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Gogoan-por una memoria digna

~ Por una memoria digna como derecho de las víctimas y de la sociedad vasca en general. Una memoria que deslegitime la violencia y que sea pedagógica para prevenir situaciones como las vividas en Euskal Herria los últimos 50 años.

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«La asunción de mi responsabilidad» por Luis Carrasco

19 viernes May 2023

Posted by gogoanmemoria in Justifica restaurativa

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arrepentimiento, ciudadanía, culpa, daño injusto e irreparable, derecho a la vida, diálogo, ETA, fanatismo, Juan Mari Jauregui, justicia restaurativa, libertad, Luis Carrasco, Maixabel Lasa, mediación, odio, Olvido, perdón, sociedad, Universidad Francisco de Vitoria, Víctimas, verdad

Buenas tardes. Soy Luis Carrasco y fui miembro de la organización terrorista ETA.

Voy a leer lo que quiero decir con motivo de esta ocasión porque pienso que de esta manera seré capaz de plasmar con algo más de acierto y coherencia, todo lo que quiero comunicar en este momento a través de mis palabras.

Para empezar, y aunque sin duda no descubriré nada nuevo, me gustaría hacer brevemente algunas consideraciones relacionadas con la justicia restaurativa como herramienta de mediación, como espacio de justicia y de ventana a la verdad.

Quisiera señalarlas y significarlas para poner de relieve su alcance y su fuerza, y para destacar su potencial para facilitar el diálogo y por supuesto como eficaz herramienta de comunicación interpersonal, como instrumento sanador y pacificador. Valorar por ello sus bondades, sus propósitos y su finalidad.

Desde una perspectiva social, creo que este potencial para facilitar la comunicación, tiene además una importante proyección y papel resolutivo cuando va dirigido hacia las sociedades que han resultado gravemente dañadas como consecuencia de algún conflicto o violencia en cualquiera de sus posibles formas. Por ejemplo, cuando han sido objeto de ataques de índole terrorista como en el caso que nos ocupa y puedan idénticamente también, haber padecido enfrentamientos de carácter social y en consecuencia hayan visto quebrantadas, cuando no corrompidas sus más fundamentales normas de convivencia.

sociedades que se muestran en apariencia ajenas, de espaldas o instaladas en la indiferencia o en la desmemoria y que parecen haber dejado bajo un espeso manto de olvido las amenazas, las persecuciones, los asesinatos y un largo etcétera de sufrimientos padecidos por sus convecinos

Estas, así mismo, por distintas causas y de distinta complejidad suelen ser con frecuencia sociedades que se muestran en apariencia ajenas, de espaldas o instaladas en la indiferencia o en la desmemoria y que parecen haber dejado bajo un espeso manto de olvido las amenazas, las persecuciones, los asesinatos y un largo etcétera de sufrimientos padecidos por sus convecinos, siendo por lo tanto un escenario en el que cabría pensar que quedaría una reparación pendiente, un ámbito de actuación para la justicia restaurativa.

Son sociedades que, en su devenir, arrastran un daño latente, y que subyacen en ellas también a menudo un sinfín de heridas sin curar, lesiones y daños de carácter sociológico, con un prolongado y soterrado recorrido temporal, que atenazan y dificultan el diálogo

Son sociedades igualmente, en las que no resulta difícil advertir que en su devenir arrastran un daño latente, y que subyacen en ellas también a menudo un sinfín de heridas sin curar, lesiones y daños de carácter sociológico, con un prolongado y soterrado recorrido temporal, que atenazan y dificultan el diálogo; pero a los que en todo caso es necesario dirigir la mirada, prestar atención e invertir el esfuerzo de todas aquellas iniciativas que con carácter reparador puedan darle alguna respuesta dirigida a su sanación.

a la luz de la justicia y la verdad puedan contribuir a construir y apuntalar un relato de su pasado atendiendo a unos principios humanistas y éticos

Que libre de prejuicios y sin ambigüedades, a la luz de la justicia y la verdad puedan contribuir a construir y apuntalar un relato de su pasado atendiendo a unos principios humanistas y éticos desde los que esta misma sociedad pueda contemplar su historia y sobre los que pueda permitirse cimentar un futuro desde su propio seno, más sensible y amable hacia sí misma, pero sobre todo mas solidaria y empática hacia aquellas personas que sufrieron de manera directa los embates inmisericordes de quienes, como yo, se valieron de la barbarie y la violencia terrorista para ocasionar un daño injusto e irreparable.

Cuáles fueron las causas por las que termino dando un giro de 180º en mi trayectoria

Con frecuencia me suelen preguntar cuáles fueron las causas por las que termino dando un giro de 180º en mi trayectoria. Cuáles fueron las razones por las que termino desvinculándome de la organización terrorista ETA. Qué lo desencadena y de qué manera se fue fraguando todo ello en mi fuero interno. También me suelen preguntar por qué necesitaba encontrarme con Maixabel, pero lo cierto es que todas estas cuestiones van juntas, van hiladas y conforman un todo.

El encuentro restaurativo en el que participo con Maixabel me brinda la oportunidad de evaluar y asumir el alcance de mi responsabilidad, así como la de valorar la figura que cada cual encarna

El encuentro restaurativo en el que participo con Maixabel me brinda la oportunidad de evaluar y asumir el alcance de mi responsabilidad, así como la de valorar a través de su testimonio y a la luz de esta realidad incontrovertible la figura que cada cual encarna: por un lado, la de la víctima inocente objeto del delito, Juan Mari Jauregui, y todas las demás inocencias heridas, la de los familiares, la de los amigos… y, por otro, la del victimario autor del asesinato, quien quebranta, quien atropella derechos; es decir, la mía propia. Es pues un momento en el que cada cual queda fielmente retratado, ocupando en el relato de lo acontecido, aquel que la verdad reclama, su correspondiente lugar.

El encuentro con Maixabel es también para mí un momento de autoafirmación en relación a mi nuevo rumbo y, por lo tanto, también de alguna manera lo sella. Me permite caminar sobre estas certezas y consolidarlas.

había generado un dolor atroz y que en el transcurso de mi trayectoria criminal había sido responsable de injusticias de muy distinto orden

Al principio he de decir, que fundamentalmente se trataba de la necesidad de reconciliarme y de sentirme en paz conmigo mismo, de darme la oportunidad de vivir en coherencia con todos aquellos sentimientos que en aquellos momentos necesitaba canalizar, que iban abriéndose camino y cobrando forma en mi conciencia, porque cada día estaba más convencido y este era un sentimiento, una percepción que iba creciendo y adquiriendo cada vez más peso, de que había generado un dolor atroz y que en el transcurso de mi trayectoria criminal había sido responsable de injusticias de muy distinto orden. Pero que, en todo caso y en cualquiera de sus distintas variables, habían llegado muy lejos, porque fueron injusticias que generaron incontables daños y una multiplicidad de horribles heridas y desgarros que marcaron muchas vidas para siempre.

había destruido y lesionado no solo aquellas vidas, sino que también me había llevado por delante todas las relaciones humanas, todos los afectos que convergían en torno a aquellas

A la par, sentía que había destruido y lesionado no solo aquellas vidas, sino que también me había llevado por delante todas las relaciones humanas, todos los afectos que convergían en torno a aquellas, con el incalculable valor que a todo ello le era propio y que estas en sí mismas encerraban, y que lamentablemente lo había hecho de manera irreversible e irrecuperable.

el derecho a la vida es por definición el más esencial de los derechos, afín e inherente a la naturaleza de los seres humanos

Fueron injusticias que afectaron primero y en concreto a las personas a las que asesiné o que resultaron heridas en los atentados, por lo que se constituiría por así decirlo, en el peor y más injusto de los ataques, ya que el derecho a la vida es por definición el más esencial de los derechos, afín e inherente a la naturaleza de los seres humanos.

había atentado contra el derecho de las personas a vivir su ciudadanía en libertad

Y, en segundo lugar, pero también muy grave, que había atentado contra el derecho de las personas a vivir su ciudadanía en libertad, privando a muchas de ellas de este derecho entendido en su integridad, tan básico y tan fundamental en democracia, ya que también participé de la persecución, la coacción y la amenaza ejercida sobre el conjunto de todas ellas.

comencé a abrirme honestamente a la asunción de las responsabilidades … a fijarme en todo aquel tremendo sufrimiento que hasta entonces había permanecido velado por el odio y por un fanatismo revestido de gloria

Desde aquí y quizás como matriz o punto de partida, comencé a abrirme honestamente a la asunción de las responsabilidades que tal reflexión conllevaba, a contemplar desde aquella nueva mirada las heridas y el dolor de los otros, el de las víctimas, a fijarme en todo aquel tremendo sufrimiento que hasta entonces había permanecido velado por el odio y por un fanatismo revestido de gloria. Dejé sitio también a la culpa y al arrepentimiento, que no eran ni nada más, ni nada menos, que la íntima, sincera y profunda reflexión que me condujo al convencimiento de que lo que hice estuvo mal y de que fue a todas luces nefasto e injusto.

lo que hice estuvo mal y fue a todas luces nefasto e injusto

Me abracé también a la esperanza y la compasión en relación a todo ese dolor, que a partir de ese momento y de alguna manera también hice mío. Me propuse hallar en mí algún resto, algún vestigio de la persona que algún día fui, traté de encontrar y descubrir en mí, resortes que me sirvieran para delimitar desde aquellos momentos un antes y un después. Me atreví a pensar que podía dejar atrás el alineamiento a la doctrina sectaria que hasta entonces había asumido ciegamente como propia y por la que me había dejado asimilar hasta convertirme en aquella oscura y desdibujada versión de mí, en una sombra de lo que pude haber sido.

comenzar a desmontar todo mi argumentarío de subterfugios, falsas coartadas y pretextos de los que me había servido hasta aquellos momentos

Me propuse mirar a la verdad de frente. Y comenzar a desmontar todo mi argumentarío de subterfugios, falsas coartadas y pretextos de los que me había servido hasta aquellos momentos para poder sortear la asunción de mi intransferible responsabilidad personal y sus letales consecuencias. Dejar de lado aquellas burdas fábulas en las que me había escudado para no reconocerme como transgresor de derechos fundamentales, como perpetrador de injusticias y asesinatos. Me propuse cuestionarme todo el andamiaje ideológico que había levantado y que había sostenido durante largos años mis más fanáticos ideales. Decidí, por fin, enfrentar la crudeza de las consecuencias que de aquella trayectoria se derivaban.

Consecuentemente, se trataba de desandar el largo camino del odio que hube transitado hasta entonces, pues necesitaba escapar y dejar atrás la lógica de la violencia en la que había permanecido sumergido durante una larguísima parte de mi vida, y en la que huelga decir que ya desde un principio yo mismo fui quedando atrapado.

Estas fueron fundamentalmente las reflexiones que estaban tras esta profunda catarsis personal en la que entonces me debatía, tras este rotundo cambio en mi manera de pensar, de observarme y de mirar la realidad que hasta aquí me trajo; introspecciones que fueron fraguándose durante años y que la propiciaron, y en las que anidaban también las esperanzas de un volver a resurgir desde las cenizas, de un volver a reconstruir alguna certidumbre desde los deshechos de una vida a la que tiempo atrás yo mismo di fuego. De alumbrar alguna esperanza, desde aquel sumidero de sueños y desde aquella montaña de escombros en la que me hallaba y en la que finalmente sentía que se había convertido mi existencia.

entregados fanáticamente y con obstinación al absurdo de pensar que las vidas y los derechos de los otros tienen una categoría distinta, inferior y devaluada en relación a la de los nuestros olvidándose de que el valor de una vida no es cuantificable y que solo cabe decir que es intrínsecamente enorme y único

Todo ello me enfrentaba a los que hasta entonces habían sido mis compañeros: un entorno cercano y tóxico, que estaba por entonces lejos de simpatizar con estos postulados, con esta visión crítica y de condena de nuestro recorrido en común; personas que, al igual que yo hasta aquel momento, seguían asumiendo su papel de manera sectaria sin cuestionárselo, pero que, a diferencia de mí lo seguirían haciendo durante largo tiempo y quién sabe hasta cuándo. Que continuarían sine die dejándose arrastrar por las negruras ideológicas de su propia mentalidad, ante la indiferencia y abandono, por extraño que pueda parecer, incluso de sí mismos, entregados fanáticamente y con obstinación al absurdo de pensar que las vidas y los derechos de los otros tienen una categoría distinta, inferior y devaluada en relación a la de los nuestros, olvidándose de que el valor de una vida no es cuantificable y que solo cabe decir que es intrínsecamente enorme y único.

Necesitaba pedir perdón a Maixabel

Hay algo que sí que me gustaría también subrayar y recalcar en estas últimas palabras, pues me parecen también especialmente significativas, acerca de la razón por la que necesitaba pedir perdón a Maixabel. En primer lugar, porque participé en el asesinato de Juan Mari Jáuregui, la que fue su pareja, y en segundo lugar porque entendía que era de gran importancia pedir perdón, porque pensaba que en este gesto de desagravio como tal había una asunción explícita de mi responsabilidad sobre las causas de su sufrimiento, así como por el padecido por toda su familia. Un reconocimiento como causante del mismo, y un gesto también de carácter empático hacia todos ellos.

era de gran importancia pedir perdón, porque pensaba que en este gesto de desagravio como tal había una asunción explícita de mi responsabilidad sobre las causas de su sufrimiento

Luis Carrasco exmiembro de ETA. Participó, entre  otros, en el asesinato  de Juan Mari Jauregui


Intervención en las jornadas  sobre Justicia Restaurativa organizada por la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid) el 15 de marzo de 2023

«El tiempo del testimonio»

05 domingo Dic 2021

Posted by gogoanmemoria in Memoria

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Los de ETA han sido unos muertos incómodos, sobre todo porque les taparon la boca con la tierra podrida del “algo habrá hecho”. Saber sabíamos que estaban allí abajo gritando “¡estamos aquí!”, pero los cautiverios mentales de algunos de nosotros eran más fuertes que su verdad. Por eso sacarlos del olvido cerrado donde los han querido sus asesinos es hacernos a nosotros mismos un favor. Porque las víctimas, su recuerdo y su presencia, nos hacen mejores.

para mantener el silencio y el odio hicieron falta muchas mentiras

Por ello tan importante como el relato es la verdad porque para mantener el silencio y el odio hicieron falta muchas mentiras. La memoria de lo que ha provocado el terrorismo en nuestras vidas supone un recordatorio de lo que nunca debiera suceder, por eso exige un aprendizaje continuo, una visibilidad permanente. No es que lo hagamos una vez y ya. Exige tenerlo presente porque de alguna manera ese recuerdo es un antídoto frente al culto a la violencia. Recordar no es solo un acto simbólico. Recordar es también resistir ante unas ideas autoritarias por las que se asesinó en nuestro nombre.

Recordar es también resistir ante unas ideas autoritarias por las que se asesinó en nuestro nombre

Escribía certero Muñoz Molina que “no hay injurias más fáciles de olvidar que las que han sufrido otros, sobre todo si es uno mismo el que las ha cometido”. Ante la tentación del olvido o de la interpretación sesgada de lo sucedido quedan las víctimas, con su mano alzada y sus vivencias. Pasar del asunto, mirar con hastío a quienes pretendemos recordar, o huir hacia delante nunca debería ser una opción.

El “no debió suceder” que expresó Otegi hace unas semanas no es lo mismo que “no debimos hacerlo”: en lo primero aparece una visión táctica del final del terrorismo; en lo segundo una convicción ética. Y era exigible lo segundo, porque ETA es mitad fracaso, mitad catástrofe.

 no debimos hacerlo es una convicción ética

El odio hacia el otro y la ideología autoritaria en la que se parapetaba ha sido la ruina de mucha gente, a pesar de vivir en un lugar del mundo privilegiado, y en ocasiones en familias privilegiadas. Afirma Martín Alonso que el odio es una emoción de bajo coste, sobre todo, digo yo, para quienes empujaron al precipicio a cientos de jóvenes. Sobre ello Carmen Gisasola, una de las presas de ETA que inició el camino de la “vía Nanclares” basado en la autocrítica y el reconocimiento del daño injusto causado, en 2019 apuntó que “en mi pueblo son solo media docena de forofas de la lucha armada las que no me saludan. Pero decir, no me dicen nada. ¿Qué me van a decir si se han pasado cuarenta años evitando entrar en ETA?”.

Afirma Martín Alonso que el odio es una emoción de bajo coste, sobre todo, digo yo, para quienes empujaron al precipicio a cientos de jóvenes.

Florencio Domínguez, en su libro La agonía de ETA, destaca que un amigo de un miembro de ETA le escribió: “La ETA militar cada vez es menos militar. A ver si zumbáis fuerte y empezar a poner muertos encima de la mesa, que lleva un tiempo vacía”. El dirigente de ETA Txomin Iturbe escribía así al comando Zuberoa en 1978: “Bueno, sin más y esperando que continuéis con ejecuciones, nos despedimos de vosotros con un fuerte abrazo, y hasta la vista”. “Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado. No me arrepiento”, confesaba Josu Zabarte, otro miembro destacado de ETA, en una entrevista.

Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado. No me arrepiento, confesaba Josu Zabarte

Y ese pensamiento se trasladó a la violencia que ETA ejerció; al quién y al cuándo, pero también al cómo. A Vicente Zorita, asesinado en 1980, le pegaron siete tiros, pero antes, arrodillado como estaba, le pusieron una bandera española en la boca. Era miembro de Alianza Popular. A Antonio Cedillo, policía nacional, le tirotearon en una carretera rural de Rentería en 1982, salió malherido, logró pedir auxilio y se metió en una furgoneta camino al hospital. Sin embargo, el comando volvió a la zona, detuvo la furgoneta y remató a Antonio. Eso mismo le hicieron al ex guardia civil, José María Panizo, en 1978. El miembro de ETA que le descerrajó varios tiros se dio cuenta de que, caído en el suelo, no había muerto, se acercó al cuerpo de José María, le puso la rodilla en el cuello y le disparó en la cabeza.

Más. Asesinan al guardia civil Aurelio Prieto, natural de Extremadura. Su viuda, Conchi Fernández, viaja en un avión de carga camino del entierro de su marido. Allí, entre el eco metálico y la soledad del aparato, el féretro, la hija en común de seis meses y la hermana de Conchi llenan el vacío. Van camino de Mérida a empezar una nueva vida en una tierra que no era la suya, porque Conchi era de Alsasua.

El exilio interior, el que llena de tristeza infinita una vida, tal vez haya sido uno de los peores exilios que hayan tenido que sufrir muchas víctimas. En 1982 ETA asesina al industrial Rafael Vera Gil. A los tres meses, su viuda, María Dolores Bernisa, se suicida.

El exilio interior, el que llena de tristeza infinita una vida, tal vez haya sido uno de los peores exilios que hayan tenido que sufrir muchas víctimas

Todavía estamos en el tiempo del testimonio. Porque la transmisión de toda esta barbaridad que fue el matar es una obligación moral si queremos superar un trauma como el de la violencia. Sobre todo para que nadie nunca vuelva a decir que no sabía.

 

Joseba Eceolaza, miembro de Gogoan por una Memoria Digna

 

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