en su país después de los horrores de la dictadura y tras constatar la desaparición física de más de 300 personas a manos del gobierno dictatorial. Amnesia social, lo llama él. Pues bien, venimos a este lado del océano y nos encontramos que todavía estamos a tiempo, que podemos edificar el espacio común de la memoria, donde quepan todos los relatos y padecimientos, donde se constaten las vivencias y tristezas, donde, como ocurriera con la edificante experiencia en Glencree, los testimonios nos interpelen y sobrecojan; tanto que nos quedamos con las manos en la sienes preguntándonos por qué no estuvimos cerca de ellas y ellos. Pero todavía tenemos tiempo, fuerza y ganas como para reparar esa ausencia de oídos, atención y coraje.

En este necesario ejercicio de memoria, también necesitamos saber de primera mano cómo fueron las vidas de las personas perseguidas; algunas marcharon y todo exilio es tristeza y lejanía. Tenemos la obligación social de saber qué significaba recibir una carta de extorsión, esa desasosegante postura de comprar meses de vida a cambio de dinero que sufraga otras muertes, esa transposición de responsabilidades del terror. Hay que, igualmente, conocer cuántos intelectuales marcharon de aquí por sufrir persecución silenciosa.

Incluso, escuchar a ex etarras como Rekarte, Gisasola y Pikabea, por ejemplo, para poder llegar a alguna conclusión. La más elocuente es que ninguno de ellos ha podido realmente justificar crimen alguno.

Vuelvo al principio: cuando en diciembre de 2000 Gesto por la Paz organizó aquel primer acto en solidaridad por las víctimas, se entregó a cada asistente un pensamiento, una flor, con un lema: inoiz gehiagorik ez, nunca más; pretendía ser una evocación a la memoria, un compromiso con ella, esa que enseña a no olvidar, porque si lo hacemos, si nuestros hijos e hijas ya no saben qué ocurrió aquí, puede que no perciban el olor de la justificación de la violencia en los suyos dentro de unos años. Lo acaban de decir los jóvenes que asistieron a los relatos de las víctimas en las aulas: “No sabíamos del dolor de tanta gente”. Pues eso. Memoria como antídoto de repetición de errores. Memoria, en consecuencia, como responsabilidad hacia quienes más sufrieron –y sufren- y hacia el porvenir.

Fabián Laespada

Breve historia de una frase breve

04 sábado Nov 2017

Posted by gogoanmemoria in Memoria, Pacifismo, Reflexiones

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ABC, Casa Real, Concordia, Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria, Diario ABC, Euskadi, Fundación Princesa de Asturias, Gesto por la Paz, Gogoan, María Guijarro, Memoria, Olvido, País Vasco, Premio Príncipe de Asturias a la Concordia, Premios Príncipe de Asturias, Rey Felipe VI

Año 1993. Gesto por la Paz recibió el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Al día siguiente de la ceremonia de recepción, algunos periódicos reprodujeron su discurso íntegro. El ABC, sin embargo, eliminó una frase.

“Se debe hacer posible que cualquier idea pueda ser planteada y desarrollada dentro del contexto democrático”.

Entonces, representantes de todos los poderes del Estado aplaudieron aquel significado, incluido el actual rey Felipe VI.

Hoy, a pesar de su vigencia, duerme en un total olvido.

Discurso completo de Gesto por la Paz en la ceremonia de recepción del Premio Príncipe de Asturias a la Concordia.

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