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El 22 de febrero de 2000, ETA mediante un coche bomba asesinó a Fernando Buesa y a su escolta, el ertzaina Jorge Díez. Este año se cumple el XX aniversario del asesinato del político del Partido Socialista y la Fundación Fernando Buesa ha organizado un emotivo acto en el Palacio Europa, In Memoriam. En dicho acto, su hija nos recordaba que éste no es un aniversario cualquiera. 20 años.
Algunos compañeros y compañeras de ‘Gogoan, por una memoria digna‘ hemos querido compartir estos momentos con la familia y con tantos amigos y amigas que también les han querido acompañar.
Además de los políticos que han arrastrado a su paso a todos los medios de comunicación, han estado presentes muchos representantes de asociaciones de víctimas del terrorismo de toda España que han ocupado un lugar más modesto, pero que han sido objeto de especial atención de las dos personas que han intervenido, Sara Buesa y Lourdes Oñederra.
Como todos los años, Sara ha llenado de calor el espacio y con sabias palabras nos ha devuelto la confianza en que el mundo puede ser mejor. Está en nuestras manos. Toda la familia de Fernando Buesa ha subido al escenario y ha emocionado al público al comprobar cómo desde el profundo dolor y del mayor de los daños, puede sobrevivir y crecer el amor; el amor por su padre, el amor por toda la familia.
Posteriormente, han dado la palabra a Lourdes Oñederra. Suponemos que la Fundación Fernando Buesa en breve publicará el acto completo en su página. Hasta entonces, a quienes no habéis podido asistir al acto, os invitamos a ver esta grabación y a disfrutar de uno de los mejores discursos que se han pronunciado desde que ETA dejó a asesinar.
Gracias Lourdes.
Desde luego es uno de los mejores discursos, como dice la nota; pero es, además, de los más valientes y terapéuticos. Por eso resulta tan necesario en este tiempo de regateos con las memorias, de prestidigitaciones para criticar unos silencios y justificar otros, de evitación de las palabras que evocan las responsabilidades directas e indirectas, los asesinatos, los atropellos y los silencios. Es tan valioso que a su lado palidecen las admoniciones edulcoradas de Herenegun! y el lenguaje autocomplaciente, plagado de hojas de parra y silbidos de perro, de la jerga al uso.
El más sincero y profundo agradecimiento a Lourdes Oñederra. Su voz este 20 de febrero es el mejor homenaje a las víctimas y, también –¡también!– el mejor remedio para saldar la deuda que mantiene moralmente secuestrada a una parte de la sociedad, aquella precisamente que se considera titular del ‘nosotros’ y propietaria del patrimonio identitario en cuyo nombre se cometieron los atropellos. Muchas gracias por esta inmensa lección. Por ese ejercicio noble del magisterio que remite a la única identidad que merece ser atendida porque es la que nos constituye como humanos, como personas con dignidad, la identidad moral (Jonathan Glover).
martín alonso
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