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Gorka Landaburu

El pasado 25 de noviembre en el hotel Radisson Blu, ubicado frente al mar en Biarritz, organizado por la Fundación Buesa con la colaboración de Gogoan y COVITE, nos reunimos por primera vez en Iparralde víctimas de ETA y del GAL, bajo el lema “Las voces de las víctimas del terrorismo y la construcción de la memoria”.

Este acto lleno de simbolismo no tenía otro objetivo que dar a conocer y sobre todo llevar al País Vasco francés, el testimonio conjunto de unas víctimas de la sinrazón de la violencia y del terrorismo de ETA y el GAL.

El evento presentado por Eduardo Mateo, coordinador de la Fundación Buesa, no lleno plenamente nuestras expectativas al asistir solamente unas treinta personas. Nuestro temor confirmó que el GAL no es de interés general para el país vecino. Ni la prensa se hizo eco del evento y la losa del silencio perdura en todos los estamentos. La presencia de la alcaldesa de Biarritz nos alivió al principio, pero su ausencia apenas inaugurarse el acto nos dejó perplejos.

Sin embargo, la intervención de Véronique Caplanne, hija de Robert Caplanne asesinado por el GAL, el 24 de diciembre de 1985, nos devolvió a la cruda realidad del olvido, del desamparo y la soledad con la que han vivido y viven las víctimas del GAL.
Véronique Caplanne con una voz serena pero entrecortada por la emoción, relató como todos estos años, ella y su familia no han recibido ni el menor apoyo ni reconocimiento público por parte de la administración e instituciones francesas.
Con el poco dinero que recibieron del ejecutivo galo pudieron pagar a los abogados españoles que defendieron su causa: ”Me ofrecieron poder disponer del transporte gratuito y hasta hoy nada más”.

Francia siempre ha jugado de forma ambigua con el tema de ETA

Este es un debe inadmisible y preocupante que se asemeja a los años de plomo que vivimos en Euskadi en la década de los ochenta. Francia siempre ha jugado de forma ambigua con el tema de ETA, permitiendo que la banda terrorista mantuviera durante largos años su santuario en Iparralde. Del mismo modo el comportamiento de muchos electos y de la prensa francesa siempre han considerado a ETA, como una organización independentista y no como un grupo terrorista. Es cierto que esta actitud pasiva cambió radicalmente a partir de los años noventa y que posteriormente permitió con la colaboración policial el desmantelamiento y el final de la banda armada. Por fin Paris se tomó en serio el tema de ETA.

Los distintos gobiernos franceses empezaron a preocuparse con la llegada del GAL y sus asesinatos indiscriminados. El Eliseo y los distintos ministros de interior, lavándose las manos consideraban, y así lo hacían saber y afirmando reiteradamente que “ETA, c’est un problème espagnol”. La policía vigilaba y no intervenía para que el País Vasco francés no se contagiara de sus vecinos del norte. Un alto responsable de Renseignements Generaux llego a confesarme que los sábados se desplazaban a la calle Pannecau (casco viejo de Bayona), donde chiquiteaban tranquilamente muchos miembros de ETA con total impunidad, para comprobar quién estaba y quién faltaba. A menudo se saludaban y entablaban la conversación con muchos de ellos.

Nuestro temor confirmó que el GAL no es de interés general para el país vecino

Así se explica en gran parte su no intervención, su omisión y negligencia hasta con sus propias víctimas. Desde los poderes políticos siempre se ha intentado evitar que el territorio galo cayera en un nuevo campo de batalla que podía afectar a la convivencia en Iparralde y sobre todo a su economía y principalmente a su turismo. Sorprendentemente surgió el grupo Iparretarrak, que pretendía emular a su hermano mayor de Hegoalde. Fueron rápidamente desmantelados por la policía. Ni a Paris ni menos a ETA interesaba que este grupo pudiera crecer al otro lado de la frontera. ETA sabía que el nacimiento de Iparretarrak iba a incrementar la presencia policial en Iparralde y perjudicar su movilidad e intereses.

La construcción de la memoria consiste en visibilizar a las víctimas en arroparles, en acompañarles y protegerles para sacarles del olvido, omisión, abandono e indiferencia en la que viven las víctimas del GAL en Francia, desde hace 40 años.
Véronique Caplanne con un reflexión lapidaria nos interpeló a todos al afirmar “Aquí no hay sitio para la memoria. Muchas puertas se han cerrado. Aquí toman partido por los presos, pero no se escucha a las víctimas ni se les reconoce”.

Aquí no hay sitio para la memoria. Muchas puertas se han cerrado. Aquí toman partido por los presos, pero no se escucha a las víctimas ni se les reconoce

En Biarritz en la primera la mesa participamos además de Véronique Caplanne, Marta Buesa, Ana Azpiri y un servidor. En la segunda Martin Alonso, Luisa Etxenique y Pablo Garcia Astrain. El debate fue fructífero y nos comprometimos con la Fundación Buesa, Gogoan y COVITE, a seguir por la vía de la colaboración, a estrechar los contactos y los encuentros para levantar esa losa pesada del olvido y de la incomprensión. Queda tarea. La construcción de la memoria nos debe requerir y comprometer a todos; sobre todo a los franceses.