Escuchar a Martin Alonso hablar de las entretelas del poder en la Catalunya de la transición, de la post transición y también de la de estos días, es un placer que está al alcance en pocas ocasiones. Este sociólogo, politólogo es un gran conversador, siempre desde la premisa de una sincera y sonrojante humildad. Suele suceder que los que más y mejor piensan y más profundamente llegan, dicen que no han recorrido prácticamente nada y se admiran por toda esa gente que apenas ha recorrido un par de metros. Martín es un perfecto ejemplo de esta forma de resolverse y usarse en la vida.
El bruto de él se puso a escribir hace tres años sobre el fenómeno del procès català y no ha parado hasta anteayer. El resultado es una trilogía exhaustiva sobre las cosas que no se dicen; esas que no tienen emoción, carga de bilis ni odios, sino datos, citas, fechas y publicaciones comprometidas, textos que no vieron la luz y se medio censuraron, personas y personajes, periodistas y factotums de los medios.
Nos contó qué significa y qué consecuencias tiene tomarse un chocolate en el Pati dels Tarongers (Patio de los Naranjos) de la Generalitat rodeado de conveniente compañía. Lo que supone considerar al ex honorable como padre de la patria y artífice del estado naciente; ese aturdimiento, ese éxtasis hacia el líder neutraliza completamente el espíritu mínimamente crítico que un ciudadano del catalanishment pudiera albergar. Ayer oí por primera vez un concepto que me resultó elocuente y preocupante a la vez: Fertilización cruzada, esa cosa del ámbito de la política que puede suponerse: do ut des, en el mundo de la Roma Antigua. Es decir, favores con billete de ida y vuelta.
Martín desenmascaró un secreto que retumba en las Ramblas: a mayor clase social y acomodo en la burguesía rampante, mayor adhesión al independentismo. A muchos les da igual que Marta Ferrusola asista a los actos oficiales del Opus Dei, que todos los hijos estén con las manos metidas en el cajón de los dineros públicos, que el 3% se convirtiese en el 4, 5 o más por ciento. Por cientos y por miles. Eso es lo de menos. Lo de más es que España les roba, ideas fuerza, ideas negativas sobre los españoles, positivas sobre nosaltres; así que resulta incompatible ser secesionista y ser capaz, a su vez, de denunciar la estafa pujolista.

Y Martín también nos dijo que el lenguaje es vital, y debemos cuidarlo y respetarlo; no por limpiar, fijar y darle esplendor, no, sino porque la democracia empieza en el lenguaje, en la fidelidad a los términos, en que si empezamos a pervertir los términos, acabamos estropeando todo con la ayuda de una lengua manipulada a nuestro placer. También nos habló de la censura, de escribir un ensayo y no ser publicado porque no agrada su contenido: aquí tenéis la referencia de una lectura que por fin, muchos años después, vio la luz, según nos contó Martín Alonso: Catalunya
La metáfora de la tarde: muchos se subieron a un tigre del cual ya no saben descabalgarse, aun cuando en la intimidad, en catalán, confiesan querer bajarse.

Librería Cámara, Bilbao
Y por fin, a una pregunta de un atento oyente: ‘referéndum ¿sí o no?’ Llega una reflexión que aquí, en el paisito, nos queda cercana en el tiempo y en el espacio: “Dividir en 48-52% o mitades más o menos iguales, es resquebrajar la convivencia de un país, partirlo de raíz, abrirlo en canal. Eso siempre es perder, ser menos y peores. ¿Qué haces con un país así? ¿Y si empezamos a preguntarnos dónde empezó el desagravio, el desgarro y la afrenta? ¿La hubo de tal magnitud, realmente?
Martín Alonso, en la presentación de este último tomo en la librería Cámara, estuvo bien escoltado por Gaizka Fernández Soldevilla, historiador y miembro del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, Fernando Molina, doctor investigador permanente en la UPV y Josu Ugarte, exdirector de Bakeaz. Gracias a los cuatro por ese rato de reflexión y acercamiento.
Fabián Laespada