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asesinato, convivencia, Cosme Delclaux, crispación social, Daniel Villar Enciso, ETA, José Antonio Ortega Lara, José María Aldaya, José María Ryan, Joseba Arregui, libertad, Miguel Ángel Blanco, movilización social, pacifismo vasco, Pacto de Ajuria Enea, Unidad frente a la violencia, Víctimas
Con motivo del cumplimiento de los 25 años del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco Garrido, se han escrito muchos artículos sobre lo ocurrido aquellos días, días que permanecen en mi memoria y lo harán el resto de mi vida. Comparto con los escritos que fue una reacción sin igual contra la amenaza que ETA lanzó contra toda la sociedad; sin embargo, no veo claro el enfoque positivo que algunas personas tienen sobre el antes y el después de aquel terrible hecho.
Efectivamente, yo no veo tan positivas las secuelas sociales y políticas de aquel asesinato. La mayoría de titulares y artículos sobre ellos hablan de que hubo “un antes y un después”. ¿Y fue positivo? Lo dudo y me explico.
El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco no fue una ejecución sin precedentes. Ya hubo un asesinato de muy similar crueldad: en 1981, ETA secuestró y asesinó de idéntica manera a José María Ryan y la reacción que generó en Euskadi también fue grande -muy grande diría yo- para ser 1981. De hecho, muy posiblemente se habría convertido en ‘el hito de la crueldad y la perversión etarra’, si José María Arregui no hubiera sido asesinado por tortura una semana más tarde. Este asesinato desactivó la acumulación de indignación que se había generado contra ETA.
En 1997, con Miguel Ángel Blanco, se desató una respuesta social inmensa sin duda alguna, pero no surgió de la nada.
En 1997, con Miguel Ángel Blanco, se desató una respuesta social inmensa sin duda alguna, pero no surgió de la nada. Si quienes analizan, comentan, hacen historia… no tienen en cuenta el trabajo previo de las organizaciones pacifistas desde 1985 y, especialmente, el nivel de movilización social desarrollado con los secuestros concatenados de José María Aldaya, José Antonio Ortega Lara y Cosme Delclaux para explicar lo sucedido, se equivocan. La manifestación del 12 de julio en Bilbao donde una multitud exigimos la libertad de Miguel Ángel Blanco solo pudo ocurrir después de una respuesta en la calle también sin precedentes al terror de ETA durante más de dos años. La de Bilbao, Ermua y cientos de localidades en todo el País Vasco y de fuera, fueron una eclosión del hartazgo social acumulado tras meses y meses de protesta contra los ataques que ETA estaba haciendo a todxs nosotrxs, a toda la sociedad vasca y… efectivamente, estalló.
Daniel Villar Enciso. Mapa del terrorSin embargo, estos días que se quieren interpretar como un hito positivo, “un antes y un después”, arrastraron una cola negativa. Ante la amenaza de ETA, lxs pacifistas volvimos a salir esta vez acompañadxs por muchísima gente que, hasta entonces, había estado en su casa con resignación o con indiferencia y, quizás, salieron con la idea de que conseguirían el objetivo de la convocatoria, lo que pudo suponer una importante frustración posterior. No eran corredores de fondo y prueba de ello es que, cuando algo más de un mes más tarde, ETA asesinó, también en Bizkaia, al policía nacional Daniel Villar Enciso, aquella multitud se volvió a quedar en casa quizás pensando que no merecía la pena protestar públicamente contra aquel nuevo asesinato o quizás continuando con su vida y mirando hacia otro lado, sin más.
El trabajo por la paz era una carrera larga donde primaba la tenacidad y la convicción en una transformación lenta, pero verdadera, y, sin duda alguna, era mucho más difícil e incómoda que acudir a una manifestación durante unas horas. Aquel trabajo suponía un compromiso ético y cívico con la sociedad que queríamos y queremos. Quizás era demasiado esfuerzo para una población “demasiado acomodada” para implicarse en esta tarea. Considero que la movilización social no salió especialmente ganando con aquellos días de julio.
El trabajo por la paz era una carrera larga donde primaba la tenacidad y la convicción en una transformación lenta, pero verdadera, y, sin duda alguna, era mucho más difícil e incómoda que acudir a una manifestación durante unas horas. Aquel trabajo suponía un compromiso ético y cívico con la sociedad que queríamos y queremos
Por desgracia, si marcaron un antes y un después fue en algo que califico de dramático para nuestra convivencia: la ruptura de la unidad de los partidos políticos frente al uso de la violencia. Se rompió el Pacto de Ajuria Enea y la división que creó la clase política afectó de manera directa a la convivencia ciudadana. De la noche a la mañana, personas que habían compartido el objetivo de buscar la paz, se veían discutiendo malhumoradas sobre estrategias cortoplacistas que no nos llevaban a ningún lado.
Se rompió el Pacto de Ajuria Enea y la división que creó la clase política afectó de manera directa a la convivencia ciudadana.
Hubo un antes y un después, sí. El antes de la unidad y el después de la discordia, el enfrentamiento, la tensión y la desconfianza… francamente, un asco. Posiblemente, se dio paso a unos de los peores años de la convivencia en Euskal Herria porque, a los asesinatos de ETA, hubo que sumar la brecha que se creó entre nacionalismos, vascos y españoles, marginando del debate político a quienes no amamos ese “ismo”.
Hubo un antes y un después, sí. El antes de la unidad y el después de la discordia
Y termino. ETA generó demasiadas víctimas (la primera ya fue un exceso imperdonable). Todos los asesinatos fueron injustos porque ni ETA ni nadie tenía ningún derecho ni obligación de ejecutar a nadie, al margen de lo que hubieran hecho en su vida o representaran en la sociedad. La voluntad de unos pocos se pretendía imponer a toda la sociedad vasca a través del asesinato. Desde que nació ETA, fue una vergüenza para toda la ciudadanía vasca porque lo hicieron en nuestro nombre y la mayoría calló. Gran parte de las personas asesinadas fueron seres sin especial relevancia social o política, como fueron Miguel Ángel o Daniel y, de aquellas personas que tuvieron una vida ejemplar de la que aprender, es importante y necesario reivindicar su palabra, su pensamiento y su vida. En cualquier caso, todas merecen nuestro recuerdo porque representan la evidencia del mal causado, de lo que no tenía que haber ocurrido nunca. Todas y cada una de ellas deben estar en nuestra memoria si la queremos digna. Del asesinato de Miguel Ángel Blanco me queda un imborrable recuerdo lleno de tristeza por aquella amenaza y cruel ejecución y porque, sin saberlo, su asesinato abrió una puerta que debería haber permanecido siempre cerrada.
todas merecen nuestro recuerdo porque representan la evidencia del mal causado, de lo que no tenía que haber ocurrido nunca. Todas y cada una de ellas deben estar en nuestra memoria si la queremos digna
Isabel Urkijo Azkarate, miembro de ‘Gogoan, por una memoria digna’
[Este artículo ha sido publicado en varios periódicos del grupo Noticias]
Interesante y necesario artículo. Coincido con su tesis principal, si bien hay algo que no acabo de ver, puede ser por desconocimiento o por haber vivido estas situaciones en espacios diferentes. Me refiero a lo dicho en el artículo sobre que antes del asesinato de M. a. blanco hubiese unidad antiETA y que se rompiera tras las movilizaciones de esos días. En mi opinión, visto desde hoy, el pacto de Ajuria Enea, nacido tras el terrible atentado de Hipercort, había muerto por causas políticas ya antes de Miguel Ángel blanco. Sí estoy de acuerdo en que las movilizaciones sostenidas durante años son la base que hizo posible el estallido antiETA, junto al hartazgo social y a la crueldad de la situación. La sociedad de 1997 no era la de 1981, por más que el asesinato de Ryan fuese igual de cruel. En 1981, además del terrorismo de ETA, había torturas hasta la muerte, disparos en el Congreso con un golpe de Estado afortunadamente fallido, violenta extrema derecha en las calles, una transición política permanentemente amenazada desde dentro de los aparatos del Estado. En 1997 solo seguía ETA con reiterada crueldad y la gente lo percibía. Yo sí creo que en la respuesta social al asesinato de M. A. blanco hubo un después positivo, que hubo gente que despertó del letargo y que ya no volvió a mirar para otro lado ante los asesinatos de ETA. Sí pienso que esos días de movilización dejaron una huella positiva, un basta ya definitivo, aunque luego no se mantuviera el nivel de respuesta. La desunión política antiETA entre los nacionalismo español y vasco, pienso que era una realidad incluso antes. No sé si nunca existió. Puede, eso sí, que, después de Ermua, el PP se sintiese más fuerte para hacer una mayor utilización política (que sigue hasta nuestros días) de un tema que nunca debiera utilizarse partidistamente. En cualquier caso, sí estoy de acuerdo con la tesis central de que en una carrera tan de fondo, han sido decisivos los movimientos sociales como Gesto por la Paz, que a muchas nos hicieron reflexionar. Y que hay que seguir por ese camino para escribir una memoria veraz y lograr un presente y futuro que deslegitime el uso de la violencia con fines políticos. Aquí estamos para ello, así que gracias por el artículo, Esabel. Un artículo a debatir y compartir.
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Cierto mucha gente de la IA voto a Ibarretxe por miedo al tándem Oreja- Redondo. Pero supuso una gran reflexión en el mundo radical… de ahí el discurso de Otegui en Anoeta con el ramo de olivo. Era la señal para el combate interno en HB hasta Bateragune. Sin olvidar las reuniones en el caserio Txillare con Egiguren y Otegui.
PNV 604,222 votos
PP 326,933
PSE 253,195
EH 143,139
Fue un gran susto y finalmente un alivio para Arzallus, lo viví en directo en el hotel Carlton. Fue dos días antes de mi atentado.
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De acuerdo esencialmente con Isabel y Mila, para mí el atentado de MA Blanco no supuso un antes y después sino más bien la gota que colmó el vaso de la paciencia para muchos.
El pacto de Ajuria Enea llevaba muerto hace tiempo y lo remató Lizarra. Basta Ya y el Foro de Ermua se fueron diluyendo por sus interés partidista.
El terrorismo siguió golpeando con saña en el 2000 y 2001 pero lo más relevante fueron las elecciones del 13 de mayo 2001 donde ganó Ibarretxe a Mayor Oreja. En estos comicios HB (Euskal Herritarrok) perdió el 50 por ciento de su representación en el Parlamento de Gasteiz, pasando de 14 a7 parlamentarios y más de 80.000 votos. Ese es el punto de inflexión de la izquierda abertzale y el que provocaría el proceso de paz y el fin de ETA con el atentado de la T4.
Me parece muy bien los homenajes a MA Blanco, pero creo que han sido desproporcionados y con un interés muy partidista.
Hay muchas víctimas que se sienten discriminadas.
Cierto mucha gente de la IA voto a Ibarretxe por miedo al tándem Oreja- Redondo. Pero supuso una gran reflexión en el mundo radical… de ahí el discurso de Otegui en Anoeta con el ramo de olivo. Era la señal para el combate interno en HB hasta Bateragune. Sin olvidar las reuniones en el caserio Txillare con Egiguren y Otegui.
PNV 604,222 votos
PP 326,933
PSE 253,195
EH 143,139
Fue un gran susto y finalmente un alivio para Arzallus, lo viví en directo en el hotel Carlton. Fue dos días antes de mi atentado.
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